miércoles, 9 de febrero de 2011
y aún no pasa
EL NACIONAL - Miércoles 09 de Febrero de 2011 Opinión/8
Un recuerdo digno de olvido
LEOPOLDO TABLANTE
Debía correr el mes de mayo de 2003 cuando, por mera coincidencia, le serví de intérprete a un reportero francés de la revista Elle, Philippe Trétiak, acompañado del veterano fotógrafo holandés Robert van der Hilst. La dupla europea se encontraba en el país para recoger testimonios que explicaran un mito que había llegado a Francia: que en Venezuela, a pesar del machismo cívico-militar, el carácter lo detentan las mujeres, temibles como opositoras y como chavistas.
Acudí al hotel Meliá Caracas para reunirme con Trétiak y Van der Hilst, este último atacado de una gastritis que le hizo afrontar su tarea reporteril con estoicismo de aventurero. Trétiak me preguntó dónde había aprendido mi francés y, luego de elogiármelo con un dejo de amable condescendencia, salimos en taxi a encontrar a nuestra primera entrevistada: la líder opositora de Mamera, fiel de Antonio Ledezma y militante de Alianza Bravo Pueblo, Rosaura Sanz.
Rosaura, quien nos esperaba en la pata del cerro, nos llevó enseguida a su rancho de bloques.
Le ofreció a Trétiak, acalorado, un vaso de agua que él agradeció pero que dejó intacto sobre la mesa de pantry. El castellano de Rosaura es una corriente de carisma y ocurrencias forjadas a sangre y fuego en el barrio, y para crear equivalencias en francés hace falta mucha más imaginación de la que yo podía ofrecer. La situación era forzosamente informal, pero Trétiak, más que la buena voluntad de quien le hace un favor, esperaba de mí las certezas del intérprete sindicado. Mientras tanto, el fotógrafo disparaba cuidando de que el maquillaje de colores brillantes de Rosaura destacara. Después de todo, para encontrar personajes como ése habían cruzado el Atlántico.
Bajamos cerro y Trétiak, quien también es crítico de arte, encontró fascinante la arquitectura espontánea del barrio, coloso deconstructivista que lo columpiaba entre Derrida y Koolhaas. Sin embargo, no hubo tiempo para fruiciones mayores: entre drenajes de aguas negras colapsados y piedreros que comenzaban a ponerse monstruo, nos apresuramos a ir a buscar en su caverna de Santa Capilla a nuestra segunda entrevistada del día, Lina Ron.
Lina Ron no habla en español, habla en un esperanto con sintaxis de AK-47. Su retórica de predicadora evangélica dejó estáticos a los europeos, quienes comprendieron todo sin necesidad de intérprete y quedaron lisos, más claros que el agua. Aquel fenómeno de boca coloreada, que prorrumpió en un soliloquio doctrinario, tenía la facultad de dejar roma cualquier pregunta punzopenetrante.
Al final, a Trétiak y a Van der Hilst se les notaba la serenidad de la labor cumplida y, acto seguido, fueron a comprar algunos abalorios bolivarianos entre los vendedores informales de la Esquina Caliente.
Publicado en París poco más tarde, el texto de Trétiak conjugó la frivolidad de la línea editorial de la revista para la que trabajaba con ese típico desconcierto de los visitantes metropolitanos al confrontar mundos periféricos. En los procesos mentales de Trétiak (no tanto en las fotos de Van der Hilst, que recuerdo interesantes), los recargamientos de palabras o de maquillajes de las dos líderes venezolanas "fardées": pintarrajeadas, en sus palabras se convirtieron en una especie de exabrupto. Entre caricaturizaciones y uno que otro sarcasmo, la complejidad de dos mujeres de un país polarizado apenas alcanzó para describir el rostro tropical de la desproporción y la vulgaridad.
Eran otros tiempos y existía en la oposición la fe ingenua de que cualquier trabajo periodístico que atacara el barbarismo de la revolución bolivariana, ayudaría a rebajar moralmente al caudillo y a sus secuaces en el ámbito internacional. No obstante, esa fe ha ido decolorándose en desencanto. La crisis ha funcionado como un revelador de nuestras inseguridades y de nuestra necesidad de buscar aval en quienes lo máximo que pueden permitirse es una sonrisa de ironía y una palmadita sobre el hombro, como quien dice: "Tranquilo, hermano, ya pasará".
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