domingo, 11 de marzo de 2012

VITAL


EL NACIONAL - Sábado 10 de Marzo de 2012 Papel Literario/3
Marcos Giralt Torrente, apresado por la palabra
ATANASIO ALEGRE

El Premio Nacional de Narrativa de España fue otorgado, a finales de 2011, a la novela Tiempo de vida del escritor Marcos Giralt Torrente. Ya antes se había hecho acreedor del Premio Anagrama y aquí, en Venezuela, me correspondió presentar, por indicación de Leonardo Milla, su novela Los seres felices que le valió una invitación a una de las bienales de Mérida.

Este nuevo libro, difícil de clasificar en términos de género, coloca a Giralt como uno de los autores más originales y de mayor valentía en lengua hispana por la crudeza del tema. Se trata de un texto sobre su propio padre. "El mismo año en que mi padre enfermó publiqué una novela en la que lo mataba. He pasado días enteros, años, examinando a mi padre, y muy a menudo el resentimiento ha contaminado mi escritura. Me he vengado... Ahora escribo sobre el". Este es el comienzo. A continuación, echa mano de citas de una veintena de escritores que convirtieron también a su padre o, en algunos casos, al centro de la vida familiar, en tema de sus narraciones: Cohen, Auster, Ford, Ackerley, Naipul, entre otros, para animarse en su propósito de emprender una tarea semejante. No se trata de un ajuste de cuentas, es un caso más en esa larga serie de incidencias de la llamada sociedad sin padre, que funciona como tal cuando el papá no está dispuesto a cumplir con las funciones que le corresponden.

Cuando Gallimard publicó en 1938 La nausea de Sartre, se dijo sobre este libro --más admirado que leído-- que había aparecido el Kafka francés. Paul Nizan, normalista como Sartre y amigo de toda la vida, matizó el asunto: Kafka se interroga siempre sobre el sentido de la vida. El señor Sartre no se interroga sino sobre el hecho de la existencia, que es un orden de realidad más inmediato que las elaboraciones humanas y sociales de la vida, más allá de ella la misma.

Tengo la impresión, a riesgo de equivocarme, de que Tiempo de vida es una obra de corte existencialista más que existencial como ocurre cuando se declina, en todos sus modos, uno de esos sentimientos negativos o existenciales característicos de esa doctrina: la soledad, en este caso. Una soledad soterrada en sus dos novelas anteriores. En una de ellas, París, como soledad familiar, y en carne viva, en Tiempo de vida. Giralt Torrente viene de la filosofía, carrera que cursó ante la extrañeza de su padre, y aunque no hace gala de erudición en tal sentido, no cabe duda de que está acostumbrado a leer despacio y a escribir a ritmo lento, es decir, rumiando las palabras.

Tiempo de vida es un libro breve en el que el autor narra la relación con su padre --la que fue y la que podía haber sido-un pintor de cierto éxito tanto nacional como internacional, separado tempranamente de la mujer con la que tuvo un solo hijo, a trompicones entre el pragmatismo y la realidad para sacar la vida adelante, con un estilo bohemio que le venía de familia, en una ciudad de conversadores terribles como Madrid, con colegas y amigos en muchas otras ciudades a las que le llevaron sus exposiciones. En Brasil encontró a una amiga con la que compartiría, a trancas y barrancas, el resto de su vida y que aparece en el libro como "la amiga que conoció en Brasil", sin citarla nunca por su propio nombre. Es el espejo cóncavo en el que se refleja el hijo insatisfecho del pintor. "Esta es una historia de dos aunque sólo yo la cuente. Mi padre no la contaría. Mi padre callaba sobre casi todo". Es su condición existencial entre dos figuras de fondo, la de su madre, un ser benéfico, protector y entrañable, y la del padre cuya presencia resume en estos términos: "Qué destino incómodo tener en tu propia familia, en la figura de tu único hijo, un notario descontento y suspicaz que, creyendo conocerte, levanta acta de tus debilidades, de tus faltas y de tus promesas incumplidas". Esto es lo que hace tan descarnado el libro, tan desconcertante, sobre todo a partir de la mitad.

Leyendo Tiempo de vida, el lector percibe inmediatamente que, quien comienza siendo un niño al lado de un padre pintor, solamente logrará afianzar su seguridad en su madre durante los años de escolaridad, una madre en quien va a encontrar apoyo y, más adelante, luchar para que el futuro de ella lo garantice el hijo.

Pero ese niño no hubiera llegado a ser escritor sin la influencia estética inducida por su padre. Fue su padre quien contribuyó de manera determinante al desarrollo de su capacidad para apreciar ciertas armonías visuales secretas que transformará luego en modos literarios. Y tal vez sea esta, efectivamente, la clave de la escritura de Giralt Torrente que se afianza ahora como uno de los valores en alza de la escena literaria. Esa capacidad de transformar dentro de un estilo de una sencillez casi azoriniana esas armonías visuales que le permiten relatar cualquiera de las vicisitudes que le marcaron con insospechada naturalidad.

Y dentro de lo que tiene que reseñar como notario familiar está la escasa influencia de su abuelo, Torrente Ballester, uno de los autores gallegos más celebrados por la gente de mi generación. Del abuelo destaca la tenacidad para lograr el reconocimiento después de cumplir los sesenta años. Yo lo conocí en Sertimao en un foro con Saramago, ya Nobel, tratándole de tú a tú.

Pero sigamos con el orden de las relaciones en Tiempo de vida. Piensa la madre, que el padres es el juguete de sus propios sentimientos y de la compañera que conoció en Brasil. Hay que conseguir el dinero para vivir de acuerdo a unos ciertos cánones burgueses heredados, los cuales, detestados tanto por el padre como por el hijo, han dejado en ellos su impronta que no logarán rebasar. El padre no pasó por la universidad, ni hizo, como la mayor parte de sus compañeros, la formación que ofrecía la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Fue el resultado, en todo caso, de un aprendizaje más que metódico, autoimpuesto.

La fuerza de sus logros la define él de una manera singular: "Hacer algo que antes no existía, no es borrar u olvidar; es hacer y vivir, así que pienso seguir con ello. Esa mancha se convertirá en algo que ni yo se, todo ira evolucionando hasta que aparezca un algo que provoque mi reconocimiento y aceptación".

Así avanza el libro hasta un poco mas de la mitad, pero Tiempo de vida alcanza un clímax literario formidable a partir de esa mitad con el relato de la enfermedad que llevará al padre a la tumba.

Es el trance en que la soledad juega, sin mencionarla, su papel más eficaz como sentimiento negativo.

Es aquí donde se aprecia, con todo su vigor, la fuerza narrativa de Giralt Torrente, que convierte en un desenlace de novela de intriga la extinción de un protagonista que absorbe totalmente la trama del relato. Aquí reside, sin duda, el éxito editorial que está logrando que su libro esté al borde de la cuarta edición.

Un día, después del otorgamiento del premio y, por tal motivo, hablé por teléfono, en Madrid, con Giralt Torrente. Me dijo que tenía poca carga en celular y que estaba en una juguetería comprando juguetes para su hijo. Marcos Giralt Torrente tiene ahora 44 años. El libro se publicó en abril de 2009 y concluye con estas palabras: "Pienso entonces, en mi hijo aún no nacido, que llevará su nombre (el del abuelo) y me pregunto en qué le condicionaré, en qué le fallaré, que deberé yo perdonarle y que deberá el perdonarme a mí, si no lo hace antes cuando como mi padre me diluya en la nada. Qué recordará de mí con nostalgia. Me gustaría conservar algo de lo mejor de mí padre para que le llegue a través de mi".

Ahora que el propio hijo de Marcos Giralt Torrente debe de estar cercano a los 3 años, la amenaza de sentirse "apresado por la palabra", no responde a la misma razón que le impulsó a escribir el libro sobre su relación con su padre, sino a su condición existencial ahora como ineludible protagonista de sus propias funciones paternas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario