jueves, 1 de septiembre de 2011

PAVIMENTACIONES


EL NACIONAL - SÁBADO 27 DE AGOSTO DE 2011 PAPEL LITERARIO/
La ciudad en la poesía venezolana

En el 2009 ganó el Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana. En 2010 recibió el Premio Andrés Bello en Investigación en Ciencias Sociales, que otorga la Asociación de Profesores de la USB. Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana, del poeta y crítico Arturo Gutiérrez Plaza (1962) ya está a la disposición de los lectores. Gutiérrez obtuvo el Primer Premio de Poesía en la III Bienal Picón Salas (1995) y el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz (1999)
HENRY VICENTE

Aprecio como uno de los méritos del libro de Arturo Gutiérrez Plaza, Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana. Una metáfora del cambio, el estar atento a la aparición de relaciones inéditas entre la ciudad y la poesía venezolana allí donde en apariencia sólo hay miradas cotidianas y gestos que sublevan la monotonía de lo rutinario, que escarban entre el sopor de los días y las trazas de los habitantes, entendiendo a éstos como los habituales, los que generan hábitos. Podemos decir que ante la voracidad moderna, ante ese mundo, como dijera Susan Sontag, "cuyo pasado se ha vuelto caduco y cuyo presente produce antigüedades instantáneas", la respuesta de Arturo ha sido la demora del custodio: una especie de estrategia de la lentitud en la que, seguramente, desde las primeras páginas borroneadas, presintió la insólita odisea en la que habría de convertirse su solitaria jornada diaria: descifrar en los numerosos textos visitados, el ambiguo escenario urbano que se decantaba de ellos, el complot que se escondía detrás de las calles y las vitrinas, detrás, en definitiva, de las palabras.

Por allí quisiera comenzar esta breve reflexión, escrita con el fin de presentar y celebrar la publicación de esta obra. Con ella se prosigue la impresionante saga que nos ha brindado la Fundación para la Cultura Urbana, apuntalada en este caso, debido a la situación adversa, de todos conocida, por la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, representada entre otros por su presidente, Andrés Boersner. Y es que la publicación de Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana, obra que resultara ganadora del 9º Concurso Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2009), y que recibiera también el Premio Andrés Bello de Investigación en Ciencias Sociales de la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar (2010), nos permite seguir haciendo cultura urbana, tal como la hacemos en este momento, reunidos aquí.

Debo introducir un elemento biográfico: conocí a Arturo en ese preciado espacio de la palabra que fue para todos nosotros en la Universidad Simón Bolívar el Taller Anagrama.

Desde sus inicios, los escritos de este estudiante de ingeniería de computación resultaron para uno una revelación, una aspiración, un deseo de acercarse, aunque sea someramente, a lo que en esas hojas llevadas con regularidad al taller, se estaba, precisamente, tallando. Y sí, Arturo fue Ingeniero de Computación en otra vida, previa a la decisión de convertir su relación con la palabra en oficio. Creo que debemos agradecer esa conversión, si bien no sé cuánto habrá perdido el mundo informático debido a la misma.

Haré uso en este momento de mis prerrogativas como presentador: considero que Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana constituye una contribución excepcional a la elaboración teórica que indaga sobre los imaginarios urbanos implícitos en la poesía venezolana. A través de sus páginas asistimos a la develación de un exhaustivo abanico de la producción textual venezolana, privilegiando y conceptualizando la postulación poética que, en dicha producción, se hace de la ciudad como ámbito esencial del devenir vital y del cambio en Venezuela. En este sentido, pienso que ha de llegar a ser un libro referencial. Y es que la obra articula una minuciosa pesquisa documental y bibliográfica con los múltiples derroteros citadinos que ha seguido la poesía venezolana. Y como en todo mapa de itinerarios, nos revela, desde Andrés Bello hasta Eugenio Montejo, las direcciones y descripciones de los caminos seguidos por esa poesía, con expresión de los lugares y las paradas pero también de los accidentes que existen a lo largo de dichos caminos.

Adicionalmente, en el libro se visibiliza un conjunto de textos marginados o no muy frecuentados, construyendo una cartografía que entremezcla la escala de representación de lo citadino con la historia de las diversas poéticas que se han suscitado en el territorio de un país, pero también con la historia de ese mismo país.

Así pues, se avizora no sólo el momento en que la sociedad venezolana, de base agrícola y comercial, instalada hasta las primeras décadas del siglo XX, pasaría a evidenciar el impacto petrolero y sus efectos urbanos, sino también el progresivo desplazamiento del "poeta" como ente privilegiado de la ciudad patricia del siglo XIX hasta su asunción como habitante a secas en el siglo XX, reconstructor de un mundo de experiencias y actuaciones atrapado en las rendijas de la fenecida ciudad moderna venezolana. En ambos casos se trata de "mundos que se desvanecen".

Las temporales comunidades de propósitos que se dan a lo largo de los diversos momentos de la poesía en Venezuela, quedan expresadas en un conjunto de textos y de piezas que cada época inserta en el panorama de una posible historia. En su vinculación con la ciudad, con Caracas, que puede ser tanto el engendro más monstruoso como un territorio cómplice, exacerban sus temporalidades a tal punto que, al igual que esta ciudad, se convierten en intenciones que mutan con presteza. Las adhesiones sentimentales, los afectos son mal negocio en estos territorios. Heráclitos urbanos, ninguno de nosotros recorre dos veces la misma calle.

Este privilegio de la mirada, que asume la memoria como la forma que toma el pasado en el presente, y que delinea trayectos previamente invisibles, es un pivote esencial de la obra de Arturo y nos permite acceder de manera singular a lo "poético", así como a su expresión en tanto entroncada con un territorio urbano, o mejor dicho con la figuración que se construye en sustitución del mismo. Su trabajo nos permite acentuar el orden sustentante del espacio, a la par de situarnos en una línea que percibe que lo novedoso, en nuestra cultura, está cada día más asociado a la memoria que a las expectativas futuristas.

Quiero hacer referencia, por último, a la imagen que ocupa la portada de Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana. Una metáfora del cambio. Se trata de una hermosa foto de Martha Viaña que nos disloca las postales de Caracas, que nos sitúa en una de las múltiples utopías fallidas de ciudad que se yuxtaponen a los pies de El Ávila, tal como lo hacen muchos de esos poemas que ha recogido y estudiado Arturo, y que no realizan una simple trasposición de la ciudad al texto si no que la metaforizan e hipotetizan, extrañándola, sacándola de contexto, eludiendo lo meramente testimonial.

Tal vez, debamos atender en esta oportunidad, entonces, a esta privilegiada y sesuda prefiguración del pasado, en tanto la prolífica y también inquietante relación poesíaciudad que nos propone Arturo, como contrapartida a la ejecución continua y cómplice de la amnesia, o su equivalente: la recreación folletinesca y acomodaticia del pasado, que se ha instaurado en estos territorios.

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