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sábado, 25 de abril de 2020

CUADERNO DE BITÁCORA

Las redes constituyen una extraordinaria fuente de mordaces fotografías. Las hay naturales, reales y espontáneas, por cierto, en contraste con otras intervenidas y hasta comentadas grotescamente.  Ocurrió por estos días, en Facebook. Y, así lo señalamos, tenía tiempo sin leer un comentario adecuado y mordaz para una gráfica tan demasiado elocuente.

Oximoron tras oximoron, lo aburdo llega a límites impensables. El régimen se hace definitivamente ionesco, como los que habitan el territorio que tiene por suyo y del hampa. Dalí ya es un dato que queda atrás. Es Comala y no Macondo.

En medio de la pandemia, hay relajamiento. La gente no hace caso de la plicía y ésta, porque le da trabajo, tampoco a la gente. L ballena antimotines se convierte en fumigadora , cual elefante en una cristalería, destroza las calles. Es lógica la protesta ante la inexistencia del Estado mismo, sólo justificado para servirse así o, peor, a sus dirigentes. No existiendo Estado, quedan las camarillas.

(LB)

lunes, 30 de marzo de 2020

UN POCO MÁS DE SOBRIEDAD

De un frustrado asalto digital
Luis Barragán

Personalmente reducidos a esta otra experiencia de la supervivencia, la consabida cuarentena celebra a las redes sociales como uno de los ventanales más necesarios y confiables.  Presumimos antes un cierto estallido anárquico en la mensajería digital por varios días, incluyendo a los laboratorios que también la explica, pero hemos notado una tendencia más o menos estable hacia la sindéresis y responsabilidad.

Terreno igualmente propicio para lo pusilánime, por lo menos, hasta nuevo aviso, atestiguamos el frustrado asalto de aquellos que procuran escandalizarlas con la gratuidad absoluta de una opinión ligera, irresponsable y, en definitiva, cambiante o camaleónica, como ocurre con toda improvisación que alguna cotización política alcanza. Las redes tienden a responder a una situación serísima no sólo por la tragedia coronaria, sino por el contexto de una dictadura antisanitaria que intenta militarizarla en vano. 

Suele ocurrir, la hazaña de  un beisbolista, el descubrimiento de alguna vacuna novedosa o el triunfo imprevisto de un actor de cine, convierte a muchos en sobrevenidos y consumados expertos del deporte, la ciencia o el espectáculo, por siempre, deseosos de copar todos los espacios de opinión. Sentimos que está limitado el síndrome en cuestión en los días que corren, con las excepciones del caso, a través de las distintas aplicaciones informáticas de uso frecuente, sobretodo en la telefonía móvil celular.

A riesgo de equivocarnos, apreciamos una relativa depuración del intercambio que está atado a la precariedad de una conexión que angustia a la usurpación. Empero, ella no se decide a colapsarla, cancelarla o sabotearla definitivamente,  porque perdería el contacto mismo con sus propios seguidores, preferiblemente armados, por minoritarios que fuesen. 

Se ha incrementado el número de denuncias fundadas, a pesar de la persecución y represión del régimen que cree resolver todo con la detención de un periodista, un dirigente  social o político, un ciudadano común. Y, permítannos observarlo, alcanzan una mayor audiencia las posturas políticamente sobrias, como las de María Corina Machado, Vente Venezuela y la Fracción Parlamentaria 16 de Julio.

lunes, 16 de marzo de 2020

DE LA GRIPE ESPAÑOLA AL CORONA VIRUS: EL BIOPODER

De la biopolítica
Luis Barragán

La indeseable recepción del coronavirus,  ojalá auspicie una discusión en torno al modelo biopolítico del poder establecido en Venezuela.  En contadas ocasiones leído, Michel Foucault arroja luces en una materia escasamente conocida por la opinión pública, aunque sabemos de destacados académicos e, incluso, amigos columnistas que lo dominan, al igual que a Giorgio Agamben o Byung-Chul Han, pero quizá la barrera  (¿infranqueable?) de la pusilanimidad generalizada no permite ir más allá del simple enunciado.

Versamos sobre autores que escrutan la realidad de los países capitalistas avanzados, con observaciones y juicios valederos y puntuales. Empero, inicial impresión personal, olvidan algo más que las vicisitudes experimentadas en aquellas latitudes que están bajo regímenes totalitarios, realizando la barbarie, como ocurre en este lado del mundo.

En una ocasión, en el curso de una intervención ante la plenaria de la Asamblea Nacional relacionada con la detención inconstitucional de varios diputados, equiparando a La Tumba con La Rotunda que algunos colegas, después, consideraron exagerada, nos referimos a la inaudita y absoluta disposición corporal de los prisioneros comunes y aún más políticos, como si la sola aprehensión autorizara al Estado para desconocerles los más elementales derechos humanos.  Admitimos, fue quizá una convicción o intuición que afloró al calor del debate que, luego, le encontramos sentido y pertinencia acaso por algunas de las viejas y dispersas lecturas referidas al llamado biopoder.

El asunto nos remitió al mundo real de las exclusiones de un régimen que orwellianamente ha predicado la inclusión, pues, a los suyos, portadores activos y notorios del Carnet de la  Patria, únicamente les llegan los alimentos y, además, de mala calidad (las cajas CLAP como sublimación de las tarjetas cubanas de racionamiento); gozan de cualesquiera bonos orientados al aplacamiento de los ánimos, subordinándolos; cuentan con la transportación segura y confortable de los “Yutong” para las movilizaciones partidistas, mientras que el resto del país está condenado a unidades tan antiguas, precarias como inseguras; o, aleatoriamente, pueden privilegiarlos con algún tipo de asistencia médico-hospitalaria, a la vez que se ha hecho habitual la muerte de neonatos o niños en los centros públicos, encarecidos los privados.

Nada casual que la literatura no llegue físicamente  al país,  días atrás descubrimos, pendientes de releer, un título de   Agamben (https://tac091.files.wordpress.com/2008/12/agamben-giorgio-homo-sacer.pdf),   cuya definición de la nuda vida (“la vida a quien cualquiera puede dar muerte”), nos condujo a los escandalosos indicadores de muertes violentas o callejeras en Venezuela.  Útiles las redes sociales o digitales, a propósito del COVID-19, nos interesamos por una de las pestes que padecimos en el siglo XX, atentos a los aportes de Ramón Alberto Rivero, Jerjes Meléndez Núñez y Luis Heraclio Medina Canelón para Facebook. Y hasta – receptiva – consultamos a un contacto de Twitter, Ingrid Lares, quien se identifica como sociólogo foucaultiana, haciendo caso de su recomendación: “Vigilar y castigar”,  del autor francés.

Reproducción: Tomada de la cuenta facebookeana de Ramón Alberto Rivero.
16/03/2020:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/36558-biopolitica

miércoles, 25 de diciembre de 2019

STALIN VIVE, LA PATRIA SIGUE

Anne Applebaum y la gran hambruna roja: "Rusia sigue amenazando a toda Europa"
Una de las mejores historiadoras del momento se sumerge en una de las mayores carnicerías del siglo XX: el Holodomor que mató de hambre a 4 millones de ucranianos entre 1933 y 1934
Daniel Arjona
26/01/2019

Con el hambre llegaron la violencia, las venganzas, la desesperación, el canibalismo y la locura. Finalmente todas las emociones se apagaron. La gente se sentaba a morir en los bancos de sus granjas arrasadas, indiferentes e inmóviles. O huían por las vías del tren hasta que ya no podían más y se derrumbaban o se colgaban en los postes a la vista de los aterrados viajeros. Los cuerpos se amontonaban en las calles de pueblos y ciudades sin que nadie tuviera ni fuerzas ni ganas de recogerlos. Un empleado del ferrocarril recordaba que "todas las mañanas, mientras iba camino del trabajo, me encontraba con dos o tres cadáveres junto a las vías, pero pasaba por encima de ellos sin pisarlos y seguía adelante. La hambruna me había robado la conciencia, el alma y los sentimientos. Al pasar por encima de los cadáveres no sentía absolutamente nada, era como si estuviera sorteando troncos".
Ocurrió entre 1931 y 1934 y es quizás uno de los hitos del Mal de un siglo XX pródigo en horrores. Como consecuencia de la nefasta colectivización salvaje que obligó a los kulaks o campesinos a dejar sus tierras e integrarse en granjas colectivas y de la decisión premeditada de liquidar cualquier anhelo de independencia en Ucrania, Stalin mató de hambre a cuatro millones de ucranianos -y a otro millón más en el resto de la URSS- en lo que habría de bautizarse como 'Holodomor', de las palabras ucranianas 'hólod' ('hambre') y 'mor' ('exterminio'). El velo que aún se cernía sobre aquellos hechos terribles motivado principalmente por la negativa del régimen actual de Putin en Rusia a realizar la más mínima crítica al pasado comunista, acaba de ser levantado definitivamente en 'Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania' (Debate, 2019) por Anne Applebaum (Washington DC, 1964), una de las mejores historiadoras de la actualidad.
"El tema central que nos ocupa es", explica la autora, "¿qué ocurrió en realidad en Ucrania entre los años 1917 y 1934? En particular, ¿qué ocurrió durante el otoño, el invierno y la primavera de 1932 y 1933? ¿Qué sucesión de acontecimientos y qué mentalidad llevaron a la hambruna? ¿Quién fue el responsable? ¿Qué lugar ocupa este episodio terrible en la historia general de Ucrania y en la del movimiento nacional ucraniano?" Applebaum vive en Polonia y no sólo es una de las más reputadas historiadoras del reverso tenebroso del comunismo en el siglo XX con libros como 'Gulag' (Premio Pulitzer) o 'El telón de acero', sino que además es una de las más beligerantes liberales contra el populismo de extrema derecha, esa epidemia que devora a su país de adopción y que amenaza en todo el mundo la pluralidad, la prosperidad y la sociedad abierta.
En el número de octubre de The Atlantic, la historiadora Anne Applebaum publica uno de los mejores ensayos políticos que se pueden leer estos días: 'Una advertencia desde Europa'
PREGUNTA. Explica en su libro que el Holodomor constó de dos secuencias. Primero, la hambruna. ¿Fue el resultado no buscado de un proceso político nefasto, la colectivización staliniana, o, más bien un hecho premeditado, es decir, Stalin quiso matar voluntariamente de hambre a los ucranianos?
RESPUESTA. Hay que entender que la hambruna fue provocada en primer lugar por la colectivización stalinista pero que, cuando la gente empezó a tener hambre, y todo el mundo sabía lo que estaba ocurriendo, el estado soviético puso en marcha políticas diseñadas expresamente para empeorar la hambruna. ¿Por qué murió de hambre la gente? Porque había equipos de personas organizadas por el Partido Comunista que iban por pueblos y aldeas, casa por casa, recogiendo por la fuerza toda la comida, cada patata, cada brizna de trigo.
P. La segunda parte del Holodomor fue la gran represión contra los intelectuales y clases liberales ucranianas identificadas como partidarias de la independencia. ¿Cuál era el factor esencial de la independencia ucraniana? ¿Un auténtico sentimiento nacional o más bien una resistencia a la sovietización del país?
R. Es una buena pregunta. Diría que ambas cosas. De hecho Stalin pensaba con razón que el movimiento nacional ucraniano escondía precisamente una resistencia a la sovietización y por eso lo odiaba. Pero Stalin también desconfiaba de los propios comunistas ucranianos. Fíjese que todos los miembros del Partido Comunista Ucraniano estaban muertos en 1935. Es importante darse cuenta de que ser un nacionalista ucraniano significaba entonces, y significa ahora, mirar a Occidente, a Europa, y no mirar hacia Rusia. Los nacionalistas ucranianos fueron siempre proeuropeos y los que hoy izan banderas de la Unión Europea contra el autoritarismo de Rusia lo que quieren para ellos es la misma democracia y la libertad de la que goza el continente.
Óscar del Pozo, Madrid
P. Su libro recoge el nuevo trabajo de documentación de archivos que se ha hecho posible en los últimos años. Al revisar estas fuentes para escribir su libro, ¿qué fue lo que más le sorprendió?
R. Estos archivos han demostrado dos asuntos capitales. Por un lado, todo lo que sabía Stalin sobre la hambruna. Desde 1932 el Partido Comunista Ucraniano empezó a escribirle cartas muy claras a Stalin advirtiéndole de que la gente se estaba muriendo de hambre. Y con todo, Stalin tomó las funestas decisiones que tomó. Por otro lado, hemos conocido una serie de decretos que fueron adoptados en secreto que iban dirigidos específicamente a Ucrania con la decidida intención de empeorar la hambruna. Aquellas leyes fueron fundamentales para desencadenar la catástrofe definitiva que se desató en la primavera de 1933. Por ello esta información es tan importante. Pero yo añadiría también otro factor muy importante para entender la hambruna: la cantidad de memorias sobre los hechos que se han ido acumulando y conociendo durante las últimas dos décadas en diferentes comisiones y que dan fe de cómo se realizaban las confiscaciones de alimentos, como las brigadas comunistas iban a las casas de la gente a requisar alimentos.
P. ¿Y cuál es la actitud de la Rusia de Putin sobre el Holodomor? Porque tras cierta apertura y mea culpa en los noventa, a la caída de la URSS, parece haber regresado un tiempo de clausura y nueva oscuridad...
R. El gobierno ruso nunca ha reconocido el Holodomor, ni siquiera en los noventa. Especulo tal vez, pero creo que se debe a que la historia de la hambruna está muy relacionada con la historia del movimiento nacional ucraniano de 1919 y la independencia de Ucrania sigue siendo un problema hoy para Rusia.
P. De hecho, usted establece una relación entre el Holodomor y sucesos recientes como la revolución ucraniana de Euromaidan, la anexión de Crimea por Rusia y la guerra posterior.
R. No es que haya una relación directa pero el Holodomor es para los ucranianos un recuerdo de cómo Rusia reprimió salvajemente su independencia que además se mantuvo demasiado tiempo en secreto. Y eso es algo que hoy ayuda a preservar la identidad ucraniana. En los noventa, los ucranianos pudieron al fin hablar libremente sobre el Holodomor, crearon comisiones para investigarlo y ceremonias de homenaje y recuerdo de las víctimas. Actualmente ya no centra tanto el debate como entonces pero, sin duda, nada ha hecho más por fortalecer el sentimiento nacional de Ucrania que el Holodomor.
P. ¿Ha dejado Europa abandonada a Ucrania en su guerra larvada contra Rusia?
R. Ucrania es un país difícil de apoyar. La UE llegó a un acuerdo de Asociación con Ucrania en 2014 que fue muy importante, así que no diría que Europa no ha hecho nada. Pero la falta de una política de defensa única en Europa nos impide hacer frente a Rusia como debiéramos en el asunto ucraniano. Lo que los europeos no entienden es que lo que siguen haciendo los rusos en Ucrania es una amenaza para todo el continente. Una amenaza militar, social, de guerra de información, etc. Si lo hubiéramos entendido y hubiéramos luchado antes en Ucrania, llevaríamos mucho ganado.
P. ¿Cómo es posible que un país de poca monta como Rusia esté ganando la guerra de la desinformación y desestabilizando occidente? No sólo Ucrania, también Europa o Estados Unidos... ¿Cómo es posible que las poderosas democracias occidentales parezcan incapaces de defenderse?
R. Porque empezaron muy pronto. Rusia se dio cuenta antes que nosotros de que en internet cualquiera puede intervenir en las conversaciones políticas de cualquiera, del uso de las cuentas falsas para diseminar información interesada y rumores. Tuvieron éxito en Ucrania y también en Polonia y nosotros hemos sido muy lentos a la hora de enterarnos de lo que estaba ocurriendo y de cómo contraatacar. Somos muy ingenuos. Seguimos pensando que de alguna manera controlamos la situación pero no es cierto. Gran parte de lo que hace Rusia no es en realidad ni muy sofisticado ni muy caro. Es verdad que Rusia es una superpotencia muy débil con una economía muy pequeña. Hay gente que dice que China es la auténtica amenaza mundial pero Rusia, siendo mucho más pequeña, tiene mucha más influencia en la política mundial.
P. ¿Se podría decir entonces que hoy Rusia es la principal amenaza para la sociedad abierta?
R. No es el único enemigo pero sí uno de los más importantes. Los rusos son unos grandes estrategas, apoyan a la extrema derecha o a la extrema izquierda según les conviene con el fin de desestabilizar nuestras sociedades. Ellos no inventaron extremismos que ya existían en el resto del mundo pero sí los alimentan a conveniencia con dinero y propaganda.
P. En un reciente artículo suyo publicado en The Atlantic y que ha tenido bastante repercusión en España titulado 'Lo peor está por venir' alertaba sobre un inquietante fenómeno vivido por usted en Polonia y que poco a poco devora al resto del mundo: la conversión de gran parte de la vieja derecha liberal en algo muy parecido al fascismo.
R. Bueno, en Polonia no toda la derecha... pero sí, digamos, la mitad. Pero yo no puse el título de ese artículo, ¿eh? Jajaja.
P. No hacía falta, lo que usted contaba allí ya era suficientemente terrorífico.
R. Sí, y también ha llegado a España como usted sabrá mejor que yo. El autoritarismo está atrayendo a la gente y la situación es la más crítica que vive la democracia liberal desde los años treinta del siglo XX. Todos dábamos por sentado que habíamos encontrado la mejor forma de sociedad pero hay gente que no está de acuerdo.
P. ¿Y qué están haciendo los liberales, los moderados, los socialdemócratas para defenderse? Porque parece que se están dejando cazar como conejos sin plantear batalla….
R. No, no estamos tirando la toalla. Pero sí necesitamos un frente unido mucho más claro contra estas ideas. En Polonia, por ejemplo, el problema es que los liberales están divididos entre el centro derecha y el centro izquierda en varios partidos. Si se unieran, tendrían opciones de victoria. Y lo mismo en el resto de Europa. Nuestro sistema de partidos políticos se ha quedado desfasado y no refleja las nuevas divisiones reales de la sociedad. Gran Bretaña, por ejemplo. ¿Por qué no se unen los conservadores y los laboristas favorables a Europa. No tiene ningún sentido.
P. Hay una posición intelectual que defienden pensadores como Steven Pinker que asegura que el mundo sigue mejorando y que el nacionalpopulismo no irá a más, que será una anécdota en la historia. ¿Minusvaloran así la amenaza? Porque si la situación se parece como usted dice a lo de los años 30, en fin, aquello ya sabemos cómo terminó.
R. Espero que no acabe igual ahora... A ver, si reconocemos, nos organizamos y luchamos, este nuevo populismo, extremismo o, por qué no, fascismo, desaparecerá. Pero es muy importante ser realistas respecto a lo que está ocurriendo y entenderlo bien, cosa que nos hemos negado a hacer hasta hoy. Y mira que están claras las cosas desde hace años. Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos la amenaza se hizo al fin evidente. Trump que, por cierto, ganó entre otras cosas por difundir teorías de la conspiración como que Obama no había nacido en EEUU a las que nadie prestó atención en su momento. ¡Y un 20% de los americanos se lo creyeron! Hay que tomarse muy en serio lo que la gente lee en internet.
P. A propósito de las redes, advertía en aquel artículo que la polarización no es un invento de ahora y citaba el affaire Dreyfus pero sí parece que las nuevas redes sociales alimentan esa polarización hasta extremos nunca vistos. Si hace más de un siglo hubiera existido Twitter, ¿el capitán Dreyfus munca habría sido rehabilitado?
R. Pues no lo sé pero sí, las redes sociales alimentan la polarización, y a toda velocidad. En España lo estáis comprobando también.
P. Sí, en España tenemos ya nuestra propia extrema derecha nativa: Vox. Y existe un debate en los medios acerca de cómo tratar el fenómeno. ¿Hay que reflejar día a día lo que dicen dándoles así el protagonismo que buscan o es mejor intentar evitarlo? En Polonia ya llevan ustedes tiempo lidiando con ello, ¿cuál es su sugerencia?
R. Lo que hay que hacer no es tanto no hablar de ellos como no dejarles definir la agenda política. ¿Cuál es la agenda real? ¿De qué quiere hablar la gente?¿Cuál son sus auténticos problemas? Porque la inmigración no lo es, como demuestran los datos. No puedes hacer como si no existieran pero hay que hablar del desempleo y de los problemas reales a los que se enfrenta la gente de la calle y no discutir con ellos, por ejemplo, las cosas tan horribles que dicen de las mujeres. Pero hay esperanza, piense que en Alemania la extrema derecha populista de AFP está bajando en las encuestas.

Fuente:
https://www.elconfidencial.com/cultura/2019-01-25/anne-applebaum-hambruna-roja-ucrania-urss-stalin_1782594/

Anne Applebaum: «La izquierda, también la española, ha querido restar importancia a los crímenes de Stalin»
La ganadora del Premio Pulitzer se adentra con su libro «Hambruna Roja» en el secreto soviético que la izquierda europea más se afanó en negar a lo largo de décadas: la muerte de casi cinco millones de campesinos por obra y gracia de la URSS
César Cervera
05/02/2019

Niños con los estómagos hinchados, campos sembrados de cadáveres, familias que solo comían hierba y bellotas... En la primavera de 1932, cientos de miles de campesinos ucranianos comenzaron a pasar hambre. Nadie sabía qué estaba ocurriendo exactamente en la región de la «tierra negra», la que el historiador griego Herodoto elogió en la Antigüedad como «la hierba más exuberante del mundo».
Los más valientes, y tal vez también los más ingenuos, preguntaron directamente al Honorable Camarada Stalin: «¿Hay alguna ley del Gobierno soviético que establezca que los aldeanos deban pasar hambre?». No sospechaban aún que no se trataba de una ley fallida o de un error del Kremlin, sino de un plan concebido por uno de los psicópatas más aplaudidos del siglo XX. Su mayor secreto, su mayor genocidio.
La periodista Anne Applebaum (Washington, 1964), ganadora del Premio Pulitzer por Gulag, alumbra en Hambruna roja (Debate) otra de las penumbras soviéticas. El intento de Stalin de borrar a la nación ucraniana de la faz de la tierra a base de represión, muerte y, sobre todo, hambre en el principal granero de la Unión Soviética. Casi cinco millones de personas, cuatro de ellos ucranianos, perecieron del año 1931 al 1934, a consecuencia de la colectivización forzosa puesta en marcha por el dictador comunista.
Primero, el Kremlin arrojó a la Policía Secreta Soviética contra la elite intelectual y política de Ucrania. Luego, Stalin aplicó su particular solución final para la Ucrania rural: matar de hambre al campesinado, que en su opinión formaba los cimientos de la nación ucraniana. «Cada vez que descubrían algo de comer lo desparramaban por el suelo y disfrutaban viendo cómo los niños lloraban y recogían las lentejas o las alubias del barro», dejó escrito una familia.
Lo que los exiliados calificaron como «Holodomor», un término derivado de las palabras ucranianas «hólod» («hambre») y «mor» («exterminio»), ha desbordado con los años a la izquierda europea que durante la Guerra Fría restó importancia a la muerte de cinco millones de personas. Applebaum explica las razones detrás aquella ceguera en una entrevista celebrada en la sede madrileña del Aspen Institute España.
-¿Qué ha significado Ucrania para Rusia y para sus líderes?
-Ucrania era desde el punto de vista de Stalin la provincia más importante, difícil y peligrosa. En la época de la Revolución rusa, Ucrania había intentado convertirse en un estado independiente y, durante gran parte de la Guerra Civil, surgieron muchos grupos hostiles a los bolcheviques. Stalin, como prácticamente todos los líderes rusos hasta hoy, nunca confió en Ucrania. En la actualidad, sigue siendo un quebradero de cabeza para los rusos.
-Aparte de matar a los campesinos de hambre, ¿qué medidas aplicó el Kremlin para destruir Ucrania?
-La operación de genocidio de la nación ucrania se dio en los dos frentes simultáneamente. Primero contra los intelectuales y miembros de la Ucrania tradicional, y luego contra el campesinado. La hambruna iba dirigida a los kulaks (campesinos ricos), de los que Stalin decía que eran la base del nacionalismo. Quería evitar que se repitieran nuevas revoluciones y se viera amenazado el pan que se llevaban a la boca los rusos. No en vano, a corto plazo se provocó un desastre agrícola, siendo necesario traer a gente de las ciudades. Stalin antepuso la política a cuestiones económicas o humanitarias.
-Hasta no hace mucho se ha defendido que la hambruna fue un efecto indeseado de la colectivización de tierras.
-Es la historia oficial que la Unión Soviética y la izquierda europea contaban hasta hace nada. Rusia nunca admitió, ni tampoco hoy, que se provocaron aquellas hambrunas y que se trató de destruir a Ucrania como nación. Stalin lo ocultó a través de métodos brutales, llegando a destruir el censo registrado y a hacer desaparecer a los responsables de esos registros. Prohibió incluso a los funcionarios que hablaran del tema, y persiguió a los periodistas occidentales que en aquella época denunciaron los crímenes. Nos enteramos de lo ocurrido por exiliados, a los que inexplicablemente Occidente tardó mucho en creer.
-¿Por qué ha costado tanto denunciar estos crímenes en comparación con los de otros totalitarismos?
-Hay muchas razones, entre ellas que Occidente derrotó a Hitler y descubrió el Holocausto en tiempo real. Se hicieron fotos y se vio en primera persona lo que eran los campos de exterminio. En cambio, la Unión Soviética nunca tuvo su juicio de Nuremberg. No hubo evidencias en tiempo real sobre sus asesinatos.
Aparte, hay que tener en cuenta que si se venció a Hitler fue gracias a Stalin, y eso es difícil de olvidar. No hubiera quedado bien decir que los aliados vencieron a un genocida con la ayuda de otro asesino de masas, ni siquiera en la Guerra Fría. Incluso en los ochenta si escribías sobre el Gulag y los crímenes soviéticos eras irremediablemente de derechas, mientras que si lo hacían sobre artistas de las vanguardias rusas eras de izquierdas. ¡Qué tontería! ¿Por qué documentar y denunciar una serie de crímenes iba a ser de izquierdas o de derechas?
-¿Sigue suavizando la izquierda los crímenes de la URSS?
-El debate sigue desequilibrado, pero está menos politizado. La izquierda de cada país, incluida la española, siempre ha querido restar importancia a los crímenes de Stalin porque tiene miedo de que les deje en mal lugar. Jean-Paul Sartre, el filósofo francés, dijo que no debemos hablar del Gulag porque aquello solo fomentaba los intereses de la burguesía.
(La obra de Applebaum, periodista con un pie en Varsovia y otro en Londres, resultaría un libro más de historia, salvo porque tiene mucho que ver con lo que viene pasando en Ucrania desde 2014. La decisión del presidente Yanukóvich de abrir fuego contra sus compatriotas, la anexión de Crimea por parte de Rusia, la invasión del este de Ucrania y las aspiraciones imperiales de Putin han colocado al país del «Holodomor» en el centro de la actualidad europea.)
-Los hechos parecen demostrar que Stalin fracasó a la hora de borrar a Ucrania.
-Totalmente. Durante todo el periodo soviético hubo una historia secreta del país, que la gente se repetía frente a la mentira de que la hambruna nunca había tenido lugar. Los ucranianos se relataron de padres a hijos cosas que no aparecían en los medios soviéticos, de manera que conservaron la verdad de lo ocurrido y el sueño lejano de ser algún día una nación. En el año 1991, el éxito de la nación ucraniana fue la principal razón del colapso de la Unión Soviética. La negativa de este país a participar en futuras organizaciones con Rusia motivó la decisión de Borís Yeltsin de irse también. El nacionalismo ucraniano fue al final el verdugo de la URSS. Y, en cierto modo, ese había sido siempre el gran temor de Stalin.
-¿Cree usted que en Rusia siguen recordando a Stalin como un héroe de la patria?
-Stalin es respetado, sí, pero no en todas partes. Hay una especie de nostalgia rusa imperial fomentada por Putin, quien no quiere ser Stalin, sino un zar imperial como lo fueron igualmente los líderes comunistas. El principal acontecimiento histórico que celebra Putin no es la Revolución rusa o la Guerra Civil, sino la victoria de Stalin en la Segunda Guerra Mundial con un desfile cada año en la Plaza Roja, repleto de banderas comunistas y elogios a la URSS. Es un tipo de triunfo imperial más propio de los zares que de los líderes comunistas, aunque ambas cosas tuvieron mucho en común.
-¿Se ha visto afectado ese nacionalismo ucraniano tras años de guerra?
-El nacionalismo ucraniano está más vivo que nunca. Lo interesante de lo que ocurre hoy en Ucrania es que durante mucho tiempo no solo hubo una división étnica o por clases, sino de memoria histórica, entre dos versiones de la historia soviética. Las dos Ucranias: la que se creyó la versión oficial y la que recuerda a través de la tradición oral el horror que se vivió. Gracias a la guerra actual, la visión más nacionalista de la historia se está consolidando. Cada vez son más los que creen y tienen fe en la soberanía ucraniana, que es algo que no ocurría antes.
-A pesar de todo, también pervive una Ucrania partidaria de Rusia.
-Sigue habiendo vínculos muy fuertes entre ambos países. En Ucrania hay mucha gente escéptica con el Gobierno y en contra de la guerra. El Estado ucraniano es muy débil y corrupto, por lo que no convence a parte de la población. Digamos, pues, que en Ucrania no es que no les guste Rusia, es que no les gusta Putin, que se ha convertido en el líder ruso más poderoso.

Fuente:
https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-anne-applebaum-izquierda-tambien-espanola-querido-restar-importancia-crimenes-stalin-201902030256_noticia.html

A ESFERA DE PAPEL
Mejor libro de Historia 2019: 'Hambruna roja', de Anne Applebaum
David Lema
15/12/2019

Antes del transparente impacto de la Glasnost, el historiador británico Robert Conquest quiso clavar con sutileza el bisturí. Estaba convencido de que podría diseccionar, pese al dígase comprometido material oficial a su disposición, uno de los capítulos más oscuros del estalinismo: las purgas comandadas por Iósif Stalin. Pese a la ausencia inducida de luz que había en el quirófano, la incisión primigenia de Conquest no debió de ser imprecisa, cuando la publicación en 1968 de su investigación histórica, El gran terror (Caralt Editores), fue recibida con no poca hostilidad en un mundo cuyo hemisferio izquierdo padecía tal ceguera ideológica -como demostró Martin Amis en Koba el Temible (Anagrama)- que aún condescendía con uno de los regímenes asesinos más exterminadores de nuestra historia reciente: la URSS. Veinte años después, la apertura de los antiguos archivos soviéticos y su revisión crítica llevaron a Conquest a publicar una versión actualizada de lo ocurrido en la Unión Soviética en los años 30: las purgas habían sido auténticas escabechinas.
Para Anne Applebaum, todavía duermen archivos que nadie ha leído. Y, más importante aún, analizado. Especializada y adicta a la historia soviética, estudiosa de esa lógica de represión de masas determinada por la ideología, devoró El gran terror de adolescente. Ningún otro libro ha influido tanto en su vida. Applebaum (Washington, 1964) es periodista y escritora, dos conceptos de antagónica reputación pero que ella concibe complementarios y semejantes. En ambos, al fin y al cabo, gana la curiosidad. «En el periodismo», explicaba recientemente en Letras Libres, «preguntas a distintas personas, en la historia, consultas distintas fuentes: el partido, la oposición, un diario» para siluetear una imagen lo más inmaculadamente delineada. ¿Una diferencia? «En un caso preguntas al presente y en otro, al pasado».
Firme liberal, rigurosa historiadora, su campo de excelencia es Europa del Este, ahí está El telón de acero: la destrucción de Europa del Este (Debate). Lo conquistó por proximidad, prueba de cargo de por qué los casos individuales poseen tanto protagonismo en su obra, convencida de que la comprensión de los grandes momentos de la Historia solo se alcanza «cuando empiezas a ver cómo la gente común encaja en ellos». Aterrizó en la Varsovia de 1988 con la acreditación de corresponsal de The Economist para curiosear las transiciones socio políticas de la región. Pero los incontrolables vaivenes de Europa del Este escapaban al presente. Casada con Radosaw Sikorski, escritor y ex ministro en Polonia, con la nacionalidad polaca, 10 años después de su aterrizaje, colapsado ya el comunismo, Applebaum se preguntó: «Pero ¿cómo llegamos ahí? ¿Por qué se pudo instalar? ¿Por qué la gente colabora con esos regímenes asesinos?». Las respuestas, en la estalinización.
Si Applebaum pudiese adoctrinarnos con un libro obligado ese sería Mi vida, de Trotski. Si pudiese teletransportarnos a un instante nos llevaría al Petrogrado de 1917... ¡entre las revoluciones de febrero y octubre! Y es que la historia, los hechos, son lo único que explican todo. Leyendo a Applebaum se fortalece aquello de que a quien no preocupa la repetición de lo ocurrido es porque no lo conoce, no lo recuerda o no lo quiere recordar. Ahora que el Estado iliberal de partido único se localiza por todo el mundo, ella recuerda que el Estado leninista no es una filosofía, sino un mecanismo para conservar al poder que funciona porque define claramente quién es la élite. «En los libros del futuro» escribió en The Atlantic, «el fundador de la URSS no será recordado por sus convicciones marxistas, sino como inventor de esta duradera forma de organización política. El modelo que muchos de los incipientes autócratas del mundo actual utilizan».
https://www.john-adams.nl/anne-applebaum/anne-applebaum-07/
Columnista del Washington Post, Senior Fellow de International Affairs, Agora Fellow in Residence de la Johns Hopkins School of Advanced International Studies, profesora en la London School of Economics... su encumbramiento llegó en 2004 con el Pulitzer de no ficción. Pudiendo acceder a los archivos soviéticos, en Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos (Debate), Applebaum se acercó a los primeros campos erigidos nada más triunfar la revolución instaurados por Lenin en las islas Solovetsky, pasando por su expansión con Stalin hasta la etapa final, con el deshielo y su transformación en psiquiátricos. Una aproximación cruda a dos de los pilares en los que se asienta todo sistema autocrático: el miedo y la destrucción del disidente.
Este año se ha publicado en España Hambruna roja. La historia de Stalin contra Ucrania (Debate), otra documentadísima obra, pese a las restricciones impuestas por el viraje de Putin, merecedora de ser posicionada entre las mejores de 2019. Tomando el testigo de El gran terror, Applebaum desgrana aquí el más que intento de Stalin de borrar de la faz de la tierra a toda una nación, la ucraniana. Un tanatopropósito perseguido a base de represión y, sobre todo, hambre. Casi cinco millones de personas perecieron desde 1931 a 1934 a consecuencia de la colectivización de los cultivos, un trampantojo de Stalin con el que exterminar a una población campesina donde el sentimiento nacionalista estaba fuertemente arraigado. «Stalin», explica Applebaum en una entrevista reciente a EL MUNDO, «conocía la hambruna que sufría el país a comienzos de los años 30. Sin embargo, tomó la intencionada determinación en 1932 de endurecer las condiciones en Ucrania, incluyendo decenas de granjas colectivas y aldeas en las listas negras, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera irse y creando unas brigadas de incautación que iban de casa en casa quedándose con la comida de los campesinos». Incluso hoy hay quien esgrime que las hambrunas no fueron ni provocadas ni alimentadas en el tiempo. Pero Applebaum documenta no sólo cómo se intentó con ellas y otros métodos represivos empleados contra las élites cultural, intelectual y religiosa de la república destruir a Ucrania como nación, sino cómo se trató de ocultárselo al veredicto de la Historia.
«Si se dan las condiciones adecuadas», mantiene Applebaum, «cualquier sociedad puede volverse contra la democracia. De hecho, si la historia es algo por lo que podamos guiarnos, es lo que harán todas las sociedades».
ENRIQUE MORADIELLOS
1. Retaguardia roja. Violencia y revolución en la guerra civil española (Madrid, Galaxia Gutenberg, 2019), de Fernando del Rey Reguillo.
2. El Tercer Reich. Una historia de la Alemania nazi (Barcelona, Crítica, 2019), deThomas Childers.
3. Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la guerra civil española (Granada, Comares, 2019), deJesús Baigorri Jalón.
4. Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017. Un camino incierto (Barcelona, Crítica, 2019), de Ian Kershaw.
5. El Orbe a sus pies. Magallanes y Elcano (Barcelona, Ariel, 2019), de Pedro Insua.
JORGE DEL PALACIO
1. La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957) (Acantilado), de Frank Dikkoter.
2. Churchill. La biografía (Crítica), de Andrew Roberts.
3. Mussolini contra Lenin (Alianza), de Emilio Gentile.
4. Carlos V. Una nueva vida del emperador (Planeta), de Geoffrey Parker.
5. Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania (Debate), de Anne Applebaum.
FERNANDO PALMERO
1. Comunidades rotas. Una historia global de las guerras civiles 1917-2017 (Galaxia Gutenberg), de Javier Rodrigo y David Alegre.
2. Hambruna roja: la guerra de Stalin contra Ucrania (Debate), de Anne Applebaum.
3. La soledad del país vulnerable. Japón desde 1945 (Crítica), de Florentino Rodao.
4. La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957) (Acantilado), de
Frank Dikötter.
5. El reino de Hispania (siglos VIII-XII). Teoría y práctica del poder (Akal), de Javier Fernández Conde, José María Mínguez y Ermelindo Portela.
ASUNCIÓN DOMÉNECH
1. Emilia Pardo Bazán (Taurus/Fundación Juan March), de Isabel Burdiel.
2. Demasiados retrocesos. España 1898-2018 (Galaxia Gutenberg), de Santos Juliá.
3. Los campos de concentración de Franco (Ediciones B), Carlos Hernández de Miguel.
4. Un pueblo traicionado (Debate), de Paul Preston.
5. España. Un retrato de grandeza y odio (Espasa), José Varela Ortega.
ISABEL BURDIEL
1. Demasiados retrocesos. España 1898-2018 (Galaxia Gutenberg), de Santos Juliá.
2. Arte y artificio de la vida en común. Los modelos de comportamiento y sus tensiones en el Siglo de las Luces (Marcial Pons), de Mónica Bolufer.
3. Los imperios y la globalización en Europa (siglos XV-XVII) (Galaxia Gutenberg), de Bartolomé Yun.
4. Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017 (Crítica), de Ian Kershaw.
5. Los amnésicos. Historia de una familia europea (Tusquets), de Géraldine Schwarz.

Fuente:
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/12/15/5df0f97121efa069698b457d.html
Imágenes de Stalin: Tomadas de la cuenta de Marcos Juvencio Fuenmayor Contreras (Facebook).

domingo, 27 de octubre de 2019

TERRAPLANISMO

Los banales en dictadura
Luis Barragán

Inculpar solamente a las redes digitales por la banalidad del debate político, permite soslayar a los banales que copan o dicen copar la escena pública, pues, al fin y al cabo, son los hechos los que se  imponen.  Acostumbran  deslizarse por debajo de la mesa, cuando se les cuestiona con severidad, o – simplemente – son omitidos, pretendiéndonos en un ambiente de feria para una crisis tan seria y prolongada, propi del colapso.

Los hay absolutamente inofensivos, colocadores de una mensajería de retaguardia, pues, nunca se meten directamente en la candela. Por lo general, refuerzan o ayudan a reforzar los telegramas e otros más decididos. Sin embargo, contamos esos otros son – peligrosos -  calculada y deliberadamente banales, con precisos objetivos tácticos o estratégicos.

En este  último departamento, personas, incluso, con reconocidas credenciales académicas, suelen hacer el coro de los muchos yerros que circulan en las redes. Por supuesto, cada quien tiene derecho a opinar como le venga en gana, aunque existen percepciones y posturas francamente falaces que delatan al emisor calificado y, al tratar de ensamblar las piezas, atisbamos o descubrimos que, por lo menos, tienen el interés y la esperanza de alcanzar alguna posición burocrática de apostar por el apoyo militante e indisimulado de aquellos que pueden proveerlos.

Preocupa el porcentaje significativo de los banales adrede, porque jamás pueden defender los resultados de Oslo  y sus derivados y, a falta de argumentos, prefieren estigmatizar, atacar y descalificar a los críticos de cuanto diálogo incondicional surge en el horizonte.  Se llega al extremo de conformar sendos laboratorios de opinión, por lo que el asunto va más allá de la polémica estéril que abren en Twitter o las distintas aplicaciones telefónicas.

Inteligentes, sin duda alguna, inventan fórmulas de desprestigio y una de ellas, consiste en acusar de “conspirativistas” a quienes tenemos la convicción de una ofensiva estratégica en el continente  del Foro de Sao Paulo que, apenas recientemente reunido en Caracas, se hace sentir en la desestabilización de Chile y Ecuador, o en los comicios de Bolivia  y Argentina. Vale decir, lo que ha ocurrido y ocurre siempre respecto a los regímenes totalitarios, consolidados o en vías de consolidación, irresponsablemente lo asocian con la creencia de los seres extraterrestres infiltrados en el planeta, la negación de que el hombre haya pisado la Luna o la convicción de que la Tierra es plana.

El problema no está en que el  diputado Stalin González jure que la dictadura venezolana no está en capacidad de influir maliciosa y malignamente en los países vecinos, sino en – apenas – un balbuce de la postura, sin ocasión de argumentar y contra-argumentar. Señal suficiente para que los militantes de la banalidad  orquesten la campaña y refuercen el ambiente de feria en un país sumergido en la catástrofe humanitaria, la censura y la represión.

¿Quién dijo  que toda dictadura es “mocha”? Sobre todo, la que  cuenta con  veinte años adueñada de Miraflores y, empleando cualesquiera recursos, tiene enormes cifras invertidas en armas y servicios de (contra) inteligencias, con una clara vocación transnacional.

domingo, 17 de marzo de 2019

TECLAS

De la existencia digital
Siul Nagarrab


Precursoramente, Giovanni Sartori versó sobre la videopolítica. Asociada a  la lumpen-intelligencija y al homo insipiens, dijo de una poderosa simplificación de contenidos y conductas por la sobreimposición de las imágenes frente al uso de la razón confiable y compartida.
La intensidad emocional del instante, es reemplazada por otro tanto o más explosivo, en una sucesión que banaliza aún las más severas realidades. Útil en muchas facetas, las redes sociales, favorecidas unas más que otras,  parecen más una creación de los psicólogos clínicos y sociales, por la exacta radiografía del momento, que por los periodistas que pugnan por profesionalizarlas exclusivamente.
El dirigente político las sabe una magnífica herramienta,   comprobado por quienes – muy pocos, como María Corina Machado y Leopoldo López -  hacia 2014 convocaron las grandes movilizaciones ciudadanas mediante la telegrafía digital.  Hoy, todavía más, en la era de la represión, la (auto) censura y el bloqueo informativo, no se entiende el oficio de lo público, sin el diestro perolito electrínico.
Un caso de estudio puede ser el de  las cuentas públicas del diputado Juan Guaidó y, particularmente, la del Twitter que para el 5 de enero de 2019, alcanzaba alrededor de cien mil seguidores y, ahora, tiene poco más de un millón.  Al respecto, por una parte, muy conocido en la acera opositora, a pesar de los cien mil, era un desconocido para el país (imagínense los que no pasan de tres dígitos de seguidores, aunque sean dirigentes de una irrefutable – mediana o alta – influencia); por la otra, explicación que podrán dispensarnos los expertos, por mucha publicidad nacional e internacional que tenga, como justificada pertinencia, aún está en la franja del millón y tanto de seguidores, lo que avisa de un crecimiento – si se quiere, lento – siendo noticia viva y continua; y, finalmente, el segmento de las celebridades o notoriedades, ya ineludibles, como los hay, cuenta con más de tres o cinco millones de seguidores, convertida la cuenta en un patrimonio de valor inconmensurable, construidas en varios años, por lo general, a punta de Tweeds y de un aparato genial para las redes (por cierto, todo jefe de Estado o Gobierno, aquí y allá, tiene por inicial garantía ese aparato exponencialmente multiplicado).
El uso de las más populares redes sociales tiene sus bemoles, sobre todo cuando ya no son absolutamente personales y familiares. De tener responsabilidades o proyecciones  públicas, sociales, gremiales y políticas, o privadas de naturaleza gerencial y afines,  obran tres circunstancias: hay que medir lo que se dice o escribe, asesorarse profesionalmente o contratar a un operador, e intentar una estrategia de crecimiento, pues, por mucha influencia que se tenga o diga tener, siendo justo o injusto el baremo, el número de seguidores luce decisivo: crucial en el Twitter de las clases medias, ya no tanto para el Facebook socialmente más democrático, cobrando importancia para el Instagram que busca una identidad entre los venezolanos.
Muy probablemente, el Facebook capitalizará más seguidores en la medida que se escriba largo y tendido, con fotografías y videos cadenciosos u otras florituras que las urgencias del Twitter no consienten. Ésta red social que parece algo así como la patria de los aforismos y las greguerías, géneros de diferencias sutiles, definitivamente la es del motivo gráfico y de los videos sensacionalistas: un flyer bien diseñado y contrastante, o un video en plena acción, son de largo más decisivos para atraer la atención y capturar a un seguidor que la mayéutica, paciente, razonable y serena.
Prisioneros del instante,  lo galopamos en las redes socales que se confunden con la propia existencia. Diríamos, hay un existencialismo digital que pone en duda la autenticidad, un dato esencial de la escuela, imposibilitados del seguimiento a nosotros mismos, harto diferente al templo narcisista del número de nuestros seguidores.

Fotografía: Pieza de Chema Madoz.
17/03/2019:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/34557-nagarrab-s

sábado, 22 de septiembre de 2018

UNA PARTICULAR RADIO EMISORA

Dial Vzlasinfonica
Siul Nagarrab



Presente en otras redes, ya me acostumbré a sintonizar por instantes la cuenta @Vzlasinfonica en Instagram.  Entre los miles de motivos, personales, familiares y políticos de las personas que tengo en mi lista de amigos, sobresale esa bocanada de oxígeno musical.

Unas veces, el rigor de la música académica y, otras, los resplandores de la música popular. No suele extenderse mucho la muestra, pero es suficiente para deleitar el rato de un chequeo del móvil celular y, tomando nota, llegar a casa, chequear con calma el correo y ubicar al artista sugerido para escucharlo completo antes de dormir.

Directores y compositores venezolanos, alternan con los internacionalmente conocidos. De la interpretación sinfónica de una mañana, puede pasar a un estribillo jazzístico más tarde, como ocurre con un pasaje folklórico o una ochentosa melodía pop (la década se nota en los bytes).

Nombres conocidos y desconocidos, niños y muchachos, adultos o muy  adultos, destacan.  Nos enteramos un exitoso joven venezolano que empuña la batuta en Australia, despliega el arco más allá o más acá, familiarizándonos con el nombre.

Esta cuenta en particular, se nos antoja parecida a un día de la AM o FM de antes, con sus muy sobrios espacios programados por la Radio Nacional o la Emisora Cultural de Caracas. ¿Cuántas veces no pasábamos a retirar por Don Disco, el folleto de la 97.7 FM que ofrecía estrictamente de todo, como Vzlasinfonica?

 Luego, no todo fue malo y tan malo en la Venezuela petrolera. Y no todo lo será en la que nos espera, confiando en las nuevas generaciones de artistas que, con toda certeza, sabrán expresar estos tiempos aciagos y responder por los otros que históricamente esperan.

Por mucho que trabajemos y busquemos trabajo, resultan indispensables los momentos de recreación. Digo, he inventado los propios, porque ya la televisión aburre, por satelital que fuese, aunque está en veremos el asuntico de las tarifas, y apelamos a las redes, cuando hay señal.

Una vez, hice caso de la recomendación de Andrés Levell, compositor venezolano que me impresionó, ratificando esa impresión al chequear los videos disponibles a cielo abierto. Otra vez, me causó gracia esa ochentosa recomendación y, exclusiva respuesta de la que nunca se enteraron los cuentadantes de la emisora instragramiana, derivé en el rock británico de los setenta para reivindicar a Los Who, indagar la etapa en la que se hicieron transgresores, frente a las veleidades de Los Beatles o de Los Rolling Stones.

Una cuenta internetiana que, sin ser emisora radial, hace sus veces. Una programación que, a lo sumo, se despliega en un minuto, pero marca las pautas para la personal recreación nocturna.

Reproducción:  Fotografía de Edgar Anzola, “Caracas 1939”. Revista Nacional de Cultura, Caracas, nr. 3 de enero de 1939.

23/09/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/33518-nagarrab-s

miércoles, 29 de agosto de 2018

COSAS DE LAS REDES SOCIALES

(Pre) bernsteinianos
Siul  Nagarrab


El día 25 de los corrientes, el mundo celebró el centenario del nacimiento de un gran director y también compositor estadounidense: Leonard Bernstein. Empuñaba la batuta sintiendo profunda y casi caribeñamente el ritmo, con los gestos apasionados que les fueron tan característicos, así como hoy Valery Gergiev es reconocido por un juego coreográfico y Esa Pekka Salonen por el decidido trazo de sus énfasis ante la orquesta conducida por el espíritu de Marcel Marceau.

Oportuno centenario que, en este lado del mundo, nos impone sobre el ya generalizado desconocimiento de la música académica.  Nos invade una cierta consternación al observar a los muchachos, apretados en el transporte público, arriesgando su propia seguridad personal, enfundados en un par de audífonos de extraordinario volumen, habituados a la pobreza inaudita de la música de moda, atrapados en una relación de concentración e intimidad que, muy probablemente, no sabrá jamás de las riquezas genuinas del barroco, clásico, neoclásico, moderno y contemporáneo, o de la salsa brava, jazz, rock, folklore o de otros géneros de una imaginación que, simplemente, no imaginan.

Además de los estrictamente inherentes a su profesión, Bernstein tuvo el inmenso mérito del incansable divulgador que supo emplear los medios, particularmente la televisión, para enseñar – sobre todo a los jóvenes – los secretos de la música. En las redes sociales, incluso, dobladas al español, encontraremos los ya viejos programas de una paciente y amena pedagogía de la que hay un estupendo testimonio bibliográfico, por su contenido, diseño y diagramación, bajo el sello de la editorial Siruela.

Valga acotar, parecido esfuerzo hizo en Venezuela el eminente Juan Bautista Plaza, quien utilizó la radio hacia un 1939 prebernsteiniano. Además del impreso, el Estado publicó una edición multimedia, bastante limitada que bien merecería volcarse por completo a las redes sociales, tal como se ha hecho con las lecciones de José Antonio Calcaño al reproducir los viejos elepés de los años ’60 del ‘XX, por no citar la historia de la música académica occidental con el colombiano Rodolfo Acosta Restrepo, cuya exposición recomendamos ampliamente.

El consumo cultural en la Venezuela del XXI es realmente miserable, aunque en el espacio de la música académica ya prácticamente nulo, sin emisoras radiales o espacios televisivos realmente especializados. Por el camino que andamos, las nuevas generaciones tardarán en descubrir o nunca lo harán, que hay alternativas diferentes, predispuestos resueltamente a no escucharlas.

26/08/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/33363-nagarrab-s


viernes, 13 de julio de 2018

!AFORISTAS DEL MUNDO, UNIOS!

EL PAÍS, Madrid, 10 de julio de 2018
TIPO DE LETRA
Pensar al sprint
El aforismo vive una edad de oro con antologías y colecciones dedicadas al género
Javier Rodríguez Marcos
    
La revolución digital tiene dos ventajas: la primera, que la gente se ríe sola mientras mira el móvil; la segunda, que el aforismo, tan cultivado en Twitter, es uno de los géneros de moda. Eso si es que es un género literario y no un estado del espíritu, como sostenía Rafael Dieste. José Bergamín, que dijo que ser radical no es más que una forma subterránea de andarse por las ramas, dijo también que el aforismo no es breve sino inconmensurable. Sabía de lo que hablaba: fue el campeón de la chispa de la generación del 27, aquel grupo cuya capacidad para crear imágenes debe tanto a sus propios fantasmas como a las greguerías de Gómez de la Serna y a la finura de Juan Ramón Jiménez.

Las sentencias del padre de Platero están recogidas en dos volúmenes titulados -a su manera, es decir, con jota- ‘Ideolojía’. A ellos acudió Andrés Trapiello para preparar su selección juanrramoniana de Aforismos (La Veleta) y lo mismo ha hecho José Luis Morante con la suya para La isla de Siltolá, editorial con colección propia dedicada al género, igual que Cuadernos del vigía y Renacimiento. Esta última lleva ya una veintena de títulos en la serie A la mínima, dirigida por Manuel Neila, autor en el mismo sello de la antología Bajo el signo de Atenea, que incluye a 10 escritoras “de hoy” como Erika Martínez, Gemma Pellicer, Isabel Bono y Carmen Camacho.

Al contrario de lo que pasa con los novelistas, entre los que es frecuente encontrar especímenes que dicen no leer para que no les influyan, no hay escritor de brevedades que no sea también lector y analista. Se entiende, pues, que la propia Camacho sea la autora de Fuegos de palabras (Fundación José Manuel Lara), un volumen de 500 páginas con hechuras de caja de clavos aunque el subtítulo diga que es una selección del “aforismo poético español” entre 1900 y 2014. Uno de sus aciertos es colocar junto a fijos como Machado, Ory, Ferlosio, Oliván o Andrés Neuman a escritoras como Gloria Fuertes, Chantal Maillard o Julia Otxoa. También a creadores laterales como El Roto o Accidents Polipoètics, aquel dúo que, desde un escenario, nos enseñó que lo que los marineros tienen en cada puerto es una suegra y que los aforismos son “esos perros enanos que intentan morderte si les acaricias”. Max Aub, otro esprínter, estaba en lo cierto: a veces es mejor tener gracia que tener razón.

Fotografía:
Rafael Metlikovez y Xavier Theros (Accidents Polipoètics), en 1998, en Barcelona, durante una lectura en casa de Esther Tusquets, escritora y editora de Lumen. Consuelo Bautista
Fuente:
https://elpais.com/cultura/2018/07/10/actualidad/1531239132_612717.html

viernes, 8 de junio de 2018

CONCEPTO-FETICHE

De qué hablamos cuando hablamos de posverdad
Lucía Méndez

Es el concepto-fetiche de la época, pero casi nadie sabe lo que significa realmente. Lingüistas, psicólogos, periodistas o expertos en redes lo analizan en el monasterio de San Millán de la Cogolla, que ya sufrió su propio ataque de 'fake news' en el siglo V.

20 expertos analizan el fenómeno en un seminario de la Fundéu y lanzan un debate provocador: ¿y si en realidad las 'fake news' son tan viejas como el mund
o?

San Millán de la Cogolla es un pequeño pueblo riojano donde el tiempo medieval permanece detenido en el monasterio de Yuso, grandiosa fortaleza del nacimiento del castellano en las notas de los monjes que ahora llamamos glosas. De esto hace más de mil años. Los escasos habitantes y los turistas sibaritas que disfrutan de la exuberante vegetación de la Sierra de la Demanda pueden escuchar el silencio del mundo y se despiertan con el canto de los pájaros. El monje eremita San Millán, que habitó en estos montes en el siglo V, pasó la mayor parte de su vida en una cueva que se conserva tal cual en el interior de otro monasterio, el de Suso, en lo más alto de la montaña. Una joya.

En tan inspirador escenario, la Fundéu -Fundación del Español Urgente nacida en la Agencia Efe y patrocinada por el BBVA- y la Fundación San Millán convocan todos los años un seminario sobre lengua y periodismo. El debate celebrado en los últimos días del pasado mes de mayo giró en torno al concepto-fetiche de esta época: la posverdad. El lenguaje en la era de la posverdad, se titulaba el seminario. Joaquín Müller, alma de la Fundéu, reunió en torno a la posverdad a una veintena de catedráticos, profesores, lingüistas, psicólogos, periodistas e investigadores de las nuevas tecnologías. Juntos exploraron con lupa de entomólogo las profundas transformaciones sociales y políticas que se derivan de las nuevas formas de comunicación entre los humanos y de las vertiginosas autopistas tecnológicas por las que circula la información, o la desinformación. De qué hablamos cuándo hablamos de posverdad.

El lugar mismo del seminario estaba muy a tono con el espíritu de una época en la que el prefijo -pos está tan de moda como las series de ambiente medieval. A pocos metros de donde descansan los cantorales de los monjes medievales, cuyas voces aún pueden escucharse en el coro de la iglesia si se hace un esfuerzo, se instalaron los algoritmos que ahora transportan el lenguaje humano. Los pájaros que anuncian el alba en estas montañas convivieron durante unos días con el pájaro de Twitter. A tono con el seminario, el propio San Millán del siglo V fue víctima de las noticias falseadas. Sus enemigos le acusaron de malversación de los dineros de la parroquia de Santa Eulalia de Berceo, y el obispo le expulsó del cargo. Así se relata en las redes sociales de la época, que son las pinturas del friso del monasterio.

Este hecho de la biografía del eremita conecta con la primera conclusión del seminario: siempre han existido las noticias falseadas, término que la Fundéu considera más preciso que el de fake news o noticias falsas.

No ha existido nunca un jardín del Edén donde la verdad resplandeciera. Esteban Illades, periodista y escritor mexicano, en su ponencia El fenómeno Trump y las noticias falsas, lo dejó claro. «Las fake news no son un fenómeno nuevo. Existe la manipulación y la desinformación desde hace siglos. Napoleón hizo branded content en la campaña egipcia».

La profesora de Filosofía Laura Alba-Juez ilustró el debate llamando la atención sobre el sentido mismo de la palabra verdad, dejando claro que es poliédrica, difícil de definir y de aprehender.

¿Cuál es entonces la razón del revuelo universal en torno a la posverdad, objeto de estudio académico en todas las universidades y de infinitas glosas periodísticas e intelectuales? La periodista Soledad Gallego-Díaz -que acaba de ser nombrada directora de El País- lo aclaró así en su lección inaugural. No son las noticias falsas de toda la vida. Ni tampoco las mentiras, que son eternas. «Se trata de noticias falseadas intencionadamente que forman parte de enormes redes de desinformación intencionada y extensiva, en las que se utiliza la prodigiosa capacidad de las nuevas tecnologías para difundirlas y llegar a todos los medios a través de los cuales accedemos a la información».

La respuesta a la alarma mundial, por tanto, no hay que buscarla en el fondo, sino en la forma. David García, investigador del Centro de Ciencias de la Complejidad de Viena, señaló que «las noticias, verdaderas o falseadas transitan sin filtro por el espacio digital. La desinformación viaja por las redes sociales seis veces más rápido que la información», según un estudio del MIT. Hablamos de menos cosas, pero habla mucha más gente. Cada individuo se ha convertido en un medio de comunicación que sólo comparte aquéllos contenidos con los que está de acuerdo, sin pararse a pensar si son verdaderos o pudieran ser falsos. Según el periodista Juan Soto Ivars, «la posverdad no es una enfermedad, sino un síntoma, y ha venido para quedarse».

¿Es que acaso los ciudadanos que se dejan embaucar por la desinformación son más ignorantes, o más crédulos, que sus antecesores? «Quien acepta las noticias falsas que circulan por la Red no es necesariamente un ignorante o alguien a quien se engaña; a menudo existe una decisión consciente de aceptar ciertas informaciones, independientemente de su veracidad, para reforzar las propias opiniones o los sentimientos», señalan las conclusiones del seminario.

¿Cómo se llega hasta el cerebro y el corazón de estas millones de personas dispuestas a tragarse cualquier cosa por estrafalaria o extravagante que sea? La respuesta hay que buscarla en la manipulación del lenguaje. Como señaló Elena Hernández, jefa del Departamento de Español al Día de la RAE, «el lenguaje crea realidad». Sobre todo «el lenguaje de las emociones», protagonista de las jornadas de San Millán en tanto que «arma de manipulación».

El psicoterapeuta Luis Muiño expuso las técnicas del «buen manipulador», que son las siguientes. «Resaltar las palabras y ocultar los hechos. Recurrir a eufemismos, no hablar claro y esconder la realidad en una nube de palabras. Usar muchas frases humo y palabras bonitas que no quieren decir nada. Convertir todos los temas en viscerales, establecer una separación radical entre nosotros y ellos y apelar al miedo». «La violencia verbal es más eficaz que la física. La única técnica de persuasión que tienen los poderosos actualmente es el lenguaje», concluye el psicólogo. «Hay que luchar contra el vaciado sistemático de las palabras», opinó el periodista Jordi Corominas. «Algunas personas emplean un lenguaje plúmbeo para dar la sensación de que están diciendo algo interesante», opinó el historiador Óscar Sainz de la Maza.

Cristina Soriano, investigadora del Centro de Ciencias Afectivas de la Universidad de Ginebra, dejó claro en su ponencia -ilustrada con estudios empíricos sobre el uso y el significado de las palabras en los diferentes idiomas- que «las emociones negativas se perciben como más intensas que las positivas, por eso están siempre presentes en los discursos que tratan de manipular». Hay lenguas que disponen de siete palabras para hablar de las emociones, mientras que en el español, se usan miles.

Sin ir más lejos, coincidiendo con la semana de este seminario, la política española se dio un atracón de lenguaje emocional en el transcurso del debate de la moción de censura que cambió el Gobierno. Términos como «traidores», «vendepatrias» o «golpe de Estado», y otros igual de gruesos se escucharon en el Congreso. La despedida de Mariano Rajoy ha deparado asimismo escenas de llanto muy llamativas en sus filas esta semana. Laura Alba-Juez, catedrática de Lingüística inglesa de la UNED, y estudiosa del lenguaje de los tabloides, apuntó que la comunicación nunca ha estado exenta de un componente emocional que no necesariamente ha de ser negativo.

El lenguaje de las emociones negativas, que viajan a toda velocidad por la Red, es fundamental en la creación de las noticias falseadas y da origen a otra de las palabras fetiche del mundo digital: burbuja. Un término que acompaña a la crisis de época, así en las finanzas como en la revolución digital. La tecnología crea burbujas «en las que los ciudadanos solo están en contacto con ideas y opiniones que coinciden con las suyas».

Lo que vemos en Facebook o en el buscador Google es lo que sus algoritmos nos preparan especialmente para nosotros. Las «cámaras de eco» inhiben la capacidad para la autocrítica e impiden tener en cuenta las opiniones de los demás.

Visitar el claustro del monasterio de Yuso es evocador y sugerente después de escuchar estas reflexiones. En la era de la comunicación global, podemos acabar como los monjes medievales, dando vueltas y vueltas bajo las arcadas de medio punto, escuchando sólo nuestros propios pensamientos.

El espinoso papel de los medios de comunicación en la era de la posverdad centró parte de los debates. Soledad Gallego-Díaz señaló que no podemos caer en la tentación de «echar la culpa a la posverdad de todo lo que no nos guste en nuestra sociedad», pero defendió que es imprescindible «defender la verdad periodística basada en hechos comprobados de acuerdo con reglas y mecanismos profesionales de verificación».

La revolución tecnológica ha dejado al periodismo tradicional a los pies de los caballos de las grandes tecnológicas. La conclusión del seminario es que «el cambio de la forma en la que los ciudadanos se acercan a las noticias (antes las buscaban, ahora les llegan a través de las redes, a menudo ya seleccionadas) favorece la difusión de las falsedades». En opinión de los ponentes, es muy importante que las personas dedicadas a la comunicación sean capaces de manejar la «inteligencia emocional».

Según Emilio Martínez, catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Murcia, «conocer el lenguaje de las emociones nos hace ser personas más críticas». José Miguel Fernández-Dols, catedrático de Psicología Social de la Autónoma de Madrid, considera que «la prensa sí tiene un papel educativo». Los periodistas Esteban Hernández, Magda Bandera y Pablo Blázquez alertaron sobre la responsabilidad de los medios frente a la difusión de las noticias falsas y el uso del lenguaje y las metáforas.

Hubo consenso en que «los medios deben tener cuidado en el uso del lenguaje para no apelar a las emociones, sino a los hechos». Ahora bien, nadie se engaña sobre la pérdida de influencia y capacidad de la prensa para establecer qué es la verdad, y qué es la posverdad. «El papel de jerarquización y verificación de la información que hacían los medios ha desaparecido o está desapareciendo», resumió la escritora Irene Lozano.

El oscuro e inescrutable papel de los algoritmos de Google o Facebook -cada vez más sofisticados, según el periodista Mario Tascón- para jerarquizar en la Red las noticias que publican los medios quedó en el aire. Y también la obsesión del periodismo por llamar la atención del «usuario» y competir con los infinitos estímulos de distracción al alcance de la mano, o del mando.

Fuente:
http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/06/09/5b1a646a268e3e74068b45ec.html
Ilustración: Ronnie Cutrone.

jueves, 29 de marzo de 2018

LA DIGNIDAD DE LOS VENCIDOS

EL MUNDO, Barcelona, 24 de marzo de 2018
LOS INTELECTUALES Y ESPAÑA
Arcadi Espada
"Los políticos pagan como es debido por sus errores, los periodistas no"
Rafa Latorre
   
Francisco Camps fue un político de éxito, de los que se bañan en masas. A Arcadi Espada (Barcelona, 1957) no le interesó hasta que yació (políticamente) a dos metros bajo tierra. El periodista ya se había ocupado de otros apestados, como unos franquistas buenos que salvaron judíos o unas familias acusadas de vender a sus hijos en el Raval. Un buen tío es la revisión de una condena perpetua que no fue dictada por un juez.

¿Le gustan las historias de perdedores?
    Hoy la mayor parte de los periodistas son ñoños, es un oficio dominado por la corrección política, por el que dirán. Acabo de cumplir sesenta años y yo quiero recordar que hubo una vez en la cual, se hacía peor periodismo que ahora pero no era un periodismo ñoño y un periodista no habría entendido que le hicieran esta pregunta. Porque un periodista habría ido a contrapelo de la vida. Se habría ocupado de los losers, de los desheredados, de los humillados, de los ofendidos.
Usted escribió hace 20 años que: "No siempre los perdedores llevan razón, o no la llevan en todo lo que defienden, pero estar con ellos te evita muchos quebraderos de cabeza (...) Si a uno le abandona la razón objetiva, siempre le quedará la razón moral". Era en realidad una advertencia.
    Ahí más que la razón moral debería haber dicho la razón estética. Un perdedor es algo con lo que hay que tener mucho cuidado, porque es muy seductor. Cuando la gente me dice, 'pero ¿cómo se atreve a escribir sobre Francisco Camps?', yo reacciono airadamente pero en el fondo tengo una enorme satisfacción, pues qué dandismo más extravagante escribir sobre una persona que tiene tan poco que ver conmigo. Aunque a lo mejor tiene más que ver de lo que yo pienso. Ocuparse de los perdedores, de los vencidos es lo que los periodistas hacíamos porque ahí estaba buena parte de la razón moral, ahí estaba la razón estética y ahí estaba lo más extraordinario de nuestro oficio. Hay un plus muy interesante en el trabajo sobre el caso Raval, los franquistas que salvaron judíos [En nombre de Franco] o sobre Francisco Camps. Toda esta gente está en un rincón de la cochiquera y tú vas allí y hablas con ellos, te das cuenta de que son gente vencida y de que conservan una dignidad que no tiene nada que ver con su derrota. Francisco Camps lleva razón, los franquistas que salvaron judíos llevan razón, las familias a las que arrebataron sus hijos en el Raval llevan razón y llevan razón en Cataluña todos los que se han opuesto a la desagradable dictadura del nacionalismo.
Da la sensación de que quien menos le comprende son los demás periodistas.
    Es que los periodistas somos una gente extraordinaria. Nos pasamos la vida poniendo de vuelta y media a todo dios, hasta que llega alguien y se ocupa de un pequeño error, sintáctico o moral, y entonces ponemos el grito en el cielo, empezamos a odiarle y decimos que perro no come perro y esas sandeces que forman parte de lo peor de nuestro oficio.
Sin embargo usted se sigue tomando muy en serio los periódicos. Ha hecho casi un género de tomarse en serio los periódicos.
    En las primeras páginas de este libro digo con una cierta ironía que casi soy un personaje patético porque tal vez sea el último hombre que se tomó en serio los periódicos. Cómo no me los voy a tomar en serio si yo todo lo he aprendido de los periódicos. Yo me leo los periódicos hasta el final, además, como Noam Chomsky [La verdad está en el último párrafo"]. Debería haber más gente que se ocupase de los periódicos porque los periódicos son cada vez más importantes. Si usted sale ahora a la calle y pregunta: ¿usted se acuerda de un presidente que se llama Francisco Camps? Sí, claro que me acuerdo, un corrupto de Valencia. ¿Usted sabe que fue juzgado? Y tanto que fue juzgado: fue condenado... esa es la percepción que la gente tiene sobre Camps. ¿Quién ha creado esa percepción completamente devastadora y errónea? Los periódicos. Siguen organizando el guion del mundo. Las televisiones les ponen a los periódicos un poco de hígado, algunos fluidos, bilis, lágrimas... esas cosas, pero el guion es el de los periódicos. También organizan la conversación de Twitter sin que se les pague derechos de autor. Los periódicos siguen siendo fundamentales en la vida de los hombres aunque como negocio estén a punto de desaparecer. Ocuparse de ellos es una obligación intelectual de primer orden.
¿Usted lee Twitter? ¿Le interesa lo que dicen de usted ahí?
    Yo estás cosas me las sé porque tuve un blog que tuvo mucho éxito a partir del año 2004. Duró tres años. Ahí se hacían muchos comentarios y vi el nacimiento de cuestiones como el anonimato o los trolls. Luego salió Twitter y durante una época lo miraba, me di cuenta de que era todo aquello que ya conocía y lo dejé. Eso sí, hice una antología durante algunos meses de la cantidad de insultos que me dedicaban. Pero por cuestiones extraordinarias. Porque a mí que me insulten los nacionalistas me parece casi obligatorio, que me insulten los católicos también me parece obligatorio, que me insulten las mujeres también me parece normal, yo soy un carcamal perfecto. Lo que me sorprendió muchísimo es que me insultaran los partidarios de Fernando Alonso, por ejemplo, porque una vez se me ocurrió decir que siempre perdía, cosa que no era una opinión sino un hecho. Eso me costó una serie de insultos tal que me llevó a hacer unos PDF que por cierto tiene la Guardia Civil y que estoy esperando que hagan algo respecto de algunas amenazas de muerte.
Uno lee Twitter y da la impresión de que usted es un psicópata. Bueno, quizás le consuele saber que también da esa impresión de Javier Marías.
    Las personas que escribimos con nuestra lengua, y Javier lo hace en sus artículos, tenemos unos graves problemas, porque ahora hay que escribir con la lengua del otro. No lo van a conseguir. Yo me moriré o dejaré el oficio antes de escribir con la lengua de los otros. Ni la lengua de las mujeres, ni la lengua de los políticos, ni la lengua de los futbolistas. Yo escribo con mi lengua, que es como deberían escribir todos los periodistas, porque las palabras que hay que utilizar para hacer periodismo no son las palabras de los gremios, ni físicos ni morales, son las palabras de todos y no pueden estar ceñidas, dictaminadas y judicializadas por lo que cada gremio diga. Hoy [martes 20 de marzo] hay una carta en nuestro periódico en la que le reprochan a Raúl del Pozo que utilice el asperger como metáfora. Yo contestaría: mire, yo pongo esto porque me da la gana. Cuando a alguien lo acusan de hacer metáforas están muy cerca de que se te hinchen las pelotas.
Cuando los periódicos se ocupan del caso de los trajes de Camps estamos en los albores de las redes sociales. No tenían la influencia de hoy.
    Hay una cosa en este libro que es muy extravagante. Porque nos pasamos la vida diciendo: claro, el periodismo de ahora está mal pagado, los becarios están subyugados... No digo que no sea cierto que el periodismo se ha proletarizado. Los responsables de estas 400 y pico de páginas [señala su libro] son periodistas muy bien pagados, veteranos, alguno de ellos premiado, y no me consta que haya ningún becario entre ellos. El periodismo de hoy es mucho mejor que el de hace 20 años pero en el periodismo se siguen cometiendo gravísimos errores y al contrario de lo ocurre con los jueces o los médicos o los políticos, esos gravísimos errores no se pagan como es debido.
A la hora de explicar el tratamiento mediático de su caso, Camps, hombre religioso, cree en una teoría del diseño inteligente. Una conspiración, vamos. Usted tiene una teoría más profana donde operan la pereza, el sectarismo y también algún componente personal.
    Los componentes personales son difíciles de analizar. Pero cómo puedo yo soslayar que la peculiar posición de Valencia en el mundo, esa especie de doble desprecio madrileño y catalán, está en el origen de buena parte del trato que Camps recibe en el periódico. Los titulares que escribe El País sobre Camps jamás se habría atrevido a escribirlos sobre Pujol. Es más, no se ha atrevido a escribirlos sobre Pujol. No estoy hablando de una ucronía sino de algo que es comprobable.
Pero el director de El País de entonces, Javier Moreno, es valenciano.
    Claro. Cómo puedo yo sostener, si no es mediante un juicio de intenciones, que Javier Moreno representa una Valencia que es contradictoria con la Valencia que representa Francisco Camps. Por razones sociológicas, estéticas, políticas e ideológicas. Es una hipótesis. Por eso le escribí una carta a Moreno, para preguntarle cómo es que le dedicó 169 portadas durante tres años a un hombre que se había comprado cuatro trajes. ¿Por qué el señor Moreno no contesta a mi carta? Es director de la Escuela de Periodismo de El País. Mi amigo Juan Abreu me dice que lo que debe hacer Francisco Camps es sentarse con un montón de libros en la puerta de la Escuela de El País y darle uno gratis a cada alumno que entre. Tome usted, este es el libro del curso. Un buen tío. Cuando me detallen los errores de este libro los corregiré. ¿Por qué El País no ha pedido perdón en un editorial por haber defendido durante tres años algo que era falso?
En el caso de Camps, y también lo he visto en el caso de Jordi Cañas, ni siquiera la dimisión redime.
    ¿Sabe usted lo que escribe El País el día de la absolución? Que el jurado ha tomado una decisión política, es decir, que han votado no en razón de la verdad sino en razón de la ideología. Esto dice El País en un editorial. Y luego le reprocha que tiene faltas de ortografía. A Llarena no se lo reprocha, claro. Ni a Garzón.
Usted asegura que Camps no es más que un concepto pero en su escritura percibo cierto cariño hacia él. Algo que va más allá del respeto y por supuesto de la frialdad del concepto.
    Sí, me cae bien, Camps. Pero es irrelevante. No debería notarse en el libro. Si se nota en un exceso que oscurezca el análisis, habrá sido un error. Pero es el momento de decirlo: Camps me cae bien. Porque me parece un político inteligente, honrado y trabajador. Y un hombre tocado a veces de un humor negro que me lo hace bastante agradable. Como cuando dice que cuando tiene que rellenar un formulario tiene siempre la tentación de poner en el campo de la profesión: imputado. Ah, y porque considero que es un completo inocente. Hay que decir una cosa. Yo he conocido al loser. Al Camps perdedor, a un hombre vencido. Al hombre de los éxitos, del entusiasmo, no lo he conocido.
El método de análisis que usted utiliza para este caso también se puede aplicar a otros casos serializados por la prensa, ¿verdad?
    Hombre, ¿usted se imagina aplicar esto que he hecho con Camps a las informaciones de El Mundo sobre el 11-M? ¿Sobre los agujeros negros? Sería un ejercicio maravilloso. ¿Y se imagina hacerlo con lo que publicó El País sobre el Prestige? [Arcadi Espada asume que el estilo es una cuestión moral. Cuando está llegando al final del libro, el lector de Un buen tío experimenta una sensación parecida a la que experimenta el lector de Moby Dick, aquel tedio infinito y degradante con el que Herman Melville pretendía acercar el ambiente que se vivía a bordo del Pequod. El lector de Un buen tío llega a exclamar: "¡Otra maldita portada!", mientras que la voz del narrador se va desesperando cada vez más.]
En su método narrativo hay una segunda voz que relata los hechos sin citar la fuente de la que proceden. Sin trazabilidad, como si le pidiera a los lectores una cuestión de fe.
    ¡Fíjese usted lo que me está diciendo! ¡Es maravilloso! ¡Una cuestión de fe! Éste es un punto clave. Los periódicos eran antes aduanas y hoy son orinales. Ahora está todo junto. Da igual que sea la UDEF, que sea Pujol, que sea Espada con sus locuras... ¿Sabe usted que hay periodistas que cuando los llama un juez se escudan en que lo que han escrito se lo ha dicho la UDEF? ¿Y? ¿Por qué la UDEF no escribe un artículo y lo firma? No, mire, el que firma una información se responsabiliza de esa información desde la primera comilla hasta la última. Yo quiero que esa responsabilidad vuelva a estar en el centro de la participación del periodismo en la construcción de lo real. A mí me pasa como a Jordi Pujol cuando decía aquello de ¿quién coño es la UDEF? Porque en eso Pujol tenía mucha razón. ¿Sabe cuál es el problema de los periodistas que no son sectarios? Que Jordi Pujol tiene razón a veces y que nosotros, los periodistas, hemos publicado informaciones absolutamente vejatorias y falsas sobre él, que no es, como comprenderá, de las personas más simpáticas del mundo para mí. Cuando yo sé algo, lo escribo y me responsabilizo de ello.
¿La confesión de Ricardo Costa no le ha hecho cambiar su percepción de Francisco Camps?
    Este libro se ocupa de los trajes de Camps. De nada más. Pero yo me ocupo de lo que me da la gana y por supuesto me puedo ocupar de Ricardo Costa y de su confesión. Vamos, su supuesta confesión. Porque al final esa confesión consistía en la obediencia debida. Patético. No cambiaré mi percepción sobre la honradez de Francisco Camps, en todo lo que yo conozco de Francisco Camps, incluida la financiación supuestamente ilegal del PP. Porque he llegado a formarme una idea sobre ese asunto. La obligación del señor Ricardo Costa, al igual que la del señor Álvaro Pérez era haber presentado pruebas sobre lo que estaba diciendo. No lo hicieron y yo soy muy sensible a las pruebas.
Usted dice que la mentira es seductora mientras que la verdad es menos combativa.
    Yo le recriminaba una vez a Camps una estrategia mediática [su abogado le aconsejó no contestar a los medios] en la que yo creo que se equivocó y él me decía: "Admito que puedo haberme equivocado pero usted no sabe la vergüenza que yo pasaba, al plantearme la posibilidad, al principio de los tiempos, de que un presidente de la Generalidad tuviera que ir a hablar en una rueda de prensa de cuatro trajes. Me daba una vergüenza infinita". Yo lo comprendí la noche en que me lo explicó. El pudor.
¿No cree que el proceso mediático de Camps es indisociable del estallido de la crisis?
    ¿Usted recuerda aquella portada en la que El País abre con una información que dice que Costa llama a Camps o al revés [cuatro columnas]? Ese mismo día, al lado, en pequeño [una columna], informa de una reunión decisiva para el futuro del euro. A mí el caso Camps me ha interesado por muchas razones y una de ellas es que para mí el nacimiento del populismo judicial y mediático está ahí. Se pueden buscar precedentes, claro. Garzón es la cuna del populismo judicial. Pero la pena del telediario en su acepción más brutal y más ruda es este caso. Y esto no se hubiera producido en las mismas circunstancias [sin la crisis]. Aquí ha habido un ajuste de cuentas. Las sociedades derrochadoras, dilapidadoras, teníamos que ajustar las cuentas en el sentido del balance, de que teníamos que pagar lo que debíamos, pero también debíamos ajustar las cuentas a los presuntos malvados como Camps. Este libro se podría haber titulado, en lugar de Un buen tío, El ajuste de cuentas.
Todo lo que tuvo la comunidad valenciana lo tuvo Cataluña. Quiebra y corrupción. Es más, en Cataluña sí que hay una sentencia por la financiación ilegal del partido en el gobierno. Pero la clase dirigente catalana no sólo no fue el chivo expiatorio de la crisis sino que se regaló una república a sí misma.
    Una de las características del nacionalismo en Cataluña es que no ha pagado nunca por nada. Es el culpable desde hace 40 años de haber llevado a una sociedad bastante interesante a la decadencia y todavía es la hora de que pague un ápice. Es más, ahora estamos observando una maravillosa exhibición de la típica sinvergonzonería catalana. La exhibe una persona como Mas Colell. El típico sinvergüenza catalán. Una de esas personas de las que se ha exagerado mucho su competencia científica. Admitamos que es un buen economista, que su manual de microeconomía está bien y que es un punto de referencia para muchos estudiantes. Es un sinvergüenza. En vez de ponerse de hinojos, de pedir humildemente perdón, arrodillado, con las rodillas llagadas y hechas sangre putrefacta; todavía es la hora de que se quite esa mirada soberbia de la cara y dé explicaciones de por qué puso su prestigio al servicio de una causa infame. Y él es el paradigma, pero hay cientos de personas así en Cataluña. De Mas Colell a Rosa María Sardá, por recorrer todo el espectro.
Usted se fue a visitar al sastre José Tomás, clave para imputar a Camps, en un viaje penoso a Villaviciosa. La cosa terminó de una manera algo desagradable. ¿Mereció la pena?
    Mereció la pena. El caso Camps se sostiene en un hombre: el sastre José Tomás. Ese hombre había mentido cuatro veces antes y a pesar de ello se atiende a su testimonio. Él había dicho primero ante Garzón que Camps se pagaba los trajes y luego dijo que no. En el juicio oral vuelve a decir que no se pagó sus trajes y eso es lo que permite llegar al juicio. Años después, voy a visitarle y, en el colmo de su labor de insider, me dice que Álvaro Pérez se acostaba con él [Francisco Camps] y con ella [Isabel Bas, la mujer de Camps]. Con él y con ella. Él y ella. Cualquiera que llegue al final del libro y lea esta escena puede ver cómo se desmorona todo.

Fuente:
http://www.elmundo.es/opinion/2018/03/24/5ab506d622601dfe2c8b4666.html
Fotografía: Antonio Heredia.