jueves, 22 de marzo de 2012

RECAPITULACIÓN (3)


EL NACIONAL - Sábado 17 de Marzo de 2012 Papel Literario/1
Adiós al socialismo
HÉCTOR SILVA MICHELENA

Personas libres y soberanas El socialismo, palabra abusada en los tiempos modernos, es repetida en los más disparatados sentidos, pero pocos saben cómo y porqué surgió, y casi nadie comprende en qué ha devenido realmente hoy en día. El libro Adiós al socialismo, de Enzo del Búfalo, busca aclarar estos temas y colocar la reflexión política en el ámbito de la tendencia moderna hacia la construcción de una sociedad de personas libres y soberanas.

Aquí hallamos la primera de las tesis fundamentales del texto: las prácticas sociales que han ido socavando la vieja sociedad feudal occidental remplazándola con la sociedad moderna, definen una tendencia a la formación de una figura subjetiva particular que se denomina individuo soberano. Este tipo de subjetividad necesita vivir en una sociedad en la cual cada individuo se relaciona con otros sin ningún tipo de sumisión que el autor denomina despótica. Este es el sentido de la historia moderna.

Esta tendencia es también la de constituir una subjetividad humana distinta. Sustenta esta tesis el postulado según el cual el ser humano se va transformando con sus prácticas sociales. Este postulado es propio del materialismo histórico que contra lo que sostiene cierta tradición marxista no tiene nada que ver con la dialéctica hegeliana; por el contrario, es su más radical negación puesto que pone en el origen la idea; en cambio, el materialismo histórico rastrea el origen de cada concepto en su radical diversidad, y en la materialidad de los procesos sociales, su verdadero origen; este análisis se complementa con la llamada plasticidad histórica de la subjetividad.

Con esta base metodológica, el autor articula el análisis del socialismo como un movimiento que expresa un momento histórico de la tendencia a la constitución de la sociedad de personas libres e iguales. De hecho el socialismo, al igual que el liberalismo antes que él, surge como práctica y doctrina que reivindica espacios de libertad contra el orden despótico imperante pero, al igual que el liberalismo, termina siendo recuperado por el orden despótico. Si el liberalismo, en su afirmación de la soberanía del individuo, insurge contra el Estado absolutista y los privilegios de clase para dejarse atrapar por la organización despótica de la industria y el comercio; el socialismo surge para superar esta capitulación del liberalismo frente a la organización capitalista y se deja seducir por el Estado. Pero Estado y capital son tan sólo dos formas del mismo orden despótico que siempre ha sido y será incompatible con la sociedad de individuos soberanos.

Tanto la organización capitalista de la producción como el Estado, en todas sus variantes, son organizaciones sociales basadas en relaciones de sumisión. Ni el liberalismo ni el socialismo entienden correctamente la naturaleza del poder despótico y es por eso que su concepción de las transformaciones sociales es jacobina, es decir, se basa en la idea de que este poder despótico puede ser apropiado, mediante la revolución, por una minoría ilustrada que lo empleará para reconstruir la sociedad.

Reconstrucción del orden despótico Nada más falso, sostiene el autor. El poder despótico se rehace a sí mismo y es por eso que todas las revoluciones lo reproducen. Sin embargo, el poder despótico se destruye mediante la separación. El socialismo inicial fue un movimiento realmente subversivo porque tendía a sustraerse al orden de la fábrica capitalista y al del Estado oligárquico y, así, interrumpía su funcionamiento poniendo en crisis la estabilidad social. Pero esto duraba tan sólo el tiempo que el capital necesitaba para recuperarlo mediante reformas que al satisfacer parcialmente sus aspiraciones, permitían recomponer el orden despótico. La historia del socialismo es, según del Bufalo, la historia de los distintos momentos de separación y recuperación del movimiento en un orden despótico superior. Un movimiento dialéctico en el cual una masa inicial de gente depauperada y embrutecida se separa de la fábrica para reivindicar mejores pautas de trabajo y de vida que les permitan desarrollar su subjetividad autovalorando su fuerza de trabajo. Este momento reivindicativo es seguido por cambios tecnológicos en el proceso productivo y por reformas sociales que permitían satisfacer estas reivindicaciones, al tiempo que hace posible relanzar la acumulación sobre una base superior. Este conflicto generó el gran dinamismo de la sociedad moderna y se expresa en el movimiento dialéctico entre autovaloración obrera y acumulación del capital que en cada fase culmina con una mayor subsunción de la producción y de la sociedad en el ciclo del capital. Así denominó Marx este proceso mediante el cual primero las pautas de trabajo, y luego todas las instancias de la vida social se van reconformando de acuerdo a la lógica acumulacionista.

De manera que la historia del socialismo es la de un movimiento de masas embrutecidas y depauperadas que dirigidas por una minoría radical democrática ­llamada su conciencia externa­ causa un conflicto social al plantear su separación del orden social que el orden despótico recupera mediante concesiones y reformas. Esta dinámica conflictiva va transformando, por un lado, la subjetividad proletaria, diversificándola en múltiples series de individuos, liberándola así de esa estratificación típicamente despótica que es la clase social; pero, por el otro, no sólo las pautas de trabajo, sino también las instancias en las que reproduce la vida de estos individuos, como la familia, escuela, el esparcimiento, etc., son subsumidas en la lógica de la acumulación. Si en las primeras décadas del movimiento socialista, administrado por la conciencia externa del partido, prevalecía el momento de la separación, con el pasar del tiempo empezó a prevalecer el momento reformista o revolucionario en el cual el socialismo se convertía en instrumento de prácticas políticas y sociales que si bien satisfacían ciertas reivindicaciones de los trabajadores, hacían posible una mayor subsunción de la subjetividad obrera y de toda la sociedad en el ciclo de acumulación. Así los socialistas y comunistas ocuparon el poder del Estado para hacer reformas o para hacer la revolución jacobina. En el primer caso, el socialismo construyó el Estado del bienestar que, si bien satisface muchas de las reivindicaciones sociales, funciona como estabilizador de la acumulación de capital en las economías de libre mercado.

En el segundo caso, el socialismo creó un orden social a imagen y semejanza de la fábrica capitalista del siglo XIX con el Estado y la nueva clase como únicos extractores de excedentes, y controladores de toda la vida social. Así el socialismo es hoy la manera más eficaz de administrar la subsunción de la sociedad en el capital.

Vivir en multiplicidad Frente a esto, todo movimiento que quiera mantenerse en la tendencia hacia la construcción de una sociedad de personas libres y soberanas debe luchar contra todas las formas de sumisión despótica. Es la manera de separarnos de la subsunción del capital. "Podría decirse pues que, hoy en día todo socialismo es necesariamente fascistoide [...] y es hoy en día inevitablemente fascista y debe ser repudiado por todos aquellos que se colocan en la tendencia histórica del conflicto social que nos pone más allá del socialismo".

Hay que afirmar las diferencias de cada individuo como diferencias de igual valor social. Esto es lo que significa vivir en multiplicidad.

Pero esta tendencia no podrá realizarse hasta tanto no se supere toda organización despótica. Inventar formas organizativas que no impliquen sumisión es el reto que tiene el individuo para superar el último obstáculo para la afirmación de su plena soberanía. Para hacerlo debe antes abatir los fantasmas de la historia. Este libro quiere ayudar a estos fines ¿otra utopía de la edad de oro?

EL NACIONAL - Viernes 16 de Marzo de 2012 Opinión/6
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
¿Adiós al socialismo?
JESÚS PUERTA*

Los libros de Enzo del Bufalo siempre nos han ofrecido una exquisita erudición en una hermosa prosa. Adiós al socialismo no es la excepción, aparte de que constituye un valioso aporte a un debate necesario. Es imposible dar cuenta de este libro tan rico en un breve artículo de opinión. En el marco del Doctorado de Ciencias Sociales de la UC le dedicamos una mañana que fue corta. Valga, de todos modos, este corto texto para comentar algunas cosas.

¿Por qué Enzo del Bufalo le dice adiós al socialismo? Fundamentalmente porque se desvió del proyecto de una sociedad de individuos libres e iguales. La postura del autor se presenta diferente de la del neoliberal y del decepcionado amargado por el engaño en que perdió parte de su vida. La desviación del socialismo para Enzo tiene que ver con que a) el socialismo asumió la defensa del estado nación, lo cual implica compromisos con las relaciones despóticas; b) dejó de ser movimiento de diferenciación respecto del despotismo capitalista y se integró al capital; y c) por obsoleto, fracasado, etc.

El "individuo soberano": esa fue la "promesa incumplida" del liberalismo, el cual "traicionó" por entrar en compromisos con los despotismos feudales. Pero la utopía se confronta con su propia base "genealógica", pues la modernidad resulta ser un "compromiso de relaciones despóticas, iguales y de parentesco". Enzo sólo valora el socialismo en el momento en que fue un movimiento de separación del movimiento obrero respecto del despotismo del capital en el siglo XIX. Pero la utopía se mezcla y se abigarra. Creemos sentir aquí el pesar del teórico al ver mancharse y mezclarse el limpio y puro ideal, cuando entra en contacto con su aplicación.

Con la misma sensibilidad, el autor opone la "muchedumbre abigarrada" del "eclecticismo" propio del actual socialismo (alusión al chavismo) a la "multitud múltiple diferenciada" donde se lucha contra los despotismos afirmando las diferencias individuales que nunca convergen en el "Uno".

Todo esto lleva a Enzo a un extraño razonamiento que ya hemos observado en otros autores antichavistas. Para él, el socialismo actual (¿Venezuela? ¿China?) es, necesariamente, fascismo. La explicación de este salto en el razonamiento está en la página 515: "El ejemplo histórico que mejor interpreta esa territorialización es el fascismo". No se explica por qué el fascismo es "el mejor ejemplo" de territorialización nacional.

Pero sigue más abajo con que el socialismo es "necesariamente fascista", pues reedita la articulación "entre el capitalismo privado globalizado y un capitalismo de Estado nacional". Reconoce, sólo de paso, que este movimiento beneficia la situación de los "hambrientos"; pero internaliza el socialismo para subsumirlo en el capital.

La cosa es que esa conjunción, que para él es fascista, también la hizo históricamente la socialdemocracia. Por otra parte, el nacionalismo de nación oprimida o colonia es diferente del chovinismo imperial.

Por no considerar esto, Enzo no ubica nada de fascismo del lado del imperialismo actual, materializado en el intervencionismo terrorista del gran capital.

Para nosotros, el fascismo es la dictadura terrorista del gran capital sobre los trabajadores y colonias, que aplasta su movimiento emancipador social y etno-nacional, acompañada de una política guerrerista. La integración capitalismo-Estado, aun en sentido social, tiene que ver con las superestructuras del keynesianismo que, sí, puede ser usado por el fascismo, pero también por el "welfare state".

Habría que preguntarse: si ha habido tantas versiones del socialismo (o de la izquierda), que han tenido sus fallas, fracasos y errores, pero todas de alguna manera expresan esa tendencia hacia una sociedad de hombres libres, iguales y fraternos, no hay razón para abandonar su aspecto utópico, así como para un cristiano no bastan las atrocidades de la Iglesia Católica para abandonar su fe.

Al parecer el teórico introdujo un elemento impuro, concreto y abigarrado en su razonamiento puro y abstracto: el rechazo silvestre al chavismo.

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