jueves, 9 de junio de 2011
BIENALIDADES
EL NACIONAL - LUNES 06 DE JUNIO DE 2011 CULTURA/4
El foro del lunes
VÍCTOR LUCENA El artista propone que se revise el lugar del país en la bienal
"No fui designado a dedo para representar a la nación en Venecia"
El delegado venezolano de la cita de 1999 no cuestiona a los creadores que exhiben su obra actualmente en el pabellón creado por Carlo Scarpa, pero sí el método con el que fueron seleccionados
CARMEN V. MÉNDEZ
Víctor Lucena ya regresó a Italia, de donde partió en mayo en un vuelo que lo trajo de vuelta a Caracas, su ciudad natal. El artista vino a inaugurar una individual en la galería La Cuadra, con la que rompió un silencio expositivo de 20 años. Las 2 semanas que duró su estancia en el país estuvieron signadas por la polémica que en los últimos años suele rondar a la delegación venezolana en la Bienal de Venecia, un tema que le atañe por haber sido el representante del país en la edición de 1999 y por ser un asiduo visitante del encuentro, considerado el espacio de confrontación más importante de la contemporaneidad.
¿Qué diferencia su participación en la Bienal de Venecia de 1999 de la representación actual? No protesto el envío, mas no comprendo el método. Hoy no sé cuál es el método que usa Venezuela para llevar a sus artistas. Cuando yo participé no se seleccionaban representantes a dedo. Anteriormente el componente del jurado de la Bienal de Venecia eran los presidentes o directores de cada museo, es decir, de la Galería de Arte Nacional, el Museo de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo. Asimismo, participaba un personaje conocido en el ambiente de la cultura, netamente de la cultura. Yo no puedo llamar a un señor que se ocupa de física nuclear para que designe quién va a la Bienal de Venecia. Igual, nadie que se ocupe de arquitectura o de arte es normalmente designado para ir a un congreso de física nuclear. En el jurado solía haber unos señores que tenían créditos como historiadores del arte. Así se hacía, con por lo menos siete jurados.
Se critica que Venezuela envíe colectivas.
Eso es otra cosa. Si el jurado no lograba la unanimidad se hacía un envío colectivo de dos o tres artistas. En lo personal siempre he pensado que es mejor mandar a uno solo, para que sea visto. Yo fui en 1999, pero en años anteriores había sido propuesto por estos señores. Sin embargo, en esos casos preferí que fuesen los otros, no yo. Hasta que llegó el momento en el que me correspondió una votación unánime. No fui designado a dedo.
¿Cómo califica a los artistas que integran la delegación actual? Yo no soy crítico, ese trabajo se lo dejo a otros, pero pienso que para ir a la Bienal de Venecia hay que tener una obra, o por lo menos haber iniciado una. Soy de los artistas más jóvenes que han ido a la Bienal de Venecia. Tengo 40 años de carrera. Cuando fui, hace 10 años, no era que estaba haciendo intentitos. Comencé mis proposiciones a finales de la década de los años sesenta.
Quiere decir que cuando fui a Venecia había hecho la plaza con 2 individuales grandes: todo el Museo de Arte Contemporáneo para mí solo a los 32 años, y luego el Museo de Bellas Artes en el marco de la exposición El espacio.
Cuando expuse en el Contemporáneo fui propuesto por el profesor Umbro Apollonio, el gran presidente de la Bienal de Venecia. Era un historiador sumamente importante y hoy por hoy el archivo histórico de la Bienal de Venecia lleva su nombre. Eso quiere decir mucho.
Si vive en Italia debe ser un asiduo visitante de la bienal y del pabellón venezolano.
Voy a la Bienal de Venecia como espectador, a ver qué se está confrontando, lo que los otros países proponen.
Allí no existen países de primer mundo y países de segundo o tercer mundo. Se confronta paritariamente. No hay diferencia, porque en el pensamiento, en la contemporaneidad, no existen esos desniveles cuando la obra es buena.
¿Y qué impresión le deja el pabellón venezolano? Insisto en que no soy crítico. Esas cuestiones se las dejo a quienes tienen la potestad para designar al pabellón de Venezuela, que no es una sola persona. En ningún país se usan esos métodos. Por eso son varios jurados; lo normal es que cada quien piense de una manera y tenga sus postulados, pero al final se tendrán que poner de acuerdo. A quienes tienen esa responsabilidad les sugiero que revisen bien. Mis colegas de mi generación tienen todo el derecho de representar a Venezuela, y hay otros más jóvenes sumamente válidos, con obra detrás, que creo que también merecen un lugar.
Que se lea un poco, que se revise, que quizás se haga un foro público para debatir cuál es la propuesta que nos representa mejor. Hay que revisar cuál es nuestro lugar, lo que es de nosotros, cuidar nuestra reputación y nuestra obra.
Venezuela ha sido uno de los países que por largos años ha tenido una presencia sumamente importante en Venecia.
Basta pensar en los artistas que llevó en los años cincuenta. Tenemos pabellón propio.
Esto se debe verdaderamente a Italia, que nos concedió un terreno porque Venezuela recibió muy bien a la colonia italiana. Tampoco se tiene en cuenta que ese pabellón creado por Carlo Scarpa es Patrimonio de la Humanidad y que acá estuvo gente como Graziano Gasparini.
¿En el pasado surgían polémicas similares a la que ha tenido lugar por estos días? Absolutamente no. Puede que hubiera interrogantes, pero no polémicas. Si un artista no iba no se tenía que enfadar porque eran más de 7 jurados. A veces llegaban a 11. El único representante de la administración pública que participaba era el ministro de Cultura, pero tenía nada más un voto. El debate era abierto. Se interpelaba a gente como Inocente Palacios, Alfredo Boulton, Miguel Otero Silva...
Los directores de museos eran María Elena Ramos, Sofía Imber, Miguel Arroyo... Mucha de esa gente todavía existe, están allí, no se han esfumado del panorama. Hay otros jóvenes que trabajan en los museos, ahí está la fuente. Creo profundamente en las nuevas generaciones, en las nuevas ideas, pero en Venecia se debate obra, y la obra sólo se hace con el tiempo. No es que juntas tres o cuatro cosas y las muestras. Los niños prodigio existen en la música, pero no en el arte.
Fotografía: Leonardo Noguera
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Carmen V. Méndez,
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