Numerus clausus
Luis Barragán
Convengamos, el parlamento es el escenario propicio para que concurran y debatan todas las fuerzas transparentemente reconocidas y capaces de representar a la sociedad, deseándose como la mejor instancia para hacer la política que, por su naturaleza e implicaciones, ha de ser democrática. Empero, el órgano sufrió una importante fracturación en el período legislativo 2005-2010 de la que apenas está recuperándose.
Bajo el absoluto control del oficialismo que encontró una (más o menos) férrea resistencia de la oposición en el período 2011-2015, sus quehaceres proyectaron la política como una experiencia de degradación, irracionalidad, intolerancia y personalización (o fulanización) de los problemas, perdiendo sus características esenciales para reducirla o intentar reducirla a unas relaciones básicas y crudas de poder. Los ocupantes anterior y actual de Miraflores, concibieron y conciben la Asamblea Nacional como una sucursal para el espectáculo, reservándose tercamente las decisiones fundamentales y, mediante las habilitaciones legislativas y las declaratorias de los Estados de Excepción que, escapando de las previsiones constitucionales, nos confirman en una dictadura de paciente y calculada conformación, niegan la más prudente interacción con la propia sociedad que sabe hasta la saciedad de una democracia participativa formal.
Formalidad no sólo constatada por la negación a toda consulta electoral para dirimir la actual, grave y generalizada crisis que corresponde a la (i) responsabilidad presidencial, optando tácticamente por confundir a la oposición con la promesa de unos impuntuales comicios regionales prestos para la nada antojadiza estrategia de prolongación del caos hasta 2019. Lo crucial para el régimen al golpear a la Asamblea Nacional, ha sido la desnaturalización del debate – materia prima de la vida política – que ha asimilado desde hace mucho tiempo atrás la Mesa de la Unidad, cerrándose aún huérfana de una dirección fundada, coherente y eficaz, subestimando la larga experiencia adquirida.
Algo más que un gobierno, el régimen impone sus (anti) valores para salvaguardar sus relaciones e intereses, por cierto, estrechando cada vez más las puertas de las dádivas, donaciones o contraprestaciones que pueda prometer, dar o conceder a los más comprensivos factores que le adversan. Régimen que, declarándose en una supervivencia de carácter existencial, no está ni estará dispuesto a hacer las más mínimas concesiones (así ponga presa a media humanidad o la mate de hambre), tentado – en una ilusión épica – por emular la primera y la segunda Declaración de La Habana, y hasta confiado en que llegará el día (o, mejor, la década) que recibirá el auxilio de la Corea del Norte trastocada en potencia atómica, así tarden los experimentos de Kim Jong-un.
A la sociedad cerrada de los intérpretes de la Constitución que, paradójicamente, la desconstitucionalizan, poco o nada le importa el país en el que cada quien sabe y vela por sus derechos, abunda en abogados a los que cada vez se les dificulta litigar y tiene una formidable reserva de juristas que ya reclaman una confiable sucesión generacional. La expresión latina nos lleva a la consultoría jurídica de Miraflores que pare toda suerte de interesados dictámenes que los temerosos magistrados del TSJ, expresos o no, acogen con prontitud, dándoles el elevado acento jurisprudencial: recuperar la política que es ontológicamente democrática, obliga a la pacífica y constitucional recuperación de las instituciones para hacer y rehacerla frente a la contaminante dictadura y, es necesario reconocerlo, la cultura dictatorial que está dejando.
30/01/2017:
http://www.noticierodigital.com/2017/01/luis-barragan-numerus-clausus/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=58461
http://venezuela.shafaqna.com/ES/VE/705414
http://noticiasvenezuela.info/2017/01/luis-barragan-numerus-clausus/
http://www.envenezuela1.com/content/blog/nd-luis-barrag%C3%A1n-numerus-clausus
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