domingo, 24 de julio de 2011
DISCIPULADO
NOTITARDE, Valencia, 24 de Julio de 2011
Jesús es el reino de Dios (Mt. 13, 44-52)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El evangelio de este domingo nos presenta otro grupo de parábolas, donde Jesús habla del Reino de Dios. La parábola del tesoro escondido, de la perla y de la red son utilizadas por Él para dejar claro ante sus interlocutores lo que significa y el valor que tiene el Reino de Dios. Estas tres parábolas tienen, como las que leíamos el domingo pasado, ese tono escatológico; es decir, hacen referencia al final de los tiempos, al fin del mundo, donde Dios vendrá a juzgar a vivos y muertos, a los buenos y a los malos, unos irán a la vida eterna y otros a la muerte eterna y como decíamos el domingo pasado, no porque Dios quiera condenar a algunos, sino que los hombres en plena libertad, creados en libertad han optado por el bien o el mal y Dios ha dado muestras de paciencia y amor, pero respeta las opciones hechas por su hijos realizadas en libertad, aunque esas opciones los lleven a la muerte eterna, a lo que llamamos el infierno; el vivir lejos de Dios para siempre, sabiendo que nuestro fin es estar con Dios, allí radica nuestra felicidad plena y como dijera San Agustín: "No hiciste, Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti". El ser humano sin Dios está vacío, inseguro, infeliz, desorientado, desequilibrado, angustiado; pero le toca a él decidir si opta por Dios o rechaza su oferta de amor y vida eterna. Dios nos deja libres, pero al final habrá un juicio y cada uno recibirá según sus opciones de vida.
El Reino de Dios, que significa amor, paz, alegría, justicia, fraternidad y vida eterna, bien merece todo, vale la pena hacer todo lo posible por conquistarlo o alcanzarlo y ése es el mensaje de la parábola del tesoro escondido y de la perla fina. La tercera parábola va en la línea de la parábola del trigo y la cizaña que leíamos el domingo anterior: en la red que recoge toda clase de peces hay grandes y pequeños, buenos y malos y Jesús explica que así sucederá al final de los tiempos, vendrán los ángeles de Dios a separar los buenos de los malos, mientras en este mundo conviven el bien y el mal, según las opciones fundamentales de cada ser humano, pero al final de los tiempo se separarán los buenos de los malos, unos irán a la vida eterna o el cielo o a la visión de Dios y otras irán a la muerte eterna o el infierno o la imposibilidad de contemplar a Dios cara a cara.
Dios quiere que todos los hombres se salven, que todos reciban y participen de su gloria, pero al hombre le toca decidir si acepta o rechaza la oferta de salvación que Dios le ha propuesto en Cristo.
La Iglesia que peregrina en el mundo, que dentro y fuera de ella percibe el mal, está llamada a construir el Reino de Dios, a propagar el mensaje de Cristo, a hacer que muchos hombres conozcan la Buena Noticia del evangelio y así sean muchos los que puedan llegar a la vida sin fin, a la Gloria eterna.
Dios debe ser amado y buscado por encima de todos los bienes de este mundo, el corazón del ser humano necesita estar centrado en Él, ya que solo Dios, revelado en Cristo, es la fuente de la felicidad, del amor, de la paz y la vida eterna. Por Dios y su Reino, vale la pena dejarlo todo y posponerlo todo; lamentablemente para muchas personas Dios no cuenta o está en último lugar en sus opciones fundamentales y se le busca por interés o de manera mercantilista, cuando hay necesidades o cuando las cosas no salen bien. Optar por Dios y su Reino implica renuncias, dejar cosas que quizás siendo válidas nos pueden hacer extraviar el camino hacia la felicidad plena. No se diga de aquellas que son totalmente contrarias a las enseñanzas de Nuestro Señor, Jesucristo.
El Reino de Dios se nos ha hecho presente en Cristo, por eso, el cristiano, el discípulo que deja o pospone todo por seguir y vivir de acuerdo a las enseñanzas de su Maestro, en el amor a Dios y al prójimo, encuentra el camino que conduce a la vida eterna. En Cristo y por Cristo, en su Pasión, Muerte y Resurrección, Dios nos ha salvado y nos ha hecho posible aspirar a los bienes sobrenaturales. Él es la imagen de la nueva humanidad redimida, renovada, recreada por los méritos de su sacrificio en la cruz. El reino de Dios es en pocas palabras, la misma vida de Cristo, traducida para nosotros en la vivencia de la fe, la esperanza y la caridad que resumen las actitudes de un verdadero discípulo.
IDA Y RETORNO: Hoy, que los venezolanos celebramos un año más del Natalicio del Libertador y cuando recientemente celebramos los 200 años de nuestra emancipación, de nuestro nacimiento como país soberano, los venezolanos quisiéramos ver un país en progreso, en libertad, en democracia, en fraternidad, donde no existan presos políticos y muchos menos presos enfermos que se les atropellan sus derechos humanos; queremos ver un país como la Vinotinto, que sueña con ser diferente y se supera, que aspira a valores y triunfos y quiere dejar atrás una historia de fracasos, mezquindades y maldad. Que Dios bendiga a Venezuela y nos ayude a superar las adversidades por las que atraviesa nuestro país, cuna de hombres como Simón Bolívar.
Ilustración: Mariusz Lewandowski, "Jesus Christ, the King"
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