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lunes, 11 de enero de 2016

LA AUTONOMÍA DE UN PAPEL

Caldera y la Gaceta Oficial
Luis Barragán


Voceros gubernamentales asumen que, cualesquiera decisiones adoptadas por la Asamblea Nacional, carecerá de vigencia por no cumplir con la formal publicación en la Gaceta Oficial que administran y controlan. Ni siquiera una interpretación literal de la normativa los autoriza, porque ella no sólo expresa a un órgano independiente del Poder Público, sino que goza de una mayor y más reciente legitimidad concedida por los consabidos comicios parlamentarios.

El artículo 6 de la vigente Ley de Publicaciones Oficiales que data de 1941 y la cual no ha hecho falta modificar por su ventajosa sencillez, establece: “Los servicios de publicidad de que disponga el Poder Ejecutivo deberán dar preferencia a las publicaciones de los otros actos del Congreso Nacional y de las Cámaras Legislativas que estos organismos o sus Presidentes acuerden publicar; sin perjuicio de que las propias Cámaras efectúen aquellas directamente”.  Y si bien es cierto que no ventila el caso concreto de una discrepancia entre los distintos órganos del Poder Público, como no podemos pretender que cada ley haga un inventario de todas las hipótesis de conflicto, la solución se encuentra en el marco de la Constitución y demás leyes de la República.

Por lo demás, sancionada una ley, el Ejecutivo ha de promulgarla o devolverla para darle continuidad a un trámite que no es infinito, Y la omisión del Presidente de la República no impide que la junta directiva de la Asamblea Nacional haga la promulgación, “sin perjuicio de la responsabilidad en que aquel o aquella incurriera por su omisión”, según  el artículo 216 constitucional.

¿Acaso no agravará más la situación si el presidente y demás funcionarios del Ejecutivo no publican la ley de exclusivo cuño asambleario en la Gaceta Oficial? ¿Ésta mera formalidad impedirá su vigencia a todo evento? ¿Qué impide que la Asamblea Nacional la publique? ¿E, incluso, que le conceda un estatuto diferente a la Imprenta Nacional y Gaceta Oficial para garantizar su vital tarea de Estado? Vale decir, ¿la situación probablemente planteada no aconseja la creación de un servicio realmente autónomo respecto a Miraflores?

La hipótesis del conflicto de poderes que tanto fascina al oficialismo, coloca a la Gaceta Oficial en un epicentro inmerecido, pues, son otros los problemas reales y sempiternos que confronta en una era en la que, por una parte, prevalece el criterio del hecho público, notorio y comunicacional que no releva al Estado de la necesaria formalidad de los actos inherentes a su propia existencia; y, por otra, al auge de las nuevas tecnologías de la comunicación e información impone un superior desafío. Hay una publicidad o, mejor, publicitación del Estado que debemos diferenciar muy bien de la que logra en abundancia exagerada el gobierno, a la que debemos atender por las consecuencias políticas y – sobre todo – jurídicas que implica, ya que no se conocen las cifras macroeconómicas que la propia Constitución ordena, ni la misma voluntad del legislador que deben recoger los portales digitales e imprenta convencional del órgano, ocurriendo – hace poco – la desaparición del link correspondiente de la decisión que el Tribunal Supremo de Justicia produjo sobre el consabido caso de los tres parlamentarios que naturalmente calificó y juramento la Asamblea Nacional.

Ha habido preocupación sobre el tema por muchas décadas y, aparentemente baladí, hemos también contado con juristas que lo asumieron desde la curul. Es decir, comprendieron y atendieron esos asuntos que supuestamente no pertenecían a la más estelar y rentable agenda política que tanto cautiva, cumpliendo con su responsabilidad parlamentaria.

El entonces diputado Rafael Caldera, cuyo centenario de nacimiento se cumplirá el venidero 24 de enero, con motivo de la segunda discusión del Proyecto de Ley de la Gaceta Oficial, aludió al problema que suscitaba el retardo de su publicación y – “un mal hábito, es apenas un ligero aspecto del problema”, extendido a la de los Diarios de Debates -  versó sobre el conocimiento público de la jurisprudencia, de la Caja de la Tesorería Nacional, de lo que llamó el “veto de bolsillo” respecto a los proyectos de leyes que demoran sin el Ejecútese, proponiendo toda una comisión especial para profundizar en el estudio de la materia (Diario de Debates de la Cámara de Diputados, Caracas, nr. 3 del 26/04/1941). El derecho a la información, a su acceso y difusión, hoy desconocido respecto a las cifras del Banco Central de Venezuela, de los servicios oficiales de salud, de los organismos policiales, o de la misma función que debe cumplir la Gaceta, halló una temprana inquietud en el yaracuyano que cumplió una trayectoria que sería mezquino ignorar y, todo lo contrario, reivindicando nuestra tradición parlamentaria, es necesario rescatar y valorar.

Necesario y válido rescate, porque – a propósito de la Gaceta Oficial – importa hallar soluciones que vayan más allá de las simples circunstancias políticas actuales, siendo pertinente la perspectiva que asumió Caldera, como el estadista que fue, en un ámbito peligrosamente subestimado. Significa concederle una diferente dimensión al debate actual, por cierto.

Fuente:
http://www.diariocontraste.com/caldera-y-la-gaceta-oficial-por-luis-barragan-luisbarraganj/

lunes, 4 de mayo de 2015

(AUTO) ENGAÑO



Checoeslovaquizados
Ox Armand

Irrumpió  1968 con una cosa llamada la Primavera de Praga. Alexander Dubček encabeza cierta liberalización de los países por entonces integrados bajo el régimen comunista. Lucía lógico el proceso que se tomó en serio la desestalinización. La red de redes está llena de datos, pues, por fortuna, comenzando con la Wikipedia, al mismo tiempo amada y odiada, la sistematización ha impedido que la memoria sufra una baja más, como también ocurre en la era digital. Por supuesto, he acá la noticia, por agosto los tanques soviéticos se pasaron por Checoeslovaquia, simpemente invadiéndola y cortándole la yugular al experimento. No estaban dadas las condiciones objetivas para la reforma que pudo adelantar varios años después Mijaíl Gorbachov, asomado en alguna terraza del Kremlin luego de atisbar el fin definitivo de la Guerra Fría. El movimiento comunista internacional (precisamente, en nombre del internacionalismo proletario), inmediatamente se solidarizó con Moscú. Saliera sapo o rana, en Venezuela, apenas saliendo de la derrota también definitiva de las guerrillas, como no lo deseaban, salvo honrosas excepciones, los comunistas quedaron resueltamente checoeslovaquizados: ciegamente apoyaron al hermano partido soviético que no dudó en aplastar la novedad y ofrecer una versión idílica del socialismo, por lo demás, desarrollado y superior al estadounidense. El resto de la historia es conocido, pero las nuevas generaciones todavía saben muy poco. Recuerdo que, por entonces, en los pasillos de la universidad circulaba un librito argentino de un tal Fernando Nadra que convertía la contrarrevolución checa en lo peor de este mundo, dispensándole todos los sapos y culebras qe les fueron posibles bajo el formato y el lenguaje de un decidido progresismo.

Nadra nos incomodaba. Parecía imposible que todo fuese verdad. Ya escuchábamos hablar de la tesis de Teodoro Petkoff, un dirigente en nada subestimado del PCV, hablar del asunto. No sé si exactamente ocurrió que leímos en Tribuna Popular o en Deslinde una larga entrevista que removió aquellas convicciones personales que nos ligaban al sueño de una sociedad diferente, pero lo cierto es que anunció un libro que luego sería un escandalazo para la ortodoxia. “Checoeslovaquia, el socialismo como problema” lo editó Domingo Fuentes en 1969 (y, a pesar del autor, lo reeditó Monte ävila hacia 1990). Un estudio muy concienzudo del ensayo socialista que ganó la pública y pivoteante maldición de Leonid Brézhnev, acaso, tiene pocos equivalentes en nuestra literatura política. También la historia es conocida (división del PCV, etc., etc.). El caso está, por una parte, en que Petkoff (para bien y para mal) ha sido un luchador todavía la vida por unas ideas que (faltando poco) ha tenido la capacidad de cultivar, estudiar, discutir. Exresa esa combinación hoy inaudita del líder político de un coraje personal harto comprobado y de una sovencia intelectual harto reconocida, como no lo tiene chavista alguno (perdonen el oxímoron). Recientemente premiado con el Ortega y Gasset, tampoco pudo viajar a recibir su merecido galardón porque cobardemente se le ha prohibido viajar al extranjero, forzado al itinerario semanal que ha de cumplir en un tribunal penal. Presentarse en éste es un insulto propinado por quien y quienes se dicen revolucionarios. Y, por el otro lado, persiste el fenómeno de la checoeslovaquización. Poco importa el fracaso del modelo  en la Cuba que apuesta ahora a su puerto de aguas profundas de Mariel, anhelando una zona especial que enganche al resto del mísero país, o que en Venezuela saltemos de una larga bonanza petrolera al charco inconcebible del desabastecimiento, la inflación, la censura, la inseguridad personal, la corrupción.  Insisten en tapar el sol con un dedo y a punta de pólvora se sostienen en el poder. Le buscan la vuelta a todo. Y nos versionan como un paraíso que envidia todo el planeta.

Reproducción: Ugo. El Nacional, Caracas, 04/10/1997.

sábado, 21 de diciembre de 2013

ETERNO RETORNO

EL NACIONAL - MARTES 15 DE DICIEMBRE DE 1998 / POLITICA
En Yaritagua
Gobernador Lapi y diputado del MVR se liaron a golpes en acto público
Elides J. Rojas
BARQUISIMETO

La celebración religiosa en honor de Santa Lucía, patrona de Yaritagua, terminó en un bochornoso espectáculo callejero en la Plaza Bolívar de esa población, cuando el gobernador Eduardo Lapi y el diputado del MVR se liaron a golpes.
Después de oficiada la misa en honor a la virgen y cumplidos otros actos protocolares con asistencia de numeroso público, las autoridades eclesiásticas y regionales se dirigieron a la Plaza Bolívar para efectuar la colocación de ofrendas florales ante la estatura del Libertador.
De acuerdo las versiones conocidas, el gobernador de Yaracuy se disponía a colocar las ofrendas florales cuando fue interceptado por una persona que fue identificada como Nelson Blanco, al parecer diputado suplente del MVR.
Entre ambos surgió una discusión, aparentemente, por motivos políticos, y ante el asombro de la multitud, el parlamentario propinó un puñetazo al primer mandatario regional en la zona de las costillas, quien respondió con otros golpes y empujones contra Blanco.
Funcionarios y miembros del cuerpo de seguridad del gobernador de Yaracuy, según se conoció, procedieron a retener al presunto diputado para ponerlo a la orden de los organismos policiales. Pero otras versiones señalan que el agresor se alejó del sitio acompañado de otros dirigentes municipales del MVR.
El gobernador Lapi no ha emitido declaración oficial en relación con el altercado. Tampoco se conoce una versión exacta sobre las causas de los hechos, pues mientras algunas fuentes indicaron que se debió a que el mandatario yaracuyano trató de impedir que los dirigentes del MVR hicieran la ofrenda floral, otros aseguran que se debió a viejas rencillas y rivalidades políticas entre Lapi y Nelson Blanco.
Ilustración: Ugo. El Nacional, Caracas, 22/02/12.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

CUADERNO DE BITÁCORA

Hay un instrumental de Estado para referirse a Bolívar, una tarea obligada de la agenda presidencial en cada significativo aniversario. Ayer, con la presencia de varios mandatarios del continente, se hizo mención. Y, en otro lado de la ciudad, con la rueda de prensa de La Movida Parlamentaria, hubo una distinta invocación, pues, estamos entregados a potencias extranjeras y, detrás del pretendido aumento de la gasolina, abulta demasiado.

Dos ideas nos marcan angustiosamente. Por una parte, la contrastante propuesta de aumentar la gasolina a finales de los ochenta del XX, que desató las iras y temores inflamadas también y con más ahínco, brindando otra perspectiva a la subversión improvisada,  desde la parcela política e ideológica que hoy gobierna. Por lo menos, hubo un propósito de rectificación, por entonces, sintetizado en el programa de ajuste y reforma estructural de la economía venezolana.

Por otra, en los días que corren, hay una enorme emboscada, pues, bajo la promesa del gas del bueno, sin temblarle el pulso a la hora de la represion inmediata que luego teatralizarán para victimizarse, ese aumento es para favorecer e intentar perpetuar el actual orden de cosas, con la complicidad de la dinastía de los Castro que, es así, nos gobierna. Luego, no hay un aumento, si es que se produce y no es un globo de ensayo parecido al último  apagón caraqueño, es para sustentar la cleptocracia, sin el contexto de una voluntad y un proyecto de rectificación y rebrujulamiento.

Así arribamos a otro aniversario de la muerte de Bolívar, en una república que lleva su nombre y que, por cierto, luce pertinente recordar: "Identificar oficialmente a la república con el nombre de Libertador significa la creación de una clarificación errónea, falaz y perjudicial de los hechos sucedidos dentro  de nuestros contornos desde el Descubrimiento, por lo menos", afirmó Elías Pino Iturrieta ("El divino Bolívar", Catarata, Madrid,2003: 234).

Una ilustración, es de Ugo en tiempos de un exaltado bicentenario (El Diario de Caracas,  20/07/1983). Y, la otra, pertenece a Eneko, retratando aquellos tempestuosos tiempos (Economía Hoy, Caracas, 26/05/1990).

LB

sábado, 10 de agosto de 2013

DILEMA

EL NACIONAL - Martes 06 de Agosto de 2013     Opinión/7
Dos mundos de vida
ALEJANDRO MORENO

De lo que vengo exponiendo en esta serie de artículos, a partir de prolongada investigación empírica, se deduce queen Venezuela coexisten en el mismo espacio geográfico, antropológico, económico, social y político dos mundos-de-vida, otros entre sí, externos el uno al otro, cuya otredad está definida por una distinta práctica primera de la vida, que hasta ahora nunca se han encontrado en comunicación comprensiva y productiva. Desencuentro estructural que ha producido sin embargo, muy pocos episodios de encontronazos precisamente por la manera de ser de uno de ellos, el que vive, y en el que vive, la gran mayoría de la población, al que he llamado mundo-de-vida popular, dada su constitución como mundo relacional y por lo mismo abierto a la interacción y el encuentro. El otro, el mundo-de-vida moderno, vivido a su manera y no muy integralmente, como ya he señalado, por un sector reducido de nuestra población, que es además el que ejerce las funciones de dirigencia, el sector de las élites, por su misma estructura existenciales cerrado a la comunicación profunda con el otro pues concibe su modernidad como la única realización plena del proyecto "natural" de humanidad de modo que cualquier otra forma de vida no puede entenderse sino como un grado inferior de avance hacia ella o como una desviación anormal del buen camino.
Sucede que en Venezuela, como en cualquier otra sociedad, son las élites las que elaboran los discursos sobre el pueblo, sean ellos académicos, culturales, políticos o de cualquier otro género. Así, inevitablemente, el sentido, los códigos y las claves de comprensión son modernos, esto es, externos y otros a él, de modo que esos discursos, en los cuales reside el conocimiento admitido sobre el pueblo, difunden una ficción que poco o nada tiene que ver con su realidad y sobre ella elaboran políticas, proyectos y programas que no pueden ser sino de intervención o, lo que es lo mismo, de invasión e imposición por muy dulcificadas que estén las técnicas. Esto es particularmente significativo entre nosotros, una sociedad en la que dos mundos coexisten pero no tienen en común lo fundamental, el sentido, que les da identidad. En otras sociedades, la mayoría de las europeas, por ejemplo, la diferencia entre pueblo y élites será de posibilidades económicas, de educación, de hábitos, incluso de lenguaje, pero no de sentido, lo cual presenta problemáticas muy distintas.
Cuando aquí se enfatiza la distinción, se habla de hendidura entre uno y otro mundo y de la no licitud ética de cualquier tipo de imposición por bienintencionada que sea, hay siempre quienes concluyen en la imposibilidad de comunicación y por lo tanto de progreso si el mundo­de-vida popular ha de ser tan radicalmente respetado. No comprenden que ese mundo, a diferencia del moderno, no tiene tendencias al enfrentamiento y la exclusión sino a construir tramas relacionales abiertas al entramado de lo distinto tanto como de lo semejante y para eso sabe negociar fuera de toda rigidez. Los bienes de la modernidad, como cualquier otro bien, son apetecibles también para el pueblo el cual negocia permanentemente para servirse de ella e incluso servir a sus instituciones pero sin negociar su identidad resignificando todo lo moderno en su propio sentido. Una modernidad instrumental, tanto en lo material como en lo cultural, puede perfectamente ser incorporada al sentido popular y funcionar en términos de progreso y avance. Es cuestión de aprendizaje, no de trasformación radical de todo un mundo.
Nuestras élites más o menos modernizadas siempre han pretendido esto y han fracasado, fracasan y fracasarán.
¿Dialogarán?

Ilustración: Ugo.

domingo, 23 de junio de 2013

¿UNA BANDERA VIGENTE?

EL NACIONAL - Sábado 15 de Junio de 2013     Sociedad/4
"Nuestra bondad se agotó ya"
Reflexiones sobre la Proclama de Guerra a Muerte ,en la conmemoración de su bicentenario
ELÍAS PINO ITURRIETA

El documento fue publicado en Trujillo, el 15 de junio de 1813.
Se cumplen doscientos años de una decisión capaz de provocar polémicas justificadas. Se trata de una decisión insólita debido a que su autor, un joven que apenas comienza a destacar, se atreve a determinar a la fuerza los linderos del bien y del mal, la distribución de premios benevolentes y castigos severos, la división de los hombres del contorno en ángeles y demonios que se deben separar sin miramientos. Nadie se había atrevido a semejante decisión, pero un bisoño brigadier llamado Simón Bolívar la toma para que en adelante nada sea como había sido en Venezuela. De allí la trascendencia de la Proclama de Guerra a Muerte, y la necesidad de mirarla con nuevos ojos ahora, cuando el tiempo tal vez permita observaciones libres de los prejuicios habituales.
Un soldado sin fortuna Son pocos los laureles que Bolívar puede mostrar en 1813, especialmente en la parcela militar que después lo convertirá en estatua de bronce. Había llamado la atención como agitador en la Sociedad Patriótica, pero sin destacar de veras. Las armas no habían sido su fuerte, sino todo lo contrario. Jamás pudo levantar la bandera del triunfo cuando sirvió bajo las órdenes del Generalísimo. Le fue mal en la captura del convento franciscano de Valencia, fortalecido por los realistas. Después salió con las tablas en la cabeza en la defensa del castillo de Puerto Cabello, que dejó en manos del enemigo porque no pudo o no supo controlar el teatro que había quedado bajo su comando.
Tal vez conmovido por la carga del infortunio, tomó la única decisión que le salió bien: apresar a su superior para que pasara a disposición del capitán realista Domingo Monteverde. Distancia descomunal ante el héroe de entonces, conducta de la que resulta difícil ufanarse, es el único punto positivo que pudo anotar en su historial, en caso de que así le pareciera. Pero se libró de la cuchilla de los triunfadores, cuyo jefe le permitió salir hacia el extranjero.
Una revolución inesperada Antes de marcharse, tuvo tiempo de observar la única revolución que en realidad había sucedido, más contundente que la separación política anunciada el 5 de julio de 1811. Por lo menos así debió percibirla un aristócrata que se había convertido en insurgente sin imaginar lo mal que lo pasarían los de su clase.
Ahora gobernaban unos canarios cerriles. Las mansiones de las familias acomodadas habían sido invadidas por la chusma. Las damas blancas se escondían de las mesnadas de Monteverde, y de un nuevo jefe desenfrenado, José Tomás Boves, ante quienes se postraban los señoríos antiguos para clamar por su vida. Los criollos hacían cola ante mandones de mala muerte para suplicar clemencia, en medio de una humillación inimaginable. Ni siquiera el obispo o el presidente de la Audiencia eran respetados por la soldadesca, mucho menos los patiquines que en la víspera habían estrenado el gorro frigio.
En general, los historiadores no se han detenido en el examen de la calamidad que fue, para los mantuanos de 1813 y para el promotor de la Guerra a Muerte, un desplazamiento tan drástico del ejercicio de la autoridad, una patada así de inesperada que los colocaba en la orilla de la colectividad. ¿No pudieron provocar esas indeseables escenas, una reacción como la que se resumirá en una proclama orientada hacia un holocausto que se anuncia con bombos y platillos?
Una voluntad imponente Pero también debe mirarse hacia la férrea voluntad de quien ha tenido la suerte de sobrevivir. Bolívar apenas se duele un poco del fracaso. Un individuo del montón tal vez quedara sin ánimos después del huracán que lo ha arrollado, pero él no es un personaje corriente. El desgarramiento atenaza su voluntad hasta el extremo de soñar con el triunfo cuando sólo existen motivos para el duelo.
Viajó hacia la Nueva Granada, para colocarse bajo las órdenes del presidente Camilo Torres. Escribió su primer documento público, el Manifiesto de Cartagena, y llevó a cabo hechos de armas que le ofrecieron oxígeno al desfalleciente gobierno de las Provincias Unidas. Impresionado por sus triunfos, el mandatario le concedió el título de Ciudadano de la Nueva Granada y le otorgó el grado de General de Brigada. Ahora no es un desconocido. Ya ha saboreado el éxito que le había sido esquivo. Ya puede proponer un proyecto que le permita volver a Venezuela con un contingente digno de consideración. Se ha levantado de un agujero lóbrego para iniciar la llamada Campaña Admirable, en cuya médula se encuentra la Proclama de Guerra a Muerte.
Antecedentes escalofriantes Ya existe la Guerra a Muerte. Es un hecho antes del comienzo de la campaña triunfal. La inicia Monteverde y la multiplica Boves, cuando ejecutan acciones sanguinarias contra cualquier grupo o individuo atravesados en su camino. Han asesinado poblaciones a mansalva, como consta en documentos emanados de las propias autoridades españolas. ¿Por qué, entonces, preocuparse por la continuidad que le da Bolívar? ¿Acaso no transita un camino trillado por el enemigo que no ha dado cuartel? El asunto no es tan simple.
Las matanzas de Monteverde y Boves no contaban con el respaldo de un documento público. Esos matones no redactaron órdenes escritas en las cuales se disponía el asesinato colectivo de los republicanos. Jamás contrariaron en sus papeles el contenido de la legislación española, mucho menos las letras de la Constitución de Cádiz, redactada en 1812 para buscar el avenimiento de los españoles de ambos mundos. Al contrario, las ventilaban cuando topaban con aprietos, aunque después las condenaran al olvido. No se sentaban a fabricar explicaciones o justificaciones, ni a detallar mediante escribano los suplicios en los que se deleitaban.
El primero que prefirió anunciar en un papel de circulación pública la futura realización de matanzas colectivas fue Antonio Nicolás Briceño, mantuano que había destacado en el congreso fundacional por sus opiniones comedidas. Jefe de vanguardia en el ejército que traspasó el territorio venezolano desde el vecindario bajo la obediencia de Bolívar, escribió un reglamento de ascensos que dependía del número de españoles que sus soldados decapitaran. Más sangre de españoles derramada sin compasión, mayor número de honores y doblones, anunció el reglamento. Más cabezas de godos, mayores ascensos y sueldos para la tropa. La superioridad se preocupó por el monstruoso sendero que proponía para crecer en el escalafón militar, pero no sancionó al despiadado autor.
La justificación de la matanza La Proclama de Guerra a Muerte viene precedida de una explicación, que da Bolívar en Mérida el 8 de junio de 1813. Habla de la necesidad de vengar a la humanidad castigada por la codicia de los españoles, de un conflicto universal que debe encontrar desenlace en Venezuela. Acude a referencias de carácter universal, mediante las cuales se adelanta en la justificación del documento que publicará en el cuartel de Trujillo.
El siguiente fragmento da cuenta de tal propósito. Dice: "Todas las partes del globo están teñidas de sangre inocente que han hecho derramar los feroces españoles, como todas ellas están manchadas por los crímenes que han comedido, no por amor a la gloria sino en busca del metal infame que es su Dios sobrenatural (...) Mas esas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados. Nuestra bondad se agotó ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desaparecerán de América, y nuestra tierra será purgada de los monstruos que la infectan".
Trata de saldar una cuenta relativa al género humano, como si la estadística de los desastres del mundo debiera encontrar finiquito aquí. Estamos ante una generalización temeraria. También frente ante la primera clasificación maniquea de los sectores de la sociedad que se encuentran en conflicto: los energúmenos procedentes de España y los mártires inocentes de sus expoliaciones, sin matices.
Perdones y castigos arbitrarios La Proclama de Guerra a Muerte propone al principio el retorno de las instituciones de 1811, pero se desvía tajantemente de la proposición con la sentencia abrumadora que culmina el texto: "Españoles y canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables".
La inmolación y la salvación se piensan en una forma genérica y arbitraria. La literatura condescendiente de los fundadores de la Primera República se echa al olvido. Se cierra, quién sabe hasta cuándo, la posibilidad de una contienda con reglas, alivios y reservas. Se muda el carácter del conflicto político, a través de un documento que le da un radical viraje. Nadie en los tiempos modernos había anunciado una cosa semejante en un pliego que se leería ante la presencia del pueblo, pero ahora se hace en nombre de la libertad.
La destrucción como inspiración Inmediatamente después de la declaratoria de Independencia se vivió un ambiente de destrucción. Al principio se pensó en senderos de convivencia pacífica, pero en breve nadie acarició el anhelo de las salidas concertadas mediante tratos propios de seres civilizados. Todo fue marcado por una atmósfera de combustión. Todo se redujo a la invitación de las bayonetas y a la estampida que la amenaza provocaba. Nadie fue indiferente ante el llamado de la destrucción, fuese republicano o realista. Ni siquiera el autor de la Proclama de Guerra a Muerte.
Una forma de vivir comienza a desaparecer, a dejar de ser lo que fue, para estrenarse en experiencias aventuradas cuya conclusión nadie podía pronosticar. La desaparición no va a ser paulatina, sino acelerada y drástica, capaz de borrar las raíces de los hábitos antiguos sin reparar en los desastres que ocasionaría. Cuando se busque una explicación convincente de lo sucedido, alejada de los prejuicios del patrioterismo, deberemos detenernos en la Proclama que, sin argumentos dignos de crédito, sin una sola explicación apegada a hechos de envergadura, se regodea en un espíritu de cruzada que había dejado de pregonarse en términos formales, pero que ahora anuncia como brújula el hombre que se prepara para convertirse en autoridad.
Conclusión con provocación ¿Hacía falta una declaratoria de exterminio? ¿Convenía a los intereses de la república? ¿Nos condujo como sociedad, por fin, hacia una dirección definida y definitiva? La interpretación que se ha hecho de la Proclama de Guerra a Muerte para entenderla como una posibilidad de hacer que la gente se decidiera por dos partidos en pugna, pierde consistencia cuando olvida que en la Venezuela de la época predominó un clima de opinión mayoritariamente favorable a los intereses de la Corona, ante el cual no pudieron los republicanos abrir siquiera un boquete. De allí que no encontrara más remedio, el autor de la Proclama, que abrirlo con la desesperación de unos cañonazos dirigidos contra la mayoría de la sociedad. O, en especial, contra la gente de orilla que lo echó del poder en el primer encontronazo.
Ilustración: Ugo.

miércoles, 19 de junio de 2013

COLADURA

EL NACIONAL - Miércoles 19 de Junio de 2013     Opinión/7
China y la geopolítica
ANÍBAL ROMERO

En un memorándum redactado en 1907, el analista del Ministerio del Exterior británico Eyre Crowe aseveró que: "La creciente voluntad alemana de jugar un mayor y más dominante papel a escala global podría llevarle a disminuir el poder de sus rivales, aumentar el suyo extendiendo su influencia, afectar la cooperación con otros Estados y finalmente fragmentar y suplantar al imperio británico". La devastadora guerra de 1914-1918, que acabó con varios imperios y asestó un golpe brutal a Europa, se debió en buena medida a la voluntad alemana de labrarse lo que el káiser y sus militares denominaban "un lugar bajo el sol", introduciendo un factor de competencia geopolítica que desestabilizó los equilibrios existentes. Para los ingleses, la aspiración alemana de igualarles en poderío naval y la posibilidad cierta de que Alemania controlase el continente europeo dispararon las alarmas. La Rusia zarista también percibió una severa amenaza, al igual que una Francia en desventaja económica y demográfica. Al final, como casi siempre ocurre, un incidente limitado aunque no trivial ocurrido en Sarajevo hizo estallar el potencial de conflicto acumulado, demoliendo el edificio de una paz de cien años.
Veinticuatro siglos antes, en su insuperable Historia de la guerra del Peloponeso, Tucídides había argumentado que la causa fundamental de esa conflagración, que se extendió por treinta años y puso fin al imperio ateniense, fue el temor de Esparta ante el aumento del poder de Atenas en los tiempos de Pericles. Para los espartanos, la fuerza de Atenas empezaba a asomarse en el horizonte como una pesadilla que debía ser conjurada a tiempo, pues de lo contrario terminaría por imponerse sobre sus vecinos y controlar irreversiblemente la Grecia clásica.
Sobre estos y otros ejemplos traigo a colación la frase de Kissinger: "La historia enseña por analogía, no por identidad". Es decir, no hay dos situaciones históricas idénticas, pero sí algunas que presentan importantes similitudes por encima de los tiempos y espacios en que han acontecido, y es por ello que nos resulta viable aprender de la historia.
El actual ascenso geopolítico de China, la evidente voluntad de sus líderes de hacer valer a escala mundial el peso demográfico, el crecimiento económico y el poderío militar del país, y el decidido apoyo que tales objetivos encuentran en sectores significativos de la sociedad, constituyen el factor más relevante en el actual contexto estratégico y sugiere muy diversas conjeturas acerca de su probable desarrollo. Si bien Estados Unidos sigue preservando unas bases materiales superiores a la de su nuevo rival, el poder no son sólo "cosas", no son únicamente portaviones, tanques y soldados; el poder es una relación en la que intervienen ingredientes psicológicos muchas veces cruciales. En ese plano, el de la psicología del poder, Washington se encuentra en una posición de desventaja relativa, pues procura sostener un statu quo asediado por todos lados; entretanto, China se cuela gradualmente por las grietas.
No podemos adivinar qué caminos tomará el ajuste de China a su nuevo papel global. El mayor reto, como ocurrió con Alemania y Atenas previamente, no deriva en primera instancia del impacto de China sobre Estados Unidos sino sobre vecinos cercanos, como Japón y Rusia, sin olvidar el complejo y peligroso caso coreano.
Fueron crisis en pequeños países como Serbia y en islas griegas como Corcira las que detonaron la Primera Guerra Mundial y la guerra del Peloponeso. Para Estados Unidos y China la relación bilateral tampoco existe en un vacío.
Ilustración: Ugo (El Nacional, Caracas, 15/06/13).

domingo, 26 de mayo de 2013

TV: EL REMEDIO, PEOR QUE LA ENFERMEDAD

EL UNIVERSAL, Caracas, 26 de mayo de 2013
¿Puro chisme?
No hacer nada para que este episodio reciba castigo nos deja en el pantano de las murmuraciones
ELÍAS PINO ITURRIETA

Las revelaciones del señor Mario Silva son la comidilla de la población, pero parece que no pasan de allí. El régimen ha reaccionando como lo hizo ante el escándalo que promovieron, no sé exactamente cuándo porque nadie habla en la actualidad de ellas, las afirmaciones del magistrado Aponte Aponte, esto es, arremetiendo contra el portavoz a través de descalificaciones groseras y negando la posibilidad de una investigación. No han sido cuestiones menudas las desembuchadas por estos connotados miembros de la cúpula "revolucionaria", pero se han condenado a reposar en el limbo debido a que nadie del gobierno se conmueve hasta el extremo de asomar siquiera la posibilidad de una somera averiguación.
Se puede comprender la conducta de los sujetos aludidos por el señor Silva, pues a nadie le gusta la exhibición de sus trapos sucios desde un vigoroso ventilador que está a la vista de todos.
Pasar a mayores es cosa seria, hasta el punto de que no sepa quien escribe cómo hacer hoy día para concretar semejante conducta, pero es evidente que se trata de un asunto susceptible de reflexión. No será cuestión de marcharnos para las guerrillas, ni de levantar barricadas frente a la residencia del teniente Cabello, por ejemplo, pero parece razonable manifestar disconformidad ante la actitud de quienes apenas nos atrevemos a hablar sobre el escándalo con el vecino como si fuese una nadería. Pareciera que apenas nos hemos sentido concernidos en la superficie, como si el asunto no fuera con nosotros. O, para encontrar alguna explicación que no nos deje tan desairados, que sólo hemos topado con una noticia que conocíamos hasta la saciedad, con delitos sobre cuya existencia sabíamos desde hace años, con rufianes rutinarios a quienes ahora se pesca en vagabunderías que veían protagonizando en los últimos lustros y ante las cuales no existe la alternativa de sorprenderse. Puede ser una explicación de la indiferencia frente a la magnitud de los delitos propalados, pero no es como para ufanarnos ni para quedar pendientes con tranquilidad de conciencia del próximo capítulo del espectáculo.
Entre muchos pormenores que nos puedan obligar a despertar de veras ante el desfile de trapacerías y felonías que revela la grabación del señor Silva, tal vez destaque el hecho de que sea o fue su portavoz el animador del programa estelar de la "revolución". No es o fue "La hojilla" un espacio cualquiera de VTV, sino la esencia informativa del régimen, la palabra vengadora a cargo de un sujeto bendecido por el presidente Chávez como custodio de los explotados y como martillo de la macabra burguesía; el set más buscado por los líderes por el sólo hecho de contar con el favor de quien había convertido el comandante en su heraldo predilecto; el pontífice diario que marcaba la pauta a los intelectuales y a los burócratas del régimen; la alcabala para ascender cuando se buscaba promoción, o la ocasión de aclarar situaciones ante el jefe cuando el viento se enrarecía; una manera de comunicar que debía imitarse en otros programas de TV y radio afectos a la "revolución" y también, por desdicha, el miedo rampante ante la posibilidad de recibir los dardos envenenados del conductor, que era como sentir las candelas del infierno antes del Juicio Final. Nadie puede dudar de la autoridad del señor Silva en los predios de la "revolución", ni el fervor que despierta o despertaba en una audiencia cautiva y entusiasta que en su sintonía coleccionaba argumentos para usarlos después contra la oposición. La consideración de estos elementos tal vez pueda orientar la reacción que hasta ahora no se ha producido frente a una grabación que tanta atención ha ocupado en estos días, sin desembocar en actitudes enfáticas.
Que los aludidos por el señor Silva afirmen que apenas están frente a un chisme que no merece comentarios ya es escandalosamente perverso, pero que nosotros no hagamos nada para que un episodio así de monstruoso reciba el castigo que merece, nos deja varados en el infructuoso pantano de las murmuraciones. Sin receta para ver cómo hacemos, apenas se asoma ahora el punto para que de veras ocurran, algún día, situaciones capaces de enorgullecernos como pueblo.

EL NACIONAL - Domingo 26 de Mayo de 2013     Siete Días/7
Silva, el ícono rojo   
TULIO HERNÁNDEZ
Mientras mayor sigilo, menos peligro corren las reputaciones de quienes forman parte del elenco de individuos a quienes una grabación, repetida ahora a través de la televisión y en las primeras planas de los periódicos, presenta como una pandilla de rufianes. Los rufianes ocultan su calidad de rufianes para seguir llevando a cabo sus tropelías, desde luego, especialmente cuando las instituciones están de su lado y les garantizan impunidad. El problema se remite entonces hacia nosotros, los perplejos receptores de la noticia. Se nos descubre un fragmento fundamental de la realidad ante cuya aparición debería ocurrir una reacción de peso, de esas que recogen los periódicos y preocupan al gobierno, pero, hasta la fecha, apenas nos hemos conformado con regodearnos ante la noticia y con hacer comentarios mordaces en el tuíter, sin la expresión de respuestas susceptibles de presentar ante las sociedades que nos rodean, pero especialmente ante nosotros mismos, la existencia de una repulsa cónsona con la podredumbre que nos han arrojado en la cara mediante una grabación que no deja dudas en cuanto a la autenticidad de su origen, ni sobre la demasiado conocida identidad de quien prestó la voz para decir lo que dijo sin siquiera parpadear. Pero quizá nosotros apenas parpadeamos ante lo que oímos en medio del asombro, sin pasar a mayores.

En la era democrática la televisión estatal contaba, entre otros, con Arturo Uslar Pietri y Aquiles Nazoa. En la chavista, con Mario Silva y un personaje del mismo talante llamado Alberto Nolia.
Uslar y Nazoa eran intelectuales sólidos. Destacado novelista y ensayista, el primero.
Apreciado poeta y fino humorista, el segundo. Silva, lo sabemos ahora a cabalidad, es espía y funcionario de inteligencia del G2 cubano. De Nolia se dice que es periodista de oficio. A ninguno de los dos les conozco obra publicada.
Los programas de Uslar y Nazoa se llamaban Valores Humanos y Las Cosas Más Sencillas, respectivamente. Los de Silva y Nolia, La Hojilla el primero, y Los Papeles de Mandinga el segundo. Uslar generalmente utilizaba su programa como una cátedra para explicar con rigurosidad académica grandes procesos de la cultura universal. Igual un día hablaba de la tragedia griega; otro, de la música de Villalobos. Nazoa, en el suyo, se paseaba alegremente por la dimensión poética de la vida cotidiana; igual hoy dedicaba un programa a los juegos tradicionales venezolanos, los papagayos y los trompos, y el siguiente, a Teresa de la Parra.
Lo recuerdo bien al terminar una emisión declarando inspirado: "Cuando hablo de Teresa de la Parra se me llena el corazón de estrellas".
Como sus nombres lo indican, los programas de Nolia y Silva son, en cambio, básicamente de chismes, rumores y escándalos políticos porque fueron concebidos como la punta de lanza de la guerra sucia y psicológica que el gobierno chavista, devenido en madurista, ha desarrollado sistemáticamente desde 1999.
Nolia, un hombre de mal talante, mirada torva y dicción resentida, usa las cámaras como una ametralladora para disparar ­sin preocuparse por las pruebas­ acusaciones e infamias de todo tipo contra la dirigencia opositora. Silva, por su parte, se supone que realiza diariamente una disección de lo que se transmite en los medios privados, por eso el programa se abre con la animación de una hojilla que persigue ­para cortarlos­ los logos de Globovisión, Televen y Venevisión, los canales de alcance nacional que aún sobreviven al proceso estatizador de las televisoras privadas.
Pero lo que Silva en realidad hace diariamente es prender un ventilador para esparcir bolsas de excremento sobre la humanidad de quienes no concuerdan con el ideario rojo. Algunos consideran que el espía inauguró la Teleletrina. Otros, la Telemalandra. En cualquier caso lo recuerdo cerrando una sesión, escupiendo a otro venezolano la delicada frase: "Eres un hijo de la gran puta".
La televisión venezolana, y no sólo la estatal, ha vivido un gran estancamiento en estos catorce años de gobiernos rojos. Pero la oficial ­que tiene como canal líder a Venezolana de Televisión­ ha mostrado una gran involución. No sólo porque no hay propuestas innovadoras de los lenguajes televisivos tradicionales, sino porque, de la manera más impúdica y obscena, convirtieron una televisión de Estado que, por dictamen constitucional debe servir a toda la nación, en una televisión de partido que sirve exclusivamente al proyecto del PSUV.
La televisión roja es como los canales confesionales de la iglesia electrónica. Les resultan ajenos a quienes no creen en su Dios ni practican sus ritos. Es lo que explica que, a pesar del control mediático, del inmenso número de canales, incluidos los disfrazados de televisión comunitaria que constituyen su aparato, y del diario abuso de poder con las cadenas radioeléctricas presidenciales, sus niveles de audiencia sean tan bajos y la deserción masiva de venezolanos afectos al proyecto del comandante fallecido siga produciéndose como un goteo indetenible.
Mario Silva es la excepción.
Por la misma razón que Laura de América y sus talk shows, su programa es uno de los más vistos de la televisión oficial.
Probablemente porque es el único entretenido, en el sentido morboso del término. O porque es el que mejor expresa la voluntad de no convivir, la convicción de que los opositores son unos enemigos a los que hay que sacar de juego, que ha caracterizado la saga de gobiernos rojos.
Mario Silva, no me queda duda alguna, será estudiado en el futuro como el autor del aporte más original del chavismo a nuestra cultura televisiva. Pero también lo será como uno de los íconos y personalidades que mejor condensa, y a la vez define, el proyecto político rojo. No por casualidad era una de las figuras públicas rojas que con mayor pasión defendía el comandante ido.
Luego de escucharlo haciendo de delator lo entendimos.
No es Lina Ron, la señora que comandaba los ataques violentos contra las televisoras.
Tampoco Luis Tascón, el señor que dirigió la persecución de los venezolanos que firmaron solicitando el referéndum revocatorio. Ni Iris Varela, la diputada que celebra los "coñazos" como método de castigo democrático. Es Mario Silva ­el sacerdote del odio, el confidente de los cubanos­, la creación más acabada de la cultura política chavista, la que mejor expresa sus valores y su estética.
Como cortado a hojilla.

EL NACIONAL - Domingo 26 de Mayo de 2013     Guia Tv/2
Tequeños en La Orchila
MONITOR DE PROGRAMAS
TELEVISIÓN
ALEXIS CORREIA

Empezar un programa de televisión pronunciando siempre unas frases de manera idéntica es como haber permanecido dentro de un congelador desde la invasión de Bahía de Cochinos: "Tripulantes de nuestra querida, contaminada y única nave espacial, que ha dado otra vuelta sobre su eje imaginario". Aclaro de entrada que me parece estúpido considerar todo lo nuevo como necesariamente mejor.
El tirante del parche colocado prolijamente sobre la raya del cabello. La fotografía amarillenta del planeta Tierra como decorado. El mapa digno de Cristóbal Colón que, en plena era de Google Earth, él sigue apuntando con una antenita mientras traza recorridos hipotéticos de barcos rusos que cruzan el canal de Suez para entregar armamento al Gobierno sirio ("misiles S-300, la pesadilla de cualquier piloto israelí", detalla con el deleite que siempre ha rezumado ante los letales juguetes de los niños grandes). Con todo y que las vueltas de la vida han hecho que él mismo forme parte ahora de los acontecimientos en pleno desarrollo, y las contradicciones que encarna hoy, Walter Martínez, el conductor de Dossier (lunes a viernes, 10:00 pm en VTV), todavía me parece el personaje fascinante que, cuando un muro dividía a Berlín, despertaba en mí como niño un respeto reverencial.
El Dossier del pasado miércoles 22 de mayo fue particularmente alucinante. El internacionalista de origen uruguayo se presentó en el estudio de VTV con traje militar: "Sin transición, hemos llegado directo desde Maiquetía con la braga de navegación puesta, luego de una intensísima jornada". Había sido invitado por la cadena de mando de la Armada venezolana para el disparo en La Orchila de un misil Otomat MK-2, que, explicó con fruición, "puede impactar en un buque enemigo más allá del horizonte". Martínez aseguró: "Hemos destruido los intentos de bloquear nuestra ecuación tecnológica (sic). Hoy se ejerció soberanía. Todos los misiles que tenemos dan en el blanco donde queremos y cuando queremos".
Lástima que, durante el lanzamiento del artefacto, la estampa de un mesonero con una bandeja de tequeños en el monte Walter de La Orchila restó algo de tono épico al impactante video. Luego Martínez colocó el micrófono a oficiales de la Armada, que emitieron al unísono el eslogan corporativo: "¡Chavez vive, la lucha sigue!". En el estudio en penumbras, el internacionalista desfiló con su braga por un pasillo de luz y se despidió cuadrándose ante la cámara con un saludo militar.
Como pernoctó en La Orchila, entendí por qué un día antes se había emitido en Dossier una repetida y desdentada entrevista en Roma con el poeta Isaías Rodríguez, el hombre del testigo estrella del caso Danilo Anderson y ahora embajador.
Durante la conversación, Martínez, que ha terminado adoptando en Dossier el idioma oficial ("patria grande", "comandante supremo", "lobby sionista"), sacó un crucifijo de plata del flux: "Es el hermanito del Cristo de Chávez y nos acompaña en todas nuestras misiones".
En 1990, cuando trabajaba para Televen, Martínez ganó el Premio Nacional de Periodismo, el de la cuarta república, y declaró: "No se puede hacer televisión con mentalidad de empleado público". Sigo admirando a alguien que usa palabras como "racconto", que se refiere a la Avenida de la Paz Celestial cuando habla de Pekín y que le descubre al televidente que al fallecido dictador Jorge Videla le decían "Huesito" en sus tiempos de cadete. Un programa que sirvió todos estos años como antesala de La Hojilla , sin degradar su lenguaje: he allí una reliquia incontaminada de la Guerra Fría en nuestra querida nave espacial.
Ilustraciones de Dumont, Ugo y Goki.

jueves, 23 de mayo de 2013

LA ESPESA SOMBRA DEL ASOMBRO ACUMULADO

EL NACIONAL - Jueves 23 de Mayo de 2013     Opinión/9
Un asombro esperado
COLETTE CAPRILES

Estuve releyendo el libro de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, reporte sobre la banalidad del mal, tratando de reconstruir, para fines académicos, lo que se podría llamar la "teoría" del mal que allí se sostiene. Con la idea de que el mal es banal apunta Arendt a que el mal está en el hacer, en el acto mismo, sin que ello comprometa siempre la ruindad del malvado, por así decirlo (lo que, por cierto, no significa que la persona malvada no exista).
Hay, sin embargo, algo muy curioso: Arendt insiste mucho en la manera en que Eichmann hablaba. Quedó muy impresionada por ese patrón formal que veía en cada declaración de Eichmann: un uso estereotipado del idioma, con lugares comunes, o refranes o fórmulas que a sus ojos lo revelaban todo del sujeto. Su habla era banal, justamente. El hecho de que este oficial nazi no pudiera usar el lenguaje del modo relativamente creativo (o más bien, idiosincrático) que es normal, orientó a la autora decisivamente hacia la conclusión que presenta en el libro. Que en realidad describe más bien el proceso de banalización del mal: de la puesta a punto de una máquina repetitiva que se fue construyendo con un montón de piezas legales, ninguna de las cuales por sí sola dictaba el exterminio, pero que, articuladas, lo lograron sistemáticamente. Exactamente como el lenguaje de Eichmann: usaba las mismas palabras y expresiones que todo el mundo, pero de una manera rígida y repetitiva que no comunicaba nada.
El mal sistemático puede resultar invisible. Lo excepcional se va normalizando hasta desaparecer en la percepción, formando una espesa capa que lo cubre todo.
Por eso el retorno a la auténtica normalidad suele exigir un tipo de justicia excepcional, como ha ocurrido en tantas ocasiones históricas.
Porque se trata, en realidad, del restablecimiento de la verdad, no simplemente como un estrato geológico que hay que desenterrar, sino más bien como la construcción de una versión más o menos consensuada de lo acontecido, lo que a su vez supone una estructura de poder distinta, obviamente.
La verdad no irrumpe, ni aparece cristalina. Irrumpen siempre unas versiones vectorizadas por la distribución del poder. Con el último escándalo audible protagonizado por esa especie de alter ego del finado Chávez (episodio dirigido y puesto en escena, sin duda, por aquel mismo individuo) se entierra de nuevo al propio fallecido (padecerá nuevos sepelios, eso sí queda claro) y se quiere señalar una nueva configuración del poder, o de los poderes.
El efecto purgante que suele tener todo traspaso de mando en regímenes de vocación totalitaria (y que es una de sus características) se pone aquí de manifiesto.
Claro que no bajo la forma canónica de la "autocrítica" al estilo Padilla, sino con el giro perverso que es propio del chavismo (su vocación es ser el simulacro de una tragedia, como se sabe).
Lo importante es que esa figura, huérfana del contrapeso y protección que el propio Chávez le ofrecía, hizo mutis, dejando tras de sí unos mecanismos de protección "por si cualquier cosa".
Con la ironía típica de la historia, todo ello ocurre veinte años después, día por día, del último discurso de Carlos Andrés Pérez como presidente constitucional.
Allí, con lucidez que ahora parece extraordinaria, insiste, refiriéndose al proceso de persecución del que fue objeto: "Este es un síntoma y un signo de extrema gravedad, de algo que no desaparecerá de la escena política porque simplemente se cobre una víctima propiciatoria. Esta situación seguirá afectando, de manera dramática, al país en los próximos años".
Corrijo: a lo mejor la verdad sí irrumpe. Con veinte años de atraso.
Ilustración: Ugo.

sábado, 11 de mayo de 2013

NOTAS SOBRE EL FASCISMO (1)

EL NACIONAL - Jueves 09 de Mayo de 2013     Opinión/9
Identidad
COLETTE CAPRILES

Lo que está en crisis en Occidente no es tanto la democracia y sus formas, sino las identidades políticas que hasta no hace tanto tiempo acompañaban o se subordinaban al orden político. Las instituciones de la democracia liberal siguen allí; las prácticas políticas no han cambiado, pero la calidad de su funcionamiento, o más bien, la experiencia cívica, busca otros derroteros. El fenómeno de los regímenes híbridos, del cual Venezuela es un ejemplo, en los que coexisten formas democráticas con prácticas cada vez más despóticas, es objeto de preocupación y atención mundial, aunque goza de una especie de inmunidad brindada
por una indiferencia global que es muy difícil de explicar, pero que seguramente tiene que ver con que, en otra escala, las democracias consolidadas sufren también excepcionalidades: Frigide Barjot y el movimiento de "Manif’pour tous" en Francia o Beppe Grillo en Italia, o el Tea Party en Estados Unidos: casos en los que la interpelación va dirigida no a cuestionar al régimen o a suplantar un gobierno, sino a representar nuevas identidades más o menos difusas pero que demandan reconocimiento. Difusas digo, porque lo característico es que las antiguas taxonomías del espectro derechaizquierda son totalmente insuficientes para describirlas.
En Venezuela, el empeño en manufacturar una identidad política con los códigos polvorientos de la Revolución cubana (que no es sino un oxímoron en el que una dictadura militar obsesivamente nacionalista se viste de leninismo y "macondismo" latinoamericano) pretendió sacar provecho de esa confusión postmoderna. Se abrió el closet de los estandartes más gastados y pretéritos del fallecido comunismo para actualizarlos y utilizarlos en la aspiración de construir una nueva identidad nacional para este país. El proyecto del chavismo no es político; es identitario. Su oferta es gestionar, mediante una voraz cúpula burocrática que se sueña aristocrática y enfilada hacia su destino manifiesto, la silueta definitiva y única del ser venezolano.
Y eso no tiene nada que ver con ninguna izquierda conocida o por conocer; tiene que ver con algo extrapolítico, con el diseño de un modo de ser. El aparato de propaganda oficial es como una fábrica de ornamentos simbólicos de esa nueva identidad nacional, repleta de referencias étnicas y estamentales, asociada a una perversa narrativa histórica, y que se articula sobre el resentimiento y asociaciones emotivas para ofrecer un ticket mesiánico hacia un futuro de redención.
Y que pide lealtad, no consentimiento. Como dice el historiador Raphael Gross, allí está la clave del discurso fascista, y específicamente del nacionalsocialismo: mientras el paisaje ideológico del marxismo está poblado de conceptos que pretenden una descripción objetiva de la identidad a través de la posición y el interés de clase en el proceso productivo, es decir, en la economía, el nazismo operaba con conceptos morales y emocionales. Construía una cartografía de "buenos" y "malos" rasgos "naturales" (etnicidad o pertenencia cultural), con lo que atribuía a la biología un poder moral; se afincaba en las ideas de honor, de camaradería, de lealtad, conectándolas en una nueva red de significados que prometía dignidad y elevación moral.
La eficacia de la fábrica identitaria del chavismo está por evaluarse. Por ahora puede decirse que no es suficientemente potente como para reemplazar la experiencia de una sociedad que proviene del pluralismo, del valor del ascenso social (que es lo contrario del resentimiento), y que sobre todo no ha podido olvidar la conciliación como forma de relación cultural (y no se resigna a la oferta divisiva). No sustituye tampoco la deliberación política, como lo muestra el resultado electoral. Pero ahí está, alimentada diariamente desde el omnipotente aparato de difusión masiva que sostiene el simulacro.
Ilustración: Ugo.

domingo, 5 de mayo de 2013

RÉQUIEM

EL NACIONAL, Caracas; EL PAÍS, Madrid, - Domingo 05 de Mayo de 2013     Mundo/10
La muerte lenta del chavismo
MARIO VARGAS LLOSA

Una fiera malherida es más peligrosa que una sana pues la rabia y la impotencia le permiten causar grandes destrozos antes de morir. Ese es el caso del chavismo, hoy, luego del tremendo revés que padeció en las elecciones del 14 de abril, en las que, pese a la desproporción de medios y al descarado favoritismo del Consejo Nacional Electoral ­cuatro de cuyos cinco rectores son militantes gobiernistas convictos y confesos­ el heredero de Chávez, Nicolás Maduro, perdió cerca de 800.000 votos y probablemente sólo pudo superar a duras penas a Henrique Capriles mediante un gigantesco fraude electoral.
(La oposición ha documentado más de 3.500 irregularidades en perjuicio suyo durante la votación y el conteo de los votos).
Advertir que "el socialismo del siglo XXI", como denominó el comandante Hugo Chávez al engendro ideológico que promocionó su régimen, ha comenzado a perder el apoyo popular y que la corrupción, el caos económico, la escasez, la altísima inflación y el aumento de la criminalidad, van vaciando cada día más sus filas y engrosando las de la oposición, y, sobre todo, la evidencia de la incapacidad de Nicolás Maduro para liderar un sistema sacudido por cesuras y rivalidades internas, explica los exabruptos y el nerviosismo que en los últimos días ha llevado a los herederos de Chávez a mostrar la verdadera cara del régimen: su intolerancia, su vocación antidemocrática y sus inclinaciones matonescas y delincuenciales.
Así se explica la emboscada de la que fueron víctimas el martes 30 de abril los diputados de la oposición ­miembros de la Mesa de la Unidad Democrática­, en el curso de una sesión que presidía Diosdado Cabello, un ex militar que acompañó a Chávez en su frustrado levantamiento contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. El presidente de la Asamblea comenzó por quitar el derecho de la palabra a los parlamentarios opositores si no reconocían el fraude electoral que entronizó a Maduro e hizo que les cerraran los micrófonos. Cuando los opositores protestaron, levantando una bandera que denunciaba un "Golpe al Parlamento", los diputados oficialistas y sus guardaespaldas se abalanzaron a golpearlos, con manoplas y patadas que dejaron a varios de ellos, como Julio Borges y María Corina Machado, con heridas y lesiones de bulto. Para evitar que quedara constancia del atropello, las cámaras de la televisión oficial apuntaron oportunamente al techo de la Asamblea. Pero los teléfonos móviles de muchos asistentes filmaron lo ocurrido y el mundo entero ha podido enterarse del salvajismo cometido, así como de las alegres carcajadas con que Diosdado Cabello celebraba que María Corina Machado fuera arrastrada por los cabellos y molida a patadas por los valientes revolucionarios chavistas.

Dos semanas antes, yo había oído a María Corina hablar sobre su país, en la Fundación Libertad, de Rosario, Argentina. Es uno de los discursos políticos más inteligentes y conmovedores que me ha tocado escuchar. Sin asomo de demagogia, con argumentos sólidos y una desenvoltura admirable, describió las condiciones heroicas en que la oposición venezolana se enfrentaba en esa campaña electoral al elefantiásico oficialismo ­por cada 5 minutos de televisión de Henrique Capriles, Nicolás Maduro disponía de 17 horas­, la intimidación sistemática, los chantajes y violencias de que eran víctimas en todo el país los opositores reales o supuestos, y el estado calamitoso en que el desgobierno y la anarquía habían puesto a Venezuela luego de catorce años de estatizaciones, expropiaciones, populismo desenfrenado, colectivismo e ineptitud burocrática. Pero en su discurso había también esperanza, un amor contagioso a la libertad, la convicción de que, no importa cuán grandes fueran los sacrificios, la tierra de Bolívar terminaría por recuperar la democracia y la paz en un futuro muy cercano.
Todos quienes la escuchamos aquella mañana quedamos convencidos de que María Corina Machado desempeñaría un papel importante en el futuro de Venezuela, a menos de que la histeria que parece haberse apoderado del régimen chavista, ahora que se siente en pleno proceso de descomposición interna y ante una impopularidad creciente, le organice un accidente, la encarcele o la haga asesinar. Y es lo que puede ocurrirle también a cualquier opositor, empezando por Henrique Capriles, a quien la ministra de Asuntos Penitenciarios acaba de advertirle públicamente que ya tiene listo el calabozo donde pronto irá a parar.
No es mera retórica: el régimen ha comenzado a golpear a diestra y siniestra. Al mismo tiempo que el gobierno de Maduro convertía el Parlamento en un aquelarre de brutalidad, la represión en la calle se amplificaba, con la detención del general retirado Antonio Rivero y un grupo de oficiales no identificados acusados de conspirar, con las persecuciones a dirigentes universitarios y con expulsiones de sus puestos de trabajo de varios cientos de funcionarios públicos por el delito de haber votado por la oposición en las últimas elecciones. Los ofuscados herederos de Chávez no comprenden que estas medidas abusivas los delatan y en vez de frenar la pérdida de apoyos en la opinión pública sólo aumentarán el repudio popular hacia el Gobierno.
Tal vez con lo que está ocurriendo en estos días en Venezuela tomen conciencia los gobiernos de los países suramericanos (Unasur) de la ligereza que cometieron apresurándose a legitimar las bochornosas elecciones venezolanas y yendo sus presidentes (con la excepción del de Chile) a dar con su presencia una apariencia de legalidad a la entronización de Nicolás Maduro a la Presidencia de la República. Ya habrán comprobado que el recuento de votos a que se comprometió el heredero de Chávez para obtener su apoyo, fue una mentira flagrante pues el Consejo Nacional Electoral proclamó su triunfo sin efectuar la menor revisión. Y es, sin duda, lo que hará también ahora con el pedido del candidato de la oposición de que se revise todo el proceso electoral impugnado, dado el sinnúmero de violaciones al reglamento que se cometieron durante la votación y el conteo de las actas.
En verdad, nada de esto importa mucho, pues todo ello contribuye a acelerar el desprestigio de un régimen que ha entrado en un proceso de debilitamiento sistemático, algo que sólo puede agravarse en el futuro inmediato, teniendo en cuenta el catastrófico estado de sus finanzas, el deterioro de su economía y el penoso espectáculo que ofrecen sus principales dirigentes cada día, empezando por Nicolás Maduro. Da tristeza el nivel intelectual de ese Gobierno, cuyo jefe de Estado silba, ruge o insulta porque no sabe hablar, cuando uno piensa que se trata del mismo país que dio a un Rómulo Gallegos, a un Arturo Uslar Pietri, a un Vicente Gerbasi y a un Juan Liscano, y, en el campo político, a un Carlos Rangel o un Rómulo Betancourt, un Presidente que propuso a sus colegas latinoamericanos comprometerse a romper las relaciones diplomáticas y comerciales en el acto con cualquier país que fuera víctima de un golpe de Estado (ninguno quiso secundarlo, naturalmente).
Lo que importa es que, después del 14 de abril, ya se ve una luz al final del túnel de la noche autoritaria que inauguró el chavismo. Importantes sectores populares que habían sido seducidos por la retórica torrencial del comandante y sus promesas mesiánicas, van aprendiendo, en la dura realidad cotidiana, lo engañados que estaban, la distancia creciente entre aquel sueño ideológico y la caída de los niveles de vida, la inflación que recorta la capacidad de consumo de los más pobres, el favoritismo político que es una nueva forma de injusticia, la corrupción y los privilegios de la nomenclatura, y la delincuencia común que ha hecho de Caracas la ciudad más insegura del mundo. Como nada de esto puede cambiar, sino para peor, dado el empecinamiento ideológico del presidente Maduro, formado en las escuelas de cuadros de la Revolución Cubana y que acaba de hacer su visita ritual a La Habana a renovar su fidelidad a la dictadura más longeva del continente americano, asistimos a la declinación de este paréntesis autoritario de casi tres lustros en la historia de ese maltratado país.
Sólo hay que esperar que su agonía no traiga más sufrimientos y desgracias de los muchos que han causado ya los desvaríos chavistas al pueblo venezolano.
Ilustraciones: Ugo y Fernando Vicente.

sábado, 4 de mayo de 2013

RETROCESO

EL NACIONAL - Sábado 04 de Mayo de 2013     Opinión/9
Otro país
SERGIO DAHBAR

En los años ochenta esa magnífica editora llamada Soledad Mendoza, bajo el influjo de su padre, Plinio Mendoza Neira, lanzó un libro que era un homenaje a la capital de Venezuela y a su progenitor al mismo tiempo.
Se llamó Así es Caracas y emulaba con absoluta nobleza el concebido por Plinio en los años cincuenta.
Era un libro que tenía demasiados tesoros: fotos de excelentes artistas venezolanos, así como colaboraciones de escritores de primera línea. Su producción era capaz de captar todas las energías que atravesaban la capital en esos años ochenta inolvidables.
Recupero hoy uno de los diez textos que escribió Tomás Eloy Martínez para esa edición, que eran prólogos de los grandes capítulos que articulaban el libro.
Se acerca con su prosa luminosa e inteligente a la cultura de la época.
"¿Culta? Es verdad, si el adjetivo se mide con el termómetro de las convenciones: hay seis grandes salas de conciertos, siempre pobladas; cuatro museos de alto nivel y una decena de museos menores consagrados a salvaguardar la memoria nacional; siete universidades y unos diez institutos de altos estudios; seis orquestas sinfónicas, más de veinte salas de teatro en actividad y un festival babilónico ­el mejor del mundo­ que acerca a los espectadores de la ciudad, una vez cada tres años, a las más fértiles experiencias dramáticas de la imaginación humana.
"Hay 4 canales de televisión, 67 salas de cine, 10 autocines y 21 emisoras de radio, incluida una de frecuencia modulada y de programación estrictamente cultural.
Hay 4 editoriales venezolanas y 6 filiales de grandes sellos extranjeros que editan un promedio de 200 títulos al año. Hay 10 diarios y 36 revistas. Hay 40 galerías de arte que los domingos se inflaman de público, con una ronda ya clásica de la que ningún caraqueño con ínfulas de culto se atrevería a sustraerse.
"Pero nada miente tanto como las estadísticas. Y la cultura (la verdadera) fluye por otros ríos más secretos. En esa esfera de la imaginación, Caracas es ­acaso­ la ciudad de cultura más viva en Latinoamérica. Porque el mulato que improvisa su música en Marín con tres maderas deslucidas, o el ingenuo que descubre en Petare la zoología y la flora de sus sueños, o el poeta que desenfunda en un café de Sabana Grande tres o cuatro líneas estremecedoras, vierten sobre Caracas una alegría de vivir sin la cual ninguna cultura es digna de ese nombre.
"A la ciudad sólo le faltan cafés para ser perfecta. Orillas de agua para que se encuentren los creadores. Árboles de palabras para que la imaginación se sienta menos sola".
El lector advertirá lo que hemos perdido en el trayecto que va de los años ochenta a 2013. Quizás uno de los milagros más trascendentes que desapareció es la posibilidad de disfrutar la calle en libertad. La inseguridad convirtió la ciudad en un desierto nocturno por donde sólo circulan de vez en cuando automóviles blindados con guardaespaldas.
He recuperado la nostalgia por una época que desapareció del horizonte en estos días, cuando el V Festival de la Lectura de Chacao transformó otra vez la ciudad en una aventura del encuentro, el debate, la celebración de los libros y los autores, los conciertos y los actos culturales. Todo al aire libre.
Uno de los hallazgos más notables es la posibilidad ciudadana de salir y encontrarse con otra gente, guiados por la curiosidad ante los libros nuevos que se editan y los viejos que se despliegan en las ventas de saldos.
Ese magma de sonidos tan diversos e infinitas conversaciones que se suceden al mismo tiempo es lo que desde tiempos inmemoriales hizo posible el avance de la civilización. Es una señal del país que Venezuela quiere construir.
Por cierto, un país que nada tiene que ver con el otro que emergió la semana pasada en la Asamblea Nacional, donde ocurrió una de las emboscadas más facinerosas de las que tengamos memoria. El país de unos diputados que como única respuesta confesaron que los bolivarianos sí saben pegar. El patético país de un presidente de la Asamblea Nacional que sonríe mientras patean a sus adversarios políticos.
Hacen falta muchos libros en la Asamblea Nacional, para despojar de bestialidad a sus habitantes actuales. Se encuentran en la plaza Francia de Altamira. Son textos que apuestan por el futuro. No los dejemos ir. Así llueva, truene o relampaguee. Son los árboles de palabras que extrañaba Tomás Eloy.
Ilustración: Ugo.