jueves, 1 de septiembre de 2011

GERONTOFOBIA


EL NACIONAL - MARTES 30 DE AGOSTO DE 2011 OPINIÓN/7
Contra la vieja política
RAMÓN PIÑANGO

La lista de precandidatos de la oposición está completa o casi completa. Las primarias van hacia una clara y tal vez extrema polarización. Que tal cosa ocurra no tiene nada de raro o malo en sí mismo. La polarización es un frecuente fenómeno electoral. Sin embargo, puede ser muy mala y perversa la forma en que se produce esa polarización, por la conducta de quienes la propician para sacarle provecho a favor de los intereses de un partido o de una alianza política. Una polarización mal engendrada y peor parida puede tener consecuencias fatales para el sistema político de la sociedad venezolana. Hay señales de que estamos incurriendo en esta situación.

Hace rato comenzó el juego de intrigas y descalificaciones contra los precandidatos que lucen con posibilidades de triunfo. Los argumentos son bien conocidos. De una parte, suenan frases como: Es de derecha, es excluyente, su partido es muy sectario, prepotente y sin raigambre popular. De otra, resuenan señalamientos como: Es un recién llegado, no tiene peso propio, huele a políticos de la Cuarta, quienes lo respaldan son masistas y adecos. Si todo se quedara en un juego de frases, no tendría mayor trascendencia. El problema es que esas frases, sumadas a descalificaciones, zancadillas y al juego sucio en el cual no importa hacer participar a actores del régimen o a comunicadores cómplices, carcomen la convaleciente credibilidad de la políticos de la oposición cuando más la necesitamos.

Conviene a quienes se han embarcado en el juego de la perversa polarización tomar conciencia de que hay un país opositor que no está dispuesto a aceptar las bajas maniobras contra o a favor de nadie. Ese país está pendiente de la política, apuesta por el éxito de la oposición, pero se le hace intolerable el viejo o el nuevo sectarismo, o que alguien actúe por propia iniciativa como excluyente portero de la MUD. ¿Qué puede hacer ese país? Ese país castiga, como lo ha mostrado muchas veces, y lo hace de manera contundente excluyendo de la lista de operadores políticos respetables a quienes su obvia tramposería los ha descalificado.

Sorprende que unos supuestos líderes actúen cegados por la prepotencia. En este país quienes participan en política son bien conocidos no sólo por otros políticos sino también por quienes, sin serlo, por razones profesionales o sociales están muy enterados de lo que hacen o no hacen las personas que aspiran a liderarnos. Son notorios los errores cometidos por viejos y jóvenes, las antiguas y nuevas marramucias, la actitud de viejos zorros que fueron sorprendidos por el avasallante triunfo de Chávez en 1998 y todavía siguen desconectados de la gente, el autoritarismo de nuevas figuras disfrazadas del lenguaje de la participación, el simplismo analítico de expertos tecnócratas. Nadie está libre de pecado. Por eso impacta cuando alguien participa en política con una actitud digna, de principios y posiciones claras, pero humilde para reconocer errores y rectificar a tiempo. Por eso causa ira cuando se utiliza el superficial argumento de la "antipolítica" para descalificar las críticas a quienes pretenden gobernarnos. La Venezuela de hoy es mucho más difícil de liderar, gobernar y gerenciar que la de hace unos doce años, tanto por el daño causado por la ignorancia del actual régimen como por la complejidad de una sociedad que nunca ha podido enfrentar con éxito problemas como el de una profunda y creciente desigualdad. En esta circunstancia, la vieja manera de hacer política, practicada por gente con más o con menos de cincuenta años de edad, carece de sentido. Es inaceptable y no puede ser justificada con el argumento pseudo científico de "así es la política".

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