lunes, 1 de abril de 2013

1963

Las otras elecciones
Luis Barragán


Un pasado tergiversado es el asiduo huésped de las sesiones parlamentarias y de los medios oficialistas, procurando conquistar así la autoridad moral que el presente les niega.  Curiosamente, hay más de ignorancia compartida, añadida la oposición, que de de súbita nostalgia, la que es ajena al predominio natural de otras generaciones.

Revelación del debate deficitario, imposible de sustituir con la estridencia, los acontecimientos invocados se presumen conocidos. E, irrefutable, lo remoto adquiere una contundencia tal que facilita la sanción de leyes como la de Desaparecidos (etc.), al igual que la aprobación de sendos acuerdos reminiscentes que buscan concederle cierta identidad al PSUV, suponiendo que la del PCV se mantiene.

En los días que cursan, el gobierno nacional intenta articular un discurso contra la violencia, el crimen y el terrorismo, desenfadadamente cínico, frente a una oposición que aspira a una limpia y pacífica realización de los comicios de 2013, no sin denunciar  la amarga situación que convierte la inseguridad personal en una suerte de guerra civil agazapada. Recurrimos a las viejas ediciones de El Nacional y Clarín, libres de toda sospecha – valga el término – betancurista, para acercarnos a las circunstancias que desembocaron en las elecciones generales de 1963, dándole soporte a la comparación.

Intensificándose a finales de 1960, hubo una escalada subversiva de izquierda, animada por el ejemplo de Cuba, que compitió (des) lealmente con el golpismo de derecha, alentado desde República Dominicana, obligando a la consecutiva suspensión de las garantías constitucionales. Por cierto, en su definitivo balance histórico, con tino observó Manuel Caballero (2010) que “Betancourt nunca usó eso para no gobernar, ni anduvo lloriqueando por lo del magnicidio”.

Hacia abril de 1961, el III Congreso del PCV reconoce la insurgencia que ya lo ha comprometido, junto al MIR, a pesar de la minoritaria resistencia interior de líderes de inequívoca importancia, aumentando la presión guerrillera al año siguiente que, por lo demás, supo de una inminente guerra nuclear. Continuando la ruta marcada por el Barcelonazo, en 1962 entran a escena el Carupanazo, el Guairazo y el Porteñazo,  dándonos la oportunidad para dos breves coletillas: por una parte, irresponsable y suicida, el Guairazo no sólo convocó a 300 militantes de la Juventud Comunista, sino que suscitó el celebérrimo “disparar primero y averiguar después”, suficiente y convincentemente explicado por Caballero; y, por otra, tales acciones buscaron provocar un golpe de Estado, tal como lo asevera Luigi Valsalice (1973), autor jamás identificado, superando así al “Garganta Profunda” de Woodward y Bernstein.

Próximo a vencerse el quinquenio constitucional,  inhabilitados el PCV y el MIR por sus incursiones subversivas,  decididamente  abstencionistas, una multiplicidad de partidos intenta la silla presidencial, al igual que las curules parlamentarias y edilicias que, acaso, por un eufemismo, Jesús Sanoja Hernández (1998) llama desconcentración electoral. Un cierto equilibrio de las distintas candidaturas presidenciales de oposición en 1963, despierta un entusiasmo que no logra definitivamente suplantar, por añadidura, el agresivo lenguaje de la campaña, síntoma que encontramos en el nada feroz Wolfgang Larrázabal, en un mitín celebrado en El Silencio: “Si se realiza un fraude electoral en Venezuela estoy dispuesto a morir en las calles de Caracas luchando al lado de mi pueblo (…) Cualquier candidato que defraude al pueblo como lo ha hecho Betancourt merece ser arrastrado por las calles y cortarle la cabez, (SIC) por traidor” (El Venezolano, Caracas, 01/08/63).

Hacia finales del año, ocurre la consabida tragedia de El Encanto y resultan inmediatamente detenidos los parlamentarios del PCV y el MIR, siendo remitidos al Cuartel San Carlos. Y, subrayando el contraste, otros parlamentarios los visitan por más de una hora, Ignacio Luis Arcaya y César Rondón Lovera, artífices también de la pérdida del control gubernamental de la Cámara de Diputados a partir de 1962; y, declarados aquéllos en huelga de hambre, dos médicos del Hospital Militar se suman a los médicos y enfermeras del penal que “constantemente vigilan la salud de los huelguistas”. Empero, alrededor de 300 familiares  rodean el cuartel y son reprimidos, siendo suspendida la huelga (Clarín, Caracas, 08 y 09/11/63).

Destaquemos el retiro unilateral de los representantes del PCV y el MIR del Consejo Supremo Electoral, además de propiciar el boicot de las sesiones de la Comisión Delegada del Congreso Nacional, a favor de una asamblea de parlamentarios de oposición saludada por los gremios sindicales y estudiantiles, igualmente bajo la influencia de URD y AD-Oposición. Miguel Otero Silva, quien aceptó incorporarse como un comisionado de equilibrio y entendimiento, renuncia al foro que pudo adquirir una elevada importancia para dirimir y radialmente sincerar el problema de las inmunidades parlamentarias violentadas, complementando   las denuncias realizadas sobre “La Cobra Negra” que el periódico dirigido por Luis Miquilena, la aseguró encabezada por Alejandro Oropeza Castillo, Lucas Pérez, Charlita Múñoz, Guillermo Salazar Meneses, entre otros (Clarín, 04/11/63).

Se ha dicho mucho de la violencia gubernamental de entonces, mas no de las fuerzas y corrientes insurreccionales que invitan a un breve ejercicio de imaginación, en el caso que Chávez Frías o Maduro Moros hubiesen ocupado  Miraflores.  A escasos días de la fecha electoral, enunciando el inventario de los sucesos reseñados por El Nacional y Clarín, noviembre de 1963 nos ilustra: descubierto arsenal enterrado en Paraguaná, dinamitados dos sitios del oleoducto ULE-Amuay, descubierta fábrica de bombas en Barquisimeto, incendio de la Goodyear en Puerto La Cruz,  asalto y destrucción de una oficina de telégrafos en Guárico, incendio de seis oleoductos y dos gasductos (SIC) en oriente. Y nada más en Caracas, asaltada la residencia del dirigente sindical Rodolfo Quintero, asaltada la jefatura de la parroquia San Juan, muerto  estudiante de un balazo durante los disturbios, asaltada la residencia de un miembro de la Misión Militar estadounidense, robo millonario en la sede del IAN,  estallaron 18 níples en varios lugares, regadas de tachuelas las principales avenidas, 12 muertos y 70 heridos durante disturbios, francotiradores y tiroteos en la esquina de Miracielos y El Guarataro, quema de autobuses, colocación de níples en ataúdes, policía asalta El Nacional, Digepol toma barrios populares, 20 bombas lanza-volantes llaman a una huelga general, fusilan a estudiante, envío de explosivos a altos dirigentes políticos, incendio del Teatro Broadway.

Futuro teórico del foquismo, hallándose  en Caracas, Régis Debray señaló que ni en Argelia había visto algo parecido, según comentó Teodoro Petkoff a Agustín Blanco Múñoz (1980), agregado el pronóstico de José Vicente Rangel: no habrá comicios. Y los hubo, ganando Raúl Leoni seguido por Rafael Caldera y Jóvito Villalba, apareciendo el fenómeno de Arturo Uslar Pietri y el desinflamiento de Wolfgang Larrazábal y Raúl Ramos Giménez, con la correspondiente cosecha de curules, aunque Germán Borregales – el último presidenciable – deberá esperar otros cinco años para llegar al Capitolio Federal.

Luego de los resultados, la insurgencia políticamente derrotada predicó el fraude, transitando un largo y penoso camino que la condujo a una rica y aleccionadora, aunque tardía, discusión al despuntar los setenta, lamentable e interesadamente ahora olvidada, explicando así el atraso ideológico de los sectores oficialistas.  Asimismo, para finalizar, nos permitimos una breve consideración sobre el caso de URD.

Evidentemente, el partido amarillo acudió dividido a la cita electoral de 1963, aunque convenientemente concertado no sólo para obtener las curules necesarias, pues, de otro modo, las hubiesen perdido justos y pecadores, sino para alentar la candidatura de Villalba, cuyo triunfo suponía el desarrollo de una alternativa diferente para la pacificación, tal como se estimaba – salvando las diferencias y matices – con Uslar Pietri o Ramos Giménez.  Aguda contradicción, luego de la salida de URD del gobierno de Betancourt,  compitiendo por el voto de los sectores marxistas, pero negado a darle cabida en sus listas a los parlamentarios detenidos, la derrota presidencial significará un reconocimiento a la importancia y al caudal de votos logrado, volviendo al gobierno con Leoni.

Una pequeña compilación de textos que la presumimos muy de inicios de la década (Ediciones Catatumbo), trae la opinión de Rodolfo José Cárdenas en torno a la inestabilidad doctrinaria de URD y el silencio que administró el partido tenido por liberal, ante las más graves vicisitudes de orden público que experimentó el país, a sabiendas que el tiempo contaba contra una insurrección popular que, por definición, es inmediata y fulminante. 
Manuel Vicente Magallanes (1983), dejó constancia que, después de la aludida derrota, los sectores más radicales de la organización constituyeron en febrero de 1964, el Frente Interno Progresista para derivar en Vanguardia Popular Nacionalista: “En Navidad, la alegría es la venganza del pueblo”, quedó apenas como respuesta al fraude proclamado (Clarín, 15/12/63).

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