lunes, 27 de junio de 2011

ÉRAMOS NOSOTROS


EL NACIONAL - Lunes 27 de Junio de 2011 Cultura/4
El foro del lunes
JOSÉ PULIDO El periodista publicará un libro sobre Gustavo Dudamel próximamente
"En este país hay una realidad que no se está interpretando"
GERARDO GUARACHE OCQUE

El escritor, autor de la novela El bululú de las ninfas, considera que deben repensarse las páginas culturales de los diarios para generar mayor aproximación a los creadores venezolanos.

José Pulido trabajó en periódicos durante 36 años, en los que fue jefe de las páginas de arte de El Diario de Caracas, El Universal y El Nacional. Hoy, la fecha es propicia para que el periodismo cultural venezolano examine lo que es, y el intelectual, nacido en Villa de Cura en 1945, puede representar una brújula que señale el norte al que se debe volver.

Es autor de un par de libros de entrevistas, titulados Muro de confesiones y La sal de la tierra, que contienen sus diálogos con personalidades como Arthur Miller, Gabriel García Márquez, Miguel Otero Silva, Julio Cortázar y Mario Benedetti. Ha editado más de cinco poemarios, incluido Los poseídos (1999), con el que ganó el Premio Municipal de Poesía, y cinco novelas, entre ellas Una mazurquita en la mayor, ganadora del Premio Otero Silva de la editorial Planeta, y El bululú de las ninfas, la más reciente.

Dice que entre las 3:00 am y las 7:00 am trabaja en una novela sobre inmigrantes.

Expresa la emoción que le produce el blog La Maja Descalza, que coordina. Anuncia que próximamente presentará el perfil Gustavo Dudamel: la sinfonía del barrio, y después, Esta vida bruja, que recopila las aventuras del pintor Oswaldo Vigas. Es un entrevistado que ha entrevistado a muchos, pero con la disposición para, desde el sofá de su residencia en la urbanización Colinas de Bello Monte, levantar la oreja y, sin fruncir el ceño, meditar respuestas.

--¿Cómo ve el periodismo cultural actualmente? --Creo que el que se hacía antes de mi generación era mejor. No le ponían mucha publicidad. Los colaboradores más activos eran escritores y los pintores hacían las ilustraciones. Cuando llegamos había una tradición, porque habían pasado a dirigir las páginas culturales personalidades que crearon escuela. Estábamos instruidos por aquel pasado en el que se le daba mucho espacio a las ideas, al pensamiento. Al periodista actual le tocó trabajar en un escenario que nosotros tratamos de evitar y no pudimos: se ha privilegiado más la agenda, el espectáculo. Por ejemplo, hay veces que salen 65 páginas sobre una película muy taquillera de Hollywood. Si bien se cumple la función de vender, a veces uno va a ver la película y es un bodrio, una cosa decepcionante. Los medios necesitan dinero, pero es como venderle el alma al diablo: a la larga vas a perder lectoría, y un diario sin lectores no es nada. Hubo un momento en que pensábamos que se quería imponer lo banal y empezaba a verse la sección como...

--Como la guinda de la torta... --¡Sí! A cada generación le toca lo suyo. La actual está aprendiendo a reconocer la calidad. Cuando llegué a los periódicos ­en 1970­, si había departamento de cultura lo dirigía un colega con conocimientos. Creo que siempre ha sido la principal labor del comunicador: difundir conocimientos. No digo que ahora no sepan, pero cualquiera ocupa el puesto.

Pareciera que se cansaron, y dijeron: "No vamos a meter a viejos o a tipos que siempre están metiendo resabios". Los muchachos a veces aceptan la línea sin discutir.

Nosotros fuimos problemáticos. No sólo yo, sino los que llegaron y trabajaron conmigo: Rubén Wisotzki, Blanca Elena Pantin, Mónica Montañés, Érika Tucker, Chefi Borzacchini...

--¿Cree en la convivencia de las áreas de cultura y farándula? --Le han dado más importancia al espectáculo y a la farándula más ligera, que es la que vende más, pero creo que la cultura es una sola. Había gente, por ejemplo, que se especializaba en seguir lo que estaba ocurriendo con las telenovelas.

Existían excelentes reporteros, tanto así que lograban mantener la idea de que se podía hacer telenovelas mejores. Los ejecutivos de los canales decían: "Eso es lo que la gente pide". Y en la crítica de los diarios se decía que no, que era mentira.

Y se demostró cuando tipos como José Ignacio Cabrujas, Ibsen Martínez y Salvador Garmendia hicieron unas extraordinarias.

--¿Qué consejos daría a un periodista cultural en formación? --Que lea mucho, cada vez que pueda. Que lea a los mejores críticos, narradores, poetas, ensayistas. Y lo segundo, que trate de conocer qué se está haciendo. Hay una realidad que nadie está mirando, ni los políticos, ni los economistas, ni los empresarios. En este país hay una realidad que no se está interpretando.

--Entonces, ¿no hay un reflejo del país en los medios? --No. No estamos interpretando nuestro tiempo. Lo que hay que hacer es prepararse y buscar a los creadores. Por ejemplo, habría que ver en qué situación se encuentra la enseñanza de arte en el país.

¿Qué está pasando ahí? ¿Hasta cuándo el país va a tener esa ignorancia tan bárbara en relación con sus creadores? Sales a la calle ­yo lo he hecho­ y preguntas si conocen a Vicente Gerbasi, Rafael Cadenas o Luis Alberto Crespo, y de cada diez, si uno lo sabe es un milagro. Yo, desde pequeño, lo estoy repitiendo como un loro. ¿Cuándo vamos a resolver los problemas elementales? Uno de los problemas esenciales es ese: conocer a tus autores. ¡Es terrible cuando asesinan a un muchacho al que nunca en la vida le pasó por la mente que existió un tipo llamado Shakespeare!

--Y curiosamente hay una eclosión de blogs y expresiones culturales en Internet... --Me gusta mucho eso. La prensa es costosa; es un milagro lo que hacen manteniendo a una gran cantidad de gente generando un producto que requiere una inversión grandísima. Aunque siempre será más interesante la dinámica de los diarios, Internet es barato y es como una especie de procesión de individualidades diciendo lo que creen y lo que sienten.

Pero, en el fondo, no importa el medio. Importa la calidad del mensaje y de quien lo escribe. Puedes tener un medio maravilloso que se ve inmediatamente en Turquía, pero si escribes una estupidez igual no vale de nada. Si lo que tienes es una hoja de papel para pegarla en la pared, pero lo que escribes es de alta calidad, trasciende. Ya nadie puede ocultarte, presionarte, ni esclavizarte.

--Hay una desconexión de los entes del Estado, en este caso el Ministerio de Cultura, y los medios de comunicación. ¿Cómo se afronta esa situación? --Hay dos maneras de mirar la cultura: como una cosa ideológica y política, y como lo que debería ser. Resulta odioso ir a cubrir un evento cultural en el que no predomine lo cultural sino como instrumento político e ideológico, pero de todas maneras se debe cubrir.

Hay gobiernos que han sido de piel más dura, que saben que es importante que los medios digan lo que deben decir. Cuando un gobierno, por cualquier cosa, no sólo protesta, sino que también actúa con el poder, se tiene temor porque todo el que llega al Gobierno cambia sustancialmente su manera de ser y se convierte en lo que odiaba. Yo, afortunadamente, me convertí en un periodista independiente, porque me molestó mucho que los periodistas fuimos siempre los que le dimos voz a los barrios y a los pueblos, gastábamos tiempo, trabajo y pasión en divulgar sus problemas y, de la noche a la mañana, se convirtieron en enemigos nuestros, y comenzaron a tirarnos piedras y a odiarnos. Nosotros estábamos siempre condoliéndonos de los dolores del pueblo. Los militares no, los empresarios no, los políticos no. Éramos nosotros.

Fotografía: Alexandra Blanco

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