sábado, 24 de marzo de 2012

NUÑO (5)


EL NACIONAL - Sábado 24 de Marzo de 2012 Papel Literario/3
Juan Nuño, el maestro
BENJAMÍN SÁNCHEZ MUJICA

Corría el año escolar 1968-69 cuando conocí al profesor Juan Nuño en un curso de Lógica Matemática, el cual se iniciaba con la silogística de Aristóteles. Eran clases muy bien dictadas, con una didáctica impecable, sin dejar lagunas en los oyentes sobre el pensamiento lógico del gran Estagirita. Nuño mezclaba rigurosidad con claridad, se apoyaba en la historia de la filosofía y en los grandes pensadores, sin perder el carácter contemporáneo de la problemática que tratara. Era común en él apoyarse en los literatos de todos los tiempos para aclarar arduas ideas filosóficas; estas cualidades fueron disfrutadas por muchas generaciones de estudiantes que pasaron por las aulas de la Escuela de Filosofía, donde el doctor Nuño había solicitado, expresamente, impartir sus clases a estudiantes de primer año de carrera. El profesor Nuño, como me enteraría a lo largo del año escolar, era un conocedor en profundidad de la filosofía, la cultura y la lengua griegas, lo que había demostrado en su tesis doctoral, en un libro sobre el pensamiento de Platón --ambos publicados por la editorial universitaria EBUC-- y en una serie de artículos sobre la misma temática.

Recuerdo que a mitad del año el profesor Nuño hizo una primera prueba a sus alumnos, en forma individualizada, que tuve la suerte de completar en pocos minutos. Ante la lógica preocupación del profesor, quien me detuvo a la salida preguntándome si tenía alguna dificultad para resolver los problemas del examen, a lo cual respondí con un tímido pero seguro "no". En el acto revisó las respuestas y, al ver que eran las correctas, me citó para tener una conversación en la siguiente clase. Allí comenzó mi relación de profesor-alumno con el doctor Nuño, quien a lo largo de seis años llegó a convertirse en mi maestro y en tutor de mis tesis de pre y postgrado.

Nuño y la política universitaria Volviendo a los orígenes de esa relación, recuerdo que el doctor Nuño no sólo era un magnífico profesor en el aula, sino que estaba convencido de la necesidad de hacer llegar sus ideas de política universitaria a sus alumnos, mediante propuestas que significaban cambios estructurales para la Escuela de Filosofía, la Facultad de Humanidades y Educación y la Universidad como un todo.

Esta posición le habría de costar muy caro al doctor Nuño, a tal punto que los profesores conservadores del status quo universitario, apoyados en el allanamiento militar realizado en el primer gobierno del presidente Caldera, solicitaron su expulsión de la UCV por su valiente posición de negarse públicamente a asistir a la sede externa de la escuela, situada en la urbanización El Bosque, lo cual plasmó en un documento dirigido al director impuesto de la Escuela de Filosofía. En este documento, Nuño esgrimía argumentos contundentes contra la política de las autoridades impuestas de desmembrar la Facultad de Humanidades y Educación. Ese gesto, que fue conocido ampliamente por la comunidad de la Escuela de Filosofía, hizo que los jóvenes, y no tan jóvenes, estudiantes de la Escuela vieran en el doctor Nuño a un maestro, y no simplemente a un profesor más de la UCV.

Tal vez fue entonces cuando comencé a admirar y respetar al universitario que era capaz de conjugar su actividad de investigación y docencia con la gestión universitaria, esta última desde la dirección del Instituto de Filosofía, donde aupó la creación de los estudios de postgrado en Lógica y Filosofía de la Ciencia y en Filosofía y Ciencias Humanas. Además, el profesor Nuño consiguió sacar la discusión filosófica a la luz pública, mediante un seminario donde los invitados especiales o los investigadores de la escuela y el instituto presentaban sus ponencias sobre lo último que estuviesen investigando, material que era luego recogido en forma de artículos en la revista Episteme. En este contexto, no quisiera dejar de resaltar el ingente trabajo editorial y periodístico que realizó durante toda su vida académica.

De doctor a amigo Tuve la suerte y el honor de llegar a convertirme en amigo de Juan Nuño, no sin antes cubrir las facetas de alumno, preparador de sus cursos de Lógica y de mis trabajos académicos bajo su tutoría, lector de sus obras, incluso ayudante en la parte gráfica de la edición de su Elementos de lógica formal, y, por último, colega investigador, gracias a su generosidad intelectual, que lo llevó a confiar en un grupo de recién graduados para configurar la generación de relevo de investigadores del Instituto de Filosofía.

Quisiera terminar contando una anécdota muy personal.

Mi respeto por el doctor Juan Nuño me imposibilitaba tratarlo de "tú", aun cuando, con el tiempo, me convertí en asiduo comensal de los exquisitos platos que preparaba con la ayuda, a veces bajo la dirección, de nuestra querida y recordada Alicia López de Nuño, su compañera de toda la vida, también profesora titular en la UCV, y madre de sus dos hijas.

Me viene a la memoria una de esas ocasiones, una cena en su casa. Como el trato entre el doctor Nuño y yo era el habitual --Nuño me llamaba Sánchez y yo me dirigía a él llamándole doctor--, en un momento dado Alicia, en tono jocoso, nos reprendió, diciendo que hasta cuándo íbamos a tratarnos de esa forma, que ya era hora de tutearnos. Dicho y hecho: como por arte de magia, a partir de aquel momento nos tuteamos siempre.

Fotografía: Juan Nuño, según Oswer Díaz (Economía Hoy, Caracas, 07/05/95)

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