domingo, 5 de junio de 2011

PREVER EL DESTINO (IM) PREVISTO


NOTITARDE, Valencia, 5 de Junio de 2011
La Ascensión del Señor (Mt. 28, 16-20)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Como lo confesamos los cristianos católicos todos los domingos que Jesús de Nazareth que nació de María Virgen por obra y gracia del Espíritu Santo, el Hijo de Dios, que creció y vivió como un hombre verdadero, padeció, se sometió a la muerte y resucitó al tercer día, subió a los cielos y ahora está a la derecha del Padre como se lo había manifestado a sus apóstoles y discípulos y es eso lo que hoy, litúrgicamente, celebramos. Este Jesús resucitado que asciende hacia el Padre, se manifestará al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos.

El texto del evangelio de hoy nos relata que los apóstoles al ver a Jesús resucitado "lo adoraron"; es decir, lo reconocen como Dios verdadero, merecedor de culto y alabanza, igual al Padre a donde el mismo manifestaba que regresaba. Jesús, con el poder recibido de su Padre eterno, delega ahora en ellos la responsabilidad de ir al mundo entero a proclamar la Buena Noticia de la Salvación y a hacer que abran sus corazones al Dios Uno y Trino y lo reciban en sus vidas por medio del bautismo. La fe, la conversión y el bautismo serán la garantía de ser discípulos de Cristo e hijos de ese Dios Amor revelado en su persona. No sólo les da su poder y el mandato misionero, sino que les promete que estará con ellos hasta el fin del mundo. Será una nueva forma de estar con ellos a través del Espíritu Santo que junto con el Padre enviará sobre la Iglesia y a través de la Eucaristía, su Cuerpo y su Sangre, su vida entera donada como alimento espiritual para el cristiano.

Como dice el texto de Los Hechos de los Apóstoles que hoy leemos en la misa (Hch.1, 1-11), que cuando los apóstoles reciban el don del Espíritu Santo que vendrá sobre ellos, saldrán a dar testimonio de Cristo hasta los confines del mundo, comenzando por Jerusalén. De hecho sucedió así, después de la Ascensión de Cristo, aguardaron la llegada del Espíritu Santo y luego de este acontecimiento (Pentecostés) salieron a predicar con valentía que Cristo estaba vivo y fueron bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo para abrir a los hombres a la amistad con el Dios verdadero revelado en Cristo Jesús.

Jesús asciende al cielo, regresa al Padre, no para abandonarnos, sino para mostrarnos el camino que conduce a nuestro destino, para prepararnos un lugar en la vida eterna y para al final mostrarse totalmente a los hombres y consumar la obra que el Padre le ha encomendado: conducir a la humanidad hasta su fin último, que no es la muerte, sino la vida eterna. Hablando en términos científicos, este sería el último peldaño de la evolución humana, su máxima expresión; el llegar a Dios, el contemplarle cara a cara y vivir para siempre con Él y esto no es un mensaje vacío, no es una promesa estéril o alienante, es Palabra de Dios atestiguada con la sangre de Cristo, con su muerte en la cruz y sobre todo con su Resurrección y Ascensión al cielo.

Mientras seguimos en este mundo, mientras vamos de camino y peregrinamos hacia la Casa del Padre, necesitamos vivir nuestra fe, dar testimonio de nuestra vida cristiana y cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado, sembrar la semilla para que la gracia de Dios, su amor y su mensaje fructifique en el corazón y la mente de tantas personas que andan en búsqueda de la felicidad, de la paz, de la libertad, del amor y no saben como encontrar el camino o se extravían ante tantas ofertas engañosas que al final lo que dejan es soledad, tristeza, depresión y muerte. Estamos invitados los cristianos a proclamar al mundo que Dios está vivo, que Dios ama al ser humano, que lo quiere feliz y realizado, que le ofrece una vida en su amor y que todo esto es posible si creemos en Jesús, si hacemos caso a su Palabra, al mensaje que vino a dejarnos. Necesitamos dar testimonio de una vida cristiana auténtica para que los que no tienen fe, no conocen a Dios, viven confundidos o se han alejado, pueda saber lo que hace Dios e
n la vida de quien abre su corazón a Él.

Miremos al cielo, anhelemos la vida eterna, sepamos cual es nuestro destino, pero con los pies en la tierra, viviendo a plenitud cada día que Dios nos regala, haciendo el bien, tendiendo la mano al pobre, amando y dejándonos amar, siendo felices y ayudando a los otros a ser felices, a encontrar a Dios que ama al hombre.

Ida y retorno: Total repudio, rechazo y condena a quienes están cometiendo el sacrilegio, el irrespeto y manifestando su intolerancia religiosa al destruir imágenes cristianas que significan mucho no sólo para los que tienen fe, sino para aquellos que aman la cultura y reconocen las tradiciones y los símbolos que identifican a un país, a una región o un pueblo. Nunca en Venezuela habíamos llegado a esta barbarie, a este primitivismo y atentado contra lo más sagrado que tenemos los venezolanos. A los católicos nos toca estar, como María, de pie, con firmeza, orando sabiendo que Dios escucha las súplicas de su pueblo y exigiendo que cosas como éstas no queden impunes, que se haga justicia.

Ilustración: Gehard Richter

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