lunes, 4 de julio de 2011
BREVIARIO
EL NACIONAL - Domingo 03 de Julio de 2011 Opinión/8
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Sartori en la pasarela
RIGOBERTO LANZ
"¿La democracia está en peligro? Me temo que tengo que responder que, a largo plazo, sí... Yo he terminado. Ahora les toca a ustedes. Buena suerte".
Giovanni Sartori
(La democracia en treinta lecciones, p.144)
Un texto curioso y entretenido. Confesión de mala conciencia de un autor que pide disculpas por escribir libros voluminosos (qué diría Balzac con su modesto proyecto de la Comedia humana). No obstante tener una larga experiencia en el mundo de la opinión pública a través de Corriere della Sera , el venerable Sarto- ri parece sucumbir a la tentación de esta suerte de filosofía de peluquerías a la que nos tiene acostumbrados el inefable Savater. Esta es la primera sensación que deja La democracia en treinta lecciones . Una lectura de aeropuerto, amigable y frívola, que recuerda de inmediato la profusa buhonería de libros de autoayuda que inundan las vitrinas de estos supermercados de papeles que se hacen llamar eufemísticamente "librerías".
No me refiero al tamaño físico del texto, ni a su diseño o a su diagramación. Tampoco es un rechazo a priori de los panfletos. Los hay de muy buena factura (el "Manifiesto comunista", por ejemplo) y abundan desde luego las pamplinas intelectuales bajo la coartada de "ensayos breves". Aquí no hay voluntad de engaño o señuelo editorial para engatusar a los desprevenidos compradores (de estas mañas tenemos una larga historia).
Desde que usted se topa con el libro, le da una miradita rápida, cancela correctamente en la caja y se sienta pacientemente a esperar la salida de su vuelo que está retardado (digamos, unas tres o cuatro horas), todo luce extremadamente coherente. Si tiene la fortuna de que al fin su avión despega, entonces caben algunas conjeturas. Veamos.
En todos los casos, usted ya leyó el panfleto y se ha hacho su propia idea de qué va la cosa (con los atenuantes de que es una lectura rápida, podría usted autopersuadirse de que es una primera aproximación, sin fines académicos o pretensiones eruditas). Si este viajero imaginario es un conocedor de la obra de Sartori, entonces entiende rápidamente que es una travesura del autor, sugerida en alguna parranda donde concurrían políticos, empresarios, editores y algún presentador de televisión. La gente que no sabe nada de nada también tiene derecho de enterarse, diría este experto.
Si nuestra viajera es una dama algo distraída (admitirá usted que de esta clase de damas tenemos algunos miles de millones), entonces ocurrirá lo mismo que con cualquier texto de Coello: la lectora se sentirá autorizada a parlamentar sobre el autor con el pasajero de al lado como si Sartori fuera su tutor.
Claro está, nuestra viajera imaginaría adquirió este librito allí frente a la puerta de embarque del aeropuerto, junto con la respectiva Vanidades y alguna otra novedad editorial que se entremezcla con chucherías, yesqueros y dentríficos. Todo es de una coherencia impactante.
Pero podría ser que nuestra imaginaria viajera sea una chama pila, estudiante de "ciencias po" (ese es el calé con el que los jóvenes sifrinos en París llaman a su Escuela de Ciencias Políticas), que leyó para el examen un libro de Sartori (lo cual es ya un milagro) y que viaja a Los Roques con un empate, estudiante de Ingeniería, que no sólo es que nunca escuchó el nombre de ese tal Sartori (salvo para asociarlo con el portero de la Juventu), sino que en verdad nunca ha leído ningún libro. Sentaditos en la última fila del avión, ella un poco dudosa le coloca el librito en las piernas a su novio y le dice: "Mira lo que compré; este tipo me lo mandan para el examen, ¿quieres leerlo?". Ella en verdad sabía la respuesta. El chamo le daba vueltas al librito, hacía como si leyera la contratapa, seguía dándole vueltas y al final se lo pone a ella en sus piernas y le dice: "Ya tu lo leíste... así no vale".
Finalmente, amigo lector, no se desanime. Los grandes pensadores pueden darse el lujo de explicar la democracia en 30 lecciones.
Lo que es un poco más complicado es pretender entenderla con estas leves pastillas.
Pero también es verdad que el asunto no es entender. Con distraerse mientras sale el avión ya es bastante.
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