viernes, 16 de marzo de 2012

SOCIALISMO A VARIAS MANOS


EL NACIONAL - Miércoles 14 de Marzo de 2012 Opinión/8
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Sobre Adiós al socialismo
ENZO DEL BUFALO

Hola Rigoberto.

Gracias por haberte tomado la molestia de hacer algunas consideraciones ­que entiendo son preliminares­ sobre mi libro. De entrada leo algo que me sorprende: "Una clave interpretativa que atraviesa todo el texto (y que es tal vez un factor polémico del que no será fácil prescindir) es la atribución al término `socialismo’ de una propiedad material que está en las prácticas sociales y no principalmente en el pensamiento".

Querido Rigoberto: ¡Cuando se rompe el espejo, luego es muy difícil juntar los pedazos sin que se noten los quiebres! El pensamiento es parte integrante de toda práctica social y toda práctica social es pensamiento. Este es el principio fundamental del materialismo histórico, el de Marx y el mismo que reproduce Foucault en su teoría del enunciado. No hay actores sociales inmersos en un metabolismo material como si fueran espíritus astrales caídos en un mundo demoníaco de la materia inerme; sino prácticas sociales que configuran subjetividades que actúan, piensan y sienten de acuerdo con las r eglas que en cada caso las definen en una red de relaciones de poder. (Esto es: prácticas sociales). Por eso ya incorporan de suyo "las condiciones epistemológicas de visiones del mundo, miradas y mentalidades que tienen su propio dinamismo. Claro está, fuertemente articuladas a la dialéctica específica de los movimientos socio-económicos," y por eso también "en ningún caso derivables de las prácticas materiales".

En todo caso, el libro trata del socialismo como movimiento social en todas sus vertientes para acortarlo como un momento en el desarrollo tendencial de la modernidad; desarrollo irregular ciertamente, pero definible en una tendencia a la constitución de la sociedad común de personas libres e iguales en la cual se inscribe el "riquísimo debate en la izquierda mundial en el último medio siglo XX. Me parece que allí está uno de los mejores capítulos de la controversia socio-política del pensamiento socialista". Controversia socio-política del pensamiento socialista que este libro no ignora; por el contrario presume de ser su sinopsis más completa, para no decir ¡la mejor! Decir adiós al socialismo es ya una primera respuesta a: La cuestión central es poder discernir sobre las construcciones teóricas que invocan el "socialismo" como referencia y se asumen explícitamente como alternativas anticapitalistas.

¿En qué consiste ese "socialismo"? ¿Cómo se articula a las tradiciones socialistas del pasado? ¿Cuál es la consistencia de una tal denominación en la coyuntura de hoy? ¿Cómo se vincula este "socialismo" con la crisis de paradigmas de la vieja izquierda y del pensamiento crítico? Es una respuesta porque significa deslastrarse de aquello que ya no está en la tendencia para volver a pensar y actuar de modo que se superen los viejos paradigmas que nos atrapan, como puede constarse en este mismo intercambio.

Un Abrazo Enzo


Amigo Enzo: Me concentro en este asunto cardinal: la cuestión del "socialismo" no es lo mismo que pensamiento crítico o que marxismo crítico o que izquierda radical. Entonces conviene situar bien de qué estamos hablando cuando nombramos la palabra "socialismo". (Por cierto, en lo personal nunca me interesó demasiado el asunto, no recuerdo haber usado esa terminología en varias décadas de debates; cuando me animo a tematizar este asunto es para evidenciar problemas).

Lo que ocurre es que hay una envoltura muy difícil de despejar con la superposición de "socialismo" con "pensamiento crítico". Por ejemplo, ¿qué es el libro de Marcuse sobre la naturaleza de la URSS? Es un brutal desmantelamiento de la barbarie estalinista hecha desde el pensamiento crítico.

¿Entonces? Marcuse no está defendiendo ningún "socialismo", está argumentando desde una postura teórica y política a favor de la revolución. Lo mismo diría de Toni Negri, Edgar Morin o Martin Hopenhayn.

Lo que sostengo es que el interés de una discusión sobre el "socialismo" pasa por su conexión con la agenda del pensamiento crítico, de otro modo se corre el riesgo de desenterrar cadáveres y ese no es el oficio del amigo Enzo.

R. Lanz


EL NACIONAL - Viernes 16 de Marzo de 2012 Opinión/6
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
¿Adiós al socialismo?
JESÚS PUERTA*

Los libros de Enzo del Bufalo siempre nos han ofrecido una exquisita erudición en una hermosa prosa. Adiós al socialismo no es la excepción, aparte de que constituye un valioso aporte a un debate necesario. Es imposible dar cuenta de este libro tan rico en un breve artículo de opinión. En el marco del Doctorado de Ciencias Sociales de la UC le dedicamos una mañana que fue corta. Valga, de todos modos, este corto texto para comentar algunas cosas.

¿Por qué Enzo del Bufalo le dice adiós al socialismo? Fundamentalmente porque se desvió del proyecto de una sociedad de individuos libres e iguales. La postura del autor se presenta diferente de la del neoliberal y del decepcionado amargado por el engaño en que perdió parte de su vida. La desviación del socialismo para Enzo tiene que ver con que a) el socialismo asumió la defensa del estado nación, lo cual implica compromisos con las relaciones despóticas; b) dejó de ser movimiento de diferenciación respecto del despotismo capitalista y se integró al capital; y c) por obsoleto, fracasado, etc.

El "individuo soberano": esa fue la "promesa incumplida" del liberalismo, el cual "traicionó" por entrar en compromisos con los despotismos feudales. Pero la utopía se confronta con su propia base "genealógica", pues la modernidad resulta ser un "compromiso de relaciones despóticas, iguales y de parentesco". Enzo sólo valora el socialismo en el momento en que fue un movimiento de separación del movimiento obrero respecto del despotismo del capital en el siglo XIX. Pero la utopía se mezcla y se abigarra. Creemos sentir aquí el pesar del teórico al ver mancharse y mezclarse el limpio y puro ideal, cuando entra en contacto con su aplicación.

Con la misma sensibilidad, el autor opone la "muchedumbre abigarrada" del "eclecticismo" propio del actual socialismo (alusión al chavismo) a la "multitud múltiple diferenciada" donde se lucha contra los despotismos afirmando las diferencias individuales que nunca convergen en el "Uno".

Todo esto lleva a Enzo a un extraño razonamiento que ya hemos observado en otros autores antichavistas. Para él, el socialismo actual (¿Venezuela? ¿China?) es, necesariamente, fascismo. La explicación de este salto en el razonamiento está en la página 515: "El ejemplo histórico que mejor interpreta esa territorialización es el fascismo". No se explica por qué el fascismo es "el mejor ejemplo" de territorialización nacional.

Pero sigue más abajo con que el socialismo es "necesariamente fascista", pues reedita la articulación "entre el capitalismo privado globalizado y un capitalismo de Estado nacional". Reconoce, sólo de paso, que este movimiento beneficia la situación de los "hambrientos"; pero internaliza el socialismo para subsumirlo en el capital.

La cosa es que esa conjunción, que para él es fascista, también la hizo históricamente la socialdemocracia. Por otra parte, el nacionalismo de nación oprimida o colonia es diferente del chovinismo imperial.

Por no considerar esto, Enzo no ubica nada de fascismo del lado del imperialismo actual, materializado en el intervencionismo terrorista del gran capital.

Para nosotros, el fascismo es la dictadura terrorista del gran capital sobre los trabajadores y colonias, que aplasta su movimiento emancipador social y etno-nacional, acompañada de una política guerrerista. La integración capitalismo-Estado, aun en sentido social, tiene que ver con las superestructuras del keynesianismo que, sí, puede ser usado por el fascismo, pero también por el "welfare state".

Habría que preguntarse: si ha habido tantas versiones del socialismo (o de la izquierda), que han tenido sus fallas, fracasos y errores, pero todas de alguna manera expresan esa tendencia hacia una sociedad de hombres libres, iguales y fraternos, no hay razón para abandonar su aspecto utópico, así como para un cristiano no bastan las atrocidades de la Iglesia Católica para abandonar su fe.

Al parecer el teórico introdujo un elemento impuro, concreto y abigarrado en su razonamiento puro y abstracto: el rechazo silvestre al chavismo.

*Universidad de Carabobo


EL NACIONAL - Viernes 16 de Marzo de 2012 Opinión/7
Socialismo bolivariano
ÓSCAR LUCIEN

1. Lejos quedaron aquellos días cuando el teniente coronel Chávez y connotados voceros oficialistas se referían a la Constitución venezolana como un infante que requería de todos los mimos.

En ese tenor conmemoraron sus años iniciales. También hubo días en que la carta magna se enarboló como una amenaza contra los "escuálidos", y bautizada como la bicha, se le mostraba a los venezolanos con el mismo talante de quien confronta al demonio con un crucifijo o a un vampiro con un espejo. Pero ya esto es historia.

Para Chávez y la mariclaque que lo secunda, el famoso librito azul ha sido degradado a tal punto que apenas si queda como banal utilería prêt à porter de actos oficiales, desaplicada y vaciada de todo su contenido doctrinario y normativo. Un mínimo detalle: más relevancia institucional tuvo para el Gobierno la conmemoración de la cruenta felonía de Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992 que la conmemoración de la aprobación de la Constitución de la República en 1999 en referéndum popular. Como se dice en criollo, por la maleta se conoce al pasajero.

2. "Socialismo bolivariano: democracia autosuicidada" es el título de unos apuntes que en condición de comentarista presenté en el Encuentro de Organizaciones de la Sociedad Civil, realizado en la Universidad Católica Andrés Bello, del 6 al 10 de marzo. Titulé mis comentarios a partir de una analogía entre el título de la ponencia de Ricardo Combellas: "Actuales desafíos de la representación política y de la participación ciudadana" y, particularmente, de su conclusión: "Una democracia sin control será insostenible, pues el desprecio de la autorrestricción que impone el principio de la legalidad equivale al suicido de la democracia".

Al reconocer la consistencia argumental del texto de Combellas, en su trazado de la pertinente genealogía conceptual de términos como representación y participación, los cuales forman parte de nuestra cotidianidad pero integran una carga histórica muy precisa, quise detenerme sobre lo más específico del ejercicio de la ciudadanía y la importancia relevante de las ONG como instancias de participación en las sociedades democráticas, como entes contralores de la gestión pública y como defensoras de derechos políticos y civiles de los ciudadanos. Resulta muy transparente para nosotros que las ONG no reemplazan a los partidos políticos ni al sistema de representación política. De igual manera, que la mera actuación de los ciudadanos para elegir sus gobernantes se revela como insuficiente para hacer frente a las complejidades de la vida social: pasamos de la mera democracia representativa a la democracia participativa, la cual demanda cada vez con más urgencia un papel activo de los ciudadanos en las cuestiones públicas.

Como pocas en el mundo, la Constitución de Venezuela, en su artículo 62 consagra el rango definitorio de esta participación: "Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo.

Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar las condiciones más favorables para su práctica". Asimismo, la Carta Democrática Interamericana, de la cual Venezuela es país signatario, reafirma la participación como una condición necesaria para el pleno y efectivo ejercicio de la democracia.

Lamentablemente, estos reconocimientos formales se han convertido en letra muerta en la realidad venezolana y padecemos lo que en alguno de sus pasajes Combellas llama "esquizofrenia constitucional". Valga decir que esta conclusión fue coincidente y unánime entre todos los panelistas y comentaristas de la sesión: El ciudadano y el Estado. Estado de Derecho y organización del Estado.

3. El socialismo bolivariano (sic) recurre, en algunos casos de manera tácita, aunque frecuentemente en forma perversa y manipulada, a la dicotomía pueblo versus ciudadano. El pueblo, encarnado por el líder máximo del proceso subsume su participación en la gestión de gobierno y en instancias orquestadas en el llamado Estado comunal, absolutamente contrarias a la Constitución, que alienan la verdadera participación autónoma y sin ataduras; mientras que quienes actuamos libremente en ONG somos víctimas cotidianos de esta esquizofrenia constitucional: se consagra la participación pero se criminaliza y persigue a quienes participan. Y sin participación, libre, no hay democracia
.

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