martes, 14 de junio de 2011
POR CIERTO, CASTORIADIS (3)
EL NACIONAL - MARTES 17 DE FEBRERO DE 2009 OPINIÓN/10
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
La invención del nuevo socialismo
JAVIER BIARDEAU*
En medio del colapso del "socialismo realmente inexistente" en el año 1989, el campo intelectual de izquierdas aún se posicionaba bajo el espíritu de dos atractores ideológico-políticos para la izquierda: el "reformismo socialdemócrata" y el "marxismo-leninismo". Estos atractores ideológico-políticos aparecían como magmas hegemónicos de referencia, generando efectos de invisibilización y subalternización de otras corrientes, que constituían legítimos espacios de diferencia, disidencia, desprendimiento y apertura para un pensamiento socialista abierto a la crítica radical y a la diversidad de tendencias.
El 15-11-1959 concluía en Bad Godesberg el primer congreso extraordinario y noveno ordinario de la socialdemocracia alemana. A partir de Godesberg, la renuncia a Marx como legado teórico que fecundara el ideario político y la aceptación de la economía de mercado como realidad existente convertirían al SPD en partido "apto para los salones".
Se abandonaba así la referencia a la centralidad de las clases trabajadoras y se hablaba de un partido "atrapa todo" de "izquierda". Sin embargo, el abandono del marxismo había ocurrido mucho antes, cuando gran parte de la tribuna parlamentaria socialdemócrata no impedía la aprobación de los créditos de lo que a la postre fue la entrada de Alemania a la Primera Guerra Mundial. Pero hay elementos todavía más desconocidos, como las actitudes racistas, colonialistas y chovinistas de muchos miembros de la socialdemocracia europea. No han aprendido mucho desde entonces.
El arco decepcionante del reformismo socialdemócrata puede cerrarse con la declaración de Antonny Giddens, quien proclamó la muerte ya no del marxismo, sino del propio socialismo. El trayecto de las capitulaciones hace emblema con la siguiente afirmación: "La idea de que una economía controlada y que corresponda a las necesidades humanas pueda sustituir a los mecanismos de precio y ganancia, una vez puesta a prueba, ha fracasado en todas partes. Era una idea equivocada".
Giddens llegó efectivamente tarde a Von Mises. Y el proceso de neoliberalización de la socialdemocracia pasaba en los 80 y los 90 por los cuerpos de Touraine y Dahrendorf, anunciando también a su manera la muerte del socialismo, e incluso de la propia socialdemocracia. No extraña entonces que por efectos miméticos comprensibles en actitudes derivadas de la "colonialidad del saber", voces de "intelectuales latinoamericanos" sean ecos, réplicas de estas despedidascapitulaciones eurocéntricas.
Veremos qué ocurre ante la recesión generalizada en puerta. Veremos si el futuro será decidido en los salones neoliberales que encuadraban los intentos de fundar una "Tercera Vía". Pero estimados y estimadas, el otro lado de la ecuación tampoco da muestras de vitalidad, de fecundidad alguna. El "marxismo-leninismo", nebulosa de dogmas creados luego de la muerte de Lenin, cuyo operador doctrinario fue Stalin y su nomenclatura, que en su texto-maestro Principios de leninismo, instituyó el Diamat/Hismat, no dejó de hacer estragos en las filas del imaginario socialista como imaginario revolucionario. Ha sido Castoriadis quien ha retratado con profundidad los espejismos que atraviesan esta codificación del marxismo, en su ya conocido ensayo "La pulverización del marxismo-leninismo". Podríamos diferir en algunas extrapolaciones que sugiere Castoriadis, pero no se aleja de expresiones propias de Marx y Engels cuando señalaban de algunos "marxistas" que: "A decir verdad, no perderíamos gran cosa si pasáramos por ser `la expresión adecuada’ de esos perros tontos con los que se nos ha confundido estos últimos años" (Marx y Engels, Correspondencia).
Marx y Engels se rebelaron contra el espíritu de secta que prevalecía entonces en las organizaciones revolucionarias: "¿Cómo gente como nosotros puede tener su lugar en un partido?", se preguntaban preocupados por "conservar por encima de todo" su capacidad de trabajo y la libertad de su compromiso. Muchos años más tarde, conocemos la humorada de Marx disociándose del calificativo de "marxista".
EL NACIONAL - VIERNES 31 DE AGOSTO DE 2007 OPINIÓN/14
ATres Manos
Herencias sin testamento
Miradas múltiples para el diálogo
MAGALDY TÉLLEZ
Hay, especialmente en nuestro país, una cuestión que deber cruzar las modalidades e intensidades del debate político revolucionario: ¿de qué modo pensamos la reinvención del socialismo? Una cuestión compleja y, sin duda, cargada de desacuerdos y perplejidad, que involucra entre otras dimensiones fundamentales reconocer lo otro en la historia del pensamiento socialista: las herencias sin testamento, propuestas legadas por pensadores que trazaron la corriente del socialismo libertario y que hoy se tornan inactuales en el sentido nietzscheano: herramientas que ayudan a fracturar muchas cosas de las cuales se siente orgulloso nuestro presente, incluyendo, en nuestro caso, las simplistas pretensiones de proclamarnos del socialismo sin que medie contenido alguno acerca de lo que entendemos por construcción de un socialismo otro. Una cuestión que supone un nuevo modo de pensar la sociedad, sus formas de gobierno y cambio.
Entre otras razones, porque sin hacernos cargo de tales asuntos no hay debate que valga la pena, pues se trata de asumir, como decía Deleuze, que pensar es crear y crear es resistir. Contra las nuevas lógicas del capital y sus efectos, cierto, pero también contra las ideas simplificadoras que dominan el campo de la política, el más complejo y, sin embargo, en el que reinan las ideas más simples. Se trata de una tarea que amerita ciertas pausas para que la avalancha del movimiento no tenga el efecto del de las escaleras mecánicas: movernos siguiendo en el mismo sitio.
Una de esas herencias el pensamiento de Castoriadis, uno de los más agudos críticos del régimen soviético, quien definió el gulag no como accidente de una revolución desviada de sus fines, sino como el resultado de una lógica política que, luego de la Revolución de 1917, hizo de este régimen un "capitalismo burocrático total y totalitario , intrínsecamente asociado a la concentración absoluta del poder en el partido Bolchevique. Por ello, rechazó la construcción del socialismo desde un partido que funcionara como aparato, postulando esta construcción desde organismos de dirección colectiva.
¿Qué aprender de Castoriadis? Entre otras cosas: que la economía es una parte no determinante sino orgánica de todo régimen social; que no hay ningún "destino glorioso" fijado de antemano; que la utopía de la marcha inexorable hacia el socialismo es una peligrosa mentira; que las revoluciones son acontecimientos donde hombres y mujeres estamos llamados a reflexionar sobre nuestro propio destino; que las luchas de las minorías (los movimientos antirracistas, feministas o ecologistas, por ejemplo) son capaces de llevar a cabo modificaciones permanentes en la vida social con efectos globales y mostrar que pueden crearse nuevas formas instituyentes de lo social, donde la autonomía se produzca sin esperar un cambio general de la sociedad que, desde luego, no debemos perder de mira; que no hay cambios radicales sin imaginarios radicales.
De ahí que su llamada a crear ágoras tuviera este sentido: producir nuevos espacios instituyentes de sociedad, cuya finalidad es la de fundar la ekklesia, lugar de las decisiones democráticas del conjunto, una asamblea pública general con órganos intermedios integrados por todos los que tengan algo que ver y decir respecto de los asuntos públicos. Es una llamada a forjar la democracia directa, donde las leyes sean hechas por quienes han de cumplirlas, donde no exista delegación sino ejercicio de la participación directa, donde no existan gobernantes aislados de lo que acontece en la vida cotidiana de la gente, ni partidos políticos o cualquier otro grupo que decida por todos. Esto es lo que Castoriadis llamó una sociedad autónoma. Con lo que nos da a pensar que las luchas revolucionarias lo son en la medida en que inciden en la destrucción de la lógica del capital para ir fundando sobre sus ruinas un nuevo mundo de efectivo ejercicio de la igualdad, de la justicia, de la libertad y la fraternidad.
Queremos la igualdad, pero ¿qué igualdad? Queremos la justicia, pero ¿qué justicia? Queremos la libertad, pero ¿qué libertad? Queremos la democracia, pero ¿qué democracia? He aquí preguntas claves para un debate ejercido como desacuerdo.
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Cornelius Castoriadis,
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Magaldy Téllez
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