lunes, 7 de febrero de 2011

mesiánicos


EL NACIONAL, Caracas, 16 de Diciembre de 2001
¿Utopismo o pragmatismo?
Massimo Desiato

En la actualidad, la política en Venezuela se debate entre un utopismo negativo y la posibilidad de un pragmatismo que, sin embargo, no goza de buena reputación. Entre ellos se encuentra la cuestión de la acción política, auténtica acción transformadora de una realidad apremiante que niega el desarrollo humano para amplios sectores de la población. La revolución bolivariana, recientemente denominada por Manuel Caballero, “revolución de saliva”, activa una mala utopía, aquella que no promueve ni incentiva la acción. Urge contraponer al utopismo negativo una fuerte dosis de pragmatismo y de sensatez política, un sentido de la realidad que más que concentrarse en fines absolutos, comience por interrogarse respecto de los medios a disposición. Sin medios tampoco hay fines y la simple enunciación de los fines a alcanzar sin los medios, no rebasa, en el mejor de los casos, el nivel de un autoengaño.

Un análisis de las condiciones de posibilidad de nuestra política facilitaría la comprensión de quiénes somos y podemos hacer en política y, por tanto, nos conduciría a un esclarecimiento respecto de los medios a disposición. No olvidemos que en el terreno político la acción colectiva es uno de los principales medios. Ningún individuo logrará metas significativas si no puede insertar su acción en el entramado de una acción colectiva, organizada, eficaz, productiva. El mito del salvador de la patria representa justamente la mala utopía. La lógica pragmática que se le opone, sugiere por comenzar con la indagación de cuántos somos los que podemos realizar tales y cuales metas sobre la base de tales y cuales medios.

Las Jornadas Políticas promovidas por el Centro de Estudios Filosóficos y la Escuela de Filosofía de la UCAB, con el apoyo fundamental de Terra.com el 6 de diciembre desean iniciar una nueva forma de aproximarse a lo político. Buscan aportar análisis para la acción a la vez que señalar los límites de esta misma acción, pues resaltar los límites constituye el comienzo mismo de la sensatez y de la edificación de un sano sentido de la realidad, dotes indispensables para un verdadero estadista. Este sentido se caracteriza, como lo señala Isaiah Berlin, en comprender que cada cosa tiene su lugar, que hay acontecimientos que sí pueden ocurrir y otros que no, donde todo pertenece a la etapa que le corresponde y está “fuera de lugar” o “fuera del tiempo” si se inserta erróneamente en el contexto equivocado.

El sentido de la realidad es lo que le ha faltado a Chávez, que como dice un colega “sufre de anomia por vertiginoso ascenso social”. En su mente, “las alternativas reales que pueden realizarse en un momento dado de las alternativas realizables, tal vez, en otros lugares y en otros tiempos, pero no en la sociedad en cuestión” –como apunta Berlin– se confunden. Pero lo más grave no es que se confunda él, sino que un gran sector del electorado venezolano también las ha confundido y, quizás, siga haciéndolo. Quizás piense ahora, ese mismo electorado que vio en la boína roja la salvación, que se ha equivocado de persona, mas no de proceso. Quizás Chávez es sólo la punta del iceberg del problema que el propio electorado, poseído por la idea de salvación, representa.

¿Qué candidato a la Presidencia de la República ganaría prometiendo al pueblo venezolano “sangre, sudor y lágrimas”, en una palabra, sacrificios? Ninguno. El electorado, sacrificado como está, quiere oír la salvación. Así, de “salvación en salvación” se sacrifica mucho más que aquellos otros pueblos que han resuelto enfrentar los problemas de una buena vez. Es hora que el utopismo, la mala utopía sea desterrada de la política venezolana; que en su lugar aparezca el sano pragmatismo, el que programa metas viables dotado de un fuerte sentido de la realidad. Para eso hace falta mucho análisis para delimitar los límites; y mucha paciencia. Sobre todo, hay que quitarse de la cabeza la idea de salvación y de felicidad, pues la política no otorga ni la una ni la otra. Sólo está para reconocer la realidad y habérsela con ella de la manera más satisfactoria posible.

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