La estocada mortal del MAS a la democracia venezolana
William Anseume
El Partido Comunista, tan aminorado en gente y en disecados planteamientos ortodoxos, no logró concretar lo que su desgarrador desprendimiento, el Movimiento al Socialismo (MAS), consiguió en Venezuela: sepultar, al menos discursiva y teóricamente, la democracia labrada con tanto ahínco después del tan afortunado derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez.
En ese sentido, dos figuras resultan selectas: Teodoro Petkoff y el literalmente inmortal José Vicente Rangel. Teodoro, un ideólogo contumaz, brillante como pocos y arrepentido permanentemente de su accionar, como tan pocos, se desdijo de la sangrienta guerrilla, rectificó; se arrepintió también de armar la tramoya ideática que culminó con un proceso que se le fue de las manos y también rectificó, pero aún así resultó determinante su pensamiento en echar a andar esta debacle: el derrumbe de la democracia para llegar, descender, a este espantoso espectáculo mundial de la destrucción más cruenta y miserable de un país que lucía, era, sólido y esplendente.
Rangel fue quien, usando a Chávez, a los militares y una pléyade de resentidos, con el permanente, pernicioso, azuzar cubano, surcó el camino de la destrucción inhumana de Venezuela, sustentado en el proyecto del MAS, ideado por Teodoro. Allí se afianzó, con las erróneas elaboraciones de la democracia, por supuesto, este asfixiante deterioro que ahora nos vemos obligados a buscar revertir como sea. Así se expresa el torpedero mayor de la democracia en su elocuente artículo titulado precisamente «Socialismo: respuesta a una democracia corrupta» (1972): «La sociedad venezolana necesita un propósito que la democracia de la empresa privada no puede proporcionar. ¿Puede hacerlo el socialismo? Más adelante trataremos de demostrar que sí». Y aquí nos encontramos «disfrutando» todos las miasmas de aquel derrotero.
Ni el Partido Comunista tenía cómo atravesársele ya a los demócratas de la alternancia puntofijista, los líderes de AD y Copei, después del culazo que se dio con Larrazábal; idos los romances con Medina Angarita, perdida por completo su conexión como partido con el alma nacional; ni Hugo Chávez era ningún ideólogo dentro ni fuera del Movimiento V República, mucho menos del PSUV, sino que asumió su rol como el también pragmático hombre carismático de armas que sirvió de pelele útil para canalizar el hambre de poder oculta tras quien podía, del mismo modo, pragmáticamente, Rangel, vincular a algunos militares (por algo llegó a ser ministro de Defensa de aquel) ansiosos con los deseos, el hambre, que a Venezuela siempre Fidel Castro le tuvo desde su victoria revolucionaria en la isla, animado de las intenciones expansivas del control hegemónico continental.
No deja, sin embargo, de ser altamente interesante el proceso a la vez tan complejo de la derrota del proyecto democrático por parte de la voraz izquierda nacional, continental y global. De ningún modo pretendo inculpar ni exculpar a nadie; a pesar de opinar, trato de ser objetivo con estas aseveraciones. Ya apreciamos con total crudeza lo que tarda este lento camino de buscar retomar el sendero empegostado de la libertad. Pero de algo estoy seguro: lo vamos a lograr. La democracia ha de retornar mejorada a Venezuela, liberal, muy a pesar de la resistencia que presentan algunos a dejar morir el agónico espectro que nos sujeta a la calamidad.
Reproducción:M omento, Caracas, nr. 224 del 28/10/1960.
27/06/2020:
https://www.elnacional.com/opinion/la-estocada-mortal-del-mas-a-la-democracia-venezolana/
Cfr.
https://lbarragan.blogspot.com/2020/06/el-curso-de-la-via-lactea.html
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sábado, 27 de junio de 2020
domingo, 24 de mayo de 2020
... FUENTEOVEJUNA, SEÑOR
De cierta humillación social
Luis Barragán
El tiempo de pandemia, por cierto, sincera la realidad de las sociedades liberales e iliberales, aunque éstas tardan demasiado en esclarecerla por obra de la censura y de la represión. La intriga abre sus fauces para las más disímiles versiones que los factores de poder (y contrapoder), varias veces, impotentes, ensayan en aras de la propia supervivencia.
A los fervorosos partidarios del madurato, parece ya no convencerles que las consabidas sanciones internacionales impidan la adecuada prevención y tratamiento del coronavirus. Fugaz e inútil celebración, intuyen muy bien que la carga conocida (y desconocida) de los buques iraníes, beneficiará el bolsillo de los capitostes más encumbrados del régimen.
Intentando una explicación de la situación socialmente desesperada que comparten con el resto de la población, los partidarios más decididos tienden a creer que el régimen sólo beneficia a la oposición. E, incluso, supimos del testimonio, hubo un “colectivo” tan fanático y arrojado como el que más, en la paciente espera de un trámite hospitalario que concluyó en una dolorosa pérdida familiar, asegurando que nada parecido le hubiese ocurrido al vecino que nunca votó por Chávez Frías, pero recibe puntual su caja CLAP.
Por supuesto, creencia ya internalizada, la sola adhesión o militancia oficialista los hace acreedores de cualesquiera beneficios del Estado, aún en desmedro de las grandes mayorías. Además, todo relacionamiento es enteramente personal, por lo que no median las instituciones por muy compleja y plural sea esta u otra sociedad.
Lo peor es que prefieren apuntar al pretendido beneficio de los opositores, antes de hacerlo con los prohombres del régimen saqueador del erario público que nos trajo a la catástrofe humanitaria. Cuidadosos, en un rapto de arrepentimiento, socialmente zaheridos, les sale más “barato”, además, declararse chavistas (como si hubiere alguna diferenciación de fondo con el madurismo), y un poco ni-níes hasta nuevo aviso (ni maduristas ni oposicionistas), para aliviar un poco la situación.
Fotografía: Tomada de las redes.
26/05/2020:
https://www.caraotadigital.net/opinion-1/de-cierta-humillacion-social
26/05/2020:
https://www.caraotadigital.net/opinion-1/de-cierta-humillacion-social
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sábado, 4 de abril de 2020
SUPUESTA POLARIZACIÓN PARA UN LUGAR MUY REAL
Venezuela Is the Eerie Endgame of Modern Politics
Anne Applebaum / The Atlantic Post Column
Last month, Juan Guaidó appeared in Washington in the role of political totem. Venezuela’s main opposition leader—the man who is recognized by that country’s National Assembly, millions of his fellow citizens, and several dozen foreign countries as the rightful president of Venezuela—was one of the special guests at the State of the Union address. President Donald Trump welcomed Guaidó as living evidence that his own administration was “standing up for freedom in our hemisphere” and had “reversed the failed policies of the previous administration”; he called Venezuela’s current leader, Nicolás Maduro, an illegitimate ruler whose “grip on tyranny will be smashed and broken.” He gave no details of how that would happen. Trump, who has never been to Venezuela or shown any prior interest in it—or, for that matter, shown any interest in freedom anywhere else —presumably knows that the country matters to some voters in South Florida. To their credit, members of Congress gave a bipartisan standing ovation to Guaidó nevertheless.
Trump is not the only world leader to cite Venezuela for self-serving ends. Regardless of what actually happens there, Venezuela—especially when it was run by Maduro’s predecessor, the late Hugo Chávez—has long been a symbolic cause for the Marxist left as well. More than a decade ago, Hans Modrow, one of the last East German Communist Party leaders and now an elder statesman of the far-left Die Linke party, told me that Chávez’s “Bolivarian socialism” represented his greatest hope: that Marxist ideas—which had driven East Germany into bankruptcy—might succeed, finally, in Latin America. Jeremy Corbyn, the far-left leader of the British Labour Party, was photographed with Chávez and has described his regime in Venezuela as an “inspiration to all of us fighting back against austerity and neoliberal economics.” Chávez’s rhetoric also helped inspire the Spanish Marxist Pablo Iglesias to create Podemos, Spain’s far-left party. Iglesias has long been suspected of taking Venezuelan money, though he denies it. Even now, the idea of Venezuela inspires defensiveness and anger wherever dedicated Marxists still gather, whether they are Code Pink activists vowing to “protect” the Venezuelan embassy in Washington from the Venezuelan opposition or French Marxists who refuse to call Maduro a dictator.
One of the three was Susana Raffalli, a widely recognized Venezuelan expert in nutrition and food security. During her long career, Raffalli has worked all over the world, never imagining that her skills would be necessary in Venezuela, which has large oil reserves and was long a middle-income country. Raffalli and I met in a deceptively chic restaurant in Altamira, one of the wealthiest neighborhoods in Caracas. Just around the corner stood one of the shiny new hard currency stores, where people with dollars can buy things like Cheerios or large bottles of Heinz ketchup. Imported goods like these had disappeared in recent years as hyperinflation rendered the Venezuelan bolívar almost worthless, and as international sanctions and Venezuela’s own import controls disrupted trade. Now they are again available—but only to those who have access to foreign currency.
Members of the Chavista-Madurista elite do indeed have such access, and the new dollarization of the Venezuelan economy has suddenly allowed them to flaunt their money. One academic I met described how shocked he was to see a woman reach into her handbag and pull out $3,000 in cash to buy a designer coat. “What kind of person,” he mused, “could have that kind of money?” By contrast, his elderly neighbors—formerly middle-class people, living on fixed pensions with no access to dollars—look thin and wasted. He himself had left his university to work for a foreign charity, because an academic salary paid in bolívares is no longer sufficient to buy food.
The glitzy evidence of dollarization also masks the deep crisis of the rural poor. Upon Chávez’s death in 2013, Corbyn thanked him on Twitter for “showing that the poor matter and wealth can be shared.” But neither Chávez nor Maduro has ever shown anything of the sort. Whatever progress the country made against poverty in the past was due to high oil prices, which have since slumped. Now Maduro presides over a disaster that is devastating the poor above all. Raffalli told me that the food-production system began to break down nearly a decade ago, thanks to the expropriation of land and the destruction of small agricultural companies, though a few big ones survive. Widespread malnutrition began a few years later. The Catholic charity Caritas believes that 78 percent of Venezuelans eat less than they used to, and 41 percent go whole days without eating. The side effects of hunger—higher rates of both chronic and infectious diseases—are spreading too. But if you haven’t heard about hunger in Venezuela, that’s not an accident: The government is going to great lengths to hide it.
The tactics of deception include the use of outdated nutrition measures, which help conceal the severity of the problem. Government departments have also resorted to euphemistic jargon. “Malnutrition” has become “nutrition vulnerability,” Raffalli said, and a system of health centers for starving children is now the Service for Nutritional Education. The country’s National Assembly, which is controlled by the opposition, passed special measures to address the health crisis; the Supreme Court, which is controlled by Maduro, rejected them. Most ominously, doctors in Venezuelan hospitals have faced pressure not to list malnutrition as either a cause of illness or a cause of death. Though the official media do not mention these policies, people know about them anyway. Raffalli herself witnessed an extraordinary scene in one hospital: The parents of a child who had died from starvation tried to give her the corpse, because they were afraid that state officials would take it away and hide it. She was also in a rural region where children leave school at midday to hunt for birds or iguanas to cook and eat for lunch.
To anyone who knows the long history of the relationship between Marxist regimes and famine, this development seems uncannily familiar. More than 80 years ago, in the winter of 1932–33, Stalin confiscated the food of Ukrainian peasants and did nothing while nearly 4 million died. Then he covered up their deaths, even altering Soviet population statistics and murdering census officials to disguise what had happened. To anyone who knows the long history of Communist countries’ use of food as a weapon, the Venezuelan regime’s manipulation of the food supply comes as no surprise, either. Most Venezuelans—80 percent according to a recent survey—now rely on boxes of food, containing staples such as rice, grain, or oil, from the government. Agencies known as Local Committees for Supply and Production hand the packages out to people who register for a Patria (“fatherland”) card or smartphone app, which are also used to monitor participation in elections. Raffalli has called this policy “not a food program, but a program of penetration and social domination.” The hungrier people get, the more control the government exerts, and the easier it is to prevent them from protesting or objecting in any other way. Even people who are not starving now spend most of their time just getting by—standing in lines, trying to fix broken generators, working second or third jobs to earn a little bit more—all activities that keep them from politics.
But when Raffalli’s voice broke, she was talking about something else: the indifference that was growing, both at home and abroad. The United Nations, perhaps thanks to some officials who admired Chávez—or who do not admire Trump—has not launched a major humanitarian-aid program in Venezuela. “The trauma here is that it is forgotten by outsiders, and also forgotten by us,” Raffalli said. “We are getting used to it … you have to keep saying, ‘No, it’s not normal!” This, she said, is what Venezuela has become: “a country with some of the world’s biggest rivers, and yet we have water shortages. A country with vast reserves of oil, and yet people are cooking food over wood fires.” In this type of protracted crisis, “people start to lose hope. Hunger co-exists with fatigue and lack of hope. And we are forgetting what we used to be.”
And yet, despite the clear historical echoes, the cause of the crisis in Venezuela is not merely the familiar, fanatical application of Marxist theory. If some elements of recent Venezuelan history sound amazingly like a replay of Soviet history, other elements strongly resemble the more recent histories of Russia, Turkey, and other illiberal nationalist regimes whose leaders slowly chipped away at civil rights, rule of law, democratic norms, and independent courts, eventually turning their democracies into kleptocracies. This process also took place in Venezuela. Like the destruction of the economy, the destruction of the political culture took some time, because there were several decades’ worth of democratic institutions to destroy. Writing in The New Yorker in 1965, not long after a round of successful elections, a visitor to the country observed, rather elegantly, that “the high-minded, steadfast enthusiasm for the republican ideal is one of the determining factors in Venezuelan history … the Venezuelan seeks the City of Justice as his forerunners sought the City of Gold, with the same dedication, the same indestructible hope, and the same splendid determination.”
But democracy became weaker in the 1990s, thanks to widespread corruption linked to the oil industry. Chávez broke the rule of law completely. His first attempt to take power was via a coup d’état, in 1992. He won a legitimate election in 1998, but once in power he slowly changed the rules, eventually making it almost impossible for anyone to beat him. In 2004, he packed the Supreme Court; in 2009, he altered the electoral system. Just like other illiberal governments, the Venezuelan regime also sought to undermine abstract ideas of justice—which might have protected ordinary people from the authoritarian state—by dismissing them as a Western plot. Rafael Uzcátegui, an activist who runs PROVEA (the Venezuelan Education-Action Program on Human Rights), told me that the country’s rulers had tried to redefine the problem: “They said everything that we understood as human rights was a ‘liberal hegemonic imposition.’” They also created parallel institutions—such as the Bolivarian Alliance for the Peoples of Our America, Chávez’s version of the Organization of American States—to limit the influence of established multinational bodies and global human-rights groups inside Venezuela.
Having gained full control of his nation’s legal and judicial institutions, Chávez did not use it to benefit poor Venezuelans, contrary to the mythology spread by far-left admirers. Instead, Chávez began to transfer the wealth of the country to his cronies. This process was extraordinarily well documented, in real time, by many people. A Foreign Affairs article about Chávez in 2006 spoke of “blatant violations of the rule of law and the democratic process.” A 2008 article in the same publication noted that “neither official statistics nor independent estimates show any evidence that Chávez has reoriented state priorities to benefit the poor.” The slide into spectacular corruption grew worse under Maduro. In Caracas, I met at least a dozen academics and journalists who are still charting the regime’s dishonest social-media campaigns, infringements on what remains of the constitutional order, and stunning corruption, as well as its humanitarian disaster. Their ability to observe and describe all of these things has not necessarily helped them to stop them.
Some elements of Chávez’s method will seem strangely familiar to anyone who has studied other kleptocracies. The Venezuelan writer Moisés Naím has described his country’s political system as a “loose confederation of foreign and domestic criminal enterprises with the president in the role of mafia boss,” which makes it sound very much like Vladimir Putin’s Russia. In Caracas, I sat in a room full of people who were debating just exactly how much money the regime had stolen—$200 billion? $600 billion?—a parlor game that gets played in Moscow too. Scattered around the Venezuelan capital are several brand-new, completely empty apartment buildings that are reportedly a side effect of money laundering: Their owners are storing stolen money in glass and concrete, hoping that real-estate prices will rise someday. A couple of years ago, a court in Miami charged a network of Venezuelan officials with laundering $1.2 billion into property and assets in Florida and elsewhere. Investigations into that case and others still involve law-enforcement agencies all over the world.
How did Chávez get away with this level of theft? How can Maduro sustain it? Among other things, the two strongmen have made it almost impossible for the independent press to function, undermined the credibility of experts, and distracted supporters, both domestic and foreign, with a combination of fairy tales—how wonderful were the lives of the poor!—and conspiracy theories. For Americans, some elements of this story should hit uncomfortably close to home. At the height of his power, Chávez appeared every Sunday on his own surreal, unscripted reality-television program, called Aló Presidente. He would interview supporters, hire and fire ministers, insult people, even declare war while on air, using television much as President Trump uses Twitter, to shock and entertain, sometimes continuing for many hours. Chávez made up names for his enemies—“El Diablo” was one of several for President George W. Bush—and he was vulgar and rude. These traits convinced people that he was “authentic.” Just as Trump used to shout “You’re fired” as a kind of punch line on The Apprentice, Chávez would shout “Exprópiese!” at buildings and property, supposedly owned by rich people, that he intended to expropriate.
Over time, Chávez successfully polarized society into groups of fanatical supporters and equally dedicated enemies—warring tribes who felt they had little in common. Some of the differences were based on class or race, but not all. One Venezuelan I met—he owned a bookstore before people could no longer afford to buy books—told me that he fell out with a university friend who’d become a fanatical Chavista. They never made up.
Even now, polarization is built into the streetscape of Caracas. In the middle-class Chacao district, which is controlled by the opposition, the names of activists murdered by the regime are painted onto a fence that stands near a square where many anti-Maduro demonstrations have been held. In the working-class neighborhoods, one sees pro-regime murals and billboards, though many of these defy the clichés. Some of them, heavy on Venezuelan flags and “No Trump” slogans, could easily be described as nationalist rather than socialist. Others—the paintings of Chávez’s eyes, for example—belong more strictly to what can only be described as a cult of personality.
None of those signs and symbols necessarily means that the regime is popular. Most of the political scientists whom I met reckoned that Maduro has the support of no more than a quarter of the population—some of whom support him only for the food boxes or out of fear. Those who speak out, especially from the slums, are periodically subjected to violence too. In one poor neighborhood, I met a woman whose cousin had recorded a video of himself, draped in a Venezuelan flag, going to an anti-government demonstration, and posted it on Facebook. A neighbor recognized him and told the authorities—another act with Stalinist echoes. A couple of days later, police thugs from the Special Actions Force—a unit known as FAES, which Maduro created in 2017 supposedly to “fight terrorism” —abducted and murdered him.
Extrajudicial murders like this one are now common. An initiative called Mi Convive—whose mission is to monitor and reduce violence—registered 1,271 extrajudicial murders in Caracas alone from May 2017 to December 2019, out of more than 3,300 violent deaths in the city. Late last year, the UN high commissioner for human rights concluded that FAES and other police had killed 6,800 Venezuelans from January 2018 to May 2019, a period of sharp political conflict. The commissioner’s report included details of torture, such as electric-shock treatment and waterboarding. Precisely because those who criticize the government can be subjected to harassment or violence, especially if they come from the slums, I am withholding the names of some of the Venezuelans whom I met or interviewed.
But cynicism is just as powerful a demotivator as fear. Over and over again, people told me that while they don’t dislike Guaidó, they do not believe he can win. So what if the Trump administration recognizes him as the rightful president? The Venezuelan army does not. Democracy is broken, elections are unfair, the police can enter anyone’s house at any time, so how can the regime be brought down? One of Guaidó’s former teachers, a university professor, told me he had let his former student know that he would not come to any more demonstrations until he knew exactly what he was demonstrating for. What is the realistic path to change?
Polarization adds to this cynicism by creating suspicion and mistrust on both sides; people hear politicians shouting diametrically opposing slogans or presenting contradictory facts, and their instinct is to cover their ears. Then they retreat inward—or they leave, in vast numbers. The 4.5 million people who are thought to have left Venezuela in recent years have done so either by walking across the border into neighboring countries or by seeking to study or work abroad. Historically, Venezuela was a magnet for immigrants, not a source of refugees. The current exodus has left enormous gaps in many institutions, broken up families, and destroyed circles of friends.
The second person I met who started to cry was a translator. At one event, I responded in English to a question about the wave of Venezuelan refugees now spreading across South America, North America, and Europe. As the translator put my answer into Spanish, she broke down. “I suddenly thought of my nieces and nephews,” she told me afterward. “All of those hopeful young people, all gone.”
The third time someone cried was in rather different circumstances. I was in La Vega, one of the slums that cling to the hills around Caracas, a little bit like the favelas around Rio de Janeiro. The paved roads in La Vega attest to the money that was once available to spend on infrastructure; the jerry-rigged electricity cables and water pipelines attest to that infrastructure’s decline. We were sitting in a community kitchen created by a group called Alimenta la Solidaridad (a name that translates loosely to “food solidarity”), which serves regular meals to children in poor neighborhoods. This is one of a pair of initiatives originally conceived by Roberto Patiño, a young opposition politician turned humanitarian activist. The first one is Mi Convive, the group that monitors and mitigates violence; its name, also translated loosely, means “live together.” Patiño was a student leader who campaigned on behalf of a previous opposition leader, Henrique Capriles, who ran for president and lost by a tiny and probably fraudulent margin in 2013. As he traveled around the country, Patiño told me, he was shocked by the lack of faith that people had in the whole process. They didn’t hate Capriles; they just thought that “everything related to politics is a lie.”
Patiño’s organizations are not political, and they are not intended to affect election campaigns directly. Instead, they seek to undermine the polarization, and dampen the cynicism, that has frozen Venezuelan society. Propaganda divides people. Fear isolates them. By contrast, Alimenta and Mi Convive create projects that bring people together, regardless of their socioeconomic status or political views, building networks of friendship and support. The projects are staffed, in part, by educated, middle-class people in their 20s and 30s who have deliberately decided not to emigrate, though any of them could. Alberto Kabbabe, the co-founder and executive director of Alimenta, has a degree in chemical engineering; he says most of his university friends have left for the U.S. or Colombia. Back when he was in the student movement with Patiño, Kabbabe didn’t imagine himself running community kitchens, but then, none of the group did. “I thought I would be doing politics, but something more … sophisticated,” one told me. But in a society where sophisticated politics feel pointless and impossible, working to create links between wealthy and poor neighborhoods feels positive and creative. “The government made people believe that we are all different and enemies. In fact, we are all different, but we can work together,” Kabbabe told me.
A trio of them took me to see a couple of the kitchens in La Vega. We began with a visit to a Jesuit school. Alimenta has worked closely alongside the order, which has a particular interest in refugees and the very poor. The Jesuit fathers in Caracas—I met several—reminded me of the kinds of priests who used to work in Polish working-class neighborhoods in the 1980s, when the Catholic Church was a unifying national institution in Poland and not part, as it is now, of a divisive war over modern culture.
From the school we went to one of the community kitchens—in reality, a dining space set up on a dirt floor beneath a corrugated-tin roof. The women who worked there were all volunteers, some of whom had lost their access to the free government food boxes because they work for Alimenta. They said they didn’t care—the food served at the kitchens is healthier anyway—and there are other benefits. “We can do something to make a difference,” one of the volunteers told me, and that creates a kind of psychological satisfaction, even aside from the food. Some of the women have become advocates for their communities, speaking out about school closures, water shortages, and the other hardships that Venezuela’s decline has imposed on them.
Conditions were a little better in another section of La Vega, farther down the hillside. There, the community kitchen is inside a real building, connected to a convent. Posted on the walls are lists of daily menus; the space smells slightly of disinfectant and the floors positively shine. The volunteer who runs the kitchen—gray-haired, wearing blue jeans and an Alimenta la Solidaridad T-shirt—showed us around. She started to tell her life story, a tale of bad luck and crises, a son who was shot during local violence, another who died in an accident. But now she has had some success: Her daughters are studying, and she is feeding children—a role that allows her to keep an eye on local families in trouble. This is when she started to cry. One of the women from Alimenta—several decades younger, from a different neighborhood and a luckier family background—stood up and put her hand on her shoulder. The older woman stopped for a moment, and then resumed her story.
I am tempted to end here with a warning, because Venezuela does represent the conclusion to a lot of processes we see in the world today. Venezuela is the endgame of ideological Marxism; the culmination of the assault on democracy, courts, and the press now unfolding in so many countries; and the outer limit of the politics of polarization. But I don’t want, as so many have done, to treat Venezuela as just a symbol. It’s a real place, and the hardships faced by the people who live there have not ended, culminated, or been limited at all. Whatever the United States and other members of the international community do next in Venezuela, the goal should be to help real Venezuelans, not to further an ideological argument, especially as the humanitarian and political crises deepen and spread.
Fuente:
Fotografías:
Carlos García Rawlins (Reuters): Protestas en Caracas (2014).
Venezuela es el misterioso final de la política moderna
Anne Applebaum
El mes pasado, Juan Guaidó apareció en Washington en el papel de tótem político. El principal líder de la oposición de Venezuela, el hombre que es reconocido por la Asamblea Nacional de ese país, millones de sus conciudadanos y varias docenas de países extranjeros como el presidente legítimo de Venezuela, fue uno de los invitados especiales en el discurso del Estado de la Unión. El presidente Donald Trump dio la bienvenida a Guaidó como evidencia viviente de que su propia administración estaba "defendiendo la libertad en nuestro hemisferio" y había "revertido las políticas fallidas de la administración anterior"; llamó al actual líder de Venezuela, Nicolás Maduro, un gobernante ilegítimo cuyo "control sobre la tiranía será aplastado y roto". No dio detalles de cómo sucedería eso. Trump, que nunca ha estado en Venezuela ni ha mostrado ningún interés previo en él, o, de hecho, ha mostrado interés en la libertad en cualquier otro lugar, presumiblemente sabe que el país es importante para algunos votantes en el sur de Florida. Para su crédito, los miembros del Congreso dieron una gran ovación bipartidista a Guaidó, sin embargo.
Trump no es el único líder mundial que cita a Venezuela para fines egoístas. Independientemente de lo que realmente sucede allí, Venezuela, especialmente cuando fue dirigida por el predecesor de Maduro, el fallecido Hugo Chávez, también ha sido durante mucho tiempo una causa simbólica para la izquierda marxista. Hace más de una década, Hans Modrow, uno de los últimos líderes del Partido Comunista de Alemania Oriental y ahora un anciano estadista del partido de extrema izquierda Die Linke, me dijo que el "socialismo bolivariano" de Chávez representaba su mayor esperanza: que las ideas marxistas, que había llevado a Alemania Oriental a la bancarrota, podría tener éxito, finalmente, en América Latina. Jeremy Corbyn, el líder de extrema izquierda del Partido Laborista británico, fue fotografiado con Chávez y describió su régimen en Venezuela como "una inspiración para todos nosotros luchando contra la austeridad y la economía neoliberal". La retórica de Chávez también ayudó a inspirar al marxista español Pablo Iglesias a crear Podemos, el partido de extrema izquierda de España. Desde hace tiempo se sospecha que Iglesias tomó dinero venezolano, aunque lo niega. Incluso ahora, la idea de Venezuela inspira defensa y enojo dondequiera que se reúnan marxistas dedicados, ya sean activistas del Código Rosa que prometen "proteger" a la embajada venezolana en Washington de la oposición venezolana o marxistas franceses que se niegan a llamar a Maduro un dictador .
Y sin embargo, Venezuela no es una idea. Es un lugar real, lleno de personas reales que están pasando por una crisis sin precedentes y, de alguna manera, muy inquietante. Si simboliza algo, es el poder distorsionador de los símbolos. En realidad, el país no ofrece consuelo a los marxistas juveniles ni a los antiimperialistas autodenominados, ni a los fanáticos de Donald Trump. Pasé unos días allí a principios de este mes, por invitación académica. Durante el curso de conversaciones ordinarias conmigo, tres personas se echaron a llorar mientras hablaban de su vida y su país.
Una de las tres fue Susana Raffalli, una reconocida experta venezolana en nutrición y seguridad alimentaria. Durante su larga carrera, Raffalli ha trabajado en todo el mundo, sin imaginar que sus habilidades serían necesarias en Venezuela, que tiene grandes reservas de petróleo y fue durante mucho tiempo un país de ingresos medios. Raffalli y yo nos conocimos en un restaurante engañosamente elegante en Altamira, uno de los barrios más ricos de Caracas. A la vuelta de la esquina estaba una de las nuevas y brillantes tiendas de divisas, donde las personas con dólares pueden comprar cosas como Cheerios o botellas grandes de ketchup Heinz. Los bienes importados como estos habían desaparecido en los últimos años cuando la hiperinflación hizo que el bolívar venezolano fuera casi inútil, y las sanciones internacionales y los propios controles de importación de Venezuela interrumpieron el comercio. Ahora están nuevamente disponibles, pero solo para aquellos que tienen acceso a moneda extranjera.
Los miembros de la élite chavista-madurista sí tienen ese acceso, y la nueva dolarización de la economía venezolana les ha permitido hacer alarde de su dinero. Un académico que conocí describió lo sorprendido que estaba al ver a una mujer meter la mano en su bolso y sacar $ 3,000 en efectivo para comprar un abrigo de diseñador. "¿Qué tipo de persona", reflexionó, "podría tener ese tipo de dinero?" Por el contrario, sus vecinos mayores, antes personas de clase media, que vivían con pensiones fijas sin acceso a dólares, se ven delgados y malgastados. Él mismo había dejado su universidad para trabajar para una organización benéfica extranjera, porque un salario académico pagado en bolívares ya no es suficiente para comprar comida.
La evidencia deslumbrante de la dolarización también oculta la profunda crisis de la población rural pobre. Tras la muerte de Chávez en 2013, Corbyn le agradeció en Twitter por "demostrar que los pobres y la riqueza se pueden compartir". Pero ni Chávez ni Maduro han mostrado nada por el estilo. Cualquier progreso realizado en el país contra la pobreza en el pasado se debió a los altos precios del petróleo, que desde entonces se han desplomado. Ahora Maduro preside un desastre que está devastando a los pobres sobre todo. Raffalli me dijo que el sistema de producción de alimentos comenzó a fallar hace casi una década, gracias a la expropiación de tierras y la destrucción de pequeñas empresas agrícolas, aunque sobreviven algunas grandes. La desnutrición generalizada comenzó unos años más tarde. La organización benéfica católica Caritas cree que el 78 por ciento de los venezolanos come menos de lo que solía y el 41 por ciento pasa días enteros sin comer. Los efectos secundarios del hambre (tasas más altas de enfermedades crónicas e infecciosas) también se están extendiendo. Pero si no ha oído hablar del hambre en Venezuela, eso no es un accidente: el gobierno hará todo lo posible para ocultarlo.
Las tácticas de engaño incluyen el uso de medidas nutricionales obsoletas, que ayudan a ocultar la gravedad del problema. Los departamentos gubernamentales también han recurrido a la jerga eufemística. La "desnutrición" se ha convertido en una "vulnerabilidad nutricional", dijo Raffalli, y un sistema de centros de salud para niños hambrientos es ahora el Servicio de Educación Nutricional. La Asamblea Nacional del país, controlada por la oposición, aprobó medidas especiales para abordar la crisis de salud; la Corte Suprema, controlada por Maduro, los rechazó. Lo más inquietante es que los médicos de los hospitales venezolanos se han visto presionados a no mencionar la desnutrición como causa de enfermedad o de muerte. Aunque los medios oficiales no mencionan estas políticas, la gente las conoce de todos modos. Raffalli misma fue testigo de una escena extraordinaria en un hospital: los padres de un niño que había muerto de hambre trataron de entregarle el cadáver, porque temían que los funcionarios estatales se lo llevaran y lo ocultaran. También estaba en una región rural donde los niños salen de la escuela al mediodía para cazar pájaros o iguanas para cocinar y almorzar.
Para cualquiera que conozca la larga historia de la relación entre los regímenes marxistas y la hambruna, este desarrollo parece extrañamente familiar. Hace más de 80 años, en el invierno de 1932–33, Stalin confiscó la comida de los campesinos ucranianos y no hizo nada mientras murieron casi 4 millones. Luego cubrió sus muertes, incluso alterando las estadísticas de la población soviética y asesinando a funcionarios del censo para ocultar lo que había sucedido. Para cualquiera que conozca la larga historia del uso de los alimentos por parte de los países comunistas, la manipulación del suministro de alimentos por parte del régimen venezolano tampoco es una sorpresa. La mayoría de los venezolanos —80 por ciento según una encuesta reciente— ahora dependen de cajas de alimentos, que contienen alimentos básicos como arroz, granos o aceite, del gobierno. Las agencias conocidas como Comités Locales de Abastecimiento y Producción entregan los paquetes a las personas que se registran para una tarjeta Patria ("patria") o una aplicación para teléfonos inteligentes, que también se utilizan para controlar la participación en las elecciones. Raffalli ha llamado a esta política "no un programa de alimentos, sino un programa de penetración y dominación social". Cuanto más hambrientos se sienten las personas, más control ejerce el gobierno y más fácil es evitar que protesten u objeten de cualquier otra manera. Incluso las personas que no se mueren de hambre ahora pasan la mayor parte de su tiempo simplemente haciendo cola, tratando de arreglar generadores rotos, trabajando en el segundo o tercer trabajo para ganar un poco más, todas las actividades que los alejan de la política.
Pero cuando la voz de Raffalli se quebró, estaba hablando de otra cosa: la indiferencia que estaba creciendo, tanto en casa como en el extranjero. Las Naciones Unidas, quizás gracias a algunos funcionarios que admiraban a Chávez, o que no admiran a Trump, no han lanzado un importante programa de ayuda humanitaria en Venezuela. "El trauma aquí es que es olvidado por extraños, y también olvidado por nosotros", dijo Raffalli. "Nos estamos acostumbrando a eso ... tienes que seguir diciendo, '¡No, no es normal!" Esto, dijo, es en lo que se ha convertido Venezuela: "un país con algunos de los ríos más grandes del mundo y, sin embargo, tenemos escasez de agua". Un país con vastas reservas de petróleo y, sin embargo, la gente está cocinando alimentos sobre fuegos de leña ”. En este tipo de crisis prolongada, “las personas comienzan a perder la esperanza. El hambre coexiste con la fatiga y la falta de esperanza. Y nos estamos olvidando de lo que solíamos ser ".
Y , sin embargo, a pesar de los claros ecos históricos, la causa de la crisis en Venezuela no es simplemente la aplicación familiar y fanática de la teoría marxista. Si algunos elementos de la historia venezolana reciente suenan asombrosamente como una repetición de la historia soviética, otros elementos se parecen mucho a las historias más recientes de Rusia, Turquía y otros regímenes nacionalistas iliberales cuyos líderes lentamente redujeron los derechos civiles, el estado de derecho, las normas democráticas, y tribunales independientes, que eventualmente convierten sus democracias en cleptocracias. Este proceso también tuvo lugar en Venezuela. Al igual que la destrucción de la economía, la destrucción de la cultura política tomó algún tiempo, porque había varias décadas de instituciones democráticas para destruir. Escribiendo en The New Yorker en 1965, no mucho después de una ronda de elecciones exitosas, un visitante del país observó, con elegancia, que "el entusiasmo firme y decidido por el ideal republicano es uno de los factores determinantes en la historia de Venezuela ... el venezolano busca la Ciudad de la Justicia como sus precursores buscaron la Ciudad del Oro, con la misma dedicación, la misma esperanza indestructible y la misma espléndida determinación ".
Pero la democracia se debilitó en la década de 1990, gracias a la corrupción generalizada vinculada a la industria petrolera. Chávez violó el estado de derecho por completo. Su primer intento de tomar el poder fue a través de un golpe de estado, en 1992. Ganó una elección legítima en 1998, pero una vez en el poder cambió lentamente las reglas, lo que eventualmente hizo casi imposible que alguien lo golpeara. En 2004, llenó la Corte Suprema; en 2009 alteró el sistema electoral . Al igual que otros gobiernos iliberales, el régimen venezolano también buscó socavar las ideas abstractas de justicia, que podrían haber protegido a la gente común del estado autoritario, al desestimarlas como un complot occidental. Rafael Uzcátegui, un activista que dirige PROVEA (el Programa Venezolano de Acción y Educación en Derechos Humanos), me dijo que los gobernantes del país habían tratado de redefinir el problema: "Dijeron que todo lo que entendíamos como derechos humanos era una" imposición hegemónica liberal. '”También crearon instituciones paralelas, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, la versión de Chávez de la Organización de Estados Americanos, para limitar la influencia de los organismos multinacionales establecidos y los grupos globales de derechos humanos dentro de Venezuela.
Habiendo obtenido el control total de las instituciones legales y judiciales de su país, Chávez no lo usó para beneficiar a los venezolanos pobres, en contra de la mitología difundida por los admiradores de extrema izquierda. En cambio, Chávez comenzó a transferir la riqueza del país a sus compinches. Este proceso fue extraordinariamente bien documentado, en tiempo real, por muchas personas. Un artículo de Asuntos Exteriores sobre Chávez en 2006 habló de "violaciones flagrantes del estado de derecho y el proceso democrático". Un artículo de 2008 en la misma publicación señaló que "ni las estadísticas oficiales ni las estimaciones independientes muestran ninguna evidencia de que Chávez haya reorientado las prioridades estatales para beneficiar a los pobres". La caída hacia la corrupción espectacular empeoró bajo Maduro. En Caracas, conocí al menos a una docena de académicos y periodistas que todavía están trazando las campañas de medios sociales deshonestas del régimen, las infracciones de lo que queda del orden constitucional y la corrupción deslumbrante, así como su desastre humanitario. Su habilidad para observar y describir todas estas cosas no necesariamente los ha ayudado a detenerlos.
Algunos elementos del método de Chávez le parecerán extrañamente familiares a cualquiera que haya estudiado otras cleptocracias. El escritor venezolano Moisés Naím describió el sistema político de su país como una "confederación informal de empresas criminales extranjeras y nacionales con el presidente en el papel de jefe de la mafia", lo que lo hace parecer muy parecido a la Rusia de Vladimir Putin. En Caracas, me senté en una habitación llena de personas que debatían exactamente cuánto dinero había robado el régimen: ¿ $ 200 mil millones? $ 600 mil millones? —Un juego de salón que también se juega en Moscú. Esparcidos por la capital venezolana hay varios edificios de apartamentos completamente nuevos y completamente vacíos que, según los informes, son un efecto secundario del lavado de dinero: sus propietarios almacenan dinero robado en vidrio y concreto, con la esperanza de que los precios inmobiliarios aumenten algún día. Hace un par de años, un tribunal de Miami acusó a una red de funcionarios venezolanos de lavar $ 1.2 mil millones en propiedades y activos en Florida y otros lugares . Las investigaciones sobre ese caso y otros aún involucran a agencias de aplicación de la ley en todo el mundo.
¿Cómo salió Chávez con este nivel de robo? ¿Cómo puede Maduro sostenerlo? Entre otras cosas, los dos hombres fuertes han hecho que sea casi imposible para la prensa independiente funcionar, socavando la credibilidad de los expertos y distraídos seguidores, tanto nacionales como extranjeros, con una combinación de cuentos de hadas: ¡cuán maravillosas fueron las vidas de los pobres! —Y teorías de la conspiración. Para los estadounidenses, algunos elementos de esta historia deberían ser incómodos cerca de casa. En el apogeo de su poder, Chávez apareció todos los domingos en su propio programa de televisión de realidad surrealista, sin guión, llamado Al ó Presidente . Entrevistó a simpatizantes, contrató y ministros de bomberos, insultó a la gente, incluso declaró la guerra mientras estaba en el aire, usando la televisión de la misma manera que el presidente Trump usa Twitter, para sorprender y entretener, a veces continuando durante muchas horas. Chávez inventó nombres para sus enemigos: "El Diablo" fue uno de varios para el presidente George W. Bush, y fue vulgar y grosero. Estos rasgos convencieron a la gente de que él era "auténtico". Al igual que Trump solía gritar "Estás despedido" como una especie de frase en The Apprentice , Chávez gritaba "¡ Exprópiese !" en edificios y propiedades, supuestamente propiedad de personas ricas, que pretendía expropiar.
Con el tiempo, Chávez polarizó con éxito a la sociedad en grupos de seguidores fanáticos y enemigos igualmente dedicados, tribus en guerra que sentían que tenían poco en común. Algunas de las diferencias se basaron en la clase o la raza, pero no todas. Un venezolano que conocí —él era dueño de una librería antes de que la gente ya no pudiera permitirse comprar libros— me dijo que se había peleado con un amigo de la universidad que se había convertido en un chavista fanático. Nunca se inventaron.
Incluso ahora, la polarización está integrada en el paisaje urbano de Caracas. En el distrito de clase media de Chacao, controlado por la oposición, los nombres de los activistas asesinados por el régimen están pintados en una cerca que se encuentra cerca de una plaza donde se han llevado a cabo muchas manifestaciones contra Maduro. En los vecindarios de la clase trabajadora, uno ve murales y carteles a favor del régimen, aunque muchos de estos desafían los clichés. Algunos de ellos, cargados de banderas venezolanas y lemas de "No Trump", podrían describirse fácilmente como nacionalistas en lugar de socialistas. Otros, las pinturas de los ojos de Chávez, por ejemplo, pertenecen más estrictamente a lo que solo puede describirse como un culto a la personalidad.
Ninguno de esos signos y símbolos significa necesariamente que el régimen es popular. La mayoría de los politólogos a quienes conocí reconocieron que Maduro tiene el apoyo de no más de una cuarta parte de la población, algunos de los cuales lo apoyan solo por las cajas de comida o por miedo. Quienes hablan, especialmente desde los barrios bajos, también son objeto de violencia periódicamente. En un barrio pobre, conocí a una mujer cuyo primo había grabado un video de sí mismo, envuelto en una bandera venezolana, yendo a una manifestación antigubernamental, y lo publicó en Facebook. Un vecino lo reconoció y le dijo a las autoridades: otro acto con ecos estalinistas. Un par de días después, matones policiales de la Fuerza de Acciones Especiales, una unidad conocida como FAES, que Maduro creó en 2017 supuestamente para "combatir el terrorismo", lo secuestraron y asesinaron.
Los asesinatos extrajudiciales como este ahora son comunes. Una iniciativa llamada Mi Convive, cuya misión es monitorear y reducir la violencia, registró 1,271 asesinatos extrajudiciales solo en Caracas desde mayo de 2017 hasta diciembre de 2019, de más de 3,300 muertes violentas en la ciudad. A fines del año pasado, el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos concluyó que FAES y otros policías habían asesinado a 6.800 venezolanos desde enero de 2018 hasta mayo de 2019, un período de agudo conflicto político. El informe del comisionado incluía detalles de tortura , como el tratamiento de descargas eléctricas y el submarino. Precisamente porque quienes critican al gobierno pueden ser objeto de hostigamiento o violencia, especialmente si provienen de los barrios bajos, estoy reteniendo los nombres de algunos de los venezolanos a quienes conocí o entrevisté.
Pero el cinismo es un desmotivador tan poderoso como el miedo. Una y otra vez, la gente me dijo que aunque no les desagrada Guaidó, no creen que pueda ganar. Entonces, ¿qué pasa si la administración Trump lo reconoce como el presidente legítimo? El ejército venezolano no lo hace. La democracia está rota, las elecciones son injustas, la policía puede entrar a la casa de cualquier persona en cualquier momento, entonces, ¿cómo puede derribar el régimen? Uno de los antiguos maestros de Guaidó, un profesor universitario, me dijo que le había hecho saber a su antiguo alumno que no asistiría a más manifestaciones hasta que supiera exactamente por qué se estaba manifestando . ¿Cuál es el camino realista para cambiar?
La polarización se suma a este cinismo al crear sospecha y desconfianza en ambos lados; la gente escucha a los políticos gritar consignas diametralmente opuestas o presentar hechos contradictorios, y su instinto es cubrirse los oídos. Luego se retiran hacia adentro, o se van, en gran número. Los 4.5 millones de personas que se cree que abandonaron Venezuela en los últimos años lo han hecho cruzando la frontera hacia países vecinos o buscando estudiar o trabajar en el extranjero. Históricamente, Venezuela fue un imán para los inmigrantes, no una fuente de refugiados. El éxodo actual ha dejado enormes brechas en muchas instituciones, familias separadas y círculos de amigos destruidos.
La segunda persona que conocí que comenzó a llorar fue un traductor. En un evento, respondí en inglés a una pregunta sobre la ola de refugiados venezolanos que ahora se está extendiendo por América del Sur, América del Norte y Europa. Cuando la traductora puso mi respuesta al español, se vino abajo. "De repente pensé en mis sobrinas y sobrinos", me dijo después. "Todos esos jóvenes esperanzados, todos se fueron".
La tercera vez que alguien lloró fue en circunstancias bastante diferentes. Estaba en La Vega, uno de los barrios marginales que se aferran a las colinas alrededor de Caracas, un poco como las favelas alrededor de Río de Janeiro. Los caminos pavimentados en La Vega atestiguan el dinero que una vez estuvo disponible para gastar en infraestructura; Los cables de electricidad y las tuberías de agua manipulados por el tambor atestiguan el declive de esa infraestructura. Estábamos sentados en una cocina comunitaria creada por un grupo llamado Alimenta la Solidaridad (un nombre que se traduce libremente como "solidaridad alimentaria"), que sirve comidas regulares a niños en barrios pobres. Esta es una de un par de iniciativas originalmente concebidas por Roberto Patiño, un joven político opositor convertido en activista humanitario. El primero es Mi Convive, el grupo que monitorea y mitiga la violencia; su nombre, también traducido libremente, significa "vivir juntos". Patiño era un líder estudiantil que hizo campaña en nombre de un anterior líder de la oposición, Henrique Capriles, quien se postuló para presidente y perdió por un margen pequeño y probablemente fraudulento en 2013. Mientras viajaba por el país, Patiño me dijo que estaba sorprendido por la falta de fe que la gente tuvo en todo el proceso. No odiaban a Capriles; simplemente pensaron que "todo lo relacionado con la política es una mentira".
Las organizaciones de Patiño no son políticas, y no tienen la intención de afectar directamente las campañas electorales. En cambio, buscan socavar la polarización y amortiguar el cinismo que ha congelado a la sociedad venezolana. La propaganda divide a las personas. El miedo los aísla. Por el contrario, Alimenta y Mi Convive crean proyectos que unen a las personas, independientemente de su estatus socioeconómico o puntos de vista políticos, construyendo redes de amistad y apoyo. Los proyectos están integrados, en parte, por personas educadas de clase media de entre 20 y 30 años que han decidido deliberadamente no emigrar, aunque cualquiera de ellos podría hacerlo. Alberto Kabbabe, cofundador y director ejecutivo de Alimenta, es licenciado en ingeniería química; Él dice que la mayoría de sus amigos universitarios se han ido a los Estados Unidos o Colombia. Cuando estaba en el movimiento estudiantil con Patiño, Kabbabe no se imaginaba a sí mismo dirigiendo cocinas comunitarias, pero ninguno del grupo sí. "Pensé que estaría haciendo política, pero algo más ... sofisticado", me dijo uno. Pero en una sociedad donde la política sofisticada se siente inútil e imposible, trabajar para crear vínculos entre barrios ricos y pobres se siente positivo y creativo. “El gobierno hizo creer a la gente que todos somos diferentes y enemigos. De hecho, todos somos diferentes, pero podemos trabajar juntos ”, me dijo Kabbabe.
Un trío de ellos me llevó a ver un par de cocinas en La Vega. Comenzamos con una visita a una escuela jesuita. Alimenta ha trabajado en estrecha colaboración con la orden, que tiene un interés particular en los refugiados y los muy pobres. Los padres jesuitas en Caracas, conocí a varios, me recordaron los tipos de sacerdotes que solían trabajar en barrios de clase trabajadora polacos en la década de 1980, cuando la Iglesia Católica era una institución nacional unificadora en Polonia y no era parte, como lo es ahora. , de una guerra divisiva sobre la cultura moderna .
De la escuela fuimos a una de las cocinas comunitarias, en realidad, un espacio de comedor ubicado en un piso de tierra debajo de un techo de chapa ondulada. Las mujeres que trabajaban allí eran todas voluntarias, algunas de las cuales habían perdido su acceso a las cajas de comida gratuitas del gobierno porque trabajaban para Alimenta. Dijeron que no les importaba, la comida que se sirve en las cocinas es más saludable de todos modos, y hay otros beneficios. "Podemos hacer algo para marcar la diferencia", me dijo uno de los voluntarios, y eso crea una especie de satisfacción psicológica, incluso aparte de la comida. Algunas de las mujeres se han convertido en defensoras de sus comunidades, hablando sobre el cierre de escuelas, la escasez de agua y las otras dificultades que el declive de Venezuela les ha impuesto.
Las condiciones fueron un poco mejores en otra sección de La Vega, más abajo de la ladera. Allí, la cocina comunitaria está dentro de un edificio real, conectado a un convento. En las paredes hay listas de menús diarios; el espacio huele ligeramente a desinfectante y los pisos brillan positivamente. El voluntario que dirige la cocina, canoso, vestido con jeans azules y una camiseta de Alimenta la Solidaridad, nos mostró los alrededores. Ella comenzó a contar la historia de su vida, una historia de mala suerte y crisis, un hijo que recibió un disparo durante la violencia local, otro que murió en un accidente. Pero ahora ha tenido cierto éxito: sus hijas están estudiando y está alimentando a sus hijos, un papel que le permite vigilar a las familias locales en problemas. Esto es cuando ella comenzó a llorar. Una de las mujeres de Alimenta, varias décadas más joven, de un vecindario diferente y de una familia más afortunada, se levantó y le puso la mano en el hombro. La mujer mayor se detuvo por un momento y luego retomó su historia.
Estoy tentado a terminar aquí con una advertencia, porque Venezuela representa la conclusión de muchos procesos que vemos en el mundo de hoy. Venezuela es el final del marxismo ideológico; la culminación del asalto a la democracia, los tribunales y la prensa que ahora se desarrolla en tantos países; y el límite exterior de la política de polarización. Pero no quiero, como tantos lo han hecho, tratar a Venezuela como un simple símbolo. Es un lugar real, y las dificultades que enfrentan las personas que viven allí no han terminado, culminado o limitado en absoluto. Independientemente de lo que hagan los Estados Unidos y otros miembros de la comunidad internacional en Venezuela, el objetivo debe ser ayudar a los verdaderos venezolanos, no promover un argumento ideológico, especialmente a medida que las crisis humanitarias y políticas se profundizan y se extienden.
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miércoles, 1 de abril de 2020
VIOLENCIA
Cómo duele Caracas
NIcomedes Febres
Ayer amanecí acongojado y en mi mente, cuando aun no había abierto los ojos todavía, estaba tatuada la carta que le envió El Libertador a su tío Esteban Palacios en 1825 explicándole cómo estaba entonces Caracas luego de la Independencia. Comienza esa carta con la frase "Caracas ya no existe" ha muerto y sus restos blanqueados guardan la memoria del martirio, los sepulcros están..... y por allí continúa. Aquí lejos y sabiendo del sufrimiento de los caraqueños ningún sentimiento me acompaña diferente al dolor y la tristeza. Aislados, cada uno de ustedes inmerso en sus temores y dudas frente al porvenir. Cuando ni lo inmediato y sencillo es previsible. Sojuzgados por la necesidad y también por el temor a ese virus chino que dejaron escapar. Viven la suma de dos tragedias socialistas, el virus chino y el chavismo criollo. Tenían que ser ambos socialistas. Como los socialistas nunca trabajan no se preocupan por llevar el pan al hogar, ni poseen el prejuicio burgués de ver crecer a la familia, ni se angustian por la responsabilidad de sacar adelante a los tripones que no pidieron venir a este mundo vuelto un sufrimiento. Si me hubiese imaginado esta situación a tan corto plazo no habría salido de Caracas, porque por ser tan torpe o apasionado, soy hombre de trincheras, del frente de batalla, así sea de camillero o socorrista por mi edad. Presumí que la experiencia del gran apagón sería la experiencia radical para que los que gobiernan entendieran lo mal que lo están haciendo. Pero no, los socialistas son peor que los borbones malos, ni perdonan, ni olvidan ni aprenden. Malditos sean todos ellos por hacer sufrir tanto a los venezolanos.
Ayer el Grupo de Lima manifestó su apoyo al presidente Guaido y advirtió que un ataque a su persona, familia o entorno desataría los demonios contra el chavismo. Para los ignorantes que jamas entenderán a la política eso solo significa presión para una salida política negociada, pues nadie quiere una explosión de cientos de miles de muertos. El único diálogo posible con el chavismo es negociar su capitulación pero hay que hacerlo ver como un acuerdo para que no se suelten los locos de lado y lado.
Fuente:
https://www.facebook.com/nicfebres
Fotografía: https://www.diariolasamericas.com/america-latina/paciente-coronavirus-huye-del-hospital-caracas-n4195206
Tratado del valor
Nicomedes Febres
Siento tristeza y vergüenza personal por la amenaza de muerte de maduro contra el presidente Guaido.
No tengo ninguna relación personal con el inquilino de Miraflores, pero mal que bien, fue un personaje importante de nuestra historia patria en el lado más oscuro de esa historia y tal amenaza representa un hito nefasto en nuestro pasado de cara al porvenir, pues nunca se ha visto nada tan infame como este socialismo.
Esa frase: "Yo iré preso, pero tu estarás muerto" sintetiza a toda la concepción de la democracia en la Política del chavismo. Será un icono inmoral. No existe tratadista político en el pasado que no haya dado al valor personal la mayor importancia como virtud necesaria para el ejercicio del poder. Ni la laboriosidad, la bondad,la solidaridad, ni nada. Por encima esta el coraje. Y es cierto, no hay ninguna virtud que se equipare al valor personal en la práctica política. Sin tener valor el miedo condiciona todas las decisiones y el miedo es el peor de los consejeros. He hablado del tema con cierta intimidad con políticos del pasado y todos coincidían conmigo. Lo hablé con Edecio la Riva, quien fue dejado por muerto en el Cementerio general del sur en Caracas por unos esbirros de la Seguridad Nacional; con el presidente salvadoreño José Napoleón Duarte, que los esbirros lo torturaron tanto que también lo creyeron muerto antes de ser presidente.
El doctor Calvani, que enfrentó a título personal toda la violencia centroamericana cuando logró crear una base para el diálogo en la región y asumió riesgos inimaginables por esa violencia que degrada a la política y la vuelve una actividad gansteril. Alguna vez lo comenté también con Teodoro, quien fue un icono del valor en la época de la violencia. No es que solo fueran guapos, es que la Política desarrolla un sentido del deber moral en los políticos de verdad que los hace distintos ante el destino. La pareja femenina del poder siempre es la Historia y esa es la que obliga y le da armazón moral a los políticos de verdad. Los otros son traficantes del poder.
Presumo que maduro se dejó dominar por el miedo cerval que le inspira el futuro y eso lo hace capaz de cualquier sin razón. Al presidente Guaido le recomendaría que ignore tal amenaza, que esa es responsabilidad de sus anillos de seguridad, pero medito y me preguntó cómo pueden unos militares que se sienten los propietarios del coraje porque portan las armas, seguir a un cobarde como maduro. O como decimos por estas calles: total, cada quién con su cada cual.
Fuente:
https://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/36642-valor
Fotografía: https://www.infobae.com/america/venezuela/2020/03/17/los-inquietantes-numeros-que-indican-que-en-venezuela-la-crisis-por-el-coronavirus-podria-ser-dramatica/
NIcomedes Febres
Ayer amanecí acongojado y en mi mente, cuando aun no había abierto los ojos todavía, estaba tatuada la carta que le envió El Libertador a su tío Esteban Palacios en 1825 explicándole cómo estaba entonces Caracas luego de la Independencia. Comienza esa carta con la frase "Caracas ya no existe" ha muerto y sus restos blanqueados guardan la memoria del martirio, los sepulcros están..... y por allí continúa. Aquí lejos y sabiendo del sufrimiento de los caraqueños ningún sentimiento me acompaña diferente al dolor y la tristeza. Aislados, cada uno de ustedes inmerso en sus temores y dudas frente al porvenir. Cuando ni lo inmediato y sencillo es previsible. Sojuzgados por la necesidad y también por el temor a ese virus chino que dejaron escapar. Viven la suma de dos tragedias socialistas, el virus chino y el chavismo criollo. Tenían que ser ambos socialistas. Como los socialistas nunca trabajan no se preocupan por llevar el pan al hogar, ni poseen el prejuicio burgués de ver crecer a la familia, ni se angustian por la responsabilidad de sacar adelante a los tripones que no pidieron venir a este mundo vuelto un sufrimiento. Si me hubiese imaginado esta situación a tan corto plazo no habría salido de Caracas, porque por ser tan torpe o apasionado, soy hombre de trincheras, del frente de batalla, así sea de camillero o socorrista por mi edad. Presumí que la experiencia del gran apagón sería la experiencia radical para que los que gobiernan entendieran lo mal que lo están haciendo. Pero no, los socialistas son peor que los borbones malos, ni perdonan, ni olvidan ni aprenden. Malditos sean todos ellos por hacer sufrir tanto a los venezolanos.
Ayer el Grupo de Lima manifestó su apoyo al presidente Guaido y advirtió que un ataque a su persona, familia o entorno desataría los demonios contra el chavismo. Para los ignorantes que jamas entenderán a la política eso solo significa presión para una salida política negociada, pues nadie quiere una explosión de cientos de miles de muertos. El único diálogo posible con el chavismo es negociar su capitulación pero hay que hacerlo ver como un acuerdo para que no se suelten los locos de lado y lado.
Fuente:
https://www.facebook.com/nicfebres
Fotografía: https://www.diariolasamericas.com/america-latina/paciente-coronavirus-huye-del-hospital-caracas-n4195206
Tratado del valor
Nicomedes Febres
Siento tristeza y vergüenza personal por la amenaza de muerte de maduro contra el presidente Guaido.
No tengo ninguna relación personal con el inquilino de Miraflores, pero mal que bien, fue un personaje importante de nuestra historia patria en el lado más oscuro de esa historia y tal amenaza representa un hito nefasto en nuestro pasado de cara al porvenir, pues nunca se ha visto nada tan infame como este socialismo.
Esa frase: "Yo iré preso, pero tu estarás muerto" sintetiza a toda la concepción de la democracia en la Política del chavismo. Será un icono inmoral. No existe tratadista político en el pasado que no haya dado al valor personal la mayor importancia como virtud necesaria para el ejercicio del poder. Ni la laboriosidad, la bondad,la solidaridad, ni nada. Por encima esta el coraje. Y es cierto, no hay ninguna virtud que se equipare al valor personal en la práctica política. Sin tener valor el miedo condiciona todas las decisiones y el miedo es el peor de los consejeros. He hablado del tema con cierta intimidad con políticos del pasado y todos coincidían conmigo. Lo hablé con Edecio la Riva, quien fue dejado por muerto en el Cementerio general del sur en Caracas por unos esbirros de la Seguridad Nacional; con el presidente salvadoreño José Napoleón Duarte, que los esbirros lo torturaron tanto que también lo creyeron muerto antes de ser presidente.
El doctor Calvani, que enfrentó a título personal toda la violencia centroamericana cuando logró crear una base para el diálogo en la región y asumió riesgos inimaginables por esa violencia que degrada a la política y la vuelve una actividad gansteril. Alguna vez lo comenté también con Teodoro, quien fue un icono del valor en la época de la violencia. No es que solo fueran guapos, es que la Política desarrolla un sentido del deber moral en los políticos de verdad que los hace distintos ante el destino. La pareja femenina del poder siempre es la Historia y esa es la que obliga y le da armazón moral a los políticos de verdad. Los otros son traficantes del poder.
Presumo que maduro se dejó dominar por el miedo cerval que le inspira el futuro y eso lo hace capaz de cualquier sin razón. Al presidente Guaido le recomendaría que ignore tal amenaza, que esa es responsabilidad de sus anillos de seguridad, pero medito y me preguntó cómo pueden unos militares que se sienten los propietarios del coraje porque portan las armas, seguir a un cobarde como maduro. O como decimos por estas calles: total, cada quién con su cada cual.
Fuente:
https://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/36642-valor
Fotografía: https://www.infobae.com/america/venezuela/2020/03/17/los-inquietantes-numeros-que-indican-que-en-venezuela-la-crisis-por-el-coronavirus-podria-ser-dramatica/
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sábado, 22 de febrero de 2020
DESILUSIÓN SOCIOLÓGICA
Cesarismo democrático
Ángel R. Lombardi
“La bandera de la Independencia para las
masas populares fue el delito”.
Laureano Vallenilla Lanz
Simón Bolívar (1783-1830) escribió ya al final de su existencia que la "libertad se ve sentada sobre ruinas" y que le temía mucho más a la paz que a la guerra. Su desconfianza ante la incapacidad de sus compatriotas por carecer de facultades republicanas fue confirmada en los hechos. Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), constata desilusionado ochenta y nueve años después, que la transición de Colonia a República, fue un evento cataclísmico; una antropofagia social que da nacimiento a un gentilicio de violencia iracunda sin límites.
Lo que se inició en 1810, un evento ilustrado del mantuanaje blanco criollo en Caracas, devino, al finalizar el horror de una guerra de exterminio en 1823, en la profundización de los mismos conflictos que antes estaban atemperados por el orden hispánico: “odios de casta, regusto por la sangre, y sobre todo una absoluta desarticulación respecto a las razones o ideales del fratricidio”. (Miguel Ángel Campos)
La Independencia dio como resultado la negación de la cultura colonial, abrasando (SIC) con su continuidad y lanzando al abismo a una población maltrecha sin un referente de identidad definido. Los caudillos, grandes capitalizadores de la victoria guerrera, ya se las arreglarían para conseguir desde los mitos y las mentiras la justificación de la nueva dominación.
Andrés Bello (1781-1865), y muchos otros más, prefirió huir del incendio descomunal y no apoyó la Independencia porque se dio cuenta que la guerra civil sepultaba al pasado colonial con el cuál se sentía directamente identificado y representado. Prefirió irse al exilio que "construir patria". En Chile llegó a ser Rector.
Nos dice Vallenilla Lanz: “El aristócrata, el mantuano, el gran señor, el superviviente de la alta clase social que por siglos había ejercido la “tiranía doméstica, activa y dominante”; el más alto representante de la “minoría audaz” naufragaba en el mar de sangre de la revolución. La lucha entre Bolívar y Páez, “el corifeo de la gente colorada” -como le llamó Peñalver- habría desatado sobre Venezuela la lucha de castas, la guerra de colores que no solo estaba latente, sino que hacía explosiones parciales en todo el país”.
La "causa" de Bolívar fue platónica. La "causa" de Páez fue real o pragmática. El primero murió rechazado por sus propios aliados. El segundo "disfrutó" de su caudillaje peleando contra los otros caudillos. El bienestar e intereses nacionales siempre fue algo subalterno. Desde el año 1826 José Antonio Páez (1790-1873) se le alzó a Bolívar y ganó porque sus adeptos le proclamaron en el año 1830 el “Padre de la Patria” en Venezuela.
El “patrocinio militar” llenó el vacío institucional dejado de lado por una Colonia destruida. La supremacía del más fuerte, del más sagaz, vigoroso y valiente exacerbando el más grande individualismo estableció la nueva jerarquización social ahondando ya no sólo en la desigualdad de las antiguas castas durante la Colonia, sólo niveladas jurídicamente en la República, sino incubando el fenómeno del personalismo basado en las lealtades de los pactos y conjuras.
Todo el caudillismo nuestro nace con esto y permite la renuncia de las obligaciones generales de sus ciudadanos para con la sociedad. El bandolerismo legalizado se confundió con la nueva Patria a partir del año 1830 haciendo del general Páez el “Gendarme Necesario” para lidiar con la más grande anarquía. Un resguardo de la nueva República, que paradójicamente, se hizo ahondando en la violencia desatada y nunca contenida.
“El Gendarme Necesario” no procuró ni hacer respetar las constituciones de papel y mucho menos resguardar el logro de un igualitarismo confuso hacia un pueblo acostumbrado a la rebatiña y el saqueo, lo que hizo en realidad, fue reducir los niveles del descalabro a una escala conveniente a sus propios intereses y a la de su clientela de seguidores.
El libro de Vallenilla Lanz, “Cesarismo Democrático” fue publicado en 1919 producto de una desilusión sociológica. Hoy, cien años después, su actualidad se hace inesperada ante la persistencia del fenómeno autoritario junto al “patrocinio militar” que no remite ante las aspiraciones de la épica civilista. El chavismo no es más que la mutación del desarreglo venezolano que nunca atendió el dictamen de su atraso social desde unos atavismos trágicos. El petróleo, su bonanza, fue una oportunidad despreciada. Hoy, todos nuestros males, vuelven a reaparecer desde el más grande ímpetu autodestructivo.
Ángel R. Lombardi
“La bandera de la Independencia para las
masas populares fue el delito”.
Laureano Vallenilla Lanz
Simón Bolívar (1783-1830) escribió ya al final de su existencia que la "libertad se ve sentada sobre ruinas" y que le temía mucho más a la paz que a la guerra. Su desconfianza ante la incapacidad de sus compatriotas por carecer de facultades republicanas fue confirmada en los hechos. Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), constata desilusionado ochenta y nueve años después, que la transición de Colonia a República, fue un evento cataclísmico; una antropofagia social que da nacimiento a un gentilicio de violencia iracunda sin límites.
Lo que se inició en 1810, un evento ilustrado del mantuanaje blanco criollo en Caracas, devino, al finalizar el horror de una guerra de exterminio en 1823, en la profundización de los mismos conflictos que antes estaban atemperados por el orden hispánico: “odios de casta, regusto por la sangre, y sobre todo una absoluta desarticulación respecto a las razones o ideales del fratricidio”. (Miguel Ángel Campos)
La Independencia dio como resultado la negación de la cultura colonial, abrasando (SIC) con su continuidad y lanzando al abismo a una población maltrecha sin un referente de identidad definido. Los caudillos, grandes capitalizadores de la victoria guerrera, ya se las arreglarían para conseguir desde los mitos y las mentiras la justificación de la nueva dominación.
Andrés Bello (1781-1865), y muchos otros más, prefirió huir del incendio descomunal y no apoyó la Independencia porque se dio cuenta que la guerra civil sepultaba al pasado colonial con el cuál se sentía directamente identificado y representado. Prefirió irse al exilio que "construir patria". En Chile llegó a ser Rector.
Nos dice Vallenilla Lanz: “El aristócrata, el mantuano, el gran señor, el superviviente de la alta clase social que por siglos había ejercido la “tiranía doméstica, activa y dominante”; el más alto representante de la “minoría audaz” naufragaba en el mar de sangre de la revolución. La lucha entre Bolívar y Páez, “el corifeo de la gente colorada” -como le llamó Peñalver- habría desatado sobre Venezuela la lucha de castas, la guerra de colores que no solo estaba latente, sino que hacía explosiones parciales en todo el país”.
La "causa" de Bolívar fue platónica. La "causa" de Páez fue real o pragmática. El primero murió rechazado por sus propios aliados. El segundo "disfrutó" de su caudillaje peleando contra los otros caudillos. El bienestar e intereses nacionales siempre fue algo subalterno. Desde el año 1826 José Antonio Páez (1790-1873) se le alzó a Bolívar y ganó porque sus adeptos le proclamaron en el año 1830 el “Padre de la Patria” en Venezuela.
El “patrocinio militar” llenó el vacío institucional dejado de lado por una Colonia destruida. La supremacía del más fuerte, del más sagaz, vigoroso y valiente exacerbando el más grande individualismo estableció la nueva jerarquización social ahondando ya no sólo en la desigualdad de las antiguas castas durante la Colonia, sólo niveladas jurídicamente en la República, sino incubando el fenómeno del personalismo basado en las lealtades de los pactos y conjuras.
Todo el caudillismo nuestro nace con esto y permite la renuncia de las obligaciones generales de sus ciudadanos para con la sociedad. El bandolerismo legalizado se confundió con la nueva Patria a partir del año 1830 haciendo del general Páez el “Gendarme Necesario” para lidiar con la más grande anarquía. Un resguardo de la nueva República, que paradójicamente, se hizo ahondando en la violencia desatada y nunca contenida.
“El Gendarme Necesario” no procuró ni hacer respetar las constituciones de papel y mucho menos resguardar el logro de un igualitarismo confuso hacia un pueblo acostumbrado a la rebatiña y el saqueo, lo que hizo en realidad, fue reducir los niveles del descalabro a una escala conveniente a sus propios intereses y a la de su clientela de seguidores.
El libro de Vallenilla Lanz, “Cesarismo Democrático” fue publicado en 1919 producto de una desilusión sociológica. Hoy, cien años después, su actualidad se hace inesperada ante la persistencia del fenómeno autoritario junto al “patrocinio militar” que no remite ante las aspiraciones de la épica civilista. El chavismo no es más que la mutación del desarreglo venezolano que nunca atendió el dictamen de su atraso social desde unos atavismos trágicos. El petróleo, su bonanza, fue una oportunidad despreciada. Hoy, todos nuestros males, vuelven a reaparecer desde el más grande ímpetu autodestructivo.
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jueves, 9 de enero de 2020
DEL RESENTIMIENTO SOCIAL
Nicomedes Febres
La estratificación social de la Colonia era indignante, no sólo por la esclavitud, sino por el trato a los pardos que era más hiriente porque ellos tenían más ambiciones. El caso de las hermanas Bejarano solo es un detalle y por ellas usar esclavinas o manteletas, que son una suerte de chal o capa sobre los hombros que se adhería a la ropa y que solo era un derecho de uso de las blancas y las criollas, fue cuando se presentó el dictamen real a favor de las insignes reposteras y hubo camorra por eso; pero hubo pardos riquísimos como el padre de Miranda y varios hombres de trabajo muy respetables a quienes les trataban de Ño y que crearon fortunas. De hecho, el único Bolívar que salió rico de la independencia fue un mulato hijo del padre del libertador. El malandro boves fue el primero que aprovechó ese resentimiento de pardos y esclavos y quizás, quién le hizo ver a esa gente todos sus derechos de acuerdo con el Estado liberal al que aspiraban los libertadores. El general Páez fue quien rescato para la patria a ese estrato social, que es su gran mérito político y después, pese al inmenso cambio social que significó la Independencia por la masacre que sufrieron los criollos y que obligó a muchas viudas dueñas de haciendas a casarse o amancebarse con sus caporales, que fueron quienes protegieron vidas y haciendas durante la guerra. Lean ustedes las Lanzas Coloradas de Uslar, o la Criolla Principal de mi bella Inés Quintero y verán que digo una verdad como un templo, incluso la hermana de Bolívar después de viuda, parió un par de vástagos naturales y tostados. Los estratos bajos de la población siguieron creciendo como los cimarrones y fueron aprovechados por el bandido de Antonio Leocadio y por los caudillitos locales de aquí y allá, quienes fueron los que se le sublevaban al Benemérito hasta que se formó el ejército nacional bajo la orientación prusiana del viejo McGill. Fueron los adecos de 1945 quienes revivieron las tesis sociales de boves y eso perfiló a la Revolución de Octubre, a la democracia venezolana y al sindicalismo. Desde entonces el poder ha sido “poder popular” en Venezuela. Fueron los pícaros de la democracia que sacaron sus cobres y los sindicatos adecos los grandes beneficiarios del petróleo y la democracia venezolana. Si alguno de ustedes presenció una negociación entre patronos y obreros sabrán que digo la verdad. Más temor tenía el liderazgo sindical a los dirigentes emergentes que los querían desplazar, que a los dueños de las empresas. La democracia venezolana vivió siempre esa ilusión de armonía mientras el petróleo pagó las cuentas, que se incrementaron una locura cuando CAP 1 y la gran Venezuela, y fue cuando hubo aquí la gran fuga de capitales antes del Viernes Negro. Todo esto lo vio la izquierda venezolana antes del difunto, pero Teodoro y Pompeyo viendo el desastre que fue el comunismo soviético, optaron por una lógica y sensata tesis reformista. El país se complicó innecesariamente después, pero no fue por AD, sino por su buró sindical que impuso a Alfaro Ucero y el banal antiadequismo, que optó por la bella Irene y la Historia demostró quienes eran ambos personajes que no merecen ni que uno hable de ellos. Recuerdan a Antonio Ríos o Manuel Peñalver enfrentados a CAP 2? Ese fue el caldo de cultivo que aprovechó el difunto y esta es la verdadera historia política y social de Venezuela. Lo que hemos vivido después lo estamos padeciendo y es culpa también de CAP que no aplastó a los sediciosos y no dejó “ni piedra sobre piedra” a los alzados, que fueron tal como habíamos pronosticado de los “nuevos hijos de boves y sus compinches”. Esto se lo dije a CAP luego de su casa por cárcel y en el Hotel Tamanaco, la única vez que hablamos a solas y estuvo de acuerdo. Mucha de esa gente que anda echándole paja al presidente Guaidó hoy son aquellos que votaron por el difunto porque necesitábamos “un militar arrecho como Pérez Jiménez”, se enfurecieron después de la torta que pusieron, pero muchos se fueron de Venezuela y no asumieron su responsabilidad, pero nos metieron en este berenjenal. Aquí, mientras a los enemigos de Venezuela no los dejemos “ni piedra sobre piedra” jamás la patria saldrá adelante. Y nosotros la oposición de ahora si somos la Venezuela Eterna de nuestros libertadores.
* En la foto una dama perfectamente vestida a finales del siglo XIX con traje negro de rigor, manteleta o esclavina blanca sobre el traje cerrado como las Bejarano, mitones en los brazos, corset para estrechar la cintura y su paragua y zapatos de tacón cerrado tipo botín, como se debían calzar las señoras decentes de antes.
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viernes, 20 de diciembre de 2019
YA ES TIEMPO, PANCHO
El Papa Pancho
Nicomedes Febres
* Nunca he comentado negativamente la actitud del Santo Padre en relación a su posición sobre la tragedia venezolana, cuando al comienzo todos lo querían y lo llamaban con afecto el Papa Pancho y la gente estaba ilusionada con su papado y me irrita ver como es cuestionado masivamente ahora por la cristiandad opositora que es la mayoría de la gente en este país. Cuando lo nombraron Papa me alegré por dos razones, primero por ser argentino, nación por la cual siento profundo afecto y tengo infinidad de amigos allá y creía que podía ser una ayuda para el presidente Macri y un freno a esa lacra mental y moral que es el peronismo, una enfermedad espiritual peor que el chavismo si es que existe una dimensión peor que esto, y en segundo lugar por ser jesuita, que son gente que me simpatiza por ser inteligentes y la mar de disciplinados y con gran conciencia social, cuando para mí la disciplina personal que sale del alma es una de las grandes virtudes del espíritu humano, porque quien es indisciplinado no pasa de ser un indigno esclavo de sus vicios y debilidades. También la ausencia de conciencia social y de ayuda a los humildes ha sido uno de los peores pasivos personales de la cristiandad latinoamericana y allí tampoco el Papa Francisco I se ha pronunciado con énfasis. Pero ya han pasado suficientes lunas desde el ascenso al trono de San Pedro del cardenal Berdoglio y me he abstenido de hacer críticas y comentarios porque en la Iglesia como en cualquier otra institución seria, lo más importante sucede detrás de bastidores y no delante del público ignorante. Se ha dicho de todo, desde que Francisco I es comunista, para aquellos que ven comunistas hasta en la sopa, hasta que maduro y el chavismo tienen mucho dinero en las arcas vaticanas en un momento lúgubre para nuestra Iglesia por el vergonzoso asunto de la pederastia en varias partes del mundo. Creo que el Santo Padre ya debe pronunciarse sobre la represión contra los mártires venezolanos, sobre el atentado permanente contra la libertad y la democracia desde el poder írrito de maduro y la gran tragedia social, económica, democrática y humana que es el chavismo en Venezuela. Confieso que vemos solos a nuestros obispos apoyados por los fieles, los que están luchando contra el despotismo y la tragedia que es esta tiranía, porque del Vaticano lo único que uno percibe de allá es un gran silencio, un ominoso silencio y como dice el dicho popular: el que calla otorga. Así como hay tiempo de sembrar y cosechar, también hay tiempo de oír, ver y callar y hay tiempo de hablar y creo que ahora es uno de estos de hablar con reciedumbre y actuar en consecuencia como papa.
* Los papas en el último siglo se han alternado en sus virtudes, los hay grandes pastores como el Papa Leon XIII, Juan XXIII, o Juan Pablo II, quizás el más influyente del siglo, y papas que han sido grandes jefes de Estado protegiendo a nuestra Santa Madre Iglesia como Pio XII, Pablo VI o Benedicto XVI. Además todos tenemos nuestros papas favoritos y en lo personal recuerdo con especial afecto al papa Juan XXIII y la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI.
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lunes, 15 de abril de 2019
INADVERTIDA CONFISCACIÓN
El llamado chavismo va a desintegrarse más temprano que tarde
La asociación civil FORMA, organizó un Foro sobre Consenso y Transición en Venezuela, coordinado por el Prof. Ramón Cardozo que contó con la participación del diputado Stalin González, Segundo Vicepresidente de la Asamblea Nacional; Edison Ferrer, Secretario de la instancia legislativa; y el diputado Luis Barragán, integrante de la Fracción Parlamentaria 16 de Julio.
En el evento realizado en el auditorio de la biblioteca de la Universidad Católica Andrés, los panelistas respondieron a las preguntas formulas por el Prof. Cardozo y los jóvenes concurrentes, procedentes también de otras universidades, adicionalmente sobre el Pacto de Puntofijo, los requisitos, las limitaciones y posibilidades del Consenso, el Plan País y la situación de emergencia humanitaria, entre otros tópicos referidos extensamente por González, Ferrer y Barragán.
Entre varios de los planteamientos expuestos por los panelistas, llamó la atención la aseveración hecha por el diputado Barragán sobre la desaparición del chavismo en Venezuela y, en tal sentido, al concluir el foro, lo abordamos sobre el tema.
“En efecto, señaló, el chavismo es un artificio y un anacronismo en la Venezuela que todavía no llega al siglo XXI y dificultamos que encuentre cupo en ella por tres razones objetivas: por una parte, es responsable de la construcción del Estado Criminal y de sus consecuencias, como la catástrofe humanitaria, la represión descarnada, el genocidio pasivo y activo que aún padecemos los venezolanos; por otra, evidentemente, está muy distante de los valores de la libertad, la justicia, la solidaridad y otros que debemos reconquistar y defender en las venideras décadas; y, por último, es un artificio, como lo ha sido el peronismo en la Argentina que destruyó, sabiéndose de versiones de izquierda y de derecha al operar como una suerte de inmerecida maldición”.
El parlamentario rememoró la exclusión del Partido Comunista del Pacto de Punto Fijo que, los hechos lo demostraron, se alzó en armas contra la reciente democracia representativa al encandilarse con el proceso cubano de entonces y aseguró que mal puede incursionar el chavismo que, además de su comprobada deslealtad democrática, se desintegrará a mediano plazo.
“Chávez Frías confisco toda la izquierda marxista en Venezuela, la absorbió hasta desdibujarse en sus diferentes corrientes. Sólo la une el presupuesto nacional y una vez perdido el poder, esas distintas corrientes recuperarán sus identidades. Por lo demás, remoto el recuerdo de un circunstancial fenómeno electoral que se prolongó por las consecutivas triquiñuelas plebiscitarias de dos décadas, hundido definitivamente por el madurismo, se desintegrará más temprano que tarde, ojalá permitiendo la actualización de esas corrientes que están atrapadas por el militarismo decimonónico que las ha devorado”.
Finalmente, sentenció: “Los propulsores y beneficiarios del Estado Criminal no cabrán en la Venezuela que se avecina”.
14/04/2019:
https://www.lapatilla.com/2019/04/14/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde
https://www.entornointeligente.com/diputado-barragn-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-ms-temprano-que-tarde/
https://tenemosnoticias.com/noticia/va-diputado-tarde-chavismo-671807/1333145
https://apuntoenlinea.com/2019/04/14/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde/
https://venezuelaunida.com/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde//
https://noticiasvenezuela.org/2019/04/14/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde/
Curioso portal:
https://tipsfemeninos.com/diputado-barragn-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-ms-temprano-que-tarde/
Fotografías: Enviadas por Adriana León, vía WhatsApp.
La asociación civil FORMA, organizó un Foro sobre Consenso y Transición en Venezuela, coordinado por el Prof. Ramón Cardozo que contó con la participación del diputado Stalin González, Segundo Vicepresidente de la Asamblea Nacional; Edison Ferrer, Secretario de la instancia legislativa; y el diputado Luis Barragán, integrante de la Fracción Parlamentaria 16 de Julio.
En el evento realizado en el auditorio de la biblioteca de la Universidad Católica Andrés, los panelistas respondieron a las preguntas formulas por el Prof. Cardozo y los jóvenes concurrentes, procedentes también de otras universidades, adicionalmente sobre el Pacto de Puntofijo, los requisitos, las limitaciones y posibilidades del Consenso, el Plan País y la situación de emergencia humanitaria, entre otros tópicos referidos extensamente por González, Ferrer y Barragán.
Entre varios de los planteamientos expuestos por los panelistas, llamó la atención la aseveración hecha por el diputado Barragán sobre la desaparición del chavismo en Venezuela y, en tal sentido, al concluir el foro, lo abordamos sobre el tema.
“En efecto, señaló, el chavismo es un artificio y un anacronismo en la Venezuela que todavía no llega al siglo XXI y dificultamos que encuentre cupo en ella por tres razones objetivas: por una parte, es responsable de la construcción del Estado Criminal y de sus consecuencias, como la catástrofe humanitaria, la represión descarnada, el genocidio pasivo y activo que aún padecemos los venezolanos; por otra, evidentemente, está muy distante de los valores de la libertad, la justicia, la solidaridad y otros que debemos reconquistar y defender en las venideras décadas; y, por último, es un artificio, como lo ha sido el peronismo en la Argentina que destruyó, sabiéndose de versiones de izquierda y de derecha al operar como una suerte de inmerecida maldición”.
El parlamentario rememoró la exclusión del Partido Comunista del Pacto de Punto Fijo que, los hechos lo demostraron, se alzó en armas contra la reciente democracia representativa al encandilarse con el proceso cubano de entonces y aseguró que mal puede incursionar el chavismo que, además de su comprobada deslealtad democrática, se desintegrará a mediano plazo.
Finalmente, sentenció: “Los propulsores y beneficiarios del Estado Criminal no cabrán en la Venezuela que se avecina”.
14/04/2019:
https://www.lapatilla.com/2019/04/14/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde
https://www.entornointeligente.com/diputado-barragn-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-ms-temprano-que-tarde/
https://tenemosnoticias.com/noticia/va-diputado-tarde-chavismo-671807/1333145
https://apuntoenlinea.com/2019/04/14/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde/
https://venezuelaunida.com/diputado-barragan-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-mas-temprano-que-tarde//
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Curioso portal:
https://tipsfemeninos.com/diputado-barragn-el-llamado-chavismo-va-a-desintegrarse-ms-temprano-que-tarde/
Fotografías: Enviadas por Adriana León, vía WhatsApp.
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domingo, 17 de marzo de 2019
OLOR DE LOS DÍAS QUE FALTAN
Del chavismo opositor
Luis Barragán
De polarizar, el llamado chavismo persistirá como un extraordinario escollo en la futura oposición. Quizá por ello, preventivamente, hay quienes le descubren una tendencia democrática, la que tendrá a bien facilitar la transición, frente a otra autocrática, la que pretenderá violentarla, apostando ambas por el regreso definitivo al poder a mediano plazo.
Hallada la tendencia disidente, aún tardía en las filas del actual oficialismo, todo indica que en nada modificará el saldo trágico de largos veinte años, incluida alguna vieja, oportuna y quizá relativamente importante condena moral de quienes ahora buscarán actualizar sus credenciales políticas. En todo caso, la apuesta será por el efectivo reclamo de una herencia que se aspira a inventariar. No obstante, en una aproximación inicial, surgen tres problemas que impedirán hablar en propiedad de chavismo, excepto se convierta en reo de la justicia.
Por una parte, existe una identidad forzada, pues, convengamos, Chávez Frías le dio nombre a una variedad extendida de la izquierda irredenta que unió el presupuesto público, tras largas décadas habituada al archipiélago de sus diferencias, sustanciales o no. De sincerar la situación, apenas cinco minutos después de abandonar Miraflores, la cuestión estará en el reconocimiento de uno o varios marxismos en la Venezuela en la que literalmente rifaron su destino con el barinés tan enfermizamente tributado, reivindicando la escuela ante una adjetivación otrora impensable.
Por otra, Chávez Frías está más cerca de encarnar un fenómeno como el de Perón, gravitando por décadas versionado por la izquierda como por la derecha, antes que expresar un sólido movimiento doctrinario e ideológico, presto a la evolución. El sólo y prolongado ejercicio del poder, avivadas todas las ilusiones que lo hicieron posible, acaso lo repondrá como un referente de nostalgia en el cuadro de partidos, movimientos y actores políticos venezolanos, urgidos de modernizar.
Finalmente, se dice de un intacto, extraordinario e imbatible capital electoral del chavismo, como si – inmune – hubiese sobrevivido a la catástrofe humanitaria que alcanzó por completo a la nación; o le hubiesen conferido alguna homogeneidad social, pues, forjado por el clientelismo y la prebenda, deliberadamente desclasado, aún lo emplea como una vulgar fuerza de choque y formidable escudo humano temiéndole – si fuere el caso – al proletariado que destruyó y condenó a la marginalidad. La proximidad de unos comicios libres y transparentes, posiblemente autorice a un reagrupamiento del chavismo de magnífico soporte financiero, su inconfundible sello, procurando un espacio de supervivencia que, obviamente, no se compadecerá con los que holgadamente ocupó al asociarse en el pasado al masivo y sostenido fraude plebiscitario.
Fotografía: Héctor Guerrero.
Luis Barragán
De polarizar, el llamado chavismo persistirá como un extraordinario escollo en la futura oposición. Quizá por ello, preventivamente, hay quienes le descubren una tendencia democrática, la que tendrá a bien facilitar la transición, frente a otra autocrática, la que pretenderá violentarla, apostando ambas por el regreso definitivo al poder a mediano plazo.
Hallada la tendencia disidente, aún tardía en las filas del actual oficialismo, todo indica que en nada modificará el saldo trágico de largos veinte años, incluida alguna vieja, oportuna y quizá relativamente importante condena moral de quienes ahora buscarán actualizar sus credenciales políticas. En todo caso, la apuesta será por el efectivo reclamo de una herencia que se aspira a inventariar. No obstante, en una aproximación inicial, surgen tres problemas que impedirán hablar en propiedad de chavismo, excepto se convierta en reo de la justicia.
Por una parte, existe una identidad forzada, pues, convengamos, Chávez Frías le dio nombre a una variedad extendida de la izquierda irredenta que unió el presupuesto público, tras largas décadas habituada al archipiélago de sus diferencias, sustanciales o no. De sincerar la situación, apenas cinco minutos después de abandonar Miraflores, la cuestión estará en el reconocimiento de uno o varios marxismos en la Venezuela en la que literalmente rifaron su destino con el barinés tan enfermizamente tributado, reivindicando la escuela ante una adjetivación otrora impensable.
Por otra, Chávez Frías está más cerca de encarnar un fenómeno como el de Perón, gravitando por décadas versionado por la izquierda como por la derecha, antes que expresar un sólido movimiento doctrinario e ideológico, presto a la evolución. El sólo y prolongado ejercicio del poder, avivadas todas las ilusiones que lo hicieron posible, acaso lo repondrá como un referente de nostalgia en el cuadro de partidos, movimientos y actores políticos venezolanos, urgidos de modernizar.
Finalmente, se dice de un intacto, extraordinario e imbatible capital electoral del chavismo, como si – inmune – hubiese sobrevivido a la catástrofe humanitaria que alcanzó por completo a la nación; o le hubiesen conferido alguna homogeneidad social, pues, forjado por el clientelismo y la prebenda, deliberadamente desclasado, aún lo emplea como una vulgar fuerza de choque y formidable escudo humano temiéndole – si fuere el caso – al proletariado que destruyó y condenó a la marginalidad. La proximidad de unos comicios libres y transparentes, posiblemente autorice a un reagrupamiento del chavismo de magnífico soporte financiero, su inconfundible sello, procurando un espacio de supervivencia que, obviamente, no se compadecerá con los que holgadamente ocupó al asociarse en el pasado al masivo y sostenido fraude plebiscitario.
Fotografía: Héctor Guerrero.
18/03/2019:
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