domingo, 25 de marzo de 2012

CERCANÍA DE LA PASIÓN

NOTITARDE, Valencia, 25 de Marzo de 2012-03-25
Jesús anuncia su muerte (Jn. 12,20-33)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Estamos a una semana de celebrar la Semana Santa y por eso ya las lecturas de este domingo nos introducen en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
El texto de Juan que hoy la Iglesia nos presenta para nuestra reflexión es el de la parábola del grano de trigo y el anuncio de su muerte por parte de Jesús. Él dice que así como el grano de trigo cae en tierra y muere y da mucho fruto, así su muerte redentora traerá la salvación para toda la humanidad, para todos los hombres de todos los tiempos. Un solo grano de trigo puede germinar en muchos frutos; así, la muerte del Hijo de Dios en la cruz viene a dar vida a toda la humanidad.
Jesús dice que ha llegado la hora de ser glorificado; es decir, de pasar por la pasión, la muerte en cruz y resucitar al tercer día. La glorificación implica este triple paso; no hay gloria sin cruz; no hay vida si antes no se pasa por la muerte y la vida que Cristo vino a darnos es vida eterna; vida sin fin. Su morir en la cruz, como sacrificio de amor absoluto por la humanidad nos trae vida eterna; nos anuncia que todos los hombres estamos llamados a la vida; que hemos de resucitar como lo hizo Él. Quien sigue y sirve a Jesús; quien lo reconoce como Dios y Salvador; quien cree en su Palabra y la pone en práctica alcanzará vida eterna; estará en el lugar donde está su Maestro y Señor; es decir, en la Gloria del Padre.
El texto de Juan si bien deja ver que quien va a morir y sacrificarse por amor en la cruz es el Hijo eterno de Dios; es al mismo tiempo hombre perfecto; verdaderamente humano; verdadero hombre; que como cualquier ser humano ante el hecho de la muerte; al verse perseguido; al saber que tiene que pasar por la dura prueba del sufrimiento y el dolor, siente angustia y miedo. El mismo Jesús dice delante de Felipe y Andrés, dos de sus discípulos: "Siento en este momento una angustia terrible". Él reconoce su angustia, acepta su miedo terrible; pero no rechaza ni deja de cumplir la misión que el Padre le ha encomendado y que Él acepta con generosidad y por amor a la humanidad. Jesús está consciente que ya ha llegado su hora de pasar por el dolor físico y moral; que muchos lo despreciarán, se burlarán de Él, otros llenos de odio y envidia se sentirán felices de que muera en la cruz como un "blasfemo" que se atrevió a llamarse y creerse el Hijo eterno de Dios; otros golpearán su cuerpo y lo someterán a un dolor que supera toda expectativa humana. Pero más allá de esta conciencia de su Pasión que lo angustia como humano dice: "¿Y qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta angustia? Pero precisamente para esto he venido". Jesús es valiente, firme, perseverante hasta el final, "no aborta" la misión que el Padre eterno le ha encomendado, que es salvar al ser humano de la condenación eterna, liberarlo de la esclavitud del pecado. Él sabe que para esto vino al mundo y que el rescate de toda la humanidad pasa por su sacrificio en la cruz. Aquí está la prueba máxima de amor de Jesús por toda la humanidad, no se deja vencer por la angustia terrible, no sucumbe pensando o sintiendo lo que dentro de poco le va a suceder; al contrario, acepta la voluntad del Padre y camina hacia el sacrificio redentor. Por eso dice: "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". Es decir, cuando yo sea glorificado, cuando realice mi sacrificio redentor en la cruz, allí todos los hombres podrán tener acceso a la salvación, a través de mí y por mi entrega en la cruz. Así como la serpiente de bronce fue un signo para el Pueblo de Israel (como lo veíamos el domingo pasado), ahora, quien vea a Jesús clavado en la cruz, quien se acerque a Él, quien crea en su persona y se haga su discípulo, quien viva como Él mismo vivió, poniendo a Dios de primero; ese alcanzará la vida eterna; será honrado y consolado por el Padre; así como Jesús en el momento culmen de su Pasión fue alentado y acompañado por el Padre Celestial.
Jesús vino al mundo para vencer el mal y el pecado; para pagar con su vida nuestro rescate. Por eso, para el cristiano católico la cruz no es símbolo de muerte, sino de vida eterna, de amor; porque allí en el madero de la cruz Jesús consumó la salvación de la humanidad y demostró el inmenso amor que Dios tiene por todos los hombres. Estamos llamados a mirar por la fe al Hijo de Dios levantado sobre la cruz; resucitado, que vive y reina por los siglos y nos ofrece vida eterna.
IDA Y RETORNO: ¿Qué hacer con tantos antivalores que están presentes en nuestra sociedad venezolana? A los cristianos católicos nos toca asumir, en primer lugar, los valores del evangelio que son: la paz, la fraternidad, el servicio, la honestidad, la coherencia de vida, la reconciliación, entre otros, que se resumen en ese gran valor que todo humano entiende, que es el amor. Una sociedad sin amor, es una sociedad perdida, sin rumbo. Por eso, necesitamos rescatar el valor del amor y como continuaré diciendo en la próxima semana, esto comienza sobre todo en la familia, en el hogar. Los valores se transmiten.

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