lunes, 27 de junio de 2011

ALCANZAR OTROS CAMINOS


De la muerte del betancurismo
Luis Barragán


Escasa o nulamente defendido, el betancurismo ya no tiene defensores. Queda el estudio de un pensamiento y una ejecutoria de aires predominantemente académicos.

El betancurismo ha muerto, consolidándose la betacueriedad. La discusión del Proyecto de Ley para Sancionar los Crímenes, Desapariciones, Torturas y Otras Violaciones de los Derechos Humanos por Razones Políticas en el Período 1958-1998 (PL), lo ha protocolizado.

El proyecto en cuestión, versa sobre los acontecimientos escenificados - fundamentalmente – en la década de los sesenta, convertido en un pase de factura políticamente extemporánea. Al reconocer y alegar las clásicas prácticas del terrorismo de Estado, desconoce las actuales y sofisticadas expresiones que ha alcanzado. Sin embargo, deseamos referirnos a la primera discusión del proyecto.
La sesión fue difícil y prolongada, añadido el intento de desconocer la inmunidad de un parlamentario que ejercicio cabalmente sus funciones en el consabido drama carcelario. Las gradas o galerías estuvieron pobladas de los familiares y relacionados con las víctimas de las persecuciones políticas de antaño, garantizando una ambientación que sirvió a los intereses del oficialismo.

Precisamente, el oficialismo que trae a la mesa sendos argumentos humanitarios que desea convertir en ley, pero que emplea toda suerte de difamaciones, insultos, descalificaciones y hasta las acostumbradas y huecas consignas, frente a quienes osen cuestionar el proyecto, e, incluso, callen. Rozando la histeria, la bancada gubernamental se hace acreedora de la verdad histórica y no teme emplear a fondo el cinismo para atacar de entreguistas, vende-patria y toda la ralea lingüística que hace de la dialéctica un burdo afán escatológico.

Bastará comparar el diario de debates de junio de 1961, por ejemplo, con el actual. Seguramente, sobre todo por lo que respeta a los adecos, 50 años atrás fueron exponentes de un betancurismo ciego y estremecedor, y – ahora – ni siquiera defendieron la hazaña del guatireño al concluir un mandato constitucional (irrepetido), en medio del golpismo de derecha y la insurrección de izquierda.
Más que el miedo o la táctica de entreverarse en la rutina política, sospechamos que hay desconocimiento o ignorancia de las etapas, incluso, vividas. Ha faltado vuelo histórico para cuestionar al chavezato, por lo que lamentamos profundamente que insurja como el único tribunal e intérprete del pasado que reescribe.

El debate es histórico, más que político, cierto, pero es necesario afrontarlo ante las distorsiones interesadas del régimen. Defender el esfuerzo que se hizo para liberarnos de más de 150 años de guerras y escaramuzas civiles, y – además – denunciar la evasión de toda responsabilidad sobre un guerrillerismo que la propia historia desautorizó, no es un esfuerzo inútil.

Un parlamentario del gobierno, con quien coincidimos alrededor de un café circunstancial, en medio de la sesión, con justicia reclamaba esa distracción de la oposición. Aprovechamos de preguntarle su opinión sobre el suicidio o ajusticiamiento de Fabricio Ojeda, tratando de convencernos de la naturaleza sátrapa de los agentes policiales, dada nuestras dudas en torno a una decisión de ejecutar a alguien que traería impredecibles y duraderas consecuencias políticas, históricas y simbólicas.

Escasa o nulamente defendido, el betancurismo ya no tiene defensores. Queda el estudio de un pensamiento y una ejecutoria de aires predominantemente académicos, quizá como siempre lo aspiró, sin sospechar del definitivo abandono de aquellos que exiben apenas su retrato en las oficinas: la betancuriedad.

Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/8645-de-la-muerte-del-betancurismo
Ilustración: Patricia Van Dalen

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