domingo, 25 de marzo de 2012
RELEVANCIA
EL NACIONAL - Domingo 25 de Marzo de 2012 Siete Días/7
Retrato de Manuel Pérez Guerrero
SIMÓN ALBERTO CONSALVI
Manuel Pérez Guerrero fue uno de los venezolanos más relevantes del siglo XX, no obstante, creo que bajo este vendaval bíblico que azota al país pocos lo recuerdan, y serán contados los que puedan responder a la pregunta de quién fue, qué hizo y qué representó para Venezuela y para la comunidad internacional. Fui su amigo de décadas, y tuve el privilegio de admirarlo en el escenario que siempre lo sedujo, la Organización de Naciones Unidas en Manhattan y en otras latitudes del sistema, como Ginebra. Estuvo cerca de ser secretario general de la ONU durante la crisis generada por el veto de China a la reelección de Kurt Walheim. Pero al abstenerse Pekín, el austríaco fue reelegido.
Por su trayectoria, equilibrio y sabiduría, pocos como Pérez Guerrero disfrutaron de tanta influencia y respeto en la ONU. Su experiencia internacional se remontó a la Sociedad de las Naciones.
Estudiante de un país remoto, para optar a un cargo en el organismo que le señalaba su vocación, en 1936 decidió escribir su tesis doctoral en la Universidad de La Sorbona sobre Les relations des Etats de l’Amerique Latine avec la Societé des Nations. Fue el primer pasaporte de su éxito, y una vez publicado el libro ese año en París, su nombre inició un largo viaje, como está escrito en los anales de la política mundial, e ingresó en el organismo hasta su ocaso con el estallido de la guerra mundial.
Leo ahora la magnífica biografía de Manuel Pérez Guerrero, escrita por la historiadora Giannina Olivieri Pacheco para la Biblioteca Biográfica Venezolana, donde se retrata al personaje como ser humano, el poliglota, el erudito, en su doble dimensión de servidor público de nuestro país y alto funcionario internacional, una historia de medio siglo que rinde tributo a un venezolano universal.
Giannina se remonta a los orígenes familiares, al padre español, Manuel Pérez Abascal, que desde Santander, España, llega a Venezuela como polizonte en un barco mercante. Poco a poco se va afirmando en los negocios, se casa con Josefina Guerrero y tienen ocho hijos. Manuel es el mayor. Nace en Caracas en septiembre de 1911. Afirma muy temprano su vocación internacional alegando que por su sangre navegan todas las sangres del mundo, incluida la china. Quizás exageraba, pero eso pretendía como conjuro contra todas las discriminaciones raciales o ideológicas.
Giannina aporta un dato poco conocido, y aquí vale la pena cederle la palabra: "En 1919 ocurre un hecho que conmociona a Caracas.
Uno de los pocos carros que circulaban por una ciudad no acostumbrada aún al paso de vehículos, el Ford T de los Pérez Guerrero, guiado por su chofer, atropella al gran médico de Caracas, José Gregorio Hernández. La familia, como el resto de la ciudad está conmovida y no se habla de otra cosa en varios días. En la casa todos están consternados por lo ocurrido y este será un hecho que todos recuerden a lo largo de sus vidas". No era para menos, se trataba de un médico y de un santo, y fueron incontables los desamparados que dejó su muerte.
La biógrafa refiere que los negocios de Pérez Abascal fueron privilegiados por la buena fortuna, participó en la fundación del Banco Venezolano de Crédito con Henrique Pérez-Dupuy, y en la Compañía Anónima Teléfonos de Venezuela, con su cuñado Félix Guerrero.
Envió a los hijos a estudiar a Europa, y esto explica el doctorado de Manuel en La Sorbona y la carrera que emprende.
Abatida por la guerra la Sociedad de Naciones, Pérez Guerrero regresó a Venezuela en 1939 y ocupó algunos cargos técnicos en el gobierno de López Contreras.
En 1945 acompañó al canciller Caracciolo ParraPérez a la Conferencia de San Francisco, donde se fundó la ONU.
A pesar de sus reservas frente al golpe de Estado del 18 de octubre de 1945, aceptó el cargo de ministro de Hacienda que le propuso el presidente de la JRG, Rómulo Betancourt. Gallegos lo ratificó en el cargo en 1948, y cayó con Gallegos; fue a la cárcel y al prolongado exilio. Desde Nueva York, en enero de 1949, le escribió al Presidente derrocado una carta histórica que, a mi juicio, es el más lúcido e irrebatible balance de la acción de gobierno de aquellos años propicios.
Restablecida la democracia en 1959, se reintegró al país y a sus afanes de servidor público hasta su muerte en 1985.
Fue ministro de Petróleo, embajador en la ONU, consejero presidencial, referente siempre de la política petrolera, dentro o fuera del país, en la ONU o en la Secretaría General de la Unctad. En una palabra, un hombre de Estado. Puestos en la disyuntiva de privilegiar un momento de la vida de Manuel Pérez Guerrero, señalaremos su papel en la Conferencia Norte-Sur celebrada en París (1975-1977), de la cual fue copresidente. Se trataba de echar las bases de un Nuevo Orden Económico Internacional. Una etapa estelar, frustrada, como expresó él, porque el Norte careció de voluntad política, o sea, de visión histórica. En una palabra, Giannina Olivieri ha escrito la biografía necesaria para comprender la personalidad del venezolano que tanto prestigió su tierra.
Ilustración: Ugo
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