viernes, 3 de agosto de 2012

ENTREVISTADURA (2)

EL NACIONAL, Caracas, 3 de Agosto de 2012
ANIVERSARIO
JÓVITO VILLALBA | 3 DE AGOSTO DE 1959
"Soy un hombre sin otro mérito que el de perseverar"
Por Eleazar Díaz Rangel

Nadie me introdujo en su oficina. Cuando entré, él sostenía una conversación con otro dirigente de su partido, pero la interrumpió para ofrecerme asiento. Y un tabaco que rehuí. Él encendió el suyo.
—¿Podemos comenzar?
—Cuando usted quiera.
—¿Aquí o en mi casa? Yo le dije a Ismenia que nos preparara almuerzo.
—Donde sea más cómodo.
El lo decidió. Y tomó asiento. Meticuloso en todo, excepto en el peinado, porque no usa, vestía una gabardina azul, corbata a cuadros, medias blancas, zapatos negros. Con voz firme y segura empezó a hablar:
—Tenía algunas respuestas preparadas.
Yo también había organizado unas preguntas, y aunque no parecía lógico, comenzamos por sus respuestas. Tomó los lentes y leyó un papel en el que había escrito: “La capacidad de los venezolanos para dirigir o actuar en la producción nacional como dirigentes o servidores de las empresas privadas sólo es igual a su incapacidad de hacerlo como agentes del Estado”. ¿Falta de fe? “El hombre es el rey de la creación. Pero en política es la última de las criaturas”. ¿Autorretrato? “Los americanos: tan geniales para la creación y organización de la sociedad económica como torpes para su dirección política”. ¿Recordaba a Foster Dulles? “Los venezolanos admiramos a Bolívar por lo que menos vale en su trayectoria libertadora: sus triunfos militares, y lo menospreciamos —y hasta lo repudiamos— por aquello que realmente lo acredita en la historia como genio y libertador: la creación de la Gran Colombia y su intuición de la unidad nacional latinoamericana”. ¿El anti-Monroe?
Me entregó las dos hojas escritas a mano y guardó los lentes.
Pudimos hablar con tranquilidad. Algunas cuestiones que no quedaron claras, o a mi juicio, incompletas, las precisó en su coche cuando atravesábamos la ciudad. O más tarde en su estudio –muchos libros, espacio, retratos de Gandhi y Nehrú, y uno al centro ¿de Donato, su padre, o de su tío Dámaso?– Pero lo esencial de la conversación se desarrolló en su oficina.
—¿Cuáles son las preguntas?
—¿Qué determinó su rompimiento con Betancourt?
—La leyenda sobre una pugna entre Rómulo y yo no tiene base en la realidad; es más bien producto del hábito muy venezolano de interpretar la política con un criterio personalista.
—Sin embargo, la gente no cree eso…
— Es cierto que entre nosotros ha habido serias divergencias sobre el modo de enfocar algunos aspectos de la lucha política. Eso es todo.
Sus ojos no reflejaban una pizca de mentira. Pero no era todo.
—¿Por qué salió inesperadamente del país en 1939, después de haber entrado clandestinamente?
—Cuando me retiré del comando del PDN y me marché a Colombia no creía que estaba planteada la lucha desde la clandestinidad para derrocar el gobierno de López. En cambio, Rómulo opinaba, porque se lo habían dicho, que se iba a agudizar la persecución, y el mismo día de esa entrevista recibió un cablegrama en el que se le anunciaba que Raúl Leoni e Inocente Palacios habían obtenido autorización oficial para entrar a Venezuela, y entonces me fue a buscar, pero yo ya estaba decidido.
—¿Inflexible?
—Creo que fue un error mío. No hay que insistir en esa pugna. Yo hasta fui candidato a concejal de AD.
—Pero lo derrotaron.
Encendió otra vez el tabaco. Dijo que después fue una especie de francotirador en política, sin partido. El general Medina le ofreció la dirección del PDV, y la rechazó mientras esa organización estuviese ligada al aparato gubernamental.
—¿Qué piensa ahora de Rómulo, Caldera y Gustavo (Machado)?
—Son tres grandes venezolanos (y piensa un rato) a quienes hay que abonar por encima de todas las cosas su capacidad para sustentar con fe e indeclinable integridad las posiciones que hace tiempo asumieron. Lo que contra ellos se puede decir tiene que ser respecto a las ideas que sustentan. Pocos países de América tienen dirigentes de esa talla.
—¿Qué opina de Jóvito Villalba?
—Soy un hombre sin otro mérito que el de perseverar… y de no querer envejecer.
—¿Aspira a ser Presidente?
—En el orden personal, nada tengo que buscar en la Presidencia de la República porque he conquistado por otros medios lo único que un hombre como yo puede buscar en esa posición.
—¿La fama?
—Dar ejemplo y tener una posición rectora en la vida. Con ello, un político puede tener mayor vigencia histórica que muchos de nuestros mediocres mandatarios.
—Se asegura que el 23 de julio usted asumió una actitud conciliadora con Castro León, ¿es verdad?
—Nuestra gestión fue decisiva, y ella y la actitud del pueblo caraqueño evitaron el estallido de la violencia y el retroceso planteado.
(“Y esto no lo escribas, te lo digo confidencialmente. Yo había hablado previamente con Larrazábal en un rincón del Palacio porque había un ministro espía —cuyo nombre reveló— y ya en camino a La Planicie estaba trazado el plan. Les dije a Caldera y a Eugenio Mendoza que halagaríamos a Castro León para convencerlo de que fuera a Palacio, y lo logramos. Esa fue una de las situaciones más difíciles de la provisionalidad, pues imagínate que… ¡Caramba! …era el candidato de los militares a la Presidencia”).
—Qué pasaría si revelase los secretos... No es raro decir esto...
—Nada pasaría.
—¿Está seguro?
—Aquí hay gran capacidad para olvidar.

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