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miércoles, 25 de diciembre de 2019

BISTURÍ

Entrevista con Anne Applebaum
Anne Applebaum (Washington, 1964) lleva muchos años investigando el legado del comunismo en Europa y las transiciones a la democracia de los países que formaron parte del bloque soviético. Ganó el Premio Pulitzer por Gulag (Debate, 2004), que describía el sistema penal de la urss, y acaba de publicar el espectacular ensayo El telón de acero (Debate), donde narra la implantación del totalitarismo en Europa del Este entre 1944 y 1956. Fue corresponsal de The Economist en Varsovia a partir 1988 y editora de The Evening Standard. Está casada desde 1992 con Radosław Sikorski, ministro de exteriores de Polonia. Dirige el Foro de Transiciones del Legatum Institute en Londres y publica regularmente en The Washington Post y otros medios sus análisis sobre política y relaciones internacionales.
Daniel Gascón 
13/06/2014
 
Los acontecimientos de los últimos meses, y en especial la crisis en Ucrania, han hecho que El telón de acero se lea de otra manera. Nos habla de una forma más directa.
Es muy extraño y trágico ver algunas de las cosas que están ocurriendo porque el método que emplean los rusos para crear un movimiento separatista en Ucrania es exactamente el mismo que usó el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD) en 1945: es el mismo procedimiento y el mismo tipo de gente, y resulta muy raro ver ese clásico método del NKVD en acción.
Ha dicho que el origen de El telón de acero está en Gulag. Una de las cosas que usted se preguntaba es por qué el sistema comunista pudo tener tanto éxito: cómo el estalinismo se extendió rápidamente por el territorio devastado de la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Parte de la explicación tiene que ver con lo que estaba contando: se creaban fuerzas de policía secreta mucho antes de que llegara el Ejército Rojo a estos países. En segundo lugar, estaba el uso de violencia dirigida. Cuando llegó el Ejército Rojo, no se producían atrocidades en masa, sino que seleccionaba a personas concretas que parecían posibles líderes nacionales. Tenían información previa, sabían a quiénes buscaban. Otra parte de la explicación tiene que ver con la forma en que manipulaban no tanto los medios de comunicación en general como la radio en particular. Capturaron la sede central de la radio nazi en Berlín y tuvieron mucho cuidado de que no se destruyera en los últimos días de la guerra, para que pudiera convertirse rápidamente en la radio alemana procomunista. Cuando trasladaron aviones llenos de comunistas alemanes desde la Unión Soviética, una de las primeras cosas que hicieron fue poner a algunos al mando de las emisoras de radio. Eran muy conscientes de la importancia de los medios de masas. Otra parte de la respuesta tiene que ver con que la escala y el impacto psicológico de la guerra habían debilitado la idea de la democracia occidental. No solo en el Este de Europa, pero sin duda también allí. Si lo ves desde el punto de vista de Checoslovaquia, por ejemplo, ¿qué había hecho Occidente por los checoslovacos? Bueno, Francia y el Reino Unido los habían vendido en Múnich. Nadie los ayudó durante la guerra. Desde la perspectiva de 1945, los gobiernos anteriores a la contienda parecían débiles. La gente veía la guerra como un fracaso del sistema anterior y buscaba otro. Otra parte de la explicación, que me sorprendió, es que una de las primeras cosas que hicieron el Ejército Rojo y los funcionarios administrativos soviéticos fue controlar no solo la economía sino las instituciones de lo que ahora conocemos como sociedad civil: organizaciones civiles y religiosas, clubes de montañismo y todo tipo de entidades que no estaban conectadas con el Estado. Y empezaron, ya desde el principio, en 1946, a aplastarlas y controlarlas. Esto fue muy importante para crear un sistema totalitario. Finalmente, citaría otra herramienta que a menudo se olvida, que es la limpieza étnica. No se aplica a todos los países, pero sin duda en Polonia y en Checoslovaquia la deportación de los alemanes fue muy popular. Creó un impulso positivo y dio a los partidos comunistas una enorme cantidad de propiedad, dinero y cosas que podían repartir. Esa propiedad alemana se convirtió en propiedad comunista, en propiedades que podían nacionalizarse o entregarse a la gente. Controlarla suponía una gran diferencia. También fue importante la dislocación de la guerra, los traslados de la gente, los polacos llevados desde Ucrania a Polonia... Un refugiado es una persona que tiene una dependencia inmediata de otras personas, que ha perdido los amigos y la comunidad que lo rodeaban. En ese momento en Europa había millones de refugiados, de personas que habían sido desplazadas de los lugares en los que habían vivido. Y eso también hacía que fuera más fácil controlarlos.
¿Por qué eligió hablar de Alemania Oriental, Polonia y Hungría?
Me interesaban los tres países porque la historia de la guerra había sido muy diferente. Polonia era aliada, Alemania era nazi y Hungría estaba entre las dos. La experiencia bélica fue distinta, pero el proceso de estalinización fue muy similar en los tres países. Podría haber escrito sobre Checoslovaquia u otros países y habría sido muy parecido. Fue también muy parecido en los países bálticos, con la diferencia de que allí hubo más violencia y de que esas naciones fueron incorporadas a la Unión Soviética.
Es llamativa la destrucción de las élites locales y su sustitución por gente más próxima a Moscú.
Stalin favorecía a gente que conocía personalmente, en la que confiaba o sobre la que pensaba que tenía alguna ventaja. No siempre le gustaban los comunistas “domésticos” que no conocía. Comunistas polacos que no habían estado en Moscú durante la guerra sufrieron arrestos y presiones políticas. Ocurrió lo mismo con comunistas húngaros y alemanes. Algunos habían pasado la guerra en la clandestinidad y otros fueron a campos de concentración en la época de Hitler. Después de 1945 no gozaban de la confianza de Stalin porque no eran de los suyos. Stalin no los conocía. No le interesaban los ideales de la gente, le interesaban personas en quienes pudiera confiar.
¿Cuál fue la relación de estos regímenes con el antisemitismo?
Es compleja, variada y difícil de resumir. Los partidos comunistas intentaron usar el antisemitismo, y eso es algo que está ocurriendo otra vez en Rusia. En 1968, muchos comunistas judíos fueron expulsados del partido, en un intento de hacer que pareciera más polaco, menos extranjero. No tuvo éxito. A veces emplearon el antisemitismo para parecer populares, otras intentaron enfrentarse. Es un poco diferente en cada país. En Hungría muchos de los comunistas más importantes eran judíos. En Alemania había muy pocos. En Polonia había pocos pero eran importantes. También es cierto que la gran mayoría de los comunistas y de la policía secreta no eran judíos. El partido siempre estaba buscando formas de manipular el antisemitismo en beneficio propio. Y eso creaba situaciones extrañas. Rákosi, el líder comunista húngaro, usaba mucha retórica antisemita, aunque era judío. Hablaba de capitalistas, del mercado negro, de comerciantes y saboteadores y usaba caricaturas y estereotipos judíos. A veces intentaba que el partido pareciese enemigo de los judíos. Es muy complicado y cambió en épocas y lugares.
¿También fue diferente el impacto del estalinismo en las artes?
En realidad fue similar, pero decidí centrarme en cosas distintas en cada país. En el caso de Hungría, elegí el cine, porque la industria cinematográfica húngara era importante e influyente: muchos de los grandes directores húngaros de los años treinta se marcharon a Estados Unidos y fueron fundamentales en Hollywood. Un famoso director soviético, Pudovkin, fue enviado a Budapest para enseñar a los húngaros a hacer películas realistas-socialistas. Hablé de pintura alemana porque me atraía el curioso fenómeno que protagonizaron muchos pintores de vanguardia en los años veinte y treinta, contrarios a Hitler y el fascismo. Algunos fueron a campos de concentración y otros se marcharon del país. Cuando volvieron después de la guerra, querían ir al Este. Pero el problema era que la estética de Alemania del Este era diferente. Esos pintores eran los expresionistas, los vanguardistas, los posimpresionistas; llegan y descubren que tienen que hacer cuadros dentro de la corriente del realismo socialista. Algunos se quedaron, otros se marcharon. Y otros intentaron adaptarse, estudiaron la estética, intentaron encajar. A veces lo consiguieron y a veces no. Intenté mostrar ese extraño dilema. Con respecto a Polonia estudié más la arquitectura y las artes decorativas, porque encontré una historia muy interesante sobre cómo la gente intentaba que el sistema funcionara. Wanda Telakowska era una polaca experta en artes decorativas, en muebles y diseño. Antes de la guerra había formado parte del movimiento Ład, una corriente comparable a otras que existieron en la época en otras partes de Europa: pretendía adaptar la cultura tradicional polaca a la época industrial y descubrir la manera de hacer muebles modernos. Después de la guerra entró en el Ministerio de Cultura, aunque no en el partido, y siguió promoviendo esas ideas: “no es el sistema que esperaba, pero vamos a ver si se puede emplear para hacer algo bueno”, para impulsar el diseño polaco dentro del sistema que existía. Logró que artistas fueran a las fábricas, que hicieran nuevos diseños, etc. Y no lo consiguió porque ni las fábricas ni el sistema comunista estaban interesados en el diseño, sino en producir todo lo posible. Al final dejó el puesto, con una sensación de fracaso. La siguiente generación, que la consideraba una estalinista, tampoco estaba interesada en su trayectoria. Fue una persona que no solo intentó encajar en el sistema, sino que trató de usar su posición en el ministerio para ayudar a la gente. Pero no pudo lograr lo que quería. Las artes me interesaban para ver cómo reaccionaba la gente. Porque el realismo socialista era una idea importada de Moscú, no era una idea autóctona. Nadie creía en ella a nivel local. En todo caso, el realismo socialista no duró tanto. En Alemania del Este sí, pero en Polonia terminó con la muerte de Stalin. Me interesaba la idea del arte dirigido, de que te digan qué debes pintar. La respuesta dependía de cada uno: algunos colaboraron, otros se rebelaron, otros intentaron encajar de alguna manera. Y, en realidad, esa es la historia de todo el mundo.
¿En qué momento y por qué empieza a perder el control la Unión Soviética?
Cuando murió Stalin. Su muerte hizo que la gente sintiera que el cambio era posible. Y, por supuesto, el acontecimiento decisivo es el discurso secreto donde Jrúshchov condenó sus crímenes en 1956. La gente pensó: Esto no puede durar para siempre, tenemos que ser capaces de cambiarlo. Nada más morir Stalin, las personas que estaban a su alrededor empezaron a buscar maneras de cambiar las cosas. Beria, por ejemplo, sabía perfectamente que el comunismo era impopular en Alemania y que era peligroso seguir oprimiendo a la gente. Tras la muerte de Stalin, muchos pensaron que las cosas podían cambiar.
El libro se inicia con dos citas de Aleksander Wat y Václav Havel y está dedicado a los disidentes, o “los que no quisieron vivir en la mentira”. ¿Cuál fue su importancia?
Algunos de los disidentes se comportaron bien después de 1989 y otros no. Es difícil juzgarlos ahora. Fue gente valiente que quería cambiar el sistema. Unos lo intentaron cambiar a través de la escritura y otros a través de la acción. Encontraron métodos no violentos para enfrentarse a regímenes que eran extraordinariamente violentos. En retrospectiva, resulta asombroso que fueran pacíficos. Después de 1956, que es cuando se produjo la última rebelión armada en el Este de Europa, intentaron cambiar la sociedad de maneras más amplias, no violentas, y ahora vemos que eso fue al mismo tiempo prudente e inteligente. En 1985 estaba en Rusia y en 1987 fui a Polonia por primera vez. Pero incluso entonces era imposible saber cómo iban a cambiar las cosas. Y, sin embargo, en ese momento había toda clase de gente que buscaba formas de decir la verdad, que quería contar la historia de su país, que publicaba libros, ya existía toda una sociedad alternativa. Y era gente muy admirable y valiente, aunque no todos supieron ser grandes políticos más tarde. Havel sí: fue un gran político.
Dice que ya no tiene sentido hablar de Europa del Este. ¿Por qué?
No describe nada que sea políticamente interesante. Todavía puedes hablar, desde el punto de vista geográfico, de países del Este, aunque creo que habría que incluir a Grecia. Pero no me parece que esos países tengan mucho que ver entre sí, política, económica o estratégicamente. En la actualidad, desde una perspectiva política y económica, Polonia tiene más que ver con Suecia que con Albania. En algún momento tenemos que dejar de usar el término de “poscomunista”. No decimos que Austria sea pos-Habsburgo. En cierto sentido, ya no son “pos”, y no creo que las similitudes entre ellos sean tan importantes. Los problemas a los que se enfrentan son los problemas a los que se enfrentan los países de Europa occidental. Sus éxitos se deben a las mismas razones. A algunos países no les va bien, pero eso también les ocurre a algunos países de Europa occidental, a menudo por las mismas razones.
Los países que pertenecieron a la esfera de influencia soviética han protagonizado transiciones muy distintas. ¿Cuáles son los factores que determinan el éxito o el fracaso?
Se pueden identificar varios factores para el éxito. En primer lugar, que fueran países que tuvieran una élite alternativa. En otras palabras, que tuvieran personas que hubieran pensado hacia dónde podía ir el país, que hubieran pensado en la reforma económica, que tuvieran algunas ideas, que se reunieran. Eso sucedió en Polonia y en Hungría. En segundo lugar, las ganas que tuvieran de incorporarse a la Unión Europea y lo rápido que quisieran entrar en ella. Los países que de verdad querían formar parte de la ue y estaban dispuestos a hacer lo necesario para ello –reformar la economía, el sistema legal y el ejército– fueron los que mejor lo hicieron. En tercer lugar, era importante no tener petróleo ni gas natural. Cuando tienes esos productos, surge de inmediato una clase de gente muy corrupta, muy rica, que puede alterar la transición. Es mucho mejor no tener petróleo. Y eso es cierto prácticamente para todos los países. El petróleo corrompe, casi por definición. Solo un pequeño grupo de gente puede controlarlo y crea un desequilibrio. Pero el factor principal es el deseo de unirse a la Unión Europea y de hacer los cambios políticos y legales necesarios para ello. En la época no lo habría dicho. Muchas de las cosas que nos parecían importantes entonces ya no lo parecen. A principios de los noventa, cuando yo todavía trabajaba como periodista, se hablaba de la privatización y de cómo se debía realizar: con acciones, con cupones, se hablaba de la privatización masiva. En realidad, no importa. Todo el mundo detestó el proceso de la privatización. Todo el mundo pensaba que la privatización era injusta, en todas partes. Pero la forma en que se decidía cómo hacerlo no resultó ser lo más importante a la hora de determinar el éxito. Lo importante era la Unión Europea, que se reveló como una institución excepcionalmente buena para promover la democracia y las ideas cívicas en el este. Puede que ya no lo piense nadie, pero es lo que ocurrió.
En la Transición española también fue importante la aspiración a entrar en Europa, la idea de ser un país equiparable a sus vecinos, un regreso a la modernidad.
Tiene que ver con lo que ocurría en Polonia. En Polonia, pese a todos los problemas de la Unión Europea, la gente quería formar parte de ella porque quería ser normal. Deseaban un país normal y normal significaba europeo: europeo occidental, en la Unión Europea, con un sistema político y económico similar al de Alemania, Francia, Italia, España. En Polonia hubo una cosa muy importante, que yo no esperaba en absoluto: entrar en Schengen. Desde el punto de vista psicológico fue increíblemente relevante. La gente subía a un tren y se iba a Alemania a pasar el día y volvía. De repente, podían decir: Ahora somos europeos, podemos cruzar la frontera y nadie nos pide el pasaporte ni nos registra el equipaje, podemos ir y volver. Fue clave para Polonia. El hijo de una amiga mía hizo autostop de Polonia a España con un grupo de amigos. Para sus padres, que son de mi edad, habría sido inimaginable. En una generación hay gente no piensa que eso sea gran cosa, que lo ve normal. Es un cambio psicológico enorme.
Ese deseo de integración en Europa se veía al principio de la crisis ucraniana.
En Ucrania hay una generación que quiere lo mismo: ser normal, formar parte del sistema comercial europeo, del mundo académico, tener un sistema político que no sea totalmente corrupto. La cuestión es que no sé si son mayoría en Ucrania. Sin duda, lo son en Kiev y en buena parte del oeste del país, pero no estoy segura de que eso ocurra en el resto de la nación. Pero esa protesta ucraniana entre noviembre y febrero fue una protesta a favor de Europa: la gente agitaba la bandera de la Unión Europea como símbolo de libertad y democracia.
A veces desde Occidente Putin no resulta fácil de entender. Usted ha intentado explicar su forma de ver el mundo. ¿Qué es el putinismo?
Putin ha cambiado su ideología, y ahora emplea un lenguaje nacionalista que antes no utilizaba tanto. Es un hombre que, siguiendo la gran tradición del NKVD y el KGB, ve el mundo en blanco y negro y en los términos de un juego de suma cero: lo que es bueno para ustedes es malo para nosotros. Los acontecimientos en Ucrania son una amenaza doméstica. Putin no percibiría la existencia de una Ucrania prooccidental, no corrupta, democrática y perfectamente integrada en Europa como algo positivo para Rusia, sino como una amenaza. Cualquier Ucrania parecida a una democracia liberal sería una amenaza para él, porque ve el sistema y la política occidental como un peligro. Una revolución democrática o una política democrática acabarían con él. Rusia es un país dirigido por un grupo muy pequeño de gente: si alguien observase con atención cómo se gobierna, si los rusos decidieran que no quieren ese tipo de régimen, Putin sería la primera víctima. Ahora su preocupación es mantenerse en el poder. Cree que eso requiere no solo aplastar cualquier intento de revolución en Ucrania sino también debilitar a Europa. He pensado mucho en por qué decidió anexionar Crimea en vez de limitarse a ocuparla. El patrón en el pasado era que las tropas rusas iban a un lugar como Osetia del Sur y creaban lo que se llama un conflicto congelado. En Crimea decidió anexionar la península y cambiar la frontera. Eso es un ataque directo a la idea de la ley en Europa tras el fin de la Guerra Fría, al principio de que las fronteras no se cambiarán por la fuerza. Quiere debilitar Europa y la confianza de Europa en sus líderes y sus instituciones, porque se siente amenazado por la legalidad, por el Estado de derecho, por las campañas contra la corrupción. No lo dice, y en cambio usa ese lenguaje contra los homosexuales. Pero no creo que eso sea el asunto real, y ni siquiera pienso que importe mucho a los rusos. Lo que es una auténtica amenaza para él son unas elecciones al estilo occidental, una prensa libre al estilo occidental.
¿Cómo debería reaccionar la Unión Europea?
Debería empezar a pensar de forma estratégica sobre el petróleo y el gas. Debería haber una unión energética europea, para no permitir que Gazprom y otras compañías hagan tratos corruptos con unos por otros. En las negociaciones comerciales, España no podría alcanzar un buen acuerdo con Estados Unidos o China, pero Europa entera sí. La Unión Europea tiene que pensar estratégicamente y también hay que reflexionar sobre la otan, sobre la forma de reconfigurarla para el mundo moderno. Hay que trasladar tropas que están en Italia, donde no se necesitan, a Estonia. Tiene que funcionar de nuevo como elemento disuasorio. Las sanciones están muy bien: hacen que la gente se sienta mejor, los tipos a los que se sanciona no son nada simpáticos y la idea de que sus mujeres no pueden usar sus tarjetas de crédito resulta agradable. Pero hay que pensar a largo plazo y es necesaria la acción conjunta de la Unión Europea, entera, y de Estados Unidos.
¿Cómo cree que va a evolucionar la crisis? ¿Vamos a vivir más situaciones similares a la que está ocurriendo en Ucrania?
Creo que si tiene éxito en Ucrania, continuará: ¿por qué no? Siempre lo ha hecho. Todavía no ha tenido éxito en Ucrania. Puede provocar una guerra civil. ~

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Hacemos un llamado a los Gobiernos que tengan relaciones amistosas con el régimen venezolano para que aboguen por los venezolanos
09/08/2014

La vida pública venezolana está siendo sofocada por los herederos de Hugo Chávez. Están tomando las funciones públicas como si fueran de su propiedad privada. Actúan como propietarios de Petróleos de Venezuela y de los Poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, fiscal y electoral. Han limitado crecientemente las libertades ciudadanas, comenzando por la de expresión.

A la represión de las manifestaciones estudiantiles, siguió la detención ilegal del líder Leopoldo López y el acoso a las principales figuras de la oposición. Teodoro Petkoff, delicado de salud y con más de 80 años de edad, es obligado a presentarse cada ocho días ante la justicia. La diputada María Corina Machado ha sido acusada por el denominado “Alto Mando Político de la Revolución” de estar involucrada en un supuesto golpe de Estado y magnicidio. Muchos otros líderes de la oposición y sus familiares sufren intimidaciones.

Hacemos un llamado a los Gobiernos que tengan relaciones amistosas con el régimen venezolano para que aboguen por los venezolanos que, en condiciones cada vez más precarias y angustiosas, luchan por la libertad y anhelan la reconciliación democrática para impedir la dictadura. En particular, pedimos la liberación inmediata de Leopoldo López, el cese del hostigamiento contra la oposición y el restablecimiento de la pluralidad en los medios de comunicación, los órganos electorales y judiciales.

Anne Applebaum Paul Berman Rafael Cadenas Javier Cercas Félix de Azúa Jorge Edwards Antonio Elorza Franklin Foer Enrique Krauze Mark Lilla Cristina Marcano Norman Manea Adam Michnik Antonio Muñoz Molina Moisés Naím David Rieff Fernando Savater Mario Vargas Llosa Leon Wieseltier Gabriel Zaid

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STALIN VIVE, LA PATRIA SIGUE

Anne Applebaum y la gran hambruna roja: "Rusia sigue amenazando a toda Europa"
Una de las mejores historiadoras del momento se sumerge en una de las mayores carnicerías del siglo XX: el Holodomor que mató de hambre a 4 millones de ucranianos entre 1933 y 1934
Daniel Arjona
26/01/2019

Con el hambre llegaron la violencia, las venganzas, la desesperación, el canibalismo y la locura. Finalmente todas las emociones se apagaron. La gente se sentaba a morir en los bancos de sus granjas arrasadas, indiferentes e inmóviles. O huían por las vías del tren hasta que ya no podían más y se derrumbaban o se colgaban en los postes a la vista de los aterrados viajeros. Los cuerpos se amontonaban en las calles de pueblos y ciudades sin que nadie tuviera ni fuerzas ni ganas de recogerlos. Un empleado del ferrocarril recordaba que "todas las mañanas, mientras iba camino del trabajo, me encontraba con dos o tres cadáveres junto a las vías, pero pasaba por encima de ellos sin pisarlos y seguía adelante. La hambruna me había robado la conciencia, el alma y los sentimientos. Al pasar por encima de los cadáveres no sentía absolutamente nada, era como si estuviera sorteando troncos".
Ocurrió entre 1931 y 1934 y es quizás uno de los hitos del Mal de un siglo XX pródigo en horrores. Como consecuencia de la nefasta colectivización salvaje que obligó a los kulaks o campesinos a dejar sus tierras e integrarse en granjas colectivas y de la decisión premeditada de liquidar cualquier anhelo de independencia en Ucrania, Stalin mató de hambre a cuatro millones de ucranianos -y a otro millón más en el resto de la URSS- en lo que habría de bautizarse como 'Holodomor', de las palabras ucranianas 'hólod' ('hambre') y 'mor' ('exterminio'). El velo que aún se cernía sobre aquellos hechos terribles motivado principalmente por la negativa del régimen actual de Putin en Rusia a realizar la más mínima crítica al pasado comunista, acaba de ser levantado definitivamente en 'Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania' (Debate, 2019) por Anne Applebaum (Washington DC, 1964), una de las mejores historiadoras de la actualidad.
"El tema central que nos ocupa es", explica la autora, "¿qué ocurrió en realidad en Ucrania entre los años 1917 y 1934? En particular, ¿qué ocurrió durante el otoño, el invierno y la primavera de 1932 y 1933? ¿Qué sucesión de acontecimientos y qué mentalidad llevaron a la hambruna? ¿Quién fue el responsable? ¿Qué lugar ocupa este episodio terrible en la historia general de Ucrania y en la del movimiento nacional ucraniano?" Applebaum vive en Polonia y no sólo es una de las más reputadas historiadoras del reverso tenebroso del comunismo en el siglo XX con libros como 'Gulag' (Premio Pulitzer) o 'El telón de acero', sino que además es una de las más beligerantes liberales contra el populismo de extrema derecha, esa epidemia que devora a su país de adopción y que amenaza en todo el mundo la pluralidad, la prosperidad y la sociedad abierta.
En el número de octubre de The Atlantic, la historiadora Anne Applebaum publica uno de los mejores ensayos políticos que se pueden leer estos días: 'Una advertencia desde Europa'
PREGUNTA. Explica en su libro que el Holodomor constó de dos secuencias. Primero, la hambruna. ¿Fue el resultado no buscado de un proceso político nefasto, la colectivización staliniana, o, más bien un hecho premeditado, es decir, Stalin quiso matar voluntariamente de hambre a los ucranianos?
RESPUESTA. Hay que entender que la hambruna fue provocada en primer lugar por la colectivización stalinista pero que, cuando la gente empezó a tener hambre, y todo el mundo sabía lo que estaba ocurriendo, el estado soviético puso en marcha políticas diseñadas expresamente para empeorar la hambruna. ¿Por qué murió de hambre la gente? Porque había equipos de personas organizadas por el Partido Comunista que iban por pueblos y aldeas, casa por casa, recogiendo por la fuerza toda la comida, cada patata, cada brizna de trigo.
P. La segunda parte del Holodomor fue la gran represión contra los intelectuales y clases liberales ucranianas identificadas como partidarias de la independencia. ¿Cuál era el factor esencial de la independencia ucraniana? ¿Un auténtico sentimiento nacional o más bien una resistencia a la sovietización del país?
R. Es una buena pregunta. Diría que ambas cosas. De hecho Stalin pensaba con razón que el movimiento nacional ucraniano escondía precisamente una resistencia a la sovietización y por eso lo odiaba. Pero Stalin también desconfiaba de los propios comunistas ucranianos. Fíjese que todos los miembros del Partido Comunista Ucraniano estaban muertos en 1935. Es importante darse cuenta de que ser un nacionalista ucraniano significaba entonces, y significa ahora, mirar a Occidente, a Europa, y no mirar hacia Rusia. Los nacionalistas ucranianos fueron siempre proeuropeos y los que hoy izan banderas de la Unión Europea contra el autoritarismo de Rusia lo que quieren para ellos es la misma democracia y la libertad de la que goza el continente.
Óscar del Pozo, Madrid
P. Su libro recoge el nuevo trabajo de documentación de archivos que se ha hecho posible en los últimos años. Al revisar estas fuentes para escribir su libro, ¿qué fue lo que más le sorprendió?
R. Estos archivos han demostrado dos asuntos capitales. Por un lado, todo lo que sabía Stalin sobre la hambruna. Desde 1932 el Partido Comunista Ucraniano empezó a escribirle cartas muy claras a Stalin advirtiéndole de que la gente se estaba muriendo de hambre. Y con todo, Stalin tomó las funestas decisiones que tomó. Por otro lado, hemos conocido una serie de decretos que fueron adoptados en secreto que iban dirigidos específicamente a Ucrania con la decidida intención de empeorar la hambruna. Aquellas leyes fueron fundamentales para desencadenar la catástrofe definitiva que se desató en la primavera de 1933. Por ello esta información es tan importante. Pero yo añadiría también otro factor muy importante para entender la hambruna: la cantidad de memorias sobre los hechos que se han ido acumulando y conociendo durante las últimas dos décadas en diferentes comisiones y que dan fe de cómo se realizaban las confiscaciones de alimentos, como las brigadas comunistas iban a las casas de la gente a requisar alimentos.
P. ¿Y cuál es la actitud de la Rusia de Putin sobre el Holodomor? Porque tras cierta apertura y mea culpa en los noventa, a la caída de la URSS, parece haber regresado un tiempo de clausura y nueva oscuridad...
R. El gobierno ruso nunca ha reconocido el Holodomor, ni siquiera en los noventa. Especulo tal vez, pero creo que se debe a que la historia de la hambruna está muy relacionada con la historia del movimiento nacional ucraniano de 1919 y la independencia de Ucrania sigue siendo un problema hoy para Rusia.
P. De hecho, usted establece una relación entre el Holodomor y sucesos recientes como la revolución ucraniana de Euromaidan, la anexión de Crimea por Rusia y la guerra posterior.
R. No es que haya una relación directa pero el Holodomor es para los ucranianos un recuerdo de cómo Rusia reprimió salvajemente su independencia que además se mantuvo demasiado tiempo en secreto. Y eso es algo que hoy ayuda a preservar la identidad ucraniana. En los noventa, los ucranianos pudieron al fin hablar libremente sobre el Holodomor, crearon comisiones para investigarlo y ceremonias de homenaje y recuerdo de las víctimas. Actualmente ya no centra tanto el debate como entonces pero, sin duda, nada ha hecho más por fortalecer el sentimiento nacional de Ucrania que el Holodomor.
P. ¿Ha dejado Europa abandonada a Ucrania en su guerra larvada contra Rusia?
R. Ucrania es un país difícil de apoyar. La UE llegó a un acuerdo de Asociación con Ucrania en 2014 que fue muy importante, así que no diría que Europa no ha hecho nada. Pero la falta de una política de defensa única en Europa nos impide hacer frente a Rusia como debiéramos en el asunto ucraniano. Lo que los europeos no entienden es que lo que siguen haciendo los rusos en Ucrania es una amenaza para todo el continente. Una amenaza militar, social, de guerra de información, etc. Si lo hubiéramos entendido y hubiéramos luchado antes en Ucrania, llevaríamos mucho ganado.
P. ¿Cómo es posible que un país de poca monta como Rusia esté ganando la guerra de la desinformación y desestabilizando occidente? No sólo Ucrania, también Europa o Estados Unidos... ¿Cómo es posible que las poderosas democracias occidentales parezcan incapaces de defenderse?
R. Porque empezaron muy pronto. Rusia se dio cuenta antes que nosotros de que en internet cualquiera puede intervenir en las conversaciones políticas de cualquiera, del uso de las cuentas falsas para diseminar información interesada y rumores. Tuvieron éxito en Ucrania y también en Polonia y nosotros hemos sido muy lentos a la hora de enterarnos de lo que estaba ocurriendo y de cómo contraatacar. Somos muy ingenuos. Seguimos pensando que de alguna manera controlamos la situación pero no es cierto. Gran parte de lo que hace Rusia no es en realidad ni muy sofisticado ni muy caro. Es verdad que Rusia es una superpotencia muy débil con una economía muy pequeña. Hay gente que dice que China es la auténtica amenaza mundial pero Rusia, siendo mucho más pequeña, tiene mucha más influencia en la política mundial.
P. ¿Se podría decir entonces que hoy Rusia es la principal amenaza para la sociedad abierta?
R. No es el único enemigo pero sí uno de los más importantes. Los rusos son unos grandes estrategas, apoyan a la extrema derecha o a la extrema izquierda según les conviene con el fin de desestabilizar nuestras sociedades. Ellos no inventaron extremismos que ya existían en el resto del mundo pero sí los alimentan a conveniencia con dinero y propaganda.
P. En un reciente artículo suyo publicado en The Atlantic y que ha tenido bastante repercusión en España titulado 'Lo peor está por venir' alertaba sobre un inquietante fenómeno vivido por usted en Polonia y que poco a poco devora al resto del mundo: la conversión de gran parte de la vieja derecha liberal en algo muy parecido al fascismo.
R. Bueno, en Polonia no toda la derecha... pero sí, digamos, la mitad. Pero yo no puse el título de ese artículo, ¿eh? Jajaja.
P. No hacía falta, lo que usted contaba allí ya era suficientemente terrorífico.
R. Sí, y también ha llegado a España como usted sabrá mejor que yo. El autoritarismo está atrayendo a la gente y la situación es la más crítica que vive la democracia liberal desde los años treinta del siglo XX. Todos dábamos por sentado que habíamos encontrado la mejor forma de sociedad pero hay gente que no está de acuerdo.
P. ¿Y qué están haciendo los liberales, los moderados, los socialdemócratas para defenderse? Porque parece que se están dejando cazar como conejos sin plantear batalla….
R. No, no estamos tirando la toalla. Pero sí necesitamos un frente unido mucho más claro contra estas ideas. En Polonia, por ejemplo, el problema es que los liberales están divididos entre el centro derecha y el centro izquierda en varios partidos. Si se unieran, tendrían opciones de victoria. Y lo mismo en el resto de Europa. Nuestro sistema de partidos políticos se ha quedado desfasado y no refleja las nuevas divisiones reales de la sociedad. Gran Bretaña, por ejemplo. ¿Por qué no se unen los conservadores y los laboristas favorables a Europa. No tiene ningún sentido.
P. Hay una posición intelectual que defienden pensadores como Steven Pinker que asegura que el mundo sigue mejorando y que el nacionalpopulismo no irá a más, que será una anécdota en la historia. ¿Minusvaloran así la amenaza? Porque si la situación se parece como usted dice a lo de los años 30, en fin, aquello ya sabemos cómo terminó.
R. Espero que no acabe igual ahora... A ver, si reconocemos, nos organizamos y luchamos, este nuevo populismo, extremismo o, por qué no, fascismo, desaparecerá. Pero es muy importante ser realistas respecto a lo que está ocurriendo y entenderlo bien, cosa que nos hemos negado a hacer hasta hoy. Y mira que están claras las cosas desde hace años. Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos la amenaza se hizo al fin evidente. Trump que, por cierto, ganó entre otras cosas por difundir teorías de la conspiración como que Obama no había nacido en EEUU a las que nadie prestó atención en su momento. ¡Y un 20% de los americanos se lo creyeron! Hay que tomarse muy en serio lo que la gente lee en internet.
P. A propósito de las redes, advertía en aquel artículo que la polarización no es un invento de ahora y citaba el affaire Dreyfus pero sí parece que las nuevas redes sociales alimentan esa polarización hasta extremos nunca vistos. Si hace más de un siglo hubiera existido Twitter, ¿el capitán Dreyfus munca habría sido rehabilitado?
R. Pues no lo sé pero sí, las redes sociales alimentan la polarización, y a toda velocidad. En España lo estáis comprobando también.
P. Sí, en España tenemos ya nuestra propia extrema derecha nativa: Vox. Y existe un debate en los medios acerca de cómo tratar el fenómeno. ¿Hay que reflejar día a día lo que dicen dándoles así el protagonismo que buscan o es mejor intentar evitarlo? En Polonia ya llevan ustedes tiempo lidiando con ello, ¿cuál es su sugerencia?
R. Lo que hay que hacer no es tanto no hablar de ellos como no dejarles definir la agenda política. ¿Cuál es la agenda real? ¿De qué quiere hablar la gente?¿Cuál son sus auténticos problemas? Porque la inmigración no lo es, como demuestran los datos. No puedes hacer como si no existieran pero hay que hablar del desempleo y de los problemas reales a los que se enfrenta la gente de la calle y no discutir con ellos, por ejemplo, las cosas tan horribles que dicen de las mujeres. Pero hay esperanza, piense que en Alemania la extrema derecha populista de AFP está bajando en las encuestas.

Fuente:
https://www.elconfidencial.com/cultura/2019-01-25/anne-applebaum-hambruna-roja-ucrania-urss-stalin_1782594/

Anne Applebaum: «La izquierda, también la española, ha querido restar importancia a los crímenes de Stalin»
La ganadora del Premio Pulitzer se adentra con su libro «Hambruna Roja» en el secreto soviético que la izquierda europea más se afanó en negar a lo largo de décadas: la muerte de casi cinco millones de campesinos por obra y gracia de la URSS
César Cervera
05/02/2019

Niños con los estómagos hinchados, campos sembrados de cadáveres, familias que solo comían hierba y bellotas... En la primavera de 1932, cientos de miles de campesinos ucranianos comenzaron a pasar hambre. Nadie sabía qué estaba ocurriendo exactamente en la región de la «tierra negra», la que el historiador griego Herodoto elogió en la Antigüedad como «la hierba más exuberante del mundo».
Los más valientes, y tal vez también los más ingenuos, preguntaron directamente al Honorable Camarada Stalin: «¿Hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre?». No sospechaban aún que no se trataba de una ley fallida o de un error del Kremlin, sino de un plan concebido por uno de los psicópatas más aplaudidos del siglo XX. Su mayor secreto, su mayor genocidio.
La periodista Anne Applebaum (Washington, 1964), ganadora del Premio Pulitzer por Gulag, alumbra en Hambruna roja (Debate) otra de las penumbras soviéticas. El intento de Stalin de borrar a la nación ucraniana de la faz de la tierra a base de represión, muerte y, sobre todo, hambre en el principal granero de la Unión Soviética. Casi cinco millones de personas, cuatro de ellos ucranianos, perecieron del año 1931 al 1934, a consecuencia de la colectivización forzosa puesta en marcha por el dictador comunista.
Primero, el Kremlin arrojó a la Policía Secreta Soviética contra la elite intelectual y política de Ucrania. Luego, Stalin aplicó su particular solución final para la Ucrania rural: matar de hambre al campesinado, que en su opinión formaba los cimientos de la nación ucraniana. «Cada vez que descubrían algo de comer lo desparramaban por el suelo y disfrutaban viendo cómo los niños lloraban y recogían las lentejas o las alubias del barro», dejó escrito una familia.
Lo que los exiliados calificaron como «Holodomor», un término derivado de las palabras ucranianas «hólod» («hambre») y «mor» («exterminio»), ha desbordado con los años a la izquierda europea que durante la Guerra Fría restó importancia a la muerte de cinco millones de personas. Applebaum explica las razones detrás aquella ceguera en una entrevista celebrada en la sede madrileña del Aspen Institute España.
-¿Qué ha significado Ucrania para Rusia y para sus líderes?
-Ucrania era desde el punto de vista de Stalin la provincia más importante, difícil y peligrosa. En la época de la Revolución rusa, Ucrania había intentado convertirse en un estado independiente y, durante gran parte de la Guerra Civil, surgieron muchos grupos hostiles a los bolcheviques. Stalin, como prácticamente todos los líderes rusos hasta hoy, nunca confió en Ucrania. En la actualidad, sigue siendo un quebradero de cabeza para los rusos.
-Aparte de matar a los campesinos de hambre, ¿qué medidas aplicó el Kremlin para destruir Ucrania?
-La operación de genocidio de la nación ucrania se dio en los dos frentes simultáneamente. Primero contra los intelectuales y miembros de la Ucrania tradicional, y luego contra el campesinado. La hambruna iba dirigida a los kulaks (campesinos ricos), de los que Stalin decía que eran la base del nacionalismo. Quería evitar que se repitieran nuevas revoluciones y se viera amenazado el pan que se llevaban a la boca los rusos. No en vano, a corto plazo se provocó un desastre agrícola, siendo necesario traer a gente de las ciudades. Stalin antepuso la política a cuestiones económicas o humanitarias.
-Hasta no hace mucho se ha defendido que la hambruna fue un efecto indeseado de la colectivización de tierras.
-Es la historia oficial que la Unión Soviética y la izquierda europea contaban hasta hace nada. Rusia nunca admitió, ni tampoco hoy, que se provocaron aquellas hambrunas y que se trató de destruir a Ucrania como nación. Stalin lo ocultó a través de métodos brutales, llegando a destruir el censo registrado y a hacer desaparecer a los responsables de esos registros. Prohibió incluso a los funcionarios que hablaran del tema, y persiguió a los periodistas occidentales que en aquella época denunciaron los crímenes. Nos enteramos de lo ocurrido por exiliados, a los que inexplicablemente Occidente tardó mucho en creer.
-¿Por qué ha costado tanto denunciar estos crímenes en comparación con los de otros totalitarismos?
-Hay muchas razones, entre ellas que Occidente derrotó a Hitler y descubrió el Holocausto en tiempo real. Se hicieron fotos y se vio en primera persona lo que eran los campos de exterminio. En cambio, la Unión Soviética nunca tuvo su juicio de Nuremberg. No hubo evidencias en tiempo real sobre sus asesinatos.
Aparte, hay que tener en cuenta que si se venció a Hitler fue gracias a Stalin, y eso es difícil de olvidar. No hubiera quedado bien decir que los aliados vencieron a un genocida con la ayuda de otro asesino de masas, ni siquiera en la Guerra Fría. Incluso en los ochenta si escribías sobre el Gulag y los crímenes soviéticos eras irremediablemente de derechas, mientras que si lo hacían sobre artistas de las vanguardias rusas eras de izquierdas. ¡Qué tontería! ¿Por qué documentar y denunciar una serie de crímenes iba a ser de izquierdas o de derechas?
-¿Sigue suavizando la izquierda los crímenes de la URSS?
-El debate sigue desequilibrado, pero está menos politizado. La izquierda de cada país, incluida la española, siempre ha querido restar importancia a los crímenes de Stalin porque tiene miedo de que les deje en mal lugar. Jean-Paul Sartre, el filósofo francés, dijo que no debemos hablar del Gulag porque aquello solo fomentaba los intereses de la burguesía.
(La obra de Applebaum, periodista con un pie en Varsovia y otro en Londres, resultaría un libro más de historia, salvo porque tiene mucho que ver con lo que viene pasando en Ucrania desde 2014. La decisión del presidente Yanukóvich de abrir fuego contra sus compatriotas, la anexión de Crimea por parte de Rusia, la invasión del este de Ucrania y las aspiraciones imperiales de Putin han colocado al país del «Holodomor» en el centro de la actualidad europea.)
-Los hechos parecen demostrar que Stalin fracasó a la hora de borrar a Ucrania.
-Totalmente. Durante todo el periodo soviético hubo una historia secreta del país, que la gente se repetía frente a la mentira de que la hambruna nunca había tenido lugar. Los ucranianos se relataron de padres a hijos cosas que no aparecían en los medios soviéticos, de manera que conservaron la verdad de lo ocurrido y el sueño lejano de ser algún día una nación. En el año 1991, el éxito de la nación ucraniana fue la principal razón del colapso de la Unión Soviética. La negativa de este país a participar en futuras organizaciones con Rusia motivó la decisión de Borís Yeltsin de irse también. El nacionalismo ucraniano fue al final el verdugo de la URSS. Y, en cierto modo, ese había sido siempre el gran temor de Stalin.
-¿Cree usted que en Rusia siguen recordando a Stalin como un héroe de la patria?
-Stalin es respetado, sí, pero no en todas partes. Hay una especie de nostalgia rusa imperial fomentada por Putin, quien no quiere ser Stalin, sino un zar imperial como lo fueron igualmente los líderes comunistas. El principal acontecimiento histórico que celebra Putin no es la Revolución rusa o la Guerra Civil, sino la victoria de Stalin en la Segunda Guerra Mundial con un desfile cada año en la Plaza Roja, repleto de banderas comunistas y elogios a la URSS. Es un tipo de triunfo imperial más propio de los zares que de los líderes comunistas, aunque ambas cosas tuvieron mucho en común.
-¿Se ha visto afectado ese nacionalismo ucraniano tras años de guerra?
-El nacionalismo ucraniano está más vivo que nunca. Lo interesante de lo que ocurre hoy en Ucrania es que durante mucho tiempo no solo hubo una división étnica o por clases, sino de memoria histórica, entre dos versiones de la historia soviética. Las dos Ucranias: la que se creyó la versión oficial y la que recuerda a través de la tradición oral el horror que se vivió. Gracias a la guerra actual, la visión más nacionalista de la historia se está consolidando. Cada vez son más los que creen y tienen fe en la soberanía ucraniana, que es algo que no ocurría antes.
-A pesar de todo, también pervive una Ucrania partidaria de Rusia.
-Sigue habiendo vínculos muy fuertes entre ambos países. En Ucrania hay mucha gente escéptica con el Gobierno y en contra de la guerra. El Estado ucraniano es muy débil y corrupto, por lo que no convence a parte de la población. Digamos, pues, que en Ucrania no es que no les guste Rusia, es que no les gusta Putin, que se ha convertido en el líder ruso más poderoso.

Fuente:
https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-anne-applebaum-izquierda-tambien-espanola-querido-restar-importancia-crimenes-stalin-201902030256_noticia.html

A ESFERA DE PAPEL
Mejor libro de Historia 2019: 'Hambruna roja', de Anne Applebaum
David Lema
15/12/2019

Antes del transparente impacto de la Glasnost, el historiador británico Robert Conquest quiso clavar con sutileza el bisturí. Estaba convencido de que podría diseccionar, pese al dígase comprometido material oficial a su disposición, uno de los capítulos más oscuros del estalinismo: las purgas comandadas por Iósif Stalin. Pese a la ausencia inducida de luz que había en el quirófano, la incisión primigenia de Conquest no debió de ser imprecisa, cuando la publicación en 1968 de su investigación histórica, El gran terror (Caralt Editores), fue recibida con no poca hostilidad en un mundo cuyo hemisferio izquierdo padecía tal ceguera ideológica -como demostró Martin Amis en Koba el Temible (Anagrama)- que aún condescendía con uno de los regímenes asesinos más exterminadores de nuestra historia reciente: la URSS. Veinte años después, la apertura de los antiguos archivos soviéticos y su revisión crítica llevaron a Conquest a publicar una versión actualizada de lo ocurrido en la Unión Soviética en los años 30: las purgas habían sido auténticas escabechinas.
Para Anne Applebaum, todavía duermen archivos que nadie ha leído. Y, más importante aún, analizado. Especializada y adicta a la historia soviética, estudiosa de esa lógica de represión de masas determinada por la ideología, devoró El gran terror de adolescente. Ningún otro libro ha influido tanto en su vida. Applebaum (Washington, 1964) es periodista y escritora, dos conceptos de antagónica reputación pero que ella concibe complementarios y semejantes. En ambos, al fin y al cabo, gana la curiosidad. «En el periodismo», explicaba recientemente en Letras Libres, «preguntas a distintas personas, en la historia, consultas distintas fuentes: el partido, la oposición, un diario» para siluetear una imagen lo más inmaculadamente delineada. ¿Una diferencia? «En un caso preguntas al presente y en otro, al pasado».
Firme liberal, rigurosa historiadora, su campo de excelencia es Europa del Este, ahí está El telón de acero: la destrucción de Europa del Este (Debate). Lo conquistó por proximidad, prueba de cargo de por qué los casos individuales poseen tanto protagonismo en su obra, convencida de que la comprensión de los grandes momentos de la Historia solo se alcanza «cuando empiezas a ver cómo la gente común encaja en ellos». Aterrizó en la Varsovia de 1988 con la acreditación de corresponsal de The Economist para curiosear las transiciones socio políticas de la región. Pero los incontrolables vaivenes de Europa del Este escapaban al presente. Casada con Radosaw Sikorski, escritor y ex ministro en Polonia, con la nacionalidad polaca, 10 años después de su aterrizaje, colapsado ya el comunismo, Applebaum se preguntó: «Pero ¿cómo llegamos ahí? ¿Por qué se pudo instalar? ¿Por qué la gente colabora con esos regímenes asesinos?». Las respuestas, en la estalinización.
Si Applebaum pudiese adoctrinarnos con un libro obligado ese sería Mi vida, de Trotski. Si pudiese teletransportarnos a un instante nos llevaría al Petrogrado de 1917... ¡entre las revoluciones de febrero y octubre! Y es que la historia, los hechos, son lo único que explican todo. Leyendo a Applebaum se fortalece aquello de que a quien no preocupa la repetición de lo ocurrido es porque no lo conoce, no lo recuerda o no lo quiere recordar. Ahora que el Estado iliberal de partido único se localiza por todo el mundo, ella recuerda que el Estado leninista no es una filosofía, sino un mecanismo para conservar al poder que funciona porque define claramente quién es la élite. «En los libros del futuro» escribió en The Atlantic, «el fundador de la URSS no será recordado por sus convicciones marxistas, sino como inventor de esta duradera forma de organización política. El modelo que muchos de los incipientes autócratas del mundo actual utilizan».
https://www.john-adams.nl/anne-applebaum/anne-applebaum-07/
Columnista del Washington Post, Senior Fellow de International Affairs, Agora Fellow in Residence de la Johns Hopkins School of Advanced International Studies, profesora en la London School of Economics... su encumbramiento llegó en 2004 con el Pulitzer de no ficción. Pudiendo acceder a los archivos soviéticos, en Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos (Debate), Applebaum se acercó a los primeros campos erigidos nada más triunfar la revolución instaurados por Lenin en las islas Solovetsky, pasando por su expansión con Stalin hasta la etapa final, con el deshielo y su transformación en psiquiátricos. Una aproximación cruda a dos de los pilares en los que se asienta todo sistema autocrático: el miedo y la destrucción del disidente.
Este año se ha publicado en España Hambruna roja. La historia de Stalin contra Ucrania (Debate), otra documentadísima obra, pese a las restricciones impuestas por el viraje de Putin, merecedora de ser posicionada entre las mejores de 2019. Tomando el testigo de El gran terror, Applebaum desgrana aquí el más que intento de Stalin de borrar de la faz de la tierra a toda una nación, la ucraniana. Un tanatopropósito perseguido a base de represión y, sobre todo, hambre. Casi cinco millones de personas perecieron desde 1931 a 1934 a consecuencia de la colectivización de los cultivos, un trampantojo de Stalin con el que exterminar a una población campesina donde el sentimiento nacionalista estaba fuertemente arraigado. «Stalin», explica Applebaum en una entrevista reciente a EL MUNDO, «conocía la hambruna que sufría el país a comienzos de los años 30. Sin embargo, tomó la intencionada determinación en 1932 de endurecer las condiciones en Ucrania, incluyendo decenas de granjas colectivas y aldeas en las listas negras, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera irse y creando unas brigadas de incautación que iban de casa en casa quedándose con la comida de los campesinos». Incluso hoy hay quien esgrime que las hambrunas no fueron ni provocadas ni alimentadas en el tiempo. Pero Applebaum documenta no sólo cómo se intentó con ellas y otros métodos represivos empleados contra las élites cultural, intelectual y religiosa de la república destruir a Ucrania como nación, sino cómo se trató de ocultárselo al veredicto de la Historia.
«Si se dan las condiciones adecuadas», mantiene Applebaum, «cualquier sociedad puede volverse contra la democracia. De hecho, si la historia es algo por lo que podamos guiarnos, es lo que harán todas las sociedades».
ENRIQUE MORADIELLOS
1. Retaguardia roja. Violencia y revolución en la guerra civil española (Madrid, Galaxia Gutenberg, 2019), de Fernando del Rey Reguillo.
2. El Tercer Reich. Una historia de la Alemania nazi (Barcelona, Crítica, 2019), deThomas Childers.
3. Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la guerra civil española (Granada, Comares, 2019), deJesús Baigorri Jalón.
4. Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017. Un camino incierto (Barcelona, Crítica, 2019), de Ian Kershaw.
5. El Orbe a sus pies. Magallanes y Elcano (Barcelona, Ariel, 2019), de Pedro Insua.
JORGE DEL PALACIO
1. La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957) (Acantilado), de Frank Dikkoter.
2. Churchill. La biografía (Crítica), de Andrew Roberts.
3. Mussolini contra Lenin (Alianza), de Emilio Gentile.
4. Carlos V. Una nueva vida del emperador (Planeta), de Geoffrey Parker.
5. Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania (Debate), de Anne Applebaum.
FERNANDO PALMERO
1. Comunidades rotas. Una historia global de las guerras civiles 1917-2017 (Galaxia Gutenberg), de Javier Rodrigo y David Alegre.
2. Hambruna roja: la guerra de Stalin contra Ucrania (Debate), de Anne Applebaum.
3. La soledad del país vulnerable. Japón desde 1945 (Crítica), de Florentino Rodao.
4. La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957) (Acantilado), de
Frank Dikötter.
5. El reino de Hispania (siglos VIII-XII). Teoría y práctica del poder (Akal), de Javier Fernández Conde, José María Mínguez y Ermelindo Portela.
ASUNCIÓN DOMÉNECH
1. Emilia Pardo Bazán (Taurus/Fundación Juan March), de Isabel Burdiel.
2. Demasiados retrocesos. España 1898-2018 (Galaxia Gutenberg), de Santos Juliá.
3. Los campos de concentración de Franco (Ediciones B), Carlos Hernández de Miguel.
4. Un pueblo traicionado (Debate), de Paul Preston.
5. España. Un retrato de grandeza y odio (Espasa), José Varela Ortega.
ISABEL BURDIEL
1. Demasiados retrocesos. España 1898-2018 (Galaxia Gutenberg), de Santos Juliá.
2. Arte y artificio de la vida en común. Los modelos de comportamiento y sus tensiones en el Siglo de las Luces (Marcial Pons), de Mónica Bolufer.
3. Los imperios y la globalización en Europa (siglos XV-XVII) (Galaxia Gutenberg), de Bartolomé Yun.
4. Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017 (Crítica), de Ian Kershaw.
5. Los amnésicos. Historia de una familia europea (Tusquets), de Géraldine Schwarz.

Fuente:
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/12/15/5df0f97121efa069698b457d.html
Imágenes de Stalin: Tomadas de la cuenta de Marcos Juvencio Fuenmayor Contreras (Facebook).

viernes, 25 de octubre de 2019

RÉGIMEN, AL FIN Y AL CABO


¿Quién dijo que Stalin no celebraba "elecciones"? ¿Quién dijo que el socialismo del XXI, no es estalinista? ¿Quién dijo que no lo son aquellos "opositores" que pretenden sufragar a todo evento en las universidades, bajo las mismísimas reglas del régimen? #UniversidadUrgente.

Gráfica: V. Ivanov. "Para la felicidad del pueblo", Moscú-Leningrado, 1950. Expsición Foro Libertador, Caracas, 2018.

viernes, 5 de octubre de 2018

CAZA DE CITAS

"Una década más tarde, Stalin, que en 1920-21 había apoyado la política 'liberal' de Lenin, habría de adoptar las ideas de Trotsky en todo menos en su nombre"

Isaac Deutscher

("Trotsky. El profeta armado (1879-1921)", Ediciones Era, México: 470)

domingo, 7 de enero de 2018

BREVES TRAZOS PARA UN DRAMA INEXORABLE

Del otro proceso de Moscú
Luis Barragán

Nadie puede negar el aporte del socialismo del XXI al mundo, experimentando una lenta, pero segura purga de sus cuadros más estelares. Cada vez de una menor rotación, en los últimos años, la depuración burocrática antecede a la defenestración real o histriónica de aquellos que puedan rivalizar, esta vez, con Maduro Moros en la conducción de la nave que, por maltrecha que se encuentre, todavía soporta y exhibe una poderosa artillería.

Cabe el gesto teatral de aquellos que saben muy bien que la etapa semicompetitiva del autoritarismo, según la prédica de algunos cotizados politólogos, ha pasado. Para no arriesgar el propio pellejo y el de sus familiares, ceden posiciones, aunque – a la vieja usanza –  les niegan las embajadas y consulados más apetecibles, pues, se encuentran en manos de los afectos más allegados al gran dispensador y a su entorno.  No obstante, por el angosto juego de poder que dejó abierto el antecesor, optando por un sucesor que gozaría de la ayuda de los que, en momentos, se creyeron sus pares, sinceradas cada vez más las intimidades del poder establecido, se asoman algunos dramas de disidencia activa y militante. 

Ya no nos referimos a Giordani y a todo el grupo que representa, al fin y al cabo, funcionarios simplemente administrativos que sobrevivieron en varias ocasiones, sino a Miguel Rodríguez Torres y a Rafael Ramírez, acaso, el más emblemático por el control que ejerció sobre la industria y la política petrolera, esperando largamente  el turno Diosdado Cabello. Al parecer, todo comienza por un disenso inicialmente tímido que ha de cobrar fuerza de no existir una mayor compensación que la de una embajada como la que tiene por sede a Nueva York, autorizando a otras presiones que se cotizan en la dinámica gubernamental y que, por razones de naturaleza política o no, pueden determinar la ruptura o la más hábil administración de la ruptura que se pueda, dejando la puerta abierta a un regreso o, cerrándola, aventurándose en otras iniciativas – preferiblemente  - desde un confortable exilio.

De hacer caso a la denuncia que hizo Luis Ortega Díaz para un programa conducido por Leopoldo Castillo en Estados Unidos, o en otra oportunidad que ahora no recordamos, más o menos recientemente, está la modalidad del soborno de aquellas figuras que despuntan, como presuntamente Jorge Rodríguez lo intentó, mediante 50 millones de dólares, sumado el testaferro, a objeto de que renunciase a la Fiscalía General  de la República.  Digamos, una limpieza más amable, generosa e indolora que exige el cumplimiento de requisitos ineludibles, como el de la importancia y jerarquía del sujeto a sobornar, una incidencia real en la opinión pública y un conocimiento exacto de los grandes secretos que consideran irrevelables. 

Incurriendo en un monumental fraude electoral, la tal constituyente se ofreció como un mecanismo de compensación de los dirigentes problemáticos que, por incumplir con los citados requisitos, deberán conformarse en una instancia inoperante y a  la merced de las instrucciones recibidas por la junta directiva. Los que se suponen más audaces, el aparato burocrático los ha neutralizado y, por ello, a Ameliach no le ha quedado más remedio que dejar pasar la afrenta de Lacava.

Solamente los antagonismos del poder pueden dirimirse entre quienes fueron o todavía son sus mejores beneficiarios y de aquél trío que parecía complementarse, después del magno sepelio, queda intacto únicamente el heredero expresamente testamentario que, es necesario reconocerlo, ha tenido una paciencia extraordinaria para mover el tablero y trastocar en peones a los otrora alfiles del apogeo petrolero.

Harto diferentes las condiciones y circunstancias, siendo imposible emplear medios más expeditos y brutales, inmediatos y contundentes, por métodos distintos dan cumplimiento a las enseñanzas de Stalin, bien replicadas en Europa Oriental, China, Norcorea, Vietnam y Cuba. Y es que todo régimen de fuerza, con mayor razón de vocación y cuño totalitario, en nombre del proletariado, de la raza superior o de cualesquiera  otros motivos, incluso, religioso, no se entiende sin la ineludible dinámica de una profunda oligarquización y nepotismo.

Reproducciones: Stalin, según Pablo Picasso. El Nacional, Caracas, 25/03/1953.

08/01/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/31651-barragan

domingo, 29 de octubre de 2017

LARGO SEPELIO

EL NACIONAL, Caracas, 29 de octubre de 2017
Hacia la muerte histórica
Elías Pino Iturrieta
 
Los fenómenos históricos marchan con calma hacia el cementerio. Su desaparición no es automática. Está sujeta a pugnas entre el presente y el porvenir que parecen interminables. La búsqueda de la inmediatez de los cambios es una ilusión sostenida en las necesidades de quienes padecen las vicisitudes de una época determinada. Sin embargo, la inmediatez es detenida por la influencia de los factores que han hecho domicilio en el interior de un establecimiento y pretenden permanencia, pese a los deseos de quienes claman por una mudanza perentoria. El reloj habitual no sirve para medir el tiempo de las grandes transformaciones de la sociedad. Solo tiene utilidad para calcular el horario fugaz de quienes lo llevan en la muñeca. La impaciencia está condenada a perder la batalla con los dominadores de los grandes procesos que conmueven a las sociedades. Son cosas que no digo por primera vez, las he asomado en el aula y en mis páginas, pero vuelvo a ellas cuando veo la juramentación de los adecos ante la constituyente y las iras que ha provocado. Trataré de explicarlas desde mi deformación de historiador.

La “revolución bolivariana” no es una novedad en el transcurso de los hechos esenciales de la segunda mitad del siglo XX, sino una señal de postrimerías. En la década anterior al advenimiento de Chávez, o quizá antes, sucede un declive de la democracia representativa que facilita la posibilidad de lo que parece un desenlace, pero que solo es la evidencia del pronunciamiento de una decadencia que todavía no puede llegar a su desembocadura. La precariedad creciente de las organizaciones políticas, la importancia cada vez menor de los liderazgos dominantes, la mengua de la capacidad de convocatoria que antes movía masas entusiastas y crédulas, la multiplicación de actos de corrupción que pasan impunes permiten que unos protagonistas nacidos y crecidos en el seno de la misma situación se ofrezcan como reemplazo y remedio. El ocaso los invita, les pone alfombra para el tránsito, porque son parte de la misma fauna aunque se anuncien como figuras de una realidad distinta. El “socialismo del siglo XXI” es propuesto e iniciado por actores semejantes a los que quieren sustituir, parecidos como gotas de agua, criaturas del mismo vientre y guiñoles del mismo teatro en ruinas. No se les teme porque son asunto conocido, porque han actuado en las esquinas de la sociedad sin convertirse en amenaza inmanejable. Pasan de la periferia al centro, en el desarrollo del único libreto que pueden escribir unos autores extenuados y simular unos histriones que han perdido el imán. Ni siquiera las consignas son nuevas, ni las proclamas ni los uniformes de los lanzadores de arengas tempestuosas. Vienen del mismo vientre, mientras el público siente que contempla un debut. Ilusión, porque estamos ante un asunto de familiaridad.

Los factores del pasado que sienten el riesgo de su fin buscan avenimientos que les permitan supervivencia. Miran hacia una fauna del mismo pelaje viejo y seco, aunque esté retocado con colores de moda, para evitar el empellón que de veras los saque del juego. Cuando la sociedad se propone en medio de tropiezos infinitos, entre tumbos que parecen infructuosos, la inauguración de tiempos nuevos y realmente diversos, los elementos decrépitos se juntan para disimular su agotamiento, o para prolongar un moroso viaje a través de gestos desesperados. La reunión de los adecos juramentados con los juramentadores de la “revolución” no es el encuentro de lo viejo con lo nuevo, del presente con unos antecedentes dormidos en sus túmulos, sino lo más parecido a la armonía de los ancianatos. Los ancianos se las arreglan para seguir dando guerra. Sienten que las malas artes de la juventud los han dejado en la orilla del camino y se aferran a las vitaminas fabricadas en su cocina, que les darán un tercero o un cuarto aire que no quiere soplar.

En consecuencia, la operación de supervivencia no viene ahora de una transacción de fuerzas antagónicas, sino del lazo que establecieron desde antiguo para seguir en el candelero. No llevan a cabo una traición, por lo tanto. Solo ponen cuatro pulmones para inflar el mismo salvavidas. Si preguntan sobre el hasta cuándo, si quieren saber sobre lo que debe suceder con la logia de vejestorios, debo recordar que el cronómetro de la historia se toma su tiempo.

Fuente:
Ilustración: Giuseppe Veneziano.

sábado, 28 de octubre de 2017

martes, 26 de julio de 2016

UNA MIRADA AL PIE DEL BASURERO

De una vitrina rota
Luis Barragán


La Venezuela petrolera también encontró en Caracas, la que está de aniversario de su fundación española, su mejor síntesis. Del enjambre de calles angostas, aldea lacónica y parturienta de guerras civiles, pasó a la metrópoli aparentemente indetenible de asfaltados promisorios, edificaciones vistosas y peatones veleidosos: mudarse a la ciudad capital constituyó la mejor apuesta por el futuro.

Bastó el completo desarrollo del socialismo rentístico para romper con la otrora vitrina, inmunes sus burócratas frente a la legítima queja de los habitantes que ya no sueñan con volver al terruño interiorano de sus ascendientes, sino cruzar las fronteras disponibles para – simplemente – sobrevivir bajo otro sol. Una mezcla antes impensable de violencia, precariedad, subconsumo y desesperación, anuncia la urbe del fracasado siglo XXI que todavía reza por el ascenso del precio petrolero, como si el descenso fuese culpable del marasmo: fuimos país con uno, siete, veinte o cincuenta dólares por barril o, por cierto, sin él.

Sobran los ejemplos de una ciudad que estalla diariamente, pudiendo explicarse por la Cota 905, la Torre de David o el mismo Palacio de Miraflores del que nadie – fuera de sus ocupantes – sabe en qué condiciones se encuentra, pues, el perímetro no es nada alentador. En un recodo de la avenida Libertador está una muestra del grafitero profesional, al que le pagan por plagar de sandeces los muros de la aldea a la que volvemos, mirándonos – asombrosamente – Stalin en medio del basurero que le sirve de altar, al pie de un edificio de la Misión Vivienda; el edificio La Francia, bulliciosa y ociosamente expropiado años atrás, quedó como atril de la decolorada insignia del partido gobernante; o la vieja sede de la Corte Suprema de Justicia, en remodelación interesada  por más de dos o tres años, mas no restauración, ilustran las heridas de una Caracas entristecida, la que se refugia temprano en casa, temerosa, deprimida.

Además, nada casual, con el alcalde mayor – Antonio Ledezma – preso por los caprichos de un régimen que, en su peor acepción, ha ruralizado lo que queda de ciudad, contentándole; y con el alcalde menor y el tal jefe de gobierno del Distrito Capital, más los jefes de las zonas de seguridad militar, dibujando la vida dizque institucional del asiento principal de los poderes públicos. Una pésima caricatura de la extenuación de un Estado no constitucional que engulle a la población, condenándola a la dramática supervivencia de cada día.

Por cierto, la Caracas de un cronista oficial anónimo, la que no siempre fue sucursal segura del hampa. Afortunadamente, las redes sociales permiten conocer lo que fue, gracias a la novísima crónica que digitalmente multiplica la curiosidad por el pasado que aguijonea incansable por un diferente porvenir, pero ¿hasta cuándo será posible cultivar la inquietud?

25/07/2016
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/27073-de-una-vitrina-rota
http://www.radiowebinformativa.com/opinion/de-una-vitrina-rota-luisbarraganj/

domingo, 10 de mayo de 2015

BIENAVENTURANZAS !


Del neo-estalinismo

Luis Barragán (*)

Señor Presidente, colegas parlamentarios. Excelentísimo señor Embajador de la Federación de Rusia:

He acá el problema de partidizar los proyectos de acuerdo en conmemoración de los hechos significativos para la humanidad. En lugar del balance histórico, se impone la visión particularista, pésima, efímera y panfletaria que no logra realzar - precisamente - la fecha que se desea celebrar.

Si se tratase de hacer un examen ponderado y objetivo de la II Guerra Mundial, podríamos señalar que al concluir con la victoria de los países aliados y, en ellos, con la participación soviética, irónicamente lo logró el Ejército Rojo en 1945, mientras que cuatro o cinco años atrás era asesinado Trotsky en México. Y ésta es una ironía de la historia que innecesariamente sale a relucir por el tono, la imprudencia de la bancada oficialista que desea aprovecharse de las circunstancias actuales para - so pretexto de una fecha histórica - tratar de descalificar, de apuñalar políticamente a la bancada democrática de la oposición.  Isaac Deutscher ha escrito suficientemente sobre Stalin, nadie a desconoce la conducción que hizo durante la II Guerra Mundial de su país, pero - en los términos en los que está redactado el Proyecto de Acuerdo - fuerza a la bancada de la oposición a señalar que Stalin - precisamente - fue el autor de las muertes,  de las persecuciones contra los disidentes, contra todo aquel que osara diferenciarse de 'Padrecito'  de todos los pueblos de la Europa sojuzgada. Obliga esta interpretación banal de la bancada del gobierno a apuntar, innecesariamente, en una ocasión solemne como ésta, a los fracasos del socialismo real y al nuevo amanecer que tiene la Federación de Rusia, después que, con los planes quinquenales, con los Procesos de Moscú, se llevó por el medio tantas vidas como perdió la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial. Ahí está el ejemplo del Mariscal Zhukov que tuvo que lidiar con Beria; ahí están los ejemplos de  Solzhenitsyn y de todos los escritores que disintieron y tuvieron que pagar muy caro, antes que la perestroika y la glasnost alborearán no spolo sobre la Unión Soviética, sino sobre el resto de la Europa Oriental,

Hay dos anacronismos en los que ha incurrido el diputado ponente: señala el fascismo como un fenómeno visto desde la perspectiva tan banalmente oficialista, como exclusivo de este lado (oposición). Y olvidan que el populacho, el residuo de las clases de todas las clases, denunciado por Hannah Arendt, es el soporte del lumpemproletariado y origen del fascismo. En Venezuela, ustedes (bancada del gobierno), al lumpemproletarizar al país, están echando las bases el fascismo a la medida y conveniencia de este gobierno.

Y, por último, visto con la perspectiva de la I Guerra Mundial, como si no hubiese pasado nada y Lenin no hubiese escrito sobre la materia, la guerra es visto como un conflicto inter-imperialista, cuando la guerra - hoy en día - tiene otra naturaleza:  es hecha por las mafias, pr los traficantes de armas, por los traficantes de droga. Y una autora como Mary Kaldor, ha escrito suficientemente sobre la materia y, por favor, reciban noticias de este fenómeno de la guerra que está alcanzando al mundo, donde la política exterior del mismo gobierno de los últimos 15 años que hemos tenido en Venezuela ha contribuido y se expresa a través - por cierto - del terrorismo.

Tenemos un momento para la reflexión  y no banalicemos fechas como ésta. Nuestro respeto al pueblo ruso, nuestro respeto a todos los que lograron la victoria de las democracias aliadas en 1945. Nuestro respeto a todos quienes lograron a victoria de las democracias aliadas, en 1945. Nuestro respeto a los venezolanos que luchan por la libertad y la democracia: bienaventurados quienes son acusados como fascistas, cuando quienes ejercen el mismo gobierno durante década y media, tiene hechos  presos a muchachos en La Tumba, tienen 43 muertos en su haber.

Bienaventurados aquellos que levantan las banderas de la libertad y la democracia: de ellos será la república venezolana en los próximos años.

Es todo señor Presidente, colegas parlamentarios.

(*) Sesión plenaria de la Asamblea Nacional, Caracas, 05/05/2015.

Ilustración: Alexander Kosolapov.