sábado, 5 de febrero de 2011

febril carnestolenda legada


EL NACIONAL - Sábado 05 de Febrero de 2011 Opinión/7
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Los metieron en la cárcel...
RAMÓN MÁRQUEZ P.*

Pronto viviremos un aniversario más de aquellos carnavales que sirvieron de pretexto festivo para mostrarle al régimen dictatorial de Gómez que por los intersticios sociales y culturales de aquella Venezuela, y a contraola de ese feroz dominio dictatorial, crecía una generación de jóvenes llamados a concebir la idea y la conciencia de un país nuevo.

Todo un impulso de juventud estudiantil y de belleza femenina salió resuelto a la calle a valerse de lo carnavalesco para enrostrarle al dictador ignaro que no era más que un bufón con ropaje de militar y prosopopeya de presidente. Detrás de las caretas andaban las caras de una nueva realidad.

Cuando los esclarecidos intelectuales que lo asesoraban olfatearon el tufo y la valentía singular y creativamente política de estas festividades de la carne, activaron los dispositivos de la represión y desataron con ello una ola creciente de heroísmo juvenil, como quedó bien documentado en la literatura que se escribió pocos años después de aquellos hechos. Detuvieron a los líderes visibles y principales mientras más de 200 jóvenes se presentaron a las puertas de las mazmorras gomeras a ofrecerse como presos voluntarios, con una inmensa e inusitada dignidad y como gesto solidario con los compañeros detenidos.

Hablamos de la Semana del Estudiante que bien puede servir de referente histórico hoy para enaltecer las luchas de los jóvenes universitarios.

Una semana que se concibe y se pone en práctica como una festividad aparentemente gozosa y juvenil. Hasta el régimen llegó a pensar que aquel espíritu festivo de los muchachos y muchachas no era más que la prueba indubitable de la felicidad y el bienestar gozosamente vividos por el pueblo venezolano. El poder en el fondo es inocente y ciego, y los heroísmos eventuales nacen de esas cegueras y torpezas. De allí el título de esta nota que parafrasea las palabras que Guillermo Meneses le comunica a Miguel Otero Silva en una carta memorable; decía más o menos el Guille: "A Gómez no le gustaba que le escribieran cartas y nos metió a la cárcel e incluso nos metió en la historia".

Esa Semana del Estudiante comienza el 6 de febrero de 1928, en plena vísperas de los carnavales. Se cubrieron todos los trámites. Y aquella gran fiesta arrancó nada menos que con un desfile que salió de la Universidad Central de Venezuela directo al Panteón Nacional.

Nada hacía ver ni trastornos de orden público ni conspiraciones. Pero la celebración se extendió hasta la tarde con una conservadora y tímida "velada de gala" nada menos que en el Teatro Municipal de Caracas, en donde se proclamó a Beatriz Peña como reina soberana de los estudiantes. Allí aparece un poeta que canta y suelta versos a la belleza: Pío Tamayo.

Al día siguiente otro festival y más versos a la mujer, esta vez en el teatro Rívoli de Caracas, con los jóvenes poetas Miguel Otero Silva, Antonio Arráiz, Paz Castillo, Jacinto Fombona, entre otros.

Pero tras el encanto del canto viene el desencanto del régimen cuando aparece en escena un joven estudiante con proclamas a la patria, pero a una patria con libertad, justicia y bienestar. Aparece en la historia política de Venezuela quien con el tiempo iba a ser considerado el padre de la democracia: Rómulo Betancourt.

Esto se debe a los estudiantes y al respaldo inmediato del pueblo de Caracas que reaccionó también con heroísmo semejante ante el gesto valiente de los jóvenes. La dictadura no arrugó, pero era evidente que la suerte política del país iba a ser otra.

Sacalapatalajá, fue el grito del mulato Estanga en el acto de grado de la universidad donde recibiría el doctorado en Medicina. Con este juego de palabras Miguel Otero Silva crea una sonoridad emblemática de esa juventud rebelde del 28. En Fiebre (1939) se cuenta la his- toria novelada de esta generación, así como en la novela de Antonio Arráiz, Todos íbamos desorientados (1951), textos que bien vale la pena retomar por estos días para entender que, tras el más mínimo parpadeo, la historia puede convertirse en aquello que recogió Niesztche de los antiguos y sabios poetas: el eterno retorno de lo mismo.

(*) Universidad de los Andes

No hay comentarios:

Publicar un comentario