sábado, 24 de marzo de 2012

NUÑO (4)




EL NACIONAL - Sábado 24 de Marzo de 2012 Papel Literario/3
El Platón de Juan Nuño
Que Nuño se casó con la fi losofía de Platón lo demuestra la pervivencia en su obra filosófica
En última instancia, El pensamiento de Platón contiene ya en germen el tronco y las ramas del árbol filosófico plantado por Nuño
ANA NUÑO

En Confesiones profesionales, José Gaos recuerda que para su maestro Ortega la filosofía kantiana había sido "su prisión durante aproximadamente diez años".

El mismo Gaos reconoció en la fenomenología de Husserl y el existencialismo ontológico heideggeriano sendas cárceles filosóficas en las que anduvo metido de inquilino durante tres décadas. Juan Nuño, que enseñó Filosofía Antigua durante veinte años, nunca abandonó del todo su querencia por Platón, pero no por ello vio en el platonismo una cárcel. Si acaso, lo suyo con el ateniense fue un amor sujeto a cambios y algún ocasional eclipse. En otras palabras, un matrimonio. Que pasó por todas sus fases: la pasión y el deseo iniciales, el compañerismo cómplice, el cultivo amable de la soledad à deux. Y que a pesar de sus infidelidades filosóficas, Nuño no quiso o se atrevió a resolver en divorcio.

Que Nuño se casó con la filosofía de Platón lo demuestra la pervivencia en su obra filosófica de enfoques y lecturas directamente tributarios de su propia interpretación del platonismo, plasmada con claridad en El pensamiento de Platón.

Empezando por el ya señalado rasgo: la idea de que filosofar no equivale forzosamente a elaborar sistemas cerrados y totalizadores, y que sin duda tiene mucho más de actividad incesante que de producto acabado. Ya en Sentido de la filosofía contemporánea situaba el ámbito propio de la filosofía en la esfera del hacer, haciendo suya la proposición de Wittgenstein que declara a esta disciplina "no doctrina, sino actividad". Y ya entonces despuntaba lo que podría denominarse la pulsión taxonómica de Nuño, una pulsión, conviene aclararlo, no basada en la postulación de que lo esencial de las filosofías sea su adscripción a tales o cuales escuelas o corrientes, sino en la observación atenta a la recurrente prevalencia de un puñado de temas. Tal concepción es, a un tiempo, pesimista y esperanzada: si es cierto que nihil novum bajo el cielo de la filosofía, tampoco lo es menos que la filosofía renace o recomienza incesantemente. "Contra lo que puedan pensar progresistas y sistemáticos, los auténticos problemas filosóficos ni siquiera se disuelven: reaparecen, vuelven a plantearse".

Esta visión de la filosofía como eterno retorno, tributaria en primera instancia de su lectura de Platón, germinó poderosamente en dos obras que no toman a Platón como objeto propio de análisis pero que merecen plenamente el epíteto de platónicas o, al menos, de platonizantes: Los mitos filosóficos y La filosofía en Borges. La dedicada al escritor argentino es reconocida como el mejor análisis filosófico de la obra borgeana y la filosofía que la nutre, pero es sin duda en Los mitos donde Nuño expone con más claridad su visión global de la filosofía, a la luz de la apuntada enseñanza platónica: "[No] se propone con esto de los mitos filosóficos una ineluctable cadena de idénticas repeticiones, debidamente reguladas, ni siquiera se apunta hacia una clave interna de semejante proceso de reiteraciones. Se afirma, sin más, que los limitados temas filosóficos asumen formas diversas, pero permanecen en tanto tales núcleos de temas. (...) De tal forma que hacer filosofía es empresa repetitiva no por mor de una platónica identidad sustancial, sino por limitación creativa del propio filósofo, que se ciñe a uno, cualquiera de sus mitos favoritos, aunque suela hacerlo las más de las veces con la ingenuidad y el entusiasmo del amante neófito. En vez de un gran y gigantesco telón de fondo de ideas eternamente idéntico a sí mismo, lo que existe culturalmente hablando es un número finito de temas, que son los que corresponden a los diferentes mitos filosóficos engendrados y desarrollados sucesivamente por la humana cultura".

Libertad de la filosofía Junto a esta visión de la filosofía como reiterativo tomar y retomar, andar y desandar temas propiamente filosóficos, para Nuño era indispensable que la reflexión ad hoc --la filosofía como actividad, no como doctrina-- se basara en conocimientos comprobables acerca del mundo y del hombre. Tengo para mí que esta es una de las razones de la poderosa fascinación que sobre él ejerció siempre Platón, y a la vez una de las claves de su mitigado gusto por Aristóteles, "cuya capacidad de simplificación esquemática de los autores a los que comenta es inagotable". Nuño, que descreía en los esquematismos erigidos en sistema, no pensaba que la búsqueda de la verdad filosófica fuera inconciliable con el ejercicio de la humana libertad. De hecho, aunque nunca se permitió la prepotente osadía de proclamarlo, esos dos términos --verdad filosófica, humana libertad-- se implicaban mutuamente: no hay verdad filosóficamente alcanzada que no nazca del libre ejercicio de la condición humana, y toda verdad filosóficamente pensada (y vivida) engendra la condición de nuevas formas de libertad. Entre todas, de la más genuina, la propiamente filosófica: libertad de dogmas y doctrinas. Para Nuño --y, desde su óptica, para Platón-- esa libertad es siempre fruto del arraigo de las ideas en la realidad. "A menos que todavía vivamos de mitos, tendremos a la filosofía como producto humano y dependiente, por consiguiente, de las actitudes, posiciones, conveniencias e intereses de quienes, de una u otra manera, para uno u otro fin, la manejan, si es que no la practican".

Asimismo, y de manera general, la orientación dada por Nuño a su carrera de investigador y docente a partir de la década de 1960, aunque aparentemente lo alejaba del estudio stricto sensu de la filosofía antigua, no puede sin embargo comprenderse en su intención última sin referencia al autor de la República. A Nuño le atraían sobremanera los usos del lenguaje y el señalamiento de los peligros que entraña su mal uso y abuso. Una actitud de desconfianza que en última instancia bebe de la fuente platónica, y que también de ella extrajo la fascinación por "paradojas, criterios de verdad, niveles de lenguaje, tautologías", antes de fortalecerla y refinarla a su paso por las filosofías del lenguaje y por aquellos escritores --sobre todo, Cervantes y Lewis Carroll-en los que halló materia para varios de sus cursos de postgrado en Lógica.

En última instancia, El pensamiento de Platón contiene ya en germen el tronco y las ramas del árbol filosófico plantado por Nuño. En sí, libro magistral que abarca la obra más seminal de la filosofía occidental (si, con Whitehead, pensamos que la tradición toda de la filosofía europea consiste en una serie de notas a pie de página al corpus platónico) centrándose en "el curso del desarrollo filosófico platónico, mediante el hilo conductor antropológico", también ofrece la mejor introducción a los objetivos filosóficos de su autor. Que antes de morir, en mayo de 1995, acariciaba dos proyectos: un estudio dedicado a Wittgenstein y una (nueva) revisión de Platón. El impulso para este segundo trabajo, por conversaciones y algunas notas dejadas por Nuño, se lo proporcionó la edición de la obra completa de Platón en la traducción de García Bacca.

Platón acabó siendo para Nuño, así, principio y previsible, aunque no cumplido, final de una trayectoria filosófica ejemplar, a la vez tributaria de aquella temprana fascinación y libre de sus muchas mazmorras filosóficas. De quien aprendió, sobre cualquier otra enseñanza, la lección del compromiso con la búsqueda de la verdad, y a quien bien puede aplicársele, a su vez, la definición que él mismo nos dejó del ateniense: "Antes que nada, fue un hombre con los pies en la tierra y la vida dedicada a los asuntos de su ciudad, sin escapismo ni subterfugios intelectuales".

NOTA De "Acercamiento a Juan Nuño", Prólogo a Juan Nuño, El pensamiento de Platón . Fondo de Cultura Económica de España, Madrid, 2007.

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