viernes, 12 de abril de 2013

CAMPAÑAS ELECTORALES: 1963


De acuerdo con la prensa escrita de la época, como ya había ocurrido en 1958, los grandes avisos son frecuentes en 1963. Para la época, seguramente costosos, pero – a diferencia de la nuestra – traen más textos que diseño y diagramación. Quizá la radio, más que la televisión, era decisiva en la transmisión del mensaje. Y no se requería de expertos foráneos, como ocurrió después, ni de la guerra de encuestas.

Luce interesante la posibilidad de una historia de las campañas electorales venezolanas, desde la propia campaña electoral. Es decir, dando cuenta de la estrategia electoral, la identificación y conquista de los sectores decisivos, el diseño publicitario, la disciplina de los candidatos, el ingenio de sus colaboradores, la capacitación de sus cuadros electorales, los estudios de opinión, la movilización de masas, el discurso, el “souvenir”, etc.  Y, por supuesto, el éxito como el fracaso de los diferentes aspirantes, habida cuenta de los “issues” de campaña que lograron imponer, resistir o – en definitiva – lidiar.

Una historia de las campañas electorales  significa también hurgar en los viejos y sobrevivientes archivos de los organismos electorales y, como ocurría, de las diligencias y decisiones judiciales. Hay mucha tela que cortar y no sólo por la mera curiosidad histórica y, agregaríamos, antropológica, sino por el interés que ahora los consultores puedan demostrar.

No olvidemos que una historia de las campañas, es la del Consejo Supremo/Nacional Electoral, la de su conformación, eficacia, diligencia, aciertos y desaciertos.  Incluyendo la capacidad y habilidad política de quienes lo encabezaron, pues, esta capacidad y habilidad no es monopolio de los profesionales de la política partidista.

Completando nuestros enunciados sobre 1963,  no es fácil trasladar a los actores políticos de una época a otra, pero sí adivinar que – a modo de ilustración – ahora sería difícil “vender” a un candidato como Leoni, pero también convenir en lo relativo de la apreciación, pues, por distintas circunstancias, lo era con Carlos Andrés Pérez en 1973. Empero, todos sabemos lo que ocurrió, gracias a una adecuada estrategia, convirtiendo sus debilidades como candidato (ministro-policía, etc.) en ventaja (democracia con energía). Para concluir estas apretadas notas, solamente debemos mencionar una distinción entre aquellos tiempos y el nuestro: el reconocimiento hacia los partidos, la política y quienes la hacen.  

Digamos, el oficio con sus propias e intransferibles exigencias, aunque - también importa reconocerlo - realizado por quienes gozaban de reputación, prestancia o prestigio para ello. La antipolítica todavía no había llegado a nuestras riberas. Además, el recuerdo de la dictadura estaba reciente, pero - igualmente - cursaban otros acontecimientos que ponían a prueba a las instituciones. Éste es el dato fundamental.

Finalmente, una curiosidad: sorprende que ciertas personalidades hayan contado con el reconocimiento inmediato de la ciudadanía, familiarizada con el nombre y la estampa. Tarda en diluirse, pero - cuando lo hace - es completamente, y - quien gozó de tanta fama - entra en un anonimato sorprendente, excepto para los historiadores. ¿Tardan en diluirse en una o cuatro generaciones?
LB

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