domingo, 21 de abril de 2013

FALACEUTAS

El mito constituyente
Luis Barragán


Faltando argumentos, varias fueron las ocasiones, en la breve y reciente campaña electoral, en las que el oficialismo convirtió prácticamente en delincuentes a aquellos sectores que se opusieron a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente por 1999, y, aún integrándola, por mandato de la soberanía popular, disintieron del proyecto finalmente aprobado. Y, lo que es peor, transcurrida más de una década que ha permitido comprobar buena parte de las advertencias, busca y dice legitimar  una doble falacia y vulgar engañifa: la existencia de un inmodificable enemigo que, a pesar de clamar tercamente por la necesidad y el reconocimiento de unas mínimas reglas de convivencia y paz, apela a una Constitución con la que estuvo en desacuerdo; y  la ejemplar apertura de un debate constituyente que, por si faltase poco, no ha cesado.

Vale decir, pretende el gobierno que, al carecer la oposición de autoridad moral para exigir esas reglas mínimas, ella misma no ha de existir y la propia Constitución es dispensable, imponiendo su exclusiva interpretación. Y, por lo demás, creyendo inventar el agua tibia, desconoce que la actualización constitucional que se produjo, tuvo por importante referente  la discusión que institucionalizó la COPRE, por no hablar de los intentos de reforma que las circunstancias frustraron, ni la propuesta constituyente surgida de la derecha de sus antojos.

De falacia en falacia, el oficialismo ha construido un mito de la constituyente que, repetimos, le evita hablar sobre el desempleo, el desabastecimiento, la inseguridad personal,  la corrupción, o  el alto costo de la vida que, valga subrayar, dijeron solventar con la sola aprobación de otra Constitución. Por cierto, en su oportunidad, desmentido por amplios sectores de esa derecha de sus  caprichos.

De la lectura de las actas constituyentes, podemos constatar que la prioridad fue la de reforzar a Chávez Frías en el poder, pues, instalada el 03/08/99, la primera discusión del proyecto constitucional sobrevenido acarreó la celebración de 19 sesiones plenarias y la segunda discusión, apenas tres, entre el 19/10 y el 14/11/99.  El más distraído vistazo a los diarios de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, nos permite comprobar la rapidez de una polémica que dejó, finalmente, un articulado sin observaciones, o  – hechas – sin la debida refutación, a objeto de acelerar la aprobación. Por lo demás, agreguemos, nos legó una práctica que ahora desnaturaliza a la Asamblea Nacional, cuando la junta directiva decide por encima del cuerpo.

Los “electorólogos” advierten que el referéndum aprobatorio, celebrado el 15/12/99, comprometía a 10.860.789 personas inscritas, votando 4.819.786:  por el “sí”, 3.301.475 (71,78%); y, por el “no”, 1.298.105 (28,22%). Y, de considerar la abstención de 6.044.003 ciudadanos (55,62%), una sencilla operación aritmética revela que realmente el 32% del electorado favoreció al gobierno, sometido así al primero de sus plebiscitos.

Agreguemos que las fuerzas gubernamentales esgrimen el interés, más que la idea, de encontrarnos en un continuo proceso constituyente.  En otras palabras, evadiendo la responsabilidad de gobernar, encarando las realidades, los iluminados dicen encarnar e interpretar constantemente la soberanía popular, aunque nunca formalicen una consulta que, por lo demás, reiterada, luce desaconsejable cuando hay problemas graves y concretos a los que se debe responder. Empero, valga un ejemplo de la más absoluta y supuestamente legítima improvisación: el caraqueño edificio Los Andes fue objeto de interminables pugnas de invasores que alteraron el orden público, incluyendo un homicidio; el alcalde mayor, Juan Barreto, expropió e inutilizó el inmueble por varios años, diciéndolo sede del poder constituyente; y, simplemente, como  si bastaran los pendones que sirvieron de emblema al mudo edificio, no remedió uno solo de los acuciantes problemas de la ciudad capital.

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