De acuerdo con la prensa escrita
de la época, como ya había ocurrido en 1958, los grandes avisos son frecuentes
en 1963. Para la época, seguramente costosos, pero – a diferencia de la nuestra
– traen más textos que diseño y diagramación. Quizá la radio, más que la
televisión, era decisiva en la transmisión del mensaje. Y no se requería de
expertos foráneos, como ocurrió después, ni de la guerra de encuestas.
Luce interesante la posibilidad
de una historia de las campañas electorales venezolanas, desde la propia
campaña electoral. Es decir, dando cuenta de la estrategia electoral, la
identificación y conquista de los sectores decisivos, el diseño publicitario,
la disciplina de los candidatos, el ingenio de sus colaboradores, la
capacitación de sus cuadros electorales, los estudios de opinión, la
movilización de masas, el discurso, el “souvenir”, etc. Y, por supuesto, el éxito como el fracaso de
los diferentes aspirantes, habida cuenta de los “issues” de campaña que
lograron imponer, resistir o – en definitiva – lidiar.
Una historia de las campañas
electorales significa también hurgar en
los viejos y sobrevivientes archivos de los organismos electorales y, como
ocurría, de las diligencias y decisiones judiciales. Hay mucha tela que cortar
y no sólo por la mera curiosidad histórica y, agregaríamos, antropológica, sino
por el interés que ahora los consultores puedan demostrar.
No olvidemos que una historia de las campañas, es la del Consejo Supremo/Nacional Electoral, la de su conformación, eficacia, diligencia, aciertos y desaciertos. Incluyendo la capacidad y habilidad política de quienes lo encabezaron, pues, esta capacidad y habilidad no es monopolio de los profesionales de la política partidista.
No olvidemos que una historia de las campañas, es la del Consejo Supremo/Nacional Electoral, la de su conformación, eficacia, diligencia, aciertos y desaciertos. Incluyendo la capacidad y habilidad política de quienes lo encabezaron, pues, esta capacidad y habilidad no es monopolio de los profesionales de la política partidista.
Completando nuestros enunciados
sobre 1963, no es fácil trasladar a los
actores políticos de una época a otra, pero sí adivinar que – a modo de
ilustración – ahora sería difícil “vender” a un candidato como Leoni, pero
también convenir en lo relativo de la apreciación, pues, por distintas
circunstancias, lo era con Carlos Andrés Pérez en 1973. Empero, todos sabemos
lo que ocurrió, gracias a una adecuada estrategia, convirtiendo sus debilidades
como candidato (ministro-policía, etc.) en ventaja (democracia con energía).
Para concluir estas apretadas notas, solamente debemos mencionar una distinción
entre aquellos tiempos y el nuestro: el reconocimiento hacia los partidos, la
política y quienes la hacen.
Digamos, el oficio con sus propias e intransferibles exigencias, aunque - también importa reconocerlo - realizado por quienes gozaban de reputación, prestancia o prestigio para ello. La antipolítica todavía no había llegado a nuestras riberas. Además, el recuerdo de la dictadura estaba reciente, pero - igualmente - cursaban otros acontecimientos que ponían a prueba a las instituciones. Éste es el dato fundamental.
Finalmente, una curiosidad: sorprende que ciertas personalidades hayan contado con el reconocimiento inmediato de la ciudadanía, familiarizada con el nombre y la estampa. Tarda en diluirse, pero - cuando lo hace - es completamente, y - quien gozó de tanta fama - entra en un anonimato sorprendente, excepto para los historiadores. ¿Tardan en diluirse en una o cuatro generaciones?
Finalmente, una curiosidad: sorprende que ciertas personalidades hayan contado con el reconocimiento inmediato de la ciudadanía, familiarizada con el nombre y la estampa. Tarda en diluirse, pero - cuando lo hace - es completamente, y - quien gozó de tanta fama - entra en un anonimato sorprendente, excepto para los historiadores. ¿Tardan en diluirse en una o cuatro generaciones?
LB
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