sábado, 3 de marzo de 2012

LAS ISLAS PRESUNTAS


EL NACIONAL, Caracas, 19 de Septiembre de 1997
Nosotros, lectores
JOSE BALZA

"Las islas de Renato Rodríguez"

Toda ficción -para serlo- necesita de un apoyo autobiográfico. Desde luego, esto no quiere decir que siempre se narren hechos biográficos, sino, entre otras cosas, inclinaciones, disidencias obsesivas, etc. Por razones que no voy a comentar aquí, América Latina ha sido temerosa con la publicación de diarios y autobiografías. Hay mucha diferencia de apreciaciones para un texto así, escrito por autores famosos o políticos, por hombres o mujeres.

Venezuela no es la excepción, aunque obras como la del Padre Juan Navarrete a fines de 1700, y cosas de Simón Rodríguez y Bolívar tengan ese carácter. En el siglo XX, Picón Salas, Ramos Sucre ( Granizadas ), Blanco Fombona y De la Parra han abordado con discreción tales humores.

Más recientemente Elisa Lerner, Eugenio Montejo y Ednodio Quintero se inclinan sobre la evocación y, sobre todo, hacia la interpretación de nuestra realidad desde el enfoque más valioso: la interioridad.

Un libro recién publicado por Fundarte bien puede hacernos reír y rememorar. Pero también -de manera oblicua, parcial- nos revela un singular itinerario: la autobiografía. Se trata del refrescante y conmovedor volumen Insulas de Renato Rodríguez (Porlamar, 1927).

Seis escenas que se despliegan sobre el paisaje de Margarita, los caños del Delta, Guadeloupe, París, Napoli y Hamburgo, son presentados material y metafóricamente como islas de un recorrido existencial.

Del niño al hombre, del regazo familiar al mundo urbano, del asombro causado por el aterrizaje de un primer avión al suicidio, del sexo (temido y deseado) a la locura, del frenesí viajero a la soledad de las grandes ciudades: una gama de sentimientos, personajes, situaciones, reclamos y referencias, encadenan el hilo de esta indirecta autiobiografía. Imposible no reír con tal prosa de ocurrencias, verdadero láser del costumbrismo, y de metafísicas ensoñaciones. Imposible no dejarse estremecer por el estilo sobrio de la elipse, real milagro entre nosotros.

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