sábado, 24 de marzo de 2012

NUÑO (3)



EL NACIONAL - Sábado 24 de Marzo de 2012 Papel Literario/2
Sobre Los mitos filosóficos
Nuño recurre aquí a Nietzsche, y acude a dos conceptos básicos y complementarios: la máscara y el eterno retorno
NILO PALENZUELA

Los mitos filosóficos es un libro de madurez. La coherencia, la audacia, la voluntad de mostrar los movimientos del pensamiento a través de un lenguaje nítido e incisivo, cuenta aquí con el compromiso ético de quien piensa desde su presente y desde los peligros que lo acechan. El filósofo ha hablado en otros escritos de su época, del cine (200 horas en la oscuridad), de Ética y cibernética, de la fascinación totalitaria (Fin de siglo), del idealismo adormecido y de sus trampas (La filosofía en Borges), de la televisión y del fútbol, del marxismo que sedujo con su promesa, del conservadurismo y del irracionalismo que se avecina.

Pero en Los mitos filosóficos habla sólo de la filosofía y de sus enmascaramientos históricos, en una dirección que ya había prefigurado Dilthey y que había comentado García Bacca desde comienzos de los años cuarenta; y habla también de determinados mitos que calan en la filosofía y la conforman, aun a pesar de las reservas de los más rigurosos pensamientos.

Pero a diferencia de Dilthey, no pretende asfixiar a la metafísica para dar certeza a la historia, sino más bien ve el movimiento del mito entre los pliegues sucesivos de la racionalidad.

Los mitos filosóficos soslaya un modelo diacrónico que privilegia la sucesión de las voces y las ideas, y que puede llevar a considerar que este filósofo es el antecedente de aquel otro; al contrario, Nuño adopta aquí, de manera próxima a lo que hace Octavio Paz en el espacio de la creación estética, una visión sincrónica que pone en contacto distintas épocas y establece lazos de poderosa comunicación entre autores y discursos, casi como si estuvieran en un mismo plano de contemporaneidad. Descrito el telos, el fin, que se promueve desde el comienzo de la filosofía y que se acentúa de manera obsesiva hasta el apagón último de las expectativas marxistas, descubierto ese finalismo que se cierra sobre sí y que se ha tatuado en el interior, entrevista "esa morbosa y obsesiva tendencia a autodestruirse, dando fin al proceso", se puede observar cómo Parménides dialoga con Bergson, Kant con Wittgenstein, Heidegger con San Agustín. Y Nuño abre entonces la caja de Pandora: "La filosofía da un paso más que las religiones positivas. No sólo expresa el fondo mítico en lenguaje conceptual, sino que resume y absorbe los mitos en fórmulas racionales.

De tal modo que hablar, por ejemplo, de los mitos de salvación no significa proponer la suplantación de determinados esquemas filosóficos por las leyendas de Narciso o de Teseo o del Mesías o de Prometeo, sino entender las sucesivas apariciones de aquellos sistemas como la expresión conceptual del fondo de creencias y confusas representaciones subyacente en ese tipo de mito".

Las cinco matrices míticas de la filosofía Si cada filosofía inicia un rito que concluye en "la morbosa palingenesis", Nuño tira del hilo de inmediato: detrás del ritual de sus apariciones, de su propia fenomenología, los lenguajes siguen comportamientos míticos que se reelaboran constantemente. La afirmación, que se acepta como punto de partida metodológico, le hace vislumbrar enseguida cinco modelos matriciales: la filosofía que se presenta como báculo o receta y que corresponde a los sistemas organizados a partir de los mitos de salvación y narcisismo, en los que el sujeto se empecina en develar el mundo; la filosofía como secreto y misterio que se levanta sobre los mitos de la revelación y la clarividencia, y que siempre tiene la tentación de la videncia, el rapto, la certeza del "tercer ojo" que abre las puertas al conocimiento; la filosofía como ensalmo que se edifica en torno a los mitos de totalidad y destino; la filosofía como prohibición y vigilancia, donde predominan los mitos de la frontera y el infierno, y finalmente, la filosofía como sumisión y corrección que se sostiene en los mitos de transformación y servidumbre. El recorrido es lento, pormenorizado, pero cuenta con la complicidad del lector que sabe que lo que se enuncia es sólo parte de un relato incompleto cuyos capítulos pueden extenderse, reescribirse, someterse a reservas y amplificaciones. Nuño señala que estos mitos filosóficos son los básicos, sobre ellos transita la historia de la filosofía y entre ellos un mismo pensador puede moverse con libertad, incluso ignorando los cauces por los que se desliza.

Al contrario de lo que anuncia el subtítulo en la edición de 1985 del Fondo de Cultura Económica (Exposición atemporal de la filosofía, ahora juiciosamente suprimido por Reverso Ediciones), la temporalidad es aquí esencial, sólo que Nuño borra la imagen de la escalerilla sobre la que se ha creído transitar y también aquella otra, de más grueso trazado, del tiempo lineal y progresivo. Nuño recurre aquí a Nietzsche,y acude a dos conceptos básicos y complementarios: la máscara y el eterno retorno. Esto le permite deshacerse del descriptivismo diltheyano y de la congelación del tiempo en el cuerpo de la historia. No se trata sólo de observar las máscaras y las concepciones detrás de las que se ocultan los hombres y sus épocas. Se trata de ver cómo van y vienen, cíclicamente, determinadas formas de creación racional que siguen pautas de naturaleza mítica. Se trata de ver cómo la errancia y el sueño de la filosofía nacen y se renuevan a cada paso. Se trata asimismo de un ejercicio que desaloja la vanidad del logos al recordarle que sus humores pertenecen también a los mitos y al pensamiento mágico. Al enseñar que la "alteridad" abandonada sólo es aparente, subraya que la hermeneusis que promueve no renuncia a la condición crítica, pues es la misma crítica lo que permite vislumbrarla. Recordar que el mito no sólo está en el principio y en el fin, sino que actúa entre nosotros es, además, una manera de resistirse a los afanes expansivos del pensamiento, a su deseo de poder, a su voluntad de conquista, también a las fuerzas destructoras que lo presiden. La errancia, mientras, es la condición de la filosofía y de una lengua que tiene ya entre sus pliegues numerosos laberintos por los que iniciar el aprendizaje. Los mitos filosóficos es un libro de síntesis que bien puede constituirse en otro punto de partida. Juan Nuño no se amedrenta ante la necesidad de apuntalar teóricamente lo que sirve de soporte al discurso y le da validez, se atreve a pensar desde una tradición audaz. Incrédulo a un lado y otro de las manifestaciones del lenguaje, hacia la multiplicidad de los signos o hacia el hondón poético, deja a la vista que el pensamiento siempre puede sacar la lengua para enseñar sus hechizos.

Abril de 2006.

NOTA Este texto es parte del Prólogo (fragmentos) a Juan Nuño, Los mitos filosóficos. Reverso Ediciones, Barcelona, 2006.

No hay comentarios:

Publicar un comentario