lunes, 7 de febrero de 2011
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EL NACIONAL - Domingo 06 de Febrero de 2011 Opinión/9
¡Todos somos poetas!
RODOLFO IZAGUIRRE
Acudí a la PTJ (¡o como se llame ahora!) para denunciar la clonación de mi tarjeta. El funcionario que recibió la denuncia mantenía fuera de mi vista el ordenador en el que tecleaba mi declaración. "¿Cuándo se enteró usted de que había sido clonada la tarjeta?". "Al regresar de Madrid con mi mujer". Resultaba curioso y me hizo recordar el gag de Chaplin, cuando dicta a la secretaria un largo párrafo y la muchacha permanece impávida hasta que Adenoide Hinkel, el dictador, pronuncia el verbo (que en alemán está al final de la frase) y la secretaria comienza a teclear febrilmente. El petejota hizo lo mismo: se lanzó a teclear durante un buen rato hasta que formuló la siguiente pregunta y siguió dándole al ordenador.
Cuando me dio a leer la declaración quedé estupefacto: a la pregunta sobre cuándo advertí la clonación de la tarjeta, el funcionario había escrito: "Me di cuenta de la irregularidad al regresar de un placentero viaje por España en compañía de mi adorable esposa. Allí, en España...". ¡No podía creerlo! ¡El funcionario aprovechaba mis lacónicas respuestas para hacer literatura! No creo que un hombre atareado más en amores que en asuntos de guerra como Simón Bolívar haya tenido tiempo ni coraje para escribir la crispante pieza retórica llamada Delirio sobre el Chimborazo; pero si lo hizo lo hago responsable de que todos los venezolanos se sientan poetas y lo declaro igualmente culpable de que aquel fiscal del caso Anderson escribiera, me lo aseguró Manuel Caballero, un verso irrepetible en la historia de la poesía universal: "Un liquiliqui de lirios" y no de delirios como le hubiese gustado a Bolívar, presunto autor, por fortuna, de un solo delirio poético.
A Miguel Otero Silva se le ocurrió en tiempos del Ateneo de Caracas una revista que armonizase las ciencias con las humanidades, y en el primer número el científico Marcel Roche se lanzó con una crónica sobre el Festival Wagner en Bayreuth; el rector Francisco De Venanzi, con un relato de ciencia ficción, y el sociólogo Alfredo Chacón, con unos extraordinarios poemas como sólo él sabe hacerlos.
En una ocasión, el propio Miguel dijo que los mejores periodistas de El Nacional eran los comentaristas deportivos porque no hacían literatura.
Hubo un momento en el que la poesía sirvió para acceder a esferas más altas o prometedoras y los banqueros, los economistas, los políticos comenzaron a escribir poemas.
¡Versificadores los hay todavía en Anzoátegui y en el Ministerio de la Cultura! Es más: uno de los poetas imploró en el Teresa Carreño: "¡Ordene mi comandante!". Otro le recitó unos versos laudatorios y hay quien ha escrito un poema al fiscal del caso Anderson. Venezuela es el país de las duplicidades.
Nombres compuestos los hay a montones: José del Carmen, Hugo Rafael, María Luisa, William Guillermo... (¡Échale agua al wáter, William Guillermo!).
Ha sido el único país que ha producido un bombero-torero. Hay también un showman de televisión que es dictador.
Quienes siguen a través de los medios las angustias venezolanas saben que tales ocupaciones exigen dedicación exclusiva y no conviene empeñarse en las dos o en una más que en la otra. ¡Mientras torea se produce un incendio, pongamos por caso, y el bombero ya no sabrá a quién lidiar! Manejar una gobernación, un ministerio o un país requiere una voluntad de apóstol y temple para afrontar las adversidades. De allí que el bombero, el torero, el fiscal, el showman o el dictador deberían ocuparse de sus asuntos. Se corren riesgos enormes porque, volviendo a Bolívar, necesariamente tuvo que haber perdido alguna batalla mientras le daba duro a la poesía y deliraba sobre el Chimborazo, un lugar, dicen los ecuatorianos, donde hace tanto frío que ni siquiera puede reírse uno de los... ¡delirios bolivarianos!
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