EL UNIVERSAL, Caracas, 18 de Marzo de 2012
ELÍAS PINO ITURRIETA
Con el título que hoy copia esta columna, el maestro Ángel Rosemblat escribió sobre temas lingüísticos en un libro que todavía se consulta con provecho. El escribidor no se meterá en semejante hondura, pero se aproximará a terrenos pantanosos que deben preocupar a la colectividad, como seguramente le preocuparon y le sigan causando desazón los usos de los vocablos estudiados por el erudito académico. En este caso no se trata de analizar cómo nos manejamos en un asunto tan importante, sino de prender las alarmas sobre otro igualmente vital: la reacción de numerosos voceros del régimen, muy encumbrados algunos y representativos de la "revolución", en torno a la conferencia recientemente llevada a cabo por Banesco en un proyecto establecido desde hace varios años bajo la denominación de Palabras para Venezuela.
Como se sabe, en esta oportunidad la institución invitó a tres expresidentes de estados cercanos a Venezuela, a su vida política y a su cultura cívica, para que ofrecieran puntos de vista sobre la actualidad de un universo sobre el cual se debe hablar desde una perspectiva distinta de la que habitualmente se maneja en los centros de poder acostumbrados a determinar el rumbo de las llamadas sociedades periféricas. Los conferencistas hicieron su trabajo, sin que ninguno llegará a sugerir conductas estrambóticas ni a plantear soluciones insólitas sobre los problemas del contorno y sobre los desafíos de la globalidad a cuyos rasgos se aproximaron. Nada de particular, se diría, en función del manejo adecuado de una retórica caracterizada por la claridad y por la apertura hacia salidas que en ningún momento parecieron escandalosas, ni novedosas. Nada de particular, se diría, debido a cómo se mantuvieron en un tono de comprensión de los diferentes ámbitos de la realidad que examinaron, sin caer en clasificaciones odiosas, ni en bendiciones exageradas ni en prejuicios capaces de perturbar el equilibrio de las exposiciones. Nada de particular, se diría, por su manera de referir temas de tecnología y comunicación sobre los cuales no llegaron a descubrimientos pregonados para deslumbrar. Nada de particular, también se diría, por el propósito de abordar situaciones sin el ánimo de cosechar militancias sino sólo de describir facetas de tales situaciones en forma somera para que el auditorio sacara sus conclusiones. Un elenco seleccionado con acierto vino a comentar sus experiencias, en general de gran valor por lo que hicieron o dejaron de hacer cuando ejercieron funciones de gobierno en sus países, para que los oyentes se acercaran a su fuente sin la obligación de bañarse en su contenido, ni siquiera de hacer buches para complacer al anfitrión.
Pero, visto desde las carencias de la actualidad venezolana, apreciado desde la ratonera en cuyas tinieblas nos ha metido el chavismo, el acontecimiento fue demasiado particular, excepcional de veras, debido a cómo fue capaz de poner de relieve las posibilidades de comunicación civilizada, de oferta de alternativas plausibles frente a muchos entuertos, de ponderación frente a desafíos extremos; de respeto a las reglas habituales de la convivencia, del análisis político y de la actividad intelectual que se nos han escurrido de las manos, como si de arena se tratara, desde el comienzo del régimen chavista. Fue un oasis en el desierto de la "revolución", una luz que encandiló más de la cuenta debido a la penumbra en la cual se debate la sociedad; un imán que en otras ocasiones, en los capítulos cotidianos de una sociedad que transita sus caminos con la confianza del sentido común, no hubiese tenido la misma capacidad de atracción. Tal vez la institución anfitriona pensara desde el entendimiento de la "normalidad" de la vida cuando preparó el evento, sin imaginar la polvareda que levantaría en una cripta que en ocasiones puntuales se nos muestra en todo su hermetismo.
Los custodios de la cripta han desembuchado una cascada de descalificaciones contra los conferencistas y contra la institución anfitriona, como si en el episodio se jugaran la vida, o porque se la juegan de veras ante un fenómeno que no congenia con su idea de país, con el único entendimiento que tienen de una sociedad sin alternativas de diversidad, con una reflexión tan petrificada que llega al desenfreno y a la mayor precariedad argumental ante los empellones familiares a las exigencias del siglo XXI. La andanada de los insultos hizo que el evento llegara a una cima que quizá no estaba en los planes de los organizadores; pero, especialmente y en esencia, mostró la cara sin embozo de un autoritarismo de cuño fascista para el cual el pensamiento libremente expresado, incluyendo el de mayor mesura y aún el que pasa por común en las colectividades civilizadas, se convierte en una amenaza semejante a la que, pistola en mano, veía en las universidades, en los portavoces del republicanismo, en los libros y en las manifestaciones del arte el falangista Millán Astray durante la guerra civil española. Si el lector tiene dificultades para identificar al deplorable personaje de la matanza peninsular, pero también para que no queden dudas de la intensidad del repudio que se quiere expresar aquí sobre las palabras proferidas por los dirigentes del chavismo en torno a las Palabras para Venezuela, puede hacer memoria de Eustoquio Gómez. Se parece a Astray y se parece a ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario