lunes, 12 de septiembre de 2011

ENSEÑANZA


NOTITARDE, Valencia, 11 de Septiembre de 2011
¿Cuántas veces debo perdonar? (Mt. 18, 21-35)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Venimos reflexionando desde el evangelio de Mateo sobre la Iglesia, la Comunidad de los Discípulos de Cristo y el domingo pasado se introducía el tema del perdón y la corrección fraterna como un distintivo de los seguidores de Jesús; que reconociendo el pecado dentro de la Iglesia, ratificado por las actuaciones personales que van contra el querer de Dios y siguiendo las enseñanzas del Señor buscan el camino del perdón, la misericordia y la reconciliación. En esta línea va el texto del evangelio que hoy leemos, cuando de nuevo destaca la figura de Pedro que ahora pregunta al Maestro: "¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?". Pedro se reconoce discípulo, acepta la misión que el Divino Maestro le ha encomendado de ser "Pedro", la cabeza visible de la Iglesia, el líder entre los demás apóstoles; por eso, quiere seguir aprendiendo, conocer, se sigue educando (sacando afuera) en la Escuela del Maestro, para así irse formando como verdadero discípulo y apóstol de Jesús. Pedro nos representa a todos, hace al Señor una de esas preguntas fundamentales de las relaciones humanas, del diario convivir, de esas que tocan lo existencial, pero también lo hace desde sus conocimientos de la ley judía que establecía un límite para el perdón y proponía la ley del talión. Pedro quiere saber el parecer y la enseñanza de Cristo, por eso le pregunta y la respuesta de Jesús es determinante: "No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete". Jesús utilizando la simbología de los números, como por ejemplo el número siete que en la Biblia significa perfección, plenitud, armonía, por lo tanto, la respuesta de Jesús a Pedro es que tiene que perdonar siempre; que no es el odio, el rencor, el deseo de venganza, la división, los malos deseos o el resentimiento el que tiene que reinar en el corazón de un discípulo ni al interno de la Iglesia, sino la paz, la reconciliación, el perdón como distintivo y actitud básica del cristiano que vive en el amor. Por eso, Jesús propone la escucha de una parábola.
Cristo quiere una Iglesia reconciliada y reconciliadora; es decir, que ella se sienta rescatada, perdonada por el sacrificio de Cristo en la cruz y al mismo tiempo se sepa la Comunidad que ofrece el perdón y que dentro de ella se vive la paz, la unidad y la armonía. Una Iglesia que sabiendo que el distintivo del cristiano es el amor se esfuerza, bajo la guía del Espíritu Santo, en vivir en el amor y a través del Sacramento de la Confesión ofrece al cristiano la oportunidad de vivir reconciliado con Dios, consigo mismo y con los hermanos. Es decir, en constante conversión.
El cristiano está llamado a un perdón ilimitado, así como él mismo experimenta la constante misericordia de Dios y se sabe reconciliado. Así como Dios lo ama ilimitadamente y por encima de sus pecados y caídas; así el cristiano está llamado a amar ilimitadamente a sus hermanos y el amor implica el perdón, la reconciliación. Por supuesto, no es fácil perdonar, pero Jesús sabe, como Hombre Perfecto y Perfecto Hombre que más penoso y esclavizante para un ser humano es vivir en el rencor, en el odio. Quien perdona se libera, se sana desde adentro, se purifica de malos deseos; quien no aprende ni hace el esfuerzo por perdonar se hace esclavo del odio que carcome el alma, que paraliza, que quita energías, que amarga la vida y sumerge en un espiral que puede llevar hasta la destrucción de sí mismo y/o del otro.
La Iglesia tiene que ser en medio del mundo esa Comunidad de seguidores de Cristo que sabiéndose perdonada y reconciliada por Dios ofrece el camino del amor y del perdón como garantía de una sociedad que quiere superar la agresión y la violencia como respuesta a nuestras relaciones interpersonales. La Iglesia sabe y entiende que el perdón rehabilita y regenera a la persona y que el amor es el distintivo del cristiano y de la nueva humanidad. El amor sana, el amor libera, el amor hace madurar, el amor sostiene y expresión de esto es el perdón que permite vencer al mal que quiere poner como respuesta a nuestros conflictos o tensiones el odio y la venganza.
Pidamos al Señor que nos enseñe a perdonar, sabiendo que Dios siempre nos ofrece su amor y perdón en su Iglesia. Que nos ayude a ser verdaderos cristianos distinguidos en el amor y la reconciliación.

IDA Y RETORNO: ¿Qué beneficio trae el casarse por la Iglesia? ¿No es pavoso casarse por la Iglesia? A pesar que muchos hoy se casan por moda, por cumplir con un requisito social, por aparentar, el casarse por la Iglesia es una bendición cuando se realiza de forma consciente y madura; es decir, cuando los contrayentes saben el por qué se casan por la Iglesia y para qué se casan. El matrimonio eclesial es un sacramento, es decir, dejado por Cristo, por tanto, es un signo de su amor y bendición. Quien se casa por la Iglesia, recibe de Dios las gracias para vivir en este estado, para superar adversidades y sobre todo ser feliz.

Ilustración: Detalle de M.F. Nedo (1972), Galería de Arte Nacional (GAN)

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