lunes, 7 de febrero de 2011

(de nuevo) magnicidio uno


EL NACIONAL - DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2000 / SIETE DIAS
Un magnicidio con acento de barbarie
La montonera y la magistratura
Rafael Simón Urbina, jefe del grupo que secuestró y mató al presidente de la Junta Militar de Gobierno el 13 de noviembre de 1950, dictó una nota para Marcos Pérez Jiménez desde la embajada de Nicaragua, a donde acudió herido para pedir asilo: "Como le dije cuando llegué al país, no quiero más Presidente que usted", lo que ha sido interpretado como un pacto entre ambos. Desde su exilio forzado en Londres, la viuda de Delgado Chalbaud exigió al nuevo jefe de Gobierno el total esclarecimiento de la verdad y le advirtió: "Usted será el supremo inspirador y responsable de la justicia que se haga"
Carlos Oteyza

"Usted no será más Presidente ni comandante. Ahora lo hemos agarrado. Pérez Jiménez está en autos de todo esto", le gritó Rafael Simón Urbina, la mañana del 13 de noviembre de 1950, al coronel Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Gobierno. Minutos más tarde, el Presidente moría asesinado a sangre fría.

De los hechos

Aquel día, Carlos Delgado Chalbaud salió como de costumbre de la casa que alquilaba en el Country Club y se montó en el Cadillac presidencial. Al volante, el chofer, y como único guardia, el teniente Carlos Bacalao Lara. Un motorizado oficial viene detrás de ellos. Delgado lee el periódico. Repentinamente, su carro es interceptado por un vehículo Ford color verde, y en cuestión de segundos ya está rodeado por más de una docena de individuos, casi todos armados e impregnados de alcohol. Obligado a salir del carro y exigiendo explicaciones, se enfrenta con el cabecilla del grupo, el general José Rafael Urbina, el mismo del asalto a Curazao en 1929, un experimentado guerrillero de las sierras de Falcón, que arrastra fama de valiente y sanguinario.

El presidente Delgado es sometido y forzado a entrar a la parte trasera del Ford. A su derecha y bien armado se coloca R. S. Urbina, y a su izquierda sientan obligado al motorizado oficial. En la parte delantera del vehículo va el edecán Bacalao Lara, rodeado por los plagiarios: el negro Carlos Mijares al volante, Pedro Antonio Díaz y Domingo Urbina, éste último sobrino del cabecilla. Cuatro asaltantes y tres secuestrados atraviesan así la ciudad hacia Las Mercedes. Son minutos de angustia, insultos y demanda de explicaciones. Las posteriores declaraciones, vertidas en el extenso sumario sobre el crimen, son contradictorias. No hay unanimidad en las versiones sobre lo ocurrido en el trayecto.

He aquí algunos de los textos que reposan en el sumario, para al menos acercarnos a tientas a aquellos instantes: "Rafael Simón Urbina, armado con una pistola, y Domingo Urbina y Pedro Díaz, con revólveres y pistolas en cada mano, encañonaban a la altura de la cara y del costado al coronel Delgado Chalbaud (...) Matemos a estos c... aquí mismo (...) Yo le he ofrecido a usted mi amistad en cuatro ocasiones y usted no la ha querido aceptar, pendejo (...) Quítese la guerrera, porque hasta hoy es usted comandante (...) Y como mi comandante no obedeció, Urbina le arrancó la presilla y hubo un manoteo entre los dos (...) Interrumpió (Delgado) los insultos de Rafael Simón Urbina, increpándolo violentamente -asesino, cobarde, así no se mata a los hombres, iguáleme-(...) Luego (R.S. Urbina) le quitó la otra (presilla), diciéndole: Usted es un cabrón francés (...) usted no es venezolano, usted no conoce a Venezuela (...) Vi que le arrancaba también los anteojos".

A los siete hombres que viajaban en el Ford sólo les llevó unos minutos llegar desde el Country Club a la urbanización Las Mercedes, que en aquellos días iniciaba su construcción. Se dirigieron a la calle La Cinta, todavía sin asfaltar y apenas concurrida, y se detuvieron frente a la quinta Maritza. En esos segundos, un suceso cambió el curso de los acontecimientos. "En el momento en que el automóvil daba la curva para subir la rampa de la quinta Maritza, se le fue un tiro a Pedro Díaz". La inquieta bala hirió nada más y nada menos que al jefe del plagio, al general Rafael Simón Urbina. "Le había destrozado prácticamente la tibia y el peroné (...) el conjunto, pie y tobillo, le bailaba de un lado a otro". Este hecho convertirá lo que hasta el momento había sido un secuestro, en un espantoso crimen, en un magnicidio.

Una vez estacionado el carro dentro de la quinta, Carlos Delgado Chalbaud, Carlos Bacalao Lara y el motorizado Pablo Emilio Aponte fueron llevados, a punta de revólveres y pistolas, al patio interno de la residencia. Rafael Simón Urbina, inmovilizado por la herida, se mantuvo en el exterior de la casa. En pocos segundos, la sangre de Delgado Chalbaud correría por el patio. Las versiones no son exactas. "Vi que el negrito chofer hizo varios disparos en dirección a mi comandante, que se llevó las manos al estómago, dobló las rodillas y cayó boca abajo (...) ya caído mi comandante, el gordo (Pedro Díaz) le hizo varios disparos (...) Domingo Urbina y Carlos Mijares (el chofer) simultáneamente disparaban, mientras Díaz lo hacía cuando el coronel Chalbaud caía fulminado". "Yo le di un solo tiro, yo creo que no necesitaba más nada", diría Pedro Díaz años más tarde. La autopsia reconoció varias heridas de bala en el cuerpo.

El motorizado Aponte no fue agredido. El edecán Bacalao Lara recibió heridas de bala y fue golpeado con la cacha de un revólver. Aunque quedó tendido en el suelo, junto al cadáver del presidente Delgado Chalbaud, pudo salir gateando de la casa y llegar a una quinta cercana, en donde pidió a un joven que marcara el 80194 del Palacio de Miraflores. La noticia sacudió a los oficiales del palacio y al resto de los venezolanos.

Mientras tanto, los asesinos habían tomado la ruta hacia Sebucán, y aunque José Rafael Urbina había perdido mucha sangre, tuvo fuerzas para gritar, dentro del Ford, vivas a Venezuela. Esa misma noche, luego de entregarse a las autoridades en la embajada de Nicaragua, lugar donde se había refugiado, Urbina fue asesinado por funcionarios del gobierno nacional.

Del hombre

A los 20 años de edad, un joven venezolano acompaña a su padre en una aventura. Vienen de Francia en un barco, el Falke, cargado de hombres, armas y sueños. Vienen a derrocar el gobierno de Juan Vicente Gómez. Son las 4:30 de la madrugada del 11 de agosto de 1929, y las tropas revolucionarias desembarcan en Cumaná, pero el padre, jefe de la expedición, no le permite a su hijo desembarcar. Tres horas más tarde, el general Román Delgado Chalbaud cae muerto, empuñando un sable y una bandera de Venezuela. La expedición ha fracasado. Algunos logran regresar al barco. El Falke levanta el ancla y el joven Carlos Delgado Chalbaud navega de regreso a Europa. En Cumaná, el gobierno, victorioso, entierra a su padre.

Nacido en Caracas en 1909, Carlos Delgado Chalbaud sale del país siendo aún muy niño, ya que su padre Román había sido encarcelado en La Rotunda. Realizará sus estudios en París y se graduará de ingeniero en la selecta Escuela Politécnica de esta ciudad, apenas cuatro años después de su malograda experiencia en el Falke. En este año de 1933, se casa con Lucía Levine, una joven rumana vinculada con el comunismo. A José Rafael Pocaterra le escribe sobre la boda: "El mes pasado me casé con una muchacha rusa (... ) Mi matrimonio se efectuó (...) sin ninguna ceremonia". Y luego añadiría, "siempre estoy dispuesto a luchar contra el bisonte".

En 1935, "el bisonte" muere en su cama de Maracay, y Carlos Delgado vuelve, como muchos otros, a Venezuela. El nuevo presidente, el general Eleazar López Contreras, lo envía a estudiar en la Escuela Militar y de Aplicación de Ingeniería en Versalles. Regresa a Venezuela y en 1939 es incorporado como capitán adjunto al Ejército, donde hará carrera. Siendo Jefe de Estudios de la Academia Militar de Caracas, es invitado a participar en la conspiración del 18 de octubre de 1945. Delgado es el último oficial que se incorpora al movimiento, pero demuestra un gran sentido de la oportunidad, ya que consigue ser nombrado como uno de los cinco miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno y como ministro de Guerra y Marina.

En febrero de 1948, su amigo Rómulo Gallegos lo nombra ministro de la Defensa. Nueve meses más tarde, cae Gallegos y la historia recoge las palabras que Pérez Jiménez dijo en Miraflores ese 24 de noviembre: "El Gobierno debe ser una Junta Militar de tres, de los cuales dos seremos el comandante Llovera Páez y yo. El tercero debe ser usted, comandante Delgado". Este, alegando ser el de mayor antigüedad, supo colocarse en la presidencia de la nueva Junta.

Durante sus cinco años de vida pública (45-50), Carlos Delgado Chalbaud fue construyendo una sólida imagen de su persona; y tenía con qué hacerlo. Preparado por sus estudios académicos, conocía mundo e idiomas; reconocido caballero, pero "siempre andaba pidiendo café y cigarrillos, como un bohemio". Gustaba de leer, de la música clásica, de la matemática. Rómulo Betancourt dijo alguna vez que cuando lo iba a buscar a su casa, en los días de la Junta Revolucionaria, lo encontraba haciendo números frente a un pizarrón.

A Delgado se le atribuye haber sido muy descuidado en cuanto a su protección, "salía en un Renault por El Paraíso, sin guardias ni nada". Aunque casado, "le gustaban las mujeres y tenía éxito con ellas", cuenta una amiga de la casa. Taciturno y poco amigo de fiestas, Carlos Delgado Chalbaud era señalado coloquialmente como "un hombre con pedigree, un pollo fino o potro de raza". "La gente lo veía con un gran futuro político", comenta Ramón J. Velásquez. "Era la síntesis de todo: su padre andino, la madre oriental (Gómez Velutini), y él, nacido en Caracas".

Hay quien asegura que la víspera de su asesinato la dedicó a estudiar los trazados del programa ferroviario del Gobierno. Quizás ese domingo tuvo algún momento para poner a funcionar el tren eléctrico con el que le gustaba pasar buena parte de su tiempo libre.

Medio siglo después

El suyo fue un sentido y concurrido entierro, así lo muestra la prensa de la época. Ya han pasado 50 años del magnicidio, pero todavía nos preguntamos: ¿quién mató a Carlos Delgado Chalbaud? Rafael Simón Urbina y sus secuaces, pero, ¿quién fue el autor intelectual? El país encoge los hombros. No hay certezas. ¿Fue una venganza personal? Algunos apoyan esta tesis ¿Fue acaso un secuestro con un final desgraciado? Así lo creen muchos. ¿Quiénes respaldaban el secuestro? Tal vez un grupo de civiles y militares que nunca quisieron a Delgado ni sus propuestas civilistas; que aprovecharon las diferencias existentes entre éste y Urbina, para borrarlo del escenario político. Este grupo buscaría alejar a Delgado de Venezuela y crear una crisis en el Gobierno para militarizar el poder.

La crisis no se dio con la muerte de Delgado, pero el poder sí se concentró militarmente. ¿Estaba Pérez Jiménez al tanto del secuestro? Siempre lo negó. Hasta ahora, nada se ha comprobado. Pero muchos no descartan esta versión; incluso, se dice que la viuda de Delgado Chalbaud murió pensando que Pérez Jiménez sí tuvo responsabilidad. Hay quienes atribuyen la muerte de Delgado a rivalidades internacionales en el ámbito petrolero, pero esto tampoco se ha comprobado.

Rafael Simón Urbina, antes de morir, dictó una nota para que fuera entregada a Pérez Jiménez. Estas líneas han sido entendidas como prueba de un vínculo entre ambos. Igualmente, el asesinato de Urbina por el Gobierno fue interpretado como una manera de silenciar al hombre que podía dar explicaciones. Quizás algún día tengamos noticias, algunos archivos todavía podrían hablar. En todo caso, como otros ya han dicho, Carlos Delgado Chalbaud es un muerto sin dolientes. Aunque militar, no era considerado como uno de ellos, era demasiado civilista. Por sus apellidos formaba parte de la llamada oligarquía, pero estaba distanciado de ella, ya que coqueteaba con la izquierda. Luego de su respaldo al golpe contra Gallegos, perdió el apoyo de sus amigos en Acción Democrática.

Sin duda alguna, Carlos Delgado Chalbaud fue un hombre difícil de etiquetar. El país ha olvidado su muerte, al menos no la ha internalizado. ¿Para qué recordar, dirán algunos, algo tan confuso, tan horrendo, si la violencia política no ha sido felizmente uno de nuestros signos? Es verdad, fue un crimen atípico, pero un crimen con acentos de barbarie que no debemos olvidar; en el que la montonera arrodilló a la magistratura, la audacia montó a la República y la barbarie vapuleó a la civilización.

"Yo no quería que lo mataran"

"Comandante Pérez Jiménez: mi muy apreciado amigo. En estos momentos tengo movilizado al pueblo de Venezuela. Como le dije cuando llegué al país, no quiero más Presidente que usted. Delgado quedó malherido, aunque yo no quería que lo mataran, como le consta al motorizado. Ojalá que usted me respalde en la embajada de Nicaragua, donde me encuentro malherido. Rafael Simón Urbina".

(Texto enviado por Rafael Simón Urbina a Marcos Pérez Jiménez, el día del asesinato de Delgado Chalbaud. Tomado del sumario del juicio) Comparsas del crimen

Desde su residencia en Londres, el 20 de febrero de 1954, la señora Lucía de Delgado Chalbaud le dirigió una carta al general Marcos Pérez Jiménez, entonces presidente de la República, en la cual decía: "Desde el destierro que me fue impuesto por su Gobierno, he tenido conocimiento de la reanudación del proceso judicial relativo al asesinato de mi esposo, el comandante Carlos Delgado Chalbaud. Y con justificada desconfianza estoy esperando el resultado de esta nueva situación, aleccionada como he sido por las dificultades que sufrí cuando -con mi presencia y mi actuación como parte acusadora- traté de que se llegase pronto al total esclarecimiento de la verdad". Le añadía: "...Usted será el supremo inspirador y responsable de la justicia que se haga". La viuda del ex presidente de la Junta Militar no se contentaba con el castigo a los que llamó simples "comparsas" del crimen.

(Carta de la viuda de Delgado Chalbaud al general Pérez Jiménez)


EL NACIONAL - DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2000 / SIETE DIAS
50 años del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud
Un magnicidio con acento de barbarie
Rafael Simón Urbina, jefe del grupo que secuestró y mató al presidente de la Junta Militar de Gobierno el 13 de noviembre de 1950, dictó una nota para Marcos Pérez Jiménez desde la embajada de Nicaragua, a donde acudió herido para pedir asilo: "Como le dije cuando llegué al país, no quiero más Presidente que usted", lo que ha sido interpretado como un pacto entre ambos. Desde su exilio forzado en Londres, la viuda de Delgado Chalbaud exigió al nuevo jefe de Gobierno el total esclarecimiento de la verdad y le advirtió: "Usted será el supremo inspirador y responsable de la justicia que se haga"
SIMON ALBERTO CONSALVI

"Carlos Delgado es casi un niño; pero supera su edad con una especie de experiencia precoz de los hombres. '-Tengo por mi padre -nos dijo en cierta ocasión-, no tanto el amor del hijo como la admiración al hombre'. Duerme abajo, en la cámara, con los otros, sometido al régimen general aunque en el camarote de su padre tiene un sofá. Y con tacto exquisito sitúase siempre el último en todo. Está aquí -según nos refirió Delgado Chalbaud en Fontainebleau- porque en una carta enérgica le dijo a su padre que «tendría todos los derechos menos el de impedirle correr a su lado todos los peligros". Quien escribe es José Rafael Pocaterra en las páginas airadas de uno de los libros del siglo: Memorias de un venezolano de la decadencia.

Repaso los capítulos más tensos de las Memorias...: la invasión del general Román Delgado Chalbaud, contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Los invasores navegan a bordo del Falke, un viejo barco alemán adquirido para la guerra. Allí vienen generales de toda laya, o doctores que pospusieron sus querellas y rivalidades, convocados por la última razón: derrocar a Gómez. El 5 de julio de 1929 se había constituido en París la Junta Suprema de la Liberación de Venezuela, integrada por Santos Dominici, Alberto Smith, Pedro Jugo Delgado, Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Néstor Luis Pérez, Manuel Flores Cabrera, Pedro Elías Aristeiguieta y Atilano Carnevali. La Junta designó al general Román Delgado Chalbaud como director de la Guerra, con plenos poderes.

Desde el puerto polaco de Gydinia zarpó el Falke, mediando julio. Estos capítulos de las Memorias son como el "diario de navegación" de aquella aventura singular. Pocaterra registró los pormenores del viaje, el estado de ánimo de los generales; a veces, el novelista o el poeta no resiste la tentación de describir un amanecer en el trópico, ya en las aguas del mar Caribe, cuando la tierra prometida se divisa en el horizonte: "La península amarillenta, a trechos rojiza, corre paralela a estribor... Araya en un amanecer incomparable. (...) Detrás perfílanse vagas montañas, acaso sombras ilusorias que van por las vértebras de la costa, con una crin de nubes a asomarse desde la Silla". A la 1:45 de la madrugada del 11 de agosto, todos duermen, con excepción de unos pocos. "Contra la barandilla del puente de mando, sólo un hombre. Clava los ojos en el cielo oscuro, nubarroso, de su último día sobre la tierra. Y tiene las manos fuertemente enlazadas hacia la proa, como quien formula un voto solemne". Así vio Pocaterra al general Román Delgado Chalbaud, mientras esperaba el alba de aquel domingo, alba que iba a ser su ocaso.

A poco de haber desembarcado, el director de la Guerra ha caminado un breve trecho, y con arrojo o temeridad se sitúa a la vanguardia. Otro general, Emilio Fernández, lo espera frente al puente Guzmán Blanco, en la ciudad de Cumaná. Ambos mueren, ambos defienden causas distintas. Esa fue la primera experiencia brutal que la vida le deparó a Carlos Delgado Chalbaud. No pudo ver a su padre muerto, porque el Falke levó anclas, en una retirada desordenada, con unos tripulantes mercenarios, amotinados por el pánico.

Una amistad que será drama

Carlos Delgado Chalbaud tenía 20 años. Cuando apenas tenía cuatro, su padre fue encarcelado por Gómez en La Rotunda; viajó a París, donde completó sus estudios secundarios en el Licée Lakanal. Trata de cerca a exilados venezolanos de varias generaciones: los escritores José Rafael Pocaterra y Rufino Blanco Fombona, los jóvenes Armando Zuloaga Blanco (quien morirá en la invasión del Falke) y Miguel Otero Silva. Prosigue sus estudios y se gradúa de ingeniero en L'Ecole des Travaux Publics. Quiso participar en otras aventuras contra Gómez, sin fortuna. Viajó a Barcelona en los 30. Allá residía Rómulo Gallegos, con otros exilados (Gonzalo Barrios, Isaac J. Pardo). Gallegos siente afecto por Delgado Chalbaud, y lo aloja en su residencia. Se entabla, así, una amistad que con el tiempo se convertirá también en drama, tanto para el novelista como para el huérfano. Gallegos, cuentan sus amigos, se convirtió en una especie de padre. Muerto Gómez, los exilados regresaron a Venezuela. El presidente López Contreras envía al joven ingeniero otra vez a Francia para que curse estudios militares, en la Escuela Superior de Guerra de Versalles, y regresa como militar en 1939.

Carlos Delgado Chalbaud fue uno de los insurgentes el 18 de octubre de 1945, junto con Marcos Pérez Jiménez, Mario R. Vargas, etcétera. Por las razones que fueren, porque Pérez Jiménez estaba preso a la hora de formar Gobierno, como se dijo, Carlos Delgado Chalbaud entró a formar parte de la Junta Revolucionaria de Gobierno, y fue encargado del Ministerio de la Defensa. Delgado Chalbaud se convirtió en manzana de discordia entre sus colegas militares, que lo veían con desconfianza: demasiado ilustrado, demasiado francés, demasiado amigo de algunos políticos, con una visión quizás vinculada por su formación a la idea del poder civil. Quienes habían conspirado contra el general Medina Angarita con mayor iniciativa y decisión, y en especial, el teniente coronel Pérez Jiménez, lo vieron como alguien que había tomado posiciones que no le correspondían. Para Pérez Jiménez, el titular del Ministerio de la Defensa debía ser él y no Delgado.

"Yo le devuelvo el poder"

Al posesionarse de la presidencia de la República el novelista Rómulo Gallegos, el teniente coronel Delgado Chalbaud fue ratificado en su cargo. Con nadie se sentía ni podía sentirse más confiado el presidente de la República que con aquel antiguo protegido suyo de los tiempos del destierro. Cuando en julio de 1948 Gallegos viaja a Estados Unidos invitado por el presidente Harry S. Truman, contra todas las predicciones y expectativas, deja encargado de la Presidencia de la República a su ministro de Defensa, y del Ministerio de la Defensa, al propio Marcos Pérez Jiménez. Esto era como jugar con fuego.

Ya para ese momento de año tan aciago, las conspiraciones y los rumores sobre la inestabilidad del régimen son lúgubres lugares comunes: "Gallegos no regresará", "Gallegos será derrocado durante su viaje". No pocos pensaron que el viaje a Estados Unidos podría consolidar a Gallegos. El duelo de los políticos y de los partidos estaba al rojo vivo. También la incesante conspiración militar, respaldada muy activamente por el dictador dominicano, Rafael Leonidas Trujillo, y el dictador nicaragüense, Anastasio Somoza. Si de testimonios fuera necesario, ahí están los papeles del embajador de Estados Unidos en Venezuela, Walter J. Donnelly. Tres días antes del viaje, el embajador Donnelly le confía a la Casa Blanca que "existe una posibilidad, pero no probabilidad, de que ocurra una revuelta militar en Venezuela, durante la visita del presidente Gallegos a Estados Unidos o a su regreso de ella". Anything can happen!, fue la predicción sombría del embajador.

Gallegos estuvo 15 días en Estados Unidos. El embajador, al regresar con Gallegos, calificó el viaje como "una visita de éxito extraordinario". Nada emocionó tanto al embajador como la ceremonia en Maiquetía, cuando vio a Carlos Delgado Chalbaud esperando al Presidente constitucional para devolverle el poder. "Marca la primera vez en la historia de Venezuela que los militares le han entregado el poder a un civil", escribió al secretario de Estado. Donnelly estaba cerca y registró las palabras del teniente coronel: "Usted es otra vez presidente de Venezuela y yo le devuelvo el poder en el acto".

"Me agrada verte llorar"

Gallegos tenía razones para confiar en su ministro de Defensa. Sin embargo, al acercarse noviembre, la situación de Delgado Chalbaud vuelve a ser ensombrecida por las cartas de su mala fortuna. Cuando los militares le entregan un memorándum al presidente de la República, es su antiguo amigo quien lleva la palabra. Se trata de un pliego de cinco puntos, que Gallegos consideró inaceptables. Si los acepto, respondió Gallegos, "un día de éstos hasta el policía de la puerta me impediría entrar al palacio".

El Presidente confió siempre en los informes de su ministro sobre la situación militar. Al descubrir en un momento dado que lo engañaba, Gallegos le dijo algo que lo conmovió, derramó algunas lágrimas, y un testigo cuenta que Gallegos le dijo: "Me agrada verte llorar, porque eso quizás signifique que todavía hay algo en ti de noble". Obviamente, Gallegos nunca comprendió que Delgado Chalbaud sucumbiera ante las presiones de los conspiradores, y sobre todo, de quienes no eran sus amigos, como Pérez Jiménez. Era un hombre civilizado, y no tenía puntos de identidad ni con Pérez Jiménez ni con el resto de sus colegas, que lo consideraron siempre "muy poco militar".

Demasiado lejos

Si era difícil, o fue difícil para Gallegos leer los enigmas de su mente, a pocos días del derrocamiento del Presidente, el 3 de diciembre, Delgado Chalbaud conversó con el embajador Donnelly en Miraflores, ya presidente de la Junta Militar de Gobierno que se formó el 24 de noviembre de 1948. Entonces se mostró directo, afirmativo y abierto. Las discrepancias con el régimen del que había sido ministro y muy confiable amigo del Presidente derrocado, salen ahora a flote. Le reitera a Donnelly las quejas y los temores del dominio de AD, de la connivencia (falsa) de AD con los comunistas.

Donnelly no perdió tiempo, y en el momento preciso fue al grano: la política de concesiones petroleras, el trato al capital extranjero, el destino del hierro de Guayana. Le dijo a Donnelly más de lo que Donnelly quería oír. Entre otras observaciones, le confió su criterio de que "Pérez Alfonzo había ido demasiado lejos en la política petrolera". Todo eso, lo logrado en petróleo, educación, reforma agraria, etcétera, sería drásticamente modificado. Gallegos no sospechó nunca que su ministro pudiera discrepar tanto de su Gobierno.

Mientras Delgado Chalbaud fue presidente de la Junta Militar de Gobierno, el régimen castrense mantuvo una cierta moderación, visto lo que vendría después del 13 de noviembre de 1950, cuando fue asesinado en un magnicidio sin precedentes, que no fue investigado y se mantiene entre sombras y sospechas. Desde aquel domingo de agosto de 1929 en que su padre murió combatiendo en Cumaná, el destino de Carlos Delgado Chalbaud estuvo signado por la fatalidad.

La hija del edecán

El 13 de noviembre de 1950 tenía yo sólo tres años de edad, y es natural que nada recuerde de esos terribles días. A cambio, como hija de Carlos Bacalao Lara tenía muy claro que Papá era alegre, tierno, y tenía un gran sentido del humor, condiciones que logró conservar hasta su muerte en 1997, si bien para entonces su humor estaba teñido de ese dejo de ironía que acompaña a ciertas inteligencias.

Puedo agregar que para él, el coronel Carlos Delgado Chalbaud fue una presencia real, querida y respetada durante toda su vida, y que ese sentimiento fue transmitido a sus hijos, tanto por él como por mamá, a pesar de que el tema rara vez se tocó, cuando éramos niños, por el deseo de evitarnos temores causados por acontecimientos que poco entendíamos, o que optáramos por llenarnos de resentimientos que sólo podían empobrecernos.

Cuenta Mamá que mi tío Julio Bacalao Lara y Enrique Calcaño la fueron a buscar entre 8:30 y 9:00 am y le dijeron que papá había sufrido un accidente y que la llevarían al Centro Médico. Esto ultimo la alarmó mucho, y les preguntó de qué clase de accidente hablaban. Respondieron que de bala, y su reacción inmediata fue: "¡Eso no es un accidente, es un atentado!".

Cuando llegó al Centro Medico se encontró con que éste estaba tomado, y la seguridad era tan severa que ni siquiera querían permitir a mis abuelos Bacalao el acceso a su hijo. Fue necesario que ella, personalmente, dejara claro que ellos tenían precedencia sobre ella, para resolver el impasse.

Papá estaba en esa clínica a petición propia. No quiso ir al Hospital Militar porque era imposible saber quiénes estaban involucrados. Más aún, exigió que llamaran a mi tío Miguel Römer, medico que casualmente había regresado el día anterior de Hamburgo, donde terminó su postgrado, y que se siguieran sus instrucciones. Este decidió llamar a Félix Lairet. Al presidente Delgado lo llevaron directo al Hospital Militar, donde ingreso ya muerto.

Al entrar mamá, hizo una cosa característica, mirar a través de ojos semicerrados, y al verla le pidió que sacara a la gente de su habitación. Acto seguido, preguntó por el coronel Delgado, y al enterarse de que había muerto derramó muy copiosas lagrimas.

En medio de la confusión que rodeaba los hechos, se temió que Mariela -mi hermana menor- y yo pudiéramos ser secuestradas para impedir que Papá declarara. En esas circunstancias, se presentó Adolfo Bergher (padre de mi muy querida tía Ela Bergher de Bacalao) y generosamente ofreció "desaparecernos" dentro de la comunidad hebrea por el tiempo que fuera necesario. No fue necesario llegar a tanto, y los bisabuelos Römer se hicieron cargo de las "niñitas".

Isabel Carlota Bacalao

Comparsas del crimen

Desde su residencia en Londres, el 20 de febrero de 1954, la señora Lucía de Delgado Chalbaud le dirigió una carta al general Marcos Pérez Jiménez, entonces presidente de la República, en la cual decía: "Desde el destierro que me fue impuesto por su Gobierno, he tenido conocimiento de la reanudación del proceso judicial relativo al asesinato de mi esposo, el comandante Carlos Delgado Chalbaud. Y con justificada desconfianza estoy esperando el resultado de esta nueva situación, aleccionada como he sido por las dificultades que sufrí cuando -con mi presencia y mi actuación como parte acusadora- traté de que se llegase pronto al total esclarecimiento de la verdad". Le añadía: "...Usted será el supremo inspirador y responsable de la justicia que se haga". La viuda del ex presidente de la Junta Militar no se contentaba con el castigo a los que llamó simples "comparsas" del crimen.

(Carta de la viuda de Delgado Chalbaud al general Pérez Jiménez)

4 comentarios:

  1. Mi nombre es Abg Luis A. Sanchez Urbina, resulta interesantes leer los distinto enfoque en relación al tema, por demás dramáticos para las familias involucradas y para todo un país.
    En este sentido, recuerdo perfectamente la conversación que sostuvo Domingo Urbiana (primo de mi madre) , con mis tíos en relación a tan lamentable hecho.
    A este respecto y si animo de justificar lo injustificable, la única y verdadera razón por la cual RAFAEL SIMÓN URBIANA, tuvo para hacer lo hecho, fue la restitución de los bienes que le fueron quitados y que El consideraba lesionaban los intereses de la Familia como por ejemplo la URBINA en Caracas

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  2. Muchas gracias por escribir. Como en todo hecho, hay razones fundadas e infundadas. Lo cierto es que agunos trascienden, convertidos en hechos definitivamente históricos. Por ello, la importancia del testimonio sobreviviente en el ámbito familiar, quizá complementado por un patrimonio documental, por modesto que fuese, de importancia. Lo animo a indagar y a escribir al respecto. Un cordial saludo.

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  3. Innumerables teorías conspirativas se han tejido entorno a tan lamentable hecho y las motivaciones (injustificables) que pudieron llevar a Rafael Simón Urbina López a tomar la terrible decisión. Durante décadas, un sin fin de sesudos intelectuales han empleado la especulación, la imaginación, la media verdad y la mentira, para atribuirse la autoría de ser los descubridores de la absoluta y única verdad, “SU VERDAD”. La pretensión del presente, jamás será justificar lo injustificable, ya que lo perdido fue inmensurable, vidas humanas, familias aun hoy afectadas en lo emocional y en lo material, por los acontecimientos del pasado y un país, profundamente dividido y marcado por aquellos de quienes utilizaban la “TRAICIÓN” como instrumento de cotidiano vivir para hacerse del control político del Estado, son las consecuencias de aquel fatídico día. Necesario es señalar que las ideas plasmadas no representan el sentir de la Familia Urbina, ya que las mismas obedecen a una interpretación de los hechos desde una perspectiva absolutamente personal. La gran pregunta, ¿Cuál era objetivo de RSUL? ¿Cuál fue el móvil? ¿Era RSUL simplemente una ficha en un intrincado complot político? Para atinar con las respuestas a estas interrogantes, mismas que han estimulado el imaginario nacional, hay que referirse a la historiografía venezolana, inclusive desde los tiempos de la Coro colonial hasta nuestros días, a fin de determinar la multiplicidad de factores que influyeron en la personalidad del último caudillo de sierra falconiana. No existe nada más alejado de la realidad, que el pretender hacer creer que las razones (injustificadas) de RSUL estuviesen determinadas por presuntos encargos para alterar el orden institucional de la época. Igualmente, resulta absolutamente falso de toda falsedad que nuestra Flia. recibiera por parte del partido Acción Democrática, retribución monetaria alguna por tan reprochable hecho, lo cual resulta absolutamente absurdo y descabellado, ya que RSUL era enemigo jurado de Rómulo Betancuort, el cual intento darle muerte, por ser éste Junto con el ING. asimilado Tte Cnel. Carlos Delgado Chalbuot. dos de los cinco miembros de la de la Junta Revolucionaria de Gobierno del 18/10/45, y creadores el 27/11/1946, de los tribunales de excepción donde RSUL fue procesado injustamente como se verá más adelante, en honor a la verdad, resultaría interesante que aquellos que han formulado tan temerarias aseveraciones, publicasen las fuentes y las pruebas que sustentan tan fantasiosa acusación. La Flia Urbina, desde inclusive antes del descubrimiento de América, era poseedora de un gran patrimonio, mismo que ya en la Venezuela colonial/republicana, fueron igualmente numerosos y sumamente cuantiosos. La mayoría de los bienes que conformaban dicho patrimonio, fueron confiscados tanto al oponerse militarmente al Gobierno de Juan Vicente Gómez, como por las atroces decisiones del Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa 27/11/1946, especie de tribunal de la Santa Inquisición Católica, para la aplicación del terrorismo judicial de Estado y juzgar a fin de establecer responsabilidades por presuntos enriquecimientos ilícitos durante los Gobiernos de Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, López Contreras e Isaías Medina Angarita. El establecimiento de los juicios sumarios incoados por éste, no tiene precedente en los anales de la historia judicial de Venezuela ya que en los mismos, de manera franca y abierta fueron vulnerados todos los principios fundamentales y generales del Derecho Procesal, vigentes desde el siglo XIX, es por ello que RSUL da inicio a una intensa lucha con el único objetivo de recuperar los bienes que por más de 300 años pertenecieron a la Flia y que el Estado en representación de la Junta Revolucionaria de 1945, le había arrebatado injustamente, lucha que concluyo el 13 de Nov de 1950.

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  4. Gracias de nuevo, por escribir. Más de las veces, son los descendientes más remotos los que sienten la curiosidad y hasta el deber de indagar sobre hechos que implican al ascendiente que los protagonizó o estuvo cerca de hacerlo. Ojalá sobrevivan documentos que contrbuyan a espejar muchas de las interrogantes, en términos históricos.

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