Ciertamente, no da tiempo para una lectura pausada de la diaria prensa. Muy temprano, apenas, alcanza para los titulares y un par de textos que luce importante, postergando otros que, luego, acumulándose, se traspapela. LLama la atención, por ejemplo, un artículo de opinión: el de Silva Michelena parece el testimonio de un converso, más que la síntesis de un análisis sobre la conducta manipulatoria del gobierno en materias tan delicadas; no demerita su punto de vista, aunque - tratándose de antiguos camaradas - puede arribar al evidente desmoronamiento y molicie moral que les permite un divertimento irresponsable de tal monta. Otro ejemplo, la detención de un estadounidense que nos permite, de un lado, recordar aquél anuncio de Chávez Frías sobre la detención e investigación de otro (¿o es el mismo?), de quien no se supo más, ni siquiera el nombre; y, de otro lado, así lo sentimos, revelando - además - la asesoría cubana, la manía de relacionar la historia venezolana con la insular, la cual supone el descubrimiento, captura y confesión de un agente oriundo del imperio.
Valga agregar que hay una diferencia entre el cineasta yankee y los otros que, materializándolas o no, sin que sepamos todavía de un oportuno subsidio oficial, vienen en nombre de las obras documentales que les inquieta y realizan sobre la revolución en curso, mientras que aquél nos espiona. Digamos que, al interés político, se suma una particular interpretación policial y judicial pues, unos son los buenos y, pocos, los malos. Fin del recreo, día largo.
LB
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