jueves, 22 de marzo de 2012

RECAPITULACIÓN (2)


EL NACIONAL - Domingo 19 de Febrero de 2012 Opinión/8
ATresManos
Miradas múltiples para el diálogo
El país que falta
RIGOBERTO LANZ

"El espacio político de la sociedad de
multiplicidades está formado por instituciones
que reconocen la divergencia como principio de
organización social...".

Enzo Del Bufalo: Adiós al socialismo , P.521


He insistido en varias ocasiones en la existencia de una Venezuela sumergida que no es perceptible a través del discurso electoral. No se trata de una parcela física ubicada en alguna geografía misteriosa. Se trata sí de una realidad transversal, que está en todos lados, invisibilizada por la predominancia de los poderes en escena.

Pero, además, tenemos desde hace rato una dicotomía exacerbada por la hostilidad de los discursos, por una beligerancia política que no se corresponde con la naturaleza de los cambios reales que están en agenda. Estamos pagando una factura de caviar cuando en verdad comemos diablito.

¿Cuál es el negocio? Las palabras no son neutras, por ellas se pagan altos precios cuando se aumenta el volumen sin respaldo efectivo en la realidad.

La operación --maquiavélica-- debería ser exactamente al revés: hacer cambios radicales y matizarlos con lenguajes amigables... haciendo siempre "como si" no pasara nada. Hay una parte importante del país que está permanentemente señalada con discursos de exclusión (de lado y lado).

El resultado psicológico (y luego político) es la sensación de campos de batalla donde todo vale, donde se juega a matar o morir, y, por tanto, donde se definen los bandos amigosenemigos.

Este clima pre-político está hace rato instalado en las facciones más activas del juego político-electoral. Pero hay otro país: por debajo, por encima, en un costado. País que responde a otras lógicas, que espera respuestas del Estado, que no está en el juego electoral, que no se ha enfermado de histeria colectiva, que espera su momento.

Bien lejos de esa imagen falaz y bobalicona de "rescatar la democracia" como si aquí alguna vez ha habido alguna democracia verdadera. O de esta otra imagen tan socorrida de la "reconciliación" como si alguna vez este país hubiese vivido en armonía y agarraditos de las manos. Venimos del infierno de una Venezuela atravesada por toda clase de aberraciones sociales. Por allí no es la cosa.

De lo que se trata es de instaurar un sentido de la gobernanza que coloque a la sociedad toda en el centro de las políticas públicas, con los conflictos y contradicciones que están en la base de este modelo de sociedad, sin inventar falsas hermandades donde sólo hay intereses fundamentales contrapuestos. Pero justamente por ello es esencial que una visión de Estado coloque las reglas de juego que marcan el límite de lo que es aceptable, así la acción de gobierno supera el sectarismo de partido, la visión restringida de una lucha de todos contra todos y la exclusión a priori de todo aquello que no es "lo mío".

En una compleja transición como esta, en la que se dilapidan demasiadas energías en trifulcas mediáticas que dejan rastro, es indispensable resituar las prioridades y el manejo de antagonismos en clave de juego democrático, comprometiendo al adversario en cada conflicto, colocando siempre el horizonte-país por encima de la pragmática de los intereses parciales, separando netamente la lógica de partido de la lógica de Estado (esta confusión es letal), abriendo el juego cada vez que la violencia ciega intenta cerrarlo. No estoy planteando una agenda utópica para un país extraterrestre.

Lo que estoy argumentando está ya en la tradición democrática de muchos países, no estamos inventando el agua tibia. Lo curioso es que este abecé de la política parece un sueño dado el primitivismo de las prácticas y discursos realmente existentes.

Cambios inmediatos deben producirse. El desgaste de los discursos, la acumulación de extravíos, la pérdida de oportunidades por las que nadie responde, la elementalidad de las opciones que aparecen en escena, el diferimiento de grandes decisiones que marcarán lo que será Venezuela en los próximos 30 años, en fin, los enormes vacíos de visiones trascendentes en los operadores que ocupan la escena pública, suscitan una sensación de urgencia que ya no se puede colmar con las expectativas de 1999.


EL NACIONAL - Domingo 11 de Marzo de 2012 Opinión/9
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
En la era de los adioses
RIGOBERTO LANZ

"La izquierda subsiste... porque habrá una afinidad...
entre esa izquierda ideológicamente difunta y una
sociedad políticamente indiferente, entre una izquierda
transparente y una sociedad sin secretos, entre
la resignación de esa izquierda a todo objetivo
histórico y la resignación de la sociedad civil
a toda voluntad política".

Jean Baudrillard: La gauche divine, p.117


El amigo Enzo Del Bufalo nos propone ahora una revisión histórica de la idea de "socialismo" recreando para ello pensamientos y escenarios que vienen de muy lejos. Con el sugerente título de Adiós al socialismo (Caracas, Edit. Bid & co., 2011), nos pasea por ese largo historial de debates y confrontaciones en las que la izquierda política ha intentado erigirse como opción frente a la sociedad capitalista.

Una clave interpretativa que atraviesa todo el texto (y que es tal vez un factor polémico del que no será fácil prescindir) es la atribución al término "socialismo" de una propiedad material que está en las prácticas sociales y no principalmente en el pensamiento. Es decir, será "socialismo" el propio metabolismo de la sociedad industrial, una suerte de secreción del mundo del trabajo y la producción. Esta lectura tiene más de un problema, desde luego.

Tal vez su tensión más aguda la apreciamos en la dificultad para dar cuenta del riquísimo debate en la izquierda mundial en el último medio siglo XX. Me parece que allí está uno de los mejores capítulos de la controversia socio-política del pensamiento socialista. Esta ausencia se entiende porque la mirada analítica se centra en las caracterizaciones de las prácticas materiales de los actores sociales en cada momento histórico. Lo que estoy planteando es que será muy difícil convenir sobre una idea de "socialismo" que no penetre las condiciones epistemológicas de visiones del mundo, miradas y mentalidades que tienen su propio dinamismo. Claro está, fuertemente articuladas a la dialéctica específica de los movimientos socio-económicos, pero en ningún caso derivables de las prácticas materiales.

Hay una construcción discursiva (un "régimen de enunciación", Foucault dixit) donde el metarrelato "socialista" funciona como representación, como ideología, como imaginario colectivo, como agenciamiento identitario, como programa político. El conjunto de presupuestos, teorías, conceptos y categorías, sistemas interpretativos y lecturas de la realidad, con las que la izquierda pensó la revolución (incluido el "socialismo") tienen una determinada racionalidad que debe ser penetrada con una mirada autónoma, deconstruida en su propio humus epistémico. De ese modo, la idea de "socialismo" remite a un constructo intelectual --una cierta narrativa-- que tiene sus propios contenidos teórico-ideológicos, a su vez disímiles por la diversidad de "socialismos" que se han cruzado, sobremanera, en la segunda mitad del siglo XX.

Es cosa bien diferente evaluar el fracaso del socialismo como agotamiento e implosión de una configuración ideológica singular (como el estalinismo, por ejemplo) que situarlo en el terreno de su depasamiento de cara al tipo de capitalismo donde nació. Alguien dirá que las dos cosas van juntas. Sí, pero no. Ciertos debates no se entenderían fuera de su contexto histórico. Las elaboraciones teórico-políticas están conectadas con los eventos de cada coyuntura. Los distintos "socialismos" conocidos son expresión de esos metabolismos. Ese no es el punto. La cuestión central es poder discernir sobre las construcciones teóricas que invocan el "socialismo" como referencia y se asumen explícitamente como alternativa anticapitalistas. ¿En qué consiste ese "socialismo"? ¿Cómo se articula a las tradiciones socialistas del pasado? ¿Cuál es la consistencia de una tal denominación en la coyuntura de hoy? ¿Cómo se vincula este "socialismo" con la crisis de paradigmas de la vieja izquierda y del pensamiento crítico? Adiós al socialismo evoca una imagen del mismo tipo del Adiós a la modernidad con la que hemos caracterizado insistentemente este cambio epocal por donde transitamos hoy, o el Adiós al proletariado con el que Gorz escandalizó en su tiempo. Moraleja: no es lo mismo decir adiós... que hasta luego.

EL NACIONAL - Jueves 29 de Marzo de 2012 Opinión/9
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Sobre Adiós al socialismo (III)
JAVIER BIARDEAU

Ciertamente, se me escapa el análisis de tendencia de la nueva subjetividad, no he llegado allí, pero esta combinación de fuentes: Foucault, Negri y Deleuze, tratando de escapar a la malla dialéctica de extracción hegeliana es común en una tendencia ya conocida: el autonomismo y la multitud; aunque insisto: ¿y por qué no nuevas subjetividades(s)? ¿Por qué tanto énfasis en el rasgo unario del uno despótico si precisamente allí reside la confusión permanente entre el orden simbólico y lo real en sentido lacaniano? El orden simbólico genera una poderosa fuerza hacia la "ley" como equivalencia del código. ¡Nueva subjetividad! ¿No se lee acaso allí una insistencia en que la salida es una determinación por abstracción en el código de equivalencias? ¿Dónde queda lo disparatado de la "nueva subjetividad"? No hay que despachar la gramática, ni la retórica ni la lógica como trivium de la semiótica de las prácticas sociales.

Unificar el socialismo feudal, el socialismo de Proudhon, el socialismo fabiano en el rasgo unario de socialismo como si las prácticas sociales convergen en el significante-amo que organiza las relaciones sociales sigue siendo una incógnita poco despejada. Allí hay una operación teórica poco clarificada en el texto. La "diferencia" pareciera recaer en "lo mismo", dada la in-distinción entre alteridad y diferencia. Seguimos presos en la malla semiótica de la lengua castellana para abordar lo inabordable desde esta red: la heterogeneidad de lo disparatado, que son fuerzas, intensidades, espacios que descuadran la geometría del concepto, cuando éste deja de apelar a las formas platónicas...

querer brincar sobre la sombra platónica para terminar girando en círculos con ella.

Insisto, los estratos de sumisión ciertamente dan cuenta de la conflictualidad que opera en las prácticas sociales, pero hay conceptos con genealogías contractualistas, como aquel de la "legitimidad". El "autor" tal vez debe abordar las incomprensiones, matices, tensiones, hendiduras, desgarramientos, aberraciones, sobreinterpretaciones como elementos, justamente, de la heterogeneidad de lo disparatado de las prácticas sociales.

Saludos.

Javier.

Comentario al margen: 1) Enzo del Bufalo, en una ya numerosa obra, ha insistido en una genealogía de la subjetividad en la cual juega con dos términos dicotómicos, con los cuales categoriza las prácticas sociales: las relaciones de equivalencia y las despóticas.

Las primeras resultan del mercado, son como la extensión de las condiciones de intercambio de productos equivalentes a la relación entre los seres humanos. En ellas encuentran su génesis desde la razón hasta cualquier asomo de relación no-despótica. Esta forma de plantear la cuestión, ¿no inocula cierto maniqueísmo en una polaridad que inicialmente sirve simplemente para categorizar, pero luego, al aplicarse a períodos históricos demasiado largos, se sustantivizan en dos principios independientes? 2) Otra duda a aclarar: cuando se afirma que la modernidad ha definido una nueva subjetividad, el "individuo soberano", ¿se trata de la modernidad central o de la periférica, es decir, de la colonialidad? ¿Ese "individuo soberano" aparece en todo lugar? Ya sé que hay autores (entre ellos el propio Rigoberto y creo que Enzo también) que definen la modernidad desde un referente europeo, a partir de la Ilustración; pero pienso que esa forma de comprender la cuestión oculta una parte importante del cuento.

3) Hablar del "individuo soberano", ¿no es dibujar una perspectiva, un horizonte, una proyección de las tendencias de la Modernidad? Si es así, la operación se parece a la del Marx, para quien el comunismo nunca fue un proyecto de sociedad que habría que imponer, sino "el movimiento histórico" mismo. Sobre la base de esas tendencias históricas, Marx se permitía esbozar elementos programáticos en el plano político, que no en el teórico. En su obra propiamente teórica, Marx siempre advertía que no se proponía imponer un proyecto prediseñado de sociedad, sino vislumbrar hacia dónde tendían las contradicciones y conflictos de la sociedad moderna.

Jesús Puerta

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