sábado, 16 de julio de 2011

METRÓPOLI DE UN IMAGINARIO (1)


EL NACIONAL - Sábado 16 de Julio de 2011 Cultura/5
CELEBRACIÓN Metáforas literarias de la ciudad lírica que se convirtió en infierno
Caracas al pie de la letra
En la literatura, el imaginario de la metrópolis soez no es exclusivo de la crisis social del siglo XXI
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

El deterioro de la anciana Caracas se proyecta sobre la literatura como una metáfora de la crisis social que vive el país, pero se engaña quien piensa que el reflejo de "la sultana del Ávila" fue siempre idílico.

A la figuración abyecta que ahora es lugar común de la escritura nacional le antecedieron años de una historia narrativa y lírica que resumía en la dicotomía campo-ciudad la tragedia del país. Pero, agobiados por la actual urbe vil, cabe preguntarse desde la literatura de dónde viene la idea de la Caracas como símbolo perverso de sus ciudadanos.

Arturo Almandoz y Arturo Gutiérrez Plaza consideran que la visión de la Caracas pérfida viene más bien de la tradición bíblica que señala a la ciudad como centro de perdición del rebaño humano, tradición a la que no escapa la cultura católica de Venezuela. Ambos encuestados son especialistas de la figuración que han hecho los autores de la ciudad capital. Almandoz escribió la serie La ciudad en el imaginario venezolano, que en tres volúmenes recorre la simbología de las ciudades, y en especial Caracas, a través de la historia de la literatura nacional. Algo parecido, pero exclusivamente con el género lírico, hace Gutiérrez Plaza en Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana. Una metáfora del cambio, que se presentará mañana, a las 11:00 am, en la librería Kalathos del Centro de Arte Los Galpones.

"En general, la literatura occidental tiende a satanizar a la ciudad. Distinta a la visión grecorromana, la judeocristiana construye de forma negativa al yo urbano. Asume que la ciudad tiene un componente intrínsecamente negativo, sea Caracas o cualquiera", indica Almandoz antes de puntualizar que dentro de esa visión que nunca celebra a Caracas hay autores más o menos críticos.

En la poesía, la figuración de la urbe caraqueña tiene un momento de inflexión en la obra de Juan Liscano. "Ya desde el primer poema de su primer libro, 8 poemas, se nota su visión completamente negativa de la ciudad, que se asocia con la visión negativa de la modernidad petrolera que tenía el poeta", señala Gutiérrez Plaza.

Aclara que aunque en la poesía existió una visión originaria de una Caracas bucólica, eso rápidamente se transformó en el siglo XIX: "El menoscabo de la naturaleza de esta ciudad era tema frecuente entonces y eso puede verse en los poemas que se le dedicaba al deterioro de los ríos. Allí empezó la visión negativa de la ciudad".

Bucólica. La Caracas que se declaró la capital de la integrada nación venezolana en 1777 y que tenía escasos signos citadinos, pronto sucumbió a la modernización del país y los escritores lo lamentaron.

Los poetas se mantuvieron cercanos a las obsesiones de Juan Antonio Pérez Bonalde, que la veía "tendida a las faldas del Ávila empinado/Odalisca rendida/ a los pies del sultán enamorado", pero lo contrario ocurrió con los narradores. Miguel Gomes, en un artículo académico publicado en la chilena Acta Literaria, señala que Manuel Díaz Rodríguez (Sangre patricia) y Teresa de la Parra (Ifigenia) sustituyeron la exaltación romántica de la vuelta a Caracas con la depresión ante la aldea asfixiante. "La del clima delicioso, la de los recuerdos suaves (...) resultaba ser aquella ciudad chata" donde María Eugenia declaró sentir el horror de su vida prisionera.

Contemporáneo a De la Parra fue José Rafael Pocaterra, cuyas novelas, Política feminista o el Doctor Bebé y Vidas oscuras especialmente, evidencian las miserias de los personajes envilecidos por la urbe, tema que alimentará la tradición narrativa que lo sucedió. "Esto es un tema universal ­aclara Almandoz­ pero en el caso de Caracas tenía otras connotaciones, la ciudad era el ayer de los que venían del exterior y el hoy de los provincianos, así que para los primeros era un lugar atrasado al compararlo con los centros urbanos de Europa y para los del interior del país era un lugar de perdición".

La dicotomía campo-ciudad termina con las generaciones de autores que nacen en un país urbanizado, cuando la modernidad ­mal que bien, esto hay que aceptarlo­ convierte a las aldeas en ciudades de la provincia.

Urbana. Gomes considera a Salvador Garmendia un autor fundamental para el tipo de escritura que se desarrolla ahora. "Garmendia escribe en los cincuenta y sesenta divorciado del "realismo mágico" tan notable, digamos por ejemplo, en el primer Arturo Uslar Pietri.

Crea una tradición de sordidez y deterioro que se renueva hoy con un referente distinto".

Para Almandoz, el sujeto se urbaniza propiamente en la novela Piedra de mar de Francisco Massiani: "Distinto a Los pequeños seres de Salvador Garmendia y a País portátil de Adriano González León, sus personajes no son los sujetos esquizoides que se debaten entre la provincia y la urbe".

La figuración actual de la urbe anárquica comenzó en la década de los años sesenta y continúa en la obra de autores como Antonieta Madrid, Carlos Noguera, Eduardo Liendo y Ana Teresa Torres, entre muchos otros, para quienes la urbe ya no es una circunstancia. A partir de ellos la visión melancólica del campo se sustituye por una visión melancólica del pasado de una urbe que en el presente luce deteriorada y envejecida, como se siente su gente ante la decadencia del país.

Nota LB:

Respiramos un poco la Caracas de los cincuenta, a través de la desaparecida Biblioteca "Rojas Astudillo" que se encontraba en Gradillas, Caracas. Mobiliario de madera, ambiente remoto. Y cuando tuvimos ocasión de leer la Caracas de Garmendia, a través de sus obras, no sólo nos ubicaba en la biblioteca, sino que - superándola - nos teletransportaba al pasado, como si oliésemos - incluso - cada calle recorrida de la metrópoli.

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