Quizá se deba a librerías independientes. Por supuesto, a las casas editoriales que tienen por empeño promoverse a través de los marcadores de libros. Convengamos, salvo la augusta publicidad gubernamental que los redescubra como una herramienta más, los marcadores escasean. Las imprentas ya no los sueltan al vigoroso río de los lectures, en vías de extinguirse por el cambio climático: estridencia para promover los esfuerzos de alfabetización, pero al precio de hacerse funcional.
LB
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