Acerca de la legitimidad del "escrache" a políticos
Últimamente en España, la palabra “escrache” está en boca de todos, gracias a la campaña que la Plataforma de afectados por la hipoteca está haciendo en los domicilios de ciertos políticos.
Ciertamente lo que primero me llama la atención es la palabra en sí, escrache, parece ser que surgió en Argentina, allá por el año 1995 y luego se ha ido extendiendo a otros lugares, como nuestro país. Según su definición natural, la de sus orígenes, es un tipo de manifestación pacífica en la que un grupo de activistas de derechos humanos se dirige al domicilio o lugar de trabajo de alguien, a quién se quiere denunciar.
Esta definición es una forma suave de recoger que lo que se trata con el escrache es de “avergonzar” a ciertas personas en su entorno, para conseguir algo de ellas. Y esto parece ser que es más antiguo de lo que nos pueda parecer, ya que me ha sorprendido como algunos se retrotraen a sus orígenes bíblicos, en especial al evangelio de San Juan, en el que un grupo de fariseos se acerca en tromba a Jesús para señalar a una mujer que acusaban de pecar.
Explicada la definición y lo que creo que subyace en el fondo de estas manifestaciones, tengo que decir que para los que están el punto de mira del “escrache”, esto es más un acoso que una manifestación pacífica y mientras ¿qué pasa por la cabeza de la mayoría de nosotros, los ciudadanos? Entiendo que nos encontramos divididos, por lo menos yo, que cuando enciendo el televisor o leo información de los últimos escraches, por un lado el corazón me dice que están bien pero por otro lado, la razón tiene muchas dudas lógicas.
¿Por qué? Comprendo que el corazón esté a favor de estos activistas porque la situación en España no es fácil, mientras los ciudadanos normales cada día somos más pobres, gracias a una crisis que no hemos generado, vemos con absoluta indignación casos de corrupción de políticos de cualquier partido sin excepción o de gente emparentada con ciertas personas de alta alcurnia, todos enriquecidos de una forma totalmente descarada. Por eso, vemos como la crisis va a más y cómo no vamos a ser más pobres, si casi todo el dinero se lo han llevado unos pocos, aprovechando sus cargos o condición social. Para colmo, la tan ansiada justicia restaurativa, por muchos de nosotros, en estos casos de delincuentes tan descarados, no tiene eficacia porque no solo no se arrepienten sino que no devuelven lo robado y para colmo la justicia es lenta, muy lenta y les debiera exigir a todos estos “elementos” ,como primer castigo que devolvieran lo robado y un plus por el daño moral que nos causa el ver tanto corrupto, esto es lo único que podría mitigar nuestro malestar. Esto sí sería justicia restaurativa, que nos haría recuperar algo de confianza en el sistema. Dicho esto, los afectados más directamente por la crisis han encontrado una forma de canalizar estos sentimientos de descontento: el escrache.
Sin embargo, aunque todos estemos de acuerdo con este comportamiento, pensando con el corazón, hay ciertas “pegas” en su forma de actuar: primero solo ponen en el punto de mira a políticos de un partido aludiendo que son los que gobiernan, olvidando que la crisis y los desahucios llevan años sucediendo y en este tiempo otro partido también gobernó y teniendo el tiempo y la oportunidad tampoco hicieron nada. En segundo lugar, me espanta que lo que en origen era pacifico se convierta en un acto lleno de insultos incongruentes como asesinos o traer a colación supuestas profesiones de sus madres, que dicho de paso, no tienen la culpa de nada. Para mí el apoyo que tienen se esfuma cuando veo como pierden el norte, acusando de asesinos a políticos que como mucho son cooperadores de la situación de crisis que vivimos.
Por otro lado la razón o más bien el sentido común me hace poner ciertas dudas a los escraches que se han hecho estos días a ciertos políticos; ¿por qué?
En primer lugar, porque acuden a domicilios particulares a ejercer esta medida de presión y de escarnio público, sin pararse a pensar en las víctimas inocentes de todo esto: los familiares y allegados de estos políticos, personas que nada tienen que ver como el tema y además que a veces son menores de edad, y que pueden quedar traumatizados, no ya por estas conductas sino por los terribles insultos que profieren hacia sus progenitores. Son víctimas aunque el escrache no sea un delito, y por el simple hecho de ser familia de uno u otro político, (víctimas que ven perturbada su tranquilidad y su sentimiento de seguridad). Además en muchas ocasiones, ni tan siquiera el objetivo del escrache se encuentra en el domicilio con lo que el escarnio y la vergüenza a la que quieren someter al político en cuestión, acaba sufriéndose por estas personas inocentes cuya única culpa es ser parientes de una persona con un cierto cargo político o público. Estos son los efectos colaterales de una actividad en teoría pacífica que roza los límites y son más grandes los perjuicios y los daños que los beneficios que se pudieran conseguir. Muchos ante esto, alegan que nadie se preocupa de la familia de los desahuciados, pero tengo claro que el ojo por ojo, no es bueno sino todo lo contrario, la justicia restaurativa nos enseña que no se debe hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, y no solo la justicia restaurativa sino también se aprende esto a través de valores esenciales de esta justicia como la empatía o la solidaridad. Por eso, para el sentido común, estas personas pierden legitimidad en sus pretensiones tan loables, cuando sus conductas se vuelven más coercitivas y menos pacíficas y empiezan a arrastrar daños a personas inocentes.
En segundo lugar, lo objetivos de este escrache me parecen elegidos de forma partidista pues muchos son políticos de un partido en especial pero poco o nada tienen que ver con el problema de los desahucios ni tan siquiera con la corrupción.
En tercer lugar, me parece peligroso dar legitimidad a estas conductas que rozan el acoso o si se quiere de una forma más suave, tratan de avergonzar a ciertas personas, puesto que dejamos así la puerta abierta para que todo el que quiera reivindicar algo, que a sus ojos sea legítimo, haga lo mismo. Esto podría ser un caos, todos estaríamos expuestos a perder la tranquilidad y seguridad que por estar en nuestro domicilio sentimos, porque hoy son ellos ¿pero quién puede asegurar que mañana no seamos nosotros los objetivos enfurecidos de alguna persona?
Los ciudadanos tenemos formas de reivindicar y de protestar ante las injusticias, métodos que sí son pacíficos y que están contemplados en nuestras leyes como el derecho de manifestación, todo lo que vaya más allá, nos hace correr el riesgo de convertir en lógico o normal conductas que lejos de serlo dañan o ponen en riesgo a otros seres humanos. Y si queremos luchar contra situaciones injustas e inhumanas, no podemos consentir que se actue de la misma forma porque entonces no nos diferenciaríamos mucho de las personas contra las que luchamos y de las situaciones injustas que queremos erradicar. No podemos ponernos a su mismo nivel. Por eso siempre me ha gustado la frase quién esté libre de pecado que tire la primera piedra. Reivindicaciones ciudadanas sí, pero sin dejar de ser legales y pacíficas y sin causar dolor a personas inocentes, solo así la “lucha” no perderá legitimidad.
http://www.cj-worldnews.com/spain/index.php/es/blogs/la-otra-justicia/item/2555-acerca-de-la-legitimidad-del-escrache-a-pol%C3%ADticos
EL PAÍS, Madrid, 6 de abril de 2013
Anatomía de un escrache
"Hemos agotado todas las vías que existen", defienden activistas antidesahucios
Un grupo de miembros de la PAH se concentra ante la casa de una diputada del PP en Madrid
Pilar Álvarez
El policía pregunta al más cercano a las pancartas. "¿Esto no será un escrache de esos? ¿No vendrá ningún político?". El interpelado, que aguarda con otras 20 personas junto al hospital Gregorio Marañón (en Madrid, cerca del Retiro), lo niega: "¡Qué va!". El agente pide que respeten el descanso de los enfermos. Es jueves y son las 18.10 horas.
El hombre que acaba de atender al policía coge el megáfono y se desmiente. "Buenas tardes a todas [siempre hablará en femenino]. Gracias por venir. Esto es una acción de escrache pacífica. No entréis en descalificaciones personales". Se acercarán a casa de una diputada y hablarán también con los vecinos, explica. "Como últimamente nos están intentando criminalizar, somos un movimiento pacífico y vamos a intentar mantener la calma". Están rodeados de periodistas. La convocatoria es pública y la prensa la sigue de principio a fin.
"¡Sí se puede, pero no quieren!", gritan. La marcha arranca. Saben a dónde van pero no lo han dicho. A la vuelta de la esquina está la casa de una diputada del PP, Belén Bajo Peinado, que fue la directora de comunicación de Mariano Rajoy en varios ministerios y en el PP. La asamblea de barrio la localizó tras "un trabajo de investigación", explica Julia Alsinet, de 26 años, de la Asamblea de Vivienda. Cerraron los detalles el lunes. Acordaron también publicitar estas polémicas protestas, tras hacerlas en secreto en casa del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, frente a un hotel y en la estación del AVE de Atocha, adonde llegan otros.
"Fue después de lo de Esteban González Pons", explica Daniel Lozano, de 30 años, que empezó en V de Vivienda en 2006 y ahora participa en la Asamblea de Vivienda de Madrid. "Queremos mostrar que no hacemos nada violento, que es una acción pacífica". El diputado del PP González Pons les acusó de "coaccionar" e "intimidar" a su familia cuando fueron a su casa. "Dentro había niños y han estado aporreando la puerta con insultos", declaró el diputado. Desde las filas del PP se comparó entonces lo ocurrido con el hostigamiento de los etarras a los políticos en el País Vasco. Hasta la fecha, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y otros movimientos solo han convocado escraches frente al trabajo o al domicilio de diputados del PP.
más información.
Aseguran que quieren extenderlos a otros de UPyD y PNV, para estrechar el cerco sobre aquellos que creen que votarán en contra de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que tramita el Congreso, en la que los antidesahucios reclamaron la dación en pago retroactiva, paralizar los desahucios y promover el alquiler social.
El pasado miércoles, otro grupo acudió a la Junta Municipal de Distrito de Puente de Vallecas, al sur de Madrid), donde la edil y diputada Eva Durán (PP) celebraba un pleno. Durante el escrache, Durán recibió a una afectada. Paró su desahucio. El viernes se comprometió a estudiar otros cuatro y una quinta mujer fue desahuciada mientras se reunían. Desde la PAH lo consideran un triunfo de la presión social. La diputada asegura que no se sintió amenazada "porque estaba en el despacho". Pero no lo ve igual en los domicilios de los políticos. "Me recuerdan a cuando los nazis visitaban casas", comparó.
"A ver, por favor, caballero, el DNI", pide un agente en la cabecera de la protesta. "¿Por qué? Estamos yendo por la acera a hacer una asamblea", replica Julia Alsinet. "Si no se identifica, estará cometiendo un atentado contra la autoridad. Si es tan amable, por favor". Segunda negativa. Los policías trasladan a dos activistas (el otro pide figurar sin nombre) a un espacio vallado en la esquina del hospital, el acceso a la oficina de Atención al Paciente. Los demás gritan desde fuera: "¡Parar desahucios no es ilegal!". Cuatro agentes impiden el paso. "¿De qué nos vais a acusar, de terrorismo?", grita un hombre en la cara de un policía.
Alsinet y el otro retenido salen de la zona vallada a los nueve minutos. "Nos querían meter miedo", dice él. La Secretaría de Estado de Seguridad ha dado instrucciones a las comisarías para que identifiquen a quienes puedan hostigar a políticos.
Protesta en el portal
Más de una docena de diputados del PP han sufrido escraches en sus casas, según las estimaciones del partido. La última fue la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Entre 200 y 300 activistas se plantaron frente a su puerta. Ella estaba dentro, con su marido y su hijo.
El término escrache proviene de Argentina. Allí surgió la iniciativa, impulsada por Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, de alertar a los vecinos de que vivían junto a un criminal de la dictadura que no había sido juzgado. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) lo defiende como el “último recurso”, una forma de presión “pacífica” para intentar salvar en el Congreso la Iniciativa Legislativa Popular, apoyada por más de un millón y medio de firmas.
Por eso, sus símbolos son dos botones de colores. El verde (sobre el que escriben “sí se puede”) simboliza el que pulsan los diputados en la Cámara para dar el sí a una iniciativa. El rojo (con el sobrescrito “pero no quieren”) es el “no”. El PP ha avisado de que los antidesahucios no lograrán nada con esta campaña.
Llegan al portal, donde ya hay gente. Un segundo grupo, que partió de un punto no revelado por si la policía les frenaba el paso, llega con antelación. La policía custodia el portal. Hay más de una decena de periodistas y fotógrafos. La PAH estatal elaboró un protocolo de "escrache a diputados del PP", que se puede consultar en su web, con siete puntos a seguir. La recomendación de convocar en horario escolar para evitar la presencia de niños no se cumple, son las 18.35. Tampoco la de no colocar pegatinas en cualquier sitio. "Las señoras o señores de la limpieza no tienen por qué pasarse el día siguiente quitándolas", reza el protocolo.
Los manifestantes rodean el portal. Cortan un carril de la avenida. Una vecina que baja con un carrito se asusta y no sale. Nadie entra ni sale en 14 minutos. Leen un comunicado para reivindicar la modificación de la Ley Hipotecaria y recordar el respaldo del Tribunal de Justicia Europeo. "Hemos agotado todas las vías que existen", concluyen. Piden paso para meter postales en el buzón de la diputada. La policía no les deja pasar. "Nuestra vida cambiaría con un poquito de dignidad si los políticos dicen sí a la ILP", se lee en una de las cartitas, enganchada junto a una tubería. Está dirigida a Belén Bajo, que declinó hacer declaraciones a EL PAÍS a través de un portavoz.
"¡Que los vecinos y vecinas se enteren de que los diputados que pulsen el botón rojo serán los responsables de los próximos suicidios!". Aida Quinatoa, con camiseta de Stop Antidesahucios, se desgañita en la puerta. Ecuatoriana de 48 años, explica que fue víctima de una estafa en cadena porque firmó "sin saber" como avalista de otro comprador al que no conocía y dejó de pagar. Defiende el escrache. "Ellos nos echan de nuestra casa, que es nuestra vida, a toletazos. ¿A eso cómo lo llaman? Nosotros ni siquiera hemos tocado al timbre".
"Es estupendo que protesten, que el banco se quede con la casa y siga cobrando debería ser ilegal", dice la enfermera Virginia Quiles tras aceptar una octavilla. Sandra, de 37 años (pide figurar sin apellidos), se una a la marcha con su hija subida a los hombros y el hijo en un carrito. Vive en el barrio. "Les apoyo porque creo que hay que luchar contra el poder sin límites de la banca", explica. Acaban una hora después, frente al Retiro. Un agente y un furgón siguen custodiando la entrada al portal de Belén Bajo. El policía dice que no ha visto entrar a la diputada, pero sí a la encargada del bloque, que ha salido "muy enfadada" a despegar las pegatinas. Aún quedan restos.
Fotografía: El dinero en sobres. Al terminar el escrache frente a la casa de la vicepresidenta del Gobierno, uno de los participantes le dejó un sobre en la acera, a un lado del cordón policial que custodiaba la vivienda. Llevaba falsos billetes de 500 euros, como símbolo de los supuestos sobres en los que el extesorero Luis Bárcenas repartía cantidades de una supuesta contabilidad B del PP.
Uly Martín (El País).
EL PAÍS, Madrid, 6 de abril de 2013
COLUMNA
El gran ‘escrache’
La delegada del Gobierno en Madrid insinúa simpatías terroristas en los que protestan contra los desahucios de gente desvalida
Manuel Rivas
Dentro y fuera de nuestras casas, en plasma omnipresente, todos los días, a todas horas, sufrimos el escrache de grupos que tienen acongojado al país y a los que la gente identifica con nombres pandilleros muy cualificados, a la manera de Los que Tienen la Sartén por el Mango, Los que Cortan el Bacalao o Los que Cuando no Corren Vuelan. La intención de estos colectivos elitistas de acción directa no es evitar los desahucios, la estafa de las preferentes y otras canalladas. Al contrario, los participantes en este escrache contra el pueblo parecen pretender un desahucio general, hasta culminar en un régimen de democracia desahuciada. Junto al desahucio de la vivienda, del trabajo, de la salud, de la educación, el escrache de Los que Mandan quiere imponer un desahucio de las libertades de expresión y manifestación, el único medio de defensa de una sociedad intimidada por unas élites que siguen comportándose como estamentos feudales. Así, la delegada del Gobierno en Madrid insinúa simpatías terroristas en los que protestan contra los desahucios de gente desvalida. La de ella si que es una forma terrorífica de escrache. En esta competencia por desahuciar la democracia, el presidente de la Comunidad madrileña ha lanzado la propuesta de que se impida la publicación de fotografías (se supone también que de las noticias escritas) como las que muestran al ahora presidente de Galicia, Núñez Feijóo, en amistosa compañía con un conocido emprendedor en estupefacientes. El no dimitir de inmediato es ya una forma de escrache moral que la gente no se merece. Pero esa intención de prohibir la memoria periodística recuerda medidas de gran éxito como la del inquisidor que excomulgó a las tormentas. Luego hay personajes que son un escrache por si solos. Hay uno que tiene rodeada a España entera. No digo el nombre. Yo, como Rajoy, soy supersticioso. No vaya a ser que me desahucie.
EL PAÍS, Madrid,
PERDONEN QUE NO ME LEVANTE »
Escrache y represión
Maruja Torres
Primero se quedaron con la democracia, luego fueron a por el país, y más tarde, aprovechando que sus propias leyes y cortapisas les favorecían, se agarraron a la impunidad. No contentos con ello, cuando gente indignada –nunca la suficiente, pero sí la bastante para empezar a levantar cabeza– les afeó en la cara su comportamiento, haciéndoles escrache, a esa gente la llamaron fascista, ellos, que vienen de una buena cepa, y la llamaron pro-ETA, ellos, que creen que la libertad es un reloj de cuco que solo asoma cuando le dan cuerda desde la superioridad. Les acusaron de “violencia agresiva”, y acusaron a los partidos habituales de instigarla. Por consiguiente, les mandaron a la policía, que además de ser suya es budista y practica la no violencia. Detalle, este último, que indignados de toda edad y condición ya conocían, en sus propias carnes, de encuentros anteriores con los antidisturbios.
Cuando un cuerpo social se descompone, quiero decir cuando pierde la compostura, se le van cayendo las máscaras, y eso ocurre con el partido en el Gobierno y sus títeres. Pero hay un disfraz que nunca les falta, que no desaparece: el de la calumnia, el de las palabras. Por el contrario, les crece como un inmenso sapo que nos devora, como una lava que mancha y pudre, el mal uso de las palabras.
Cuando la gente les afeó su conducta haciéndoles escrache, la llamaron fascista”
Dentro del proceso de hipnosis colectiva que este país ha ido interiorizando mientras creía que las cosas iban bien, la perversión del lenguaje y, sobre todo, el uso de eslóganes y términos antes utilizados por la izquierda ha culminado con la aparición del término fascista, malévolamente usado por las Bernardas Pardas del régimen y sus floripondios expresivos. Es la culminación lógica: empezaron hace unos quince años, cuando, en los homenajes a sus víctimas, precisamente de ETA, se entregaron a tararear el No nos moverán con un mechero encendido en la mano. No les costó mucho adaptarse. Al fin y al cabo, venían del No pasarán de Celia Gámez, que también es muy pegadizo, pero en chotis.
Reinventando el fascismo –deliberadamente confundiéndolo con la ira que la violencia del sistema despierta en sus víctimas–, los voceros del régimen crean el contexto para la represión. No me cabe duda de que lo de la calle no es precisamente un minué, habida cuenta, sobre todo, de la respuesta cínica y cruel que reciben sus reivindicaciones. Pero qué quieren que les diga: yo creo que la caja de los truenos la han destapado ustedes los del –como dijo una de sus Bernardas– verdadero Partido de los Trabajadores, que toma ya retorcimiento pardo.
Qué cansino, además de lo demás, está siendo el asunto. Quizá por eso se nos paraliza el acelerador, porque la sola idea del mundo que nos viene, ordeñando las vacas de Heidi en el Tirol como tirando a mucho, cansa desde ya. Ocurre, sin embargo, que unos empujan los mundos, al mando de la apisonadora, y su avance parece imparable. Hasta que otros se dedican a poner obstáculos. Una piedrecita colocada en el sitio justo… No obstante, tal piedrecita tiene que ser el resumen del sentimiento de muchísimos, de la ira bien canalizada.
Hemos visto ya demasiadas imágenes de los desahucios, por poner un ejemplo, por no extendernos a esas familias en las que un hijo come únicamente los lunes, miércoles y viernes, y el otro, los días restantes. Díganme ustedes quiénes ejercen la violencia, por muy legitimada que haya sido en las cavernas de la Unión Europea del Norte, o sea, de más allá del muro.
Mira tú qué bien, lo que tiene la mala baba. He empezado por Lorca y termino con Juego de tronos. Para que digan que no está una a la última. Por cierto, me encanta el escrache.
Ilustración: José Luis Ágreda.
Cfr.
http://es.wikipedia.org/wiki/Escrache
http://www.ariesfmsalta.com.ar/index.php/editoriales/item/13804-escrache
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