SOL DE MARGARITA, 9 de abril de 2013
De la pérdida de lo obvio
Luis Barragán
Presumiéndolas conocidas y compartidas por todos, hay verdades que se destiñen con el tiempo y, simplemente, desaparecen. Y, acaso, vuelven como una mentira incontestable.
El historial de las democracias populares, a lo sumo, incluye un reconocimiento retórico de la división de poderes que no encuentra una solución jurídicamente sustentable, capaz de distinguirlo de la tradición doctrinaria tomada y vituperada por burguesa. Y, pareciéndolo distinto, por obra de las cartas constitucionales, la soporífera concentración del poder es un dogma viviente que, apenas, admite una departamentalización de funciones y nada más.
Por si fuese poco, flota la democracia directa como un ideario esgrimido a conveniencia, que suele desembocar en el perfeccionamiento de la plebicistación. De modo que, en Cuba, ella es tajante y cruel, con un solo partido de candidatos infalibles, debidamente autorizados por un circuito que es - ¿cabe alguna duda? – de clase, mientras que el sistema electoral semicompetitivo, no exento de errores garrafales para el régimen, como en Venezuela, invoca los viejos procesos de Europa Oriental que aceptaban la coexistencia con los otros partidos ornamentales.
Stalin, denunciado hasta por quienes fueron sus más cercanos colaboradores y cómplices, era un diputado electo por el pueblo. De la forma que fuese y, aún sin competidores o las mínimas garantías que animaran a competirlo, lo era y tamaña circunstancia es lo que permite inferir que la democracia no radica solamente en el ejercicio del sufragio.
Viniéndonos más acá, hallamos dos notas importantes. Por una parte, ignorando o diciendo ignorar los crímenes del giorgiano, una profunda e inalterable fe llevó a los comunistas venezolanos a celebrarlo, y fue muy tardíamente que lo asumieron o dijeron asumirlo, por obra del forzado debate que escenificaron luego de la derrota subversiva, en los setenta.
Por otra, si bien es cierto que, en la primera etapa de vituperado puntofijismo, las consultas electorales fueron quinquenales, no menos cierto es que, en el transcurso, entre una y otra cita electoral, la división de los órganos del Poder Público era más convincente que ahora. Además, como lo refirió recientemente una persona amiga, hoy no hay posibilidad de saber de casos equivalentes al de Alberto Lovera, Sierra Nevada o las Partidas Secretas: ¿Por qué los pdvalizados únicamente deben autorizar el dicho?
Fue una inmensa verdad que Stalin se hacía elegir con absoluto ventajismo, como diputado, aterrorizando a sus compatriotas, pero – siendo tan obvia - se diluyó con el tiempo. Y, quien ahora lo invoque, reivindicándolo, como ha ocurrido, no sólo miente, sino que desea obligarnos a habitar cómodamente esa mentira en nombre de la revolución que, por si fuese poco, no es tal.
Hay obviedades que se pierden, comenzando por la galopante ignorancia de quienes hablan y hacen la política. Los partidos tiene una enorme responsabilidad pendiente, la de su socialización.
Fotografía: Tribuna Popular, Caracas, nr. 514 del 20/02/1950.
http://www.elsoldemargarita.com.ve/site/240705/de-la-perdida-de-lo-obvio
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