De la mala praxis parlamentaria
Luis Barragán
Más de una década después, constatamos la escasa vocación parlamentaria del oficialismo, reivindicando paradójicamente al extinto y tan denostado Congreso de la República. Éste, por lo menos, a través de sus cámaras, sesionaba dos veces a la semana, y, regularmente, en forma conjunta, por no mencionar la puntualidad de las atareadas comisiones permanentes y especiales, como la propia divulgación de sus debates.
Pocos días atrás, el diputado opositor Gabino Paz ha denunciado la deserción del trabajo en la Asamblea Nacional por sus integrantes afiliados fundamentalmente al PSUV, ocupados más por la angustiosa situación electoral que el partido confronta y las posibilidades de contar con la gracia presidencial para candidatearse en alcaldías y gobernaciones. Balbució descalificadoramente un representante del oficialismo, en afán de respuesta, recordando que hay otros foros legislativos en el mundo que funcionan por tres meses al año, aunque – inevitable – recordamos el viejo trabajo constitucional de José Mendoza Ángulo y las particularidades tan llamativas y afines del legislador cubano.
Hay una mala praxis legislativa de los partidarios del gobierno que sesionan pocas veces al año, de compararlo con los senadores y diputados de antaño y que, por cierto, tanto prometieron superar. Y esas sesiones principalmente están destinadas a la aprobación de los numerosísimos créditos públicos exigidos, más que solicitados, por el Ejecutivo Nacional, al igual que la autorización de los embajadores o de los apremiantes viajes al exterior de Chávez Frías.
Sesiones en las que suelen parlar, no parlamentar, porque jamás refutan los argumentos del adversario, prodigándole toda suerte de insultos que pretextan una soporífera alabanza del ocupante de Miraflores, como si estuviesen recordándole siempre de la existencia de un candidato potencial para el gabinete. El ministro en funciones está para cortejarlo a la menor oportunidad, pues, además de cumplir con la suprema línea política, no asumen el riesgo de una invitación para aclarar políticas y mucho menos una interpelación, como – es necesario recordarlo – asiduamente ocurría décadas atrás.
Las comisiones permanentes, cuando sesionan, tienen por vital característica la del sistemático bloqueo de toda investigación, por lo que las denuncias ni siquiera entran con facilidad a la agenda excepto perjudiquen a la oposición. Puede evidenciarse uno, dos o más casos como el de PDVAL, pero no se atreven ni por un mandato de consciencia a exigir responsabilidades.
Hay proyectos de leyes que están pendientes y, por más respaldo popular que los avale, tienen por puerto seguro el olvido. La prioridad son las leyes que refuercen el poder del Estado a todo evento, quedando atrás toda legítima aspiración de la ciudadanía en torno a materias que no logrará jamás solventar el “parlamentarismo social de calle”, un eufemismo para una grosera actividad proselitista, por no mencionar el monopolio de las transmisiones, impidiendo a ultranza el libérrimo desenvolvimiento de los parlamentarios y medios independientes. Por cierto, no puede el diputado dar una rueda de prensa en su sede natural de trabajo de no contar con la expresa autorización de la dirección de prensa oficialista.
Bastará cualquier incidente para amenazar con despojar de la inmunidad parlamentaria al opositor que cumple con su trabajo, como acaeció con el entonces vicepresidente de la Comisión de Asuntos Penitenciarios, William Ojeda, igualmente que con Richard Mardo, a propósito de un video en el que no hubo evidencia alguna de haber agredido a una periodista, en medio de una agitada actividad de la comunidad que diligentemente representa Por lo demás, en los alrededores del Capitolio Federal hay constantes piquetes de agresores verbales y hasta posiblemente físicos, seguramente tarifados por el gobierno, por no mencionar la absoluta desconfianza que generan las comunicaciones telefónicas y virtuales en la sede administrativa.
Se dirá que muchísimas personas acuden regularmente a esta sede, pero lejos de buscar la atención y comprensión de los parlamentarios para una denuncia o el impulso de un determinado proyecto de ley, en un determinante porcentaje acuden con la esperanza de una recomendación, con la tarjeta de rigor, a objeto de alcanzar un empleo, una vivienda o hasta la edición de un disco por el ministerio de Cultura, por ejemplo. En el fondo, por una mala praxis, creen a la Asamblea Nacional como una sucursal de Miraflores o un local del PSUV.
En una ocasión, intervinimos en la plenaria de la Asamblea para contra-argumentar en torno al entonces Proyecto de Ley de Desaparecidos (etc.), y logramos conversar con una vieja amiga ubicada en las tribunas que, no lo sabíamos, perdió a su hermano en las guerrillas. Reconoció que en las décadas de los ’60 o ’70 podían conversar y buscar protección con el diputado José Vicente Rangel, a modo de ilustración, pero hoy – si fuese el caso – dudaría en buscar a uno opositor: palabras más, palabras menos, “antes el diputado nos protegía y, ahora, ni siquiera ustedes gozan de protección”.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/08/de-la-mala-praxis-parlamentaria/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=890399
Fotografía: LB (Sesión Ordinaria, Asamblea Nacional, Caracas, 09/08/11)
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