miércoles, 4 de abril de 2012

GUÍA ANTI-GUIÓN


EL NACIONAL - Lunes 02 de Abril de 2012 Opinión/9
Libros: Hilary Putnam
NELSON RIVERA

No hay gratuidad en las notas autobiográficas que Hilary Putnam (1926) comparte en la introducción de La filosofía judía, una guía para la vida (Editorial Alpha Decay, España, 2011).

La decisión de su hijo mayor de celebrar su Bar Miszvá impulsa a Putnam, en 1975, a hacerse parte de un minyán (un grupo de fieles judíos). Putnam experimenta la religión como lo transformativo, como asunto de dimensión personal. Pero hay una brecha que permanece entre el filósofo de la ciencia y la persona: "Era completamente ateo y, no obstante, creyente. Me limitaba a mantener separadas ambas partes de mi vida".

Putnam recuerda que Wittgenstein rechazaba que el sujeto religioso pudiese teorizar sobre Dios.

Lo que el ser humano recibe no es un "contenido" sino una presencia, una fuerza. Aun cuando no se comprenda por qué, la religión tiene la facultad de darle sentido a la vida. Más que un corpus para teorizar, la religión se estructura como forma de vida. Los tres filósofos que Putnam comenta en este amoroso estudio (Martin Buber, Franz Rosenzweig y Enmanuel Levinas) tienen en común la idea de la filosofía como forma de vida y no como mera disciplina académica.

Bajo ese mismo influjo Rosenzweig (1886-1929) repelía lo que llamaba "la seudociencia de la religión". Más todavía: proclama que el judío debía liberarse de obligaciones, tareas o "ideas judías". Mientras Buber (18781965) reivindicaba la religión como el elemento a-conceptual, inconceptualizable de la relación dialógica con Dios, Rosenzweig sostenía como iluso el propósito de la filosofía de deparar el conocimiento de las esencias. Putnam cree entrever en Rosenzweig el temor de que la vida religiosa sea sustituida por palabras. La relación con Dios no debería depender de una teoría. "El torrente del rogar, del dar, del recibir, del dar gracias, tiene que circular sin descanso". Por eso Rosenzweig prefería los narradores a los filósofos: mientras el narrador vive en el tiempo, el filósofo no.

Putnam cita a Levinas (19061995): "El hambre del otro ­ya sea apetito carnal o hambre de pan­ es sagrada; sólo el hambre de un tercero pone límites a ese derecho". Ese privilegio del otro, más que de privilegios, está constituido de responsabilidades. De ello deriva la asimetría que define su pensamiento: porque las obligaciones hacia el otro tienen el carácter de lo determinante, el hombre está obligado a exigirse mucho más a sí mismo que a los demás. La ética debe ser así: infundada (en su sentido de desinteresada). Su tarea como filósofo es construir un pensamiento que describa la obligación fundamental con el otro. Sintetiza Putnam: "La obligación que tenemos, nos dice Levinas, es la obligación que nos abre a la necesidad (especialmente al sufrimiento) de la otra persona".

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