domingo, 17 de julio de 2011

DEL POSTE MÁS ALTO


De las dignidades ciudadanas
Luis Barragán


Hay venezolanos de reconocidos y también desconocidos aportes a la vida republicana, ciertamente contaminada por un imaginario que dice sintetizarla por las proezas exclusivamente militares. Son diversos y, a veces insospechados, los ámbitos y especialidades en los que aún hay aportes invalorables para que seamos y nos sostengamos como país, así el discurso oficial o predominante, dentro o fuera del Estado, los desconozca. No obstante, existen iniciativas legislativas que no lograrán solventar el problema que es de la moralidad pública.

Se desprende de los proyectos de Ley del Deporte, la Actividad Física y la Educación Física, cursante la segunda discusión, y Ley Orgánica de Cultura, aprobada en primera discusión hacia 2005, la consagración de lo que llaman las “glorias deportivas” y el “patrimonio cultural viviente”. Hablamos de dignidades ciudadanas que la representación popular debe considerar, aunque el remedio puede empeorar la enfermedad.

Ciertamente, hay un criminal olvido de aquellos que también han hecho patria desde la actividad deportiva y artística, por ejemplo, aunque – por momentos – fueron festejados bulliciosamente. El peor caso es el del elenco absolutamente anónimo que, sobreviviente en el recuerdo, aún perdurables sus aportes, tiende (n) a disolverse en el tiempo.

Nos referimos a la inmensa necesidad de recuperar las dignidades ciudadanas, pero dudamos que lo permita y resuelva la vía normativa, monopolizándola el Estado. Obviamente, tamaña posibilidad genera confusión.

El expreso y formal reconocimiento como “gloria deportiva” o “patrimonio cultural viviente”, se parece más a la integración de un “Salón de la Fama” de carácter definitiva y decididamente estatal que, por las perversiones del régimen, recibirá únicamente a sus adeptos. Por mayor neutralidad que se quiera al iniciarse, a la postre será una capilla más en el santoral oficial que, incluso, podrá contradecir el sentimiento popular en aras de reforzar simbólicamente el proyecto político en curso.

Desconocemos si esta suerte de “nobleza” producirá algún privilegio, pues, con un mínimo de rigor lógico, jurídicamente hace pensable que la persona reconocida gozará de algunos ventajas civiles, tributarias o penales, por ejemplo. Probablemente, exoneraciones y exenciones, ventajas registrales u otras inimaginables, como la agravación o calificación de los delitos que los tenga por víctimas.

Lejos estamos de pretender la caricaturización de las propuestas, porque de tratarse de una pensión especial o de estimular el desarrollo de las actividades o disciplinas en las que destacaron, el problema reside en el sistema universal de seguridad social o de las políticas públicas que sean tales. Por lo demás, comprobamos nuevamente, la inutilidad de conceder toda suerte de condecoraciones oficiales, por altas y estimadas que creamos, ya que, en el fondo, el problema es el de la correspondencia entre las conductas, premios y castigos de la tan particular sociedad venezolana.

Obviamente, el Estado está en la obligación de conocer y difundir aquellos valores excepcionales del pueblo venezolano, sin impedir u obstruir lo que haga la llamada sociedad civil, a guisa de ilustración, a través del Círculo de Periodismo Deportivo o de las fundaciones culturales. El país urbano conoció la obra y la vida de Juan Félix Sánchez, con toda la fuerza de su autenticidad, más por las diligencias que hizo Sofía Imber, la que también difundía la obra y la vida de Armando Reverón a finales de los cuarenta, que por la vía de una resolución ministerial.

Sobran los recursos simbólicos del Estado para exaltar a las figuras excepcionales de nuestro acontecer deportivo o cultural, empleando el poder toponímico del que dispone, por citar otro caso. Nos hallamos frente a una triquiñuela propagandística más cuando intenta confiscar y administrar los nombres que pertenecen al pueblo venezolano, mientras que los organizadores independientes de las ligas infantiles de béisbol, los promotores del escultismo o los difusores de la Fundación Bigott, hicieron y hacen más y mejor por el deporte, la cultura cívica y la popular que el mismísimo gobierno nacional que, por cierto, no rinde cuentas.

Toda falla, problema y contradicción, cree resolverlo el chavezato a través de la legislación de cuanta vicisitud y rincón existe en Venezuela. Lo curioso es que, a la vuelta de la esquina, sincerándose, promulgada la ley, es el chavezato mismo el que violenta las normas.

Fuente: http://www.medios24.com/p37784.html
Fotografía: LB, de los postes de la avenida Universidad, Caracas (10/07/11). El más reconocido de todos.

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