lunes, 27 de junio de 2011

RICHTER


EL NACIONAL - Sábado 25 de Junio de 2011 Cultura/4
ENTREVISTA Juan Villoro escribió la crónica 8,8: el miedo en el espejo .
"No padecimos una desgracia, sino que tuvimos una señal de alarma"
El libro narra los temores de la madrugada del 27 de febrero de 2010 y de los días que siguieron al terremoto de Chile
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

El calor en Chile era insufrible y excepcional para esa fecha.

Nadie lo vio venir, pero el clima era señal inequívoca de lo que sucedería: a las 3:34 am del 27 de febrero del año pasado un terremoto de 8,8 en la escala de Richter sacudió el centro sur de ese país y movió su capital 27,7 centímetros.

Juan Villoro se despertó aturdido, bajó al vestíbulo del hotel en el que se hospedaba y supo que había sobrevivido a una catástrofe. Se encontraba en Santiago para asistir al Congreso Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil. Su experiencia puede leerse en 8,8: el miedo en el espejo, que editó Puntocero para Venezuela recientemente.

Durante una semana, los invitados al encuentro se reunieron en el vestíbulo del hotel a esperar los vuelos que los regresarían a sus países de origen. Colombia, Perú y Brasil enviaron aviones a la base militar, pero a los mexicanos les tocó negociar con LAN y Aeroméxico para volver a sus hogares. Mientras, todos contaban sus historias.

"La espera fue un taller narrativo accidental. En su momento me pareció una lata, pero las molestias son combustible literario y de esa tensa espera surgió el libro. No tomé apuntes", señala el autor, que para escribir la crónica se sirvió de la memoria y de la curiosidad.

Cuando llegó a México tuvo que afrontar otra dificultad: se había traído el miedo consigo.

"Durante semanas sólo pensé en el sismo, sentía que la tierra se movía, tenía desórdenes de sueño. Decidí que lo único que podía hacer era usar el temblor de mis manos en el teclado. 8,8: el miedo en el espejo surgió como un desahogo", relata.

Pero felizmente ha vuelto a soñar, y ahora prepara una novela gráfica con dibujos de Bernardo Fernández. Además, en agosto estrenará en Argentina la pieza teatral Filosofía de vida, dirigida por Javier Daulte.

­ ¿Qué dificultades supone escribir desde el miedo? ­ Vivimos en compañía de miedos suprimidos que no siempre mantenemos a raya.

El terremoto los sacó a la superficie. Me pareció el mejor ángulo para escribir. La dificultad estaba en no hacer una crónica patética o de victimismo.

A fin de cuentas, no padecimos una desgracia, sino que tuvimos una señal de alarma. Pensé que escribir era una forma de comenzar a atenderla.

­¿Cómo se hace trabajo de campo entre los amigos y sintiéndose vulnerable? ­No supe que estaba haciendo ese trabajo y nunca desvié la charla hacia un interés profesional. Era el vocero del grupo, porque conozco a gente de medios en México, y había un clima muy enconado en mi país, porque no nos ayudaban a regresar. No resultaba tan costoso enviar un avión militar y había cerca de 130 mexicanos varados, lo suficiente para justificar el viaje. Como 35 de ellos participaban en el congreso y me tocó ser el vocero. La situación era delicada, porque el embajador quería ayudarnos y no obtenía respaldo. Todo esto me impidió pensar en un libro en ese momento.

­¿Qué lección aprendió escribiendo 8,8: el miedo en el espejo? ­Todo es provisional. Lo sabemos, mas no siempre lo tomamos en cuenta. También sabemos que puede haber accidentes, pero no estamos preparados para asimilarlos. El terremoto me recordó estas claves de supervivencia y, sobre todo, me ayudó a marcar prioridades; lo único que sé de mi destino es que cada día me queda un día menos. Quiero aprovechar ese tiempo, no de manera grandilocuente, sino estando cerca de mis querencias.

La Providencia está en los afectos.

­Ahora que está impreso, ¿siente que debería cambiar algo al libro? ­Hay cosas que podría agregar. Lo terremotos activan la memoria, pero algunas cosas llegan después, al modo de "réplicas" distantes. Mi esposa trató tantas veces de comunicarse conmigo que la opción redial del teléfono se quedó pegada para siempre al hotel San Francisco de Chile. No quiero arreglar ese teléfono: señala que una parte de mí se quedó en ese país. Si me pierdo, que me busquen en Santiago.

No hay comentarios:

Publicar un comentario