SOL DE MARGARITA, 4 de abril de 2013
Aliño Compuesto / Manuel Antonio Narváez
El camarada Lysenko
Trofim Lysenko fue un ingeniero agrónomo que, bajo la protección de Stalin, pretendió aumentar la productividad de la agricultura soviética aplicando métodos que ignoraban a las leyes de la genética. A su entender, las leyes de Mendel correspondían a una ciencia burguesa, en esencia falsa, que se oponía a la ciencia proletaria, verdadera por definición. La nueva ciencia tomaba basamento en la preeminencia del juicio de los líderes políticos proletarios por encima del de los científicos y especialistas burgueses.
Muerto Stalin, las teorías pseudocientíficas de Lysenko fueron denunciadas como lo que verdaderamente eran: un colosal fraude. Un fraude que la Unión Soviética pagó con los muertos de hambre que nunca vieron a las estepas convertidas en el jardín del Edén, y con los desaparecidos en el Goulag por no haberse sumado a la manipulación y la mentira.
Guardando las naturales distancias, podemos decir que en materia económica, en Venezuela avanza un proceso parecido. Allá se intentaba producir comida pasando por encima de las leyes de Medel; aquí se aspira a crear “la mayor suma de felicidad” sin tomar en consideración a las leyes del mercado. Es verdad que para que las cosas cambien hace falta emoción y compromiso existencial; pero la potencia del espíritu traducida en voluntad de hacer, aunque indispensable, no es suficiente. También se requiere un nivel adecuado de racionalidad que permita reconocer los límites que la realidad impone.
A veces -perdón Padre Simón- no es posible lograr que la naturaleza obedezca, a pesar de nuestra lucha contra ella. Diseñar políticas económicas a contrapelo de las leyes del mercado es una estupidez con trágicas consecuencias. Nuestros camaradas chinos lo entendieron muy bien, por ello neutralizaron a Mao sacralizándolo, para condenar al maoísmo: sus herederos directos (la Banda de los Cuatro, viuda incluida) fueron sometidos a la cárcel y a la ignominia. Dentro de pocos días tendremos la oportunidad de imitarlos.
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