EL NACIONAL - VIERNES 1 DE DICIEMBRE DE 2000 / OPINION
Otro round: Pastrana-Chávez
Jesús Sanoja Hernández
Entre Venezuela y Colombia el punto de máxima tensión en los últimos 35 años fue, sin duda alguna, "el incidente del Caldas", agosto de 1987, y si escojo el período ("los últimos 35 años") se debe a que en 1965 arrancó, con cierta conversación acerca del nuevo Derecho del Mar, "el diferendo del Golfo". Habría que establecer cuatro diferencias entre lo acaecido en agosto de 1987 y lo que ahora desfila ante nuestros ojos.
La primera es que lo del Caldas tuvo como raíz la delimitación de las áreas marinas y submarinas entre ambos países, especie de prolongación de una serie de conflictos territoriales en los que Venezuela resultó perdedora, cuyos hitos fundamentales lo constituyeron el Laudo Español (1891), el Laudo Suizo (1922) y el Tratado de 1941 firmado entre los presidentes López Contreras y Eduardo Santos, mientras los choques verbales de hoy están centrados en las visiones opuestas que los presidentes Chávez y Pastrana tienen acerca de la crisis colombiana: "guerra interna" según aquél, "conflicto interno" según éste.
La segunda es el desarrollo acelerado de lo que José Vicente Rangel -y creo que poco antes de él Uslar- calificó en 1991 como "la quinta frontera": los indocumentados, los secuestros, las vacunas, las incursiones de grupos guerrilleros y el narcotráfico. No que tales fenómenos no existieran antes de 1987, sino que no habían alcanzado las dimensiones de los 13 años corridos entre 1987 y el 2000, introduciendo variantes como la de los "desplazamientos" en el caso de los indocumentados.
La tercera es que la guerrilla colombiana no había escogido a Venezuela -ni tampoco el gobierno del vecino país- como escenario para conversaciones con la anuencia de Miraflores y la Casa Amarilla. Célebres fueron, por ejemplo, los encuentros en el segundo gobierno de Pérez cuando aún existía el M-19, así como también los contactos a lo largo de la administración de Caldera II. De algún modo nuestro país, como anfitrión o como observador en la paz, servía de puente para las negociaciones, algo que continuó con el advenimiento del régimen bolivariano, así el presidente Chávez, de entrada, declarara la neutralidad de Venezuela y abriera las puertas a la sospecha (que, para sus adversarios, es certeza) de que privilegia a "los rebeldes".
La cuarta, y tal vez de más enojoso curso y peligrosos enfrentamientos, es la aprobación del Plan Colombia, alborozadamente recibido en Bogotá y duramente criticado por los ideólogos de la V República, quienes destacan el "componente militar" como desmesurado en comparación con "el componente social", y hasta manejan la tesis de una eventual vietnamización de Colombia e, incluso, califican sus consecuencias como regionales, es decir, con extensión a los países vecinos. Aquí entraría (agregan ellos), antes que ninguno, Venezuela.
Esta cuarta característica implica, asimismo, a Estados Unidos, especie de Gulliver en territorio de pigmeos, y esto dicho sin que se discutan las intenciones que el Pentágono y el Departamento de Estado abriguen, porque, aun siendo buenas, dejan margen para que intérpretes de la izquierda radical y patriotas irredentos revuelvan el pasado, no ya con el monroísmo de la era Mc Kinley-Teodoro Roosevelt, ni siquiera con los episodios de República Dominicana, Granada y Panamá, sino con la manipulación del negocio del narcotráfico, reprimido o estigmatizado y necesario de reprimir en los centros de producción y florecimiento en los centros de consumo, Estados Unidos especialmente.
La cuarta diferencia viene a constituirse así en quebradero de cabeza, tanto para "la oligarquía colombiana" como para el régimen bolivariano. Colombia goza del privilegio de Estados Unidos y el chavismo, por el contrario, es mal visto en "la metrópoli". Pero hay más: en Colombia los medios de comunicación y, en general, los sectores opinantes y, desde luego, el bipartidismo, que allá sí es duro de matar, se solidarizan con la posición de Pastrana y Fernández de Soto, en tanto, en nuestro país las voces críticas hacia Chávez y Rangel por su actuación en "el caso Colombia" parecen ser mayoría. En Colombia hay un bloque de opinión a favor de la política de su gobierno frente a Venezuela, y en Venezuela hay heterogeneidad de opiniones, las más de ellas adversas a nuestra manera de negociar, dialogar o discutir.
En 1987, cuando Colombia quiso probar la reacción del gobierno de Lusinchi, encontró decisión en éste, pero también fortísimo respaldo de la opinión pública y de los partidos, sin importar su ubicación en el centro, la izquierda o la derecha. Al fin y al cabo, el país defendía lo suyo, superando reveses como los de 1891, 1922 y 1941. En este 2000, el "conflicto interno" al que Pastrana le otorga 40 años, a pesar de que comenzó en 1948, pone al rojo vivo las relaciones entre "los países hermanos".
Fotografía y brevísima nota LB : Respuesta de alta circulación digital, suscrita por el ex-presidente colombiano. A la del diferendo colombo-venezolana, existe otra históricamente ininvestigada de los impactos cívicos mutuos, coincidencias y discrepancias, que vayan más allá de las consabidas intrigas grancolombianas.
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