Del otro proceso de Moscú
Luis Barragán
Nadie puede negar el aporte del socialismo del XXI al mundo, experimentando una lenta, pero segura purga de sus cuadros más estelares. Cada vez de una menor rotación, en los últimos años, la depuración burocrática antecede a la defenestración real o histriónica de aquellos que puedan rivalizar, esta vez, con Maduro Moros en la conducción de la nave que, por maltrecha que se encuentre, todavía soporta y exhibe una poderosa artillería.
Cabe el gesto teatral de aquellos que saben muy bien que la etapa semicompetitiva del autoritarismo, según la prédica de algunos cotizados politólogos, ha pasado. Para no arriesgar el propio pellejo y el de sus familiares, ceden posiciones, aunque – a la vieja usanza – les niegan las embajadas y consulados más apetecibles, pues, se encuentran en manos de los afectos más allegados al gran dispensador y a su entorno. No obstante, por el angosto juego de poder que dejó abierto el antecesor, optando por un sucesor que gozaría de la ayuda de los que, en momentos, se creyeron sus pares, sinceradas cada vez más las intimidades del poder establecido, se asoman algunos dramas de disidencia activa y militante.
Ya no nos referimos a Giordani y a todo el grupo que representa, al fin y al cabo, funcionarios simplemente administrativos que sobrevivieron en varias ocasiones, sino a Miguel Rodríguez Torres y a Rafael Ramírez, acaso, el más emblemático por el control que ejerció sobre la industria y la política petrolera, esperando largamente el turno Diosdado Cabello. Al parecer, todo comienza por un disenso inicialmente tímido que ha de cobrar fuerza de no existir una mayor compensación que la de una embajada como la que tiene por sede a Nueva York, autorizando a otras presiones que se cotizan en la dinámica gubernamental y que, por razones de naturaleza política o no, pueden determinar la ruptura o la más hábil administración de la ruptura que se pueda, dejando la puerta abierta a un regreso o, cerrándola, aventurándose en otras iniciativas – preferiblemente - desde un confortable exilio.
De hacer caso a la denuncia que hizo Luis Ortega Díaz para un programa conducido por Leopoldo Castillo en Estados Unidos, o en otra oportunidad que ahora no recordamos, más o menos recientemente, está la modalidad del soborno de aquellas figuras que despuntan, como presuntamente Jorge Rodríguez lo intentó, mediante 50 millones de dólares, sumado el testaferro, a objeto de que renunciase a la Fiscalía General de la República. Digamos, una limpieza más amable, generosa e indolora que exige el cumplimiento de requisitos ineludibles, como el de la importancia y jerarquía del sujeto a sobornar, una incidencia real en la opinión pública y un conocimiento exacto de los grandes secretos que consideran irrevelables.
Incurriendo en un monumental fraude electoral, la tal constituyente se ofreció como un mecanismo de compensación de los dirigentes problemáticos que, por incumplir con los citados requisitos, deberán conformarse en una instancia inoperante y a la merced de las instrucciones recibidas por la junta directiva. Los que se suponen más audaces, el aparato burocrático los ha neutralizado y, por ello, a Ameliach no le ha quedado más remedio que dejar pasar la afrenta de Lacava.
Solamente los antagonismos del poder pueden dirimirse entre quienes fueron o todavía son sus mejores beneficiarios y de aquél trío que parecía complementarse, después del magno sepelio, queda intacto únicamente el heredero expresamente testamentario que, es necesario reconocerlo, ha tenido una paciencia extraordinaria para mover el tablero y trastocar en peones a los otrora alfiles del apogeo petrolero.
Harto diferentes las condiciones y circunstancias, siendo imposible emplear medios más expeditos y brutales, inmediatos y contundentes, por métodos distintos dan cumplimiento a las enseñanzas de Stalin, bien replicadas en Europa Oriental, China, Norcorea, Vietnam y Cuba. Y es que todo régimen de fuerza, con mayor razón de vocación y cuño totalitario, en nombre del proletariado, de la raza superior o de cualesquiera otros motivos, incluso, religioso, no se entiende sin la ineludible dinámica de una profunda oligarquización y nepotismo.
Reproducciones: Stalin, según Pablo Picasso. El Nacional, Caracas, 25/03/1953.
08/01/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/31651-barragan
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