lunes, 7 de febrero de 2011
arrepentimiento
EL NACIONAL - Lunes 07 de Febrero de 2011 Opinión/8
Libros: Herta Müller
NELSON RIVERA
Se llega a Hoy hubiera preferido no encontrarme a mí misma (Ediciones Siruela, España, 2010) cuando todo ha ocurrido. Quiero decir: cuando la dictadura ya se ha posado sobre todo. Se llega a estas páginas cuando el poder totalitario ha envuelto cada pequeño detalle, hasta los más nimios asuntos de lo cotidiano, con su manto opaco, con su atmósfera de bajo pulso, con su política de mundo despojado, a punto de asfixia. Allí, en medio de la desolación, en medio de un silencio a punto de ser impronunciable, allí, contra todas las probabilidades, quizás a despecho de todo cuanto la rodea, la prosa de Herta Müller, su escritura sorpresiva, única. Allí.
Mejor que hablar de una escritura sería hablar de una "peculiaridad". De una voz de tinta única.
Es la voz de una mujer que trabaja en una textilera. En el lugar donde cortan y cosen trajes para caballeros. Antes de coser los trajes que le corresponden, la mujer introduce un mínimo y desesperado mensaje a cualquier destinatario fuera de la Rumania totalitaria, a quien sea, que dice, "cásate conmigo". "Cásate conmigo", es decir, ayúdame a huir, tiéndeme la mano para cruzar la frontera, toma una decisión que me saque de la lenta muerte de la dictadura y me lleve más allá, a cualquier lugar del mundo donde sea posible respirar y caminar sin ser vigilado.
La mujer (ese ser que se proyecta en esa voz única), ha sido descubierta: la citan. Cuando uno llega a la narración la mujer está rumbo a cumplir con una nueva citación, cuyo resultado es imprevisible. La realidad circular de la citación ha terminado por reducir la vida a incertidumbre. Conoce al policía que la interroga, conoce su juego malévolo, conoce sus manías y sus flaquezas, pero no sabe qué pasará al terminar, si volverá a su casa o será despachada a un calabozo donde podría desaparecer para siempre.
Pero hay algo que escapa del círculo de lo que oprime: la voz. Esa voz que se devuelve a sus recuerdos, que atraviesa por la realidad sin dar un paso más allá de lo posible, que reivindica la existencia en sus propios deseos: la voz que dice: "Yo quería saber cómo se juega la vida, y mientras volvía del taller del zapatero a casa fui sopesando todas las posibilidades de hastiarse del mundo. La primera y la mejor: no ser nunca citada y no acabar demente, como la mayoría.
No ser nunca citada, pero acabar demente, como la mayoría. No ser nunca citada, pero acabar demente como la mujer del zapatero y la señora Micu, la de abajo junto a la entrada, es la segunda posibilidad.
La tercera: ser citada y acabar demente, como las dos mujeres que habían perdido el juicio en el asilo de alienados. Ser citada y nunca acabar demente, como Paul y yo, es la cuarta. No particularmente buena, pero en nuestro caso la mejor posibilidad".
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