sábado, 1 de enero de 2011
cuartelaridad
EL NACIONAL, Caracas, 11 de Marzo de 1999
CUARTEL SAN CARLOS regimiento, cárcel y museo
El Instituto del Patrimonio Cultural realiza investigaciones en la edificación que data del siglo XVIII para adecuar sus espacios con miras a que allí funcione el Museo de Historia Nacional. En el proceso de restauración se han realizado importantes hallazgos arqueológicos e históricos, que incluyen una bóveda subterránea, objetos de uso cotidiano, así como las modificaciones que ha sufrido este recinto con el transcurrir del tiempo
CLAUDIA DELGADO B.
El Cuartel San Carlos ha sido testigo desde el siglo XVIII de la transformación de una ciudad, por ser centro de significativos momentos históricos y escapes espectaculares. Sus paredes y pisos son testigos de cientos de recuerdos. Sin duda, muchos acontecimientos que allí se dieron no fueron gratos, pues en la época contemporánea estos espacios sirvieron de cárcel en contra de su concepto original, que fue el de lugar de capacitación para tropas nacionales y guarnición.
A partir de este momento, la edificación comenzará a albergar otros recuerdos. El Instituto del Patrimonio Cultural ha emprendido la labor de diagnóstico del cuartel para estudiar sus condiciones físicas y las transformaciones que ha sufrido, con miras a que esta hermosa estructura sirva de sede al Museo Nacional de Historia. En este proceso, los investigadores han dado con importantes descubrimientos.
Los especialistas que allí trabajan son dignos investigadores, pues a partir de hipótesis que son cuidadosamente comprobadas o rechazadas, van armando el rompecabezas, oculto a simple vista.
Por ejemplo, un desnivel de una de las largas cuadras, le dio el aviso al arqueólogo Jesús Sanoja de que debajo del piso podría haber algo más que tierra. Los años de experiencia no son en vano. Efectivamente, debajo hay una bóveda que probablemente sirvió para almacenar armas y municiones.
Señaló que aún no han encontrado la entrada a la bóveda, pero debe estar en alguna de las cuadras y se desconocen las razones por las cuales fue sellada, pero se podría atribuir al terremoto de 1812. Presume Sanoja que este polvorín debe medir entre 2 y 3 metros de altura, para que pudiese caber una persona.
``Una de las cosas que hago cuando voy a hacer un estudio es una inspección superficial, pues toda actividad humana deja vestigios. Los desniveles de los pisos enmascaran estructuras que han sido producto de modificaciones'', indicó Sanoja.
Además del piso original, se han encontrado restos de losa, partes de botellas, botones, armas y otros objetos que datan del siglo XIX. Sanoja indicó que la presencia de estos hallazgos denotan que el común de la sociedad caraqueña hacía uso de objetos y utensilios importados desde Alemania o Inglaterra, por ejemplo, y los cuales estuvieron destinados inicialmente a un sector poderoso en nuestro país. ``A mediados del siglo XIX, Caracas sufre un cambio y pasa de ser una ciudad provinciana, autosuficiente, a tener un mayor intercambio comercial con la importación de bienes a raíz de la producción en masa. Ese contexto cotidiano no escapa al cuartel''.
Al momento de nuestra visita surgió un nuevo descubrimiento: un hueso animal. Otra pared da muestras de que allí hubo otro elemento recubierto por losas blancas: el fogón original, que dejó su mancha negra, por las altas temperaturas. Posteriormente, se hizo allí la cocina a gas del cuartel. El arqueólogo considera que debajo del piso original, sepultado a unos 35 centímetros, no encontrarán mucho más, pues el cuartel se edificó sobre un terreno baldío.
Entre mitos y realidades
La historiadora Dobrudcha González afirmó que se plantea la hipótesis de que ya para 1787 el cuartel contaba con un segundo piso, que se supone se vino abajo con el movimiento telúrico de principios del siglo pasado, pues existen huellas en las paredes originales, donde se aprecian arcos y lo que podría haber sido el entrepiso.
Pero a pesar de lo que muchos creen sobre la destrucción total de la edificación por el terremoto, los materiales -ladrillo, argamasa- hicieron que la estructura se mantuviese en pie a diferencia de la mayoría de las construcciones de la época.
Precisó González que están utilizando una técnica de trabajo que ``no cuentan los libros'', al identificar el concepto de diseño original, la morfología constructiva, la tipología empleada. Uno de los mitos, que según la historiadora se ha venido abajo, es que la autoría se le atribuía al ingeniero Lartigué de Condé, por orden del Intendente de Real de la Hacienda, Don Francisco de Saavedra, quien la sometió a consideración del Rey Carlos III. Sin embargo, la historiadora señaló que el diseño es obra de González Dávila, un ingeniero militar del reino.
Su construcción se inició en 1784 y culminó en 1792. La concepción respondió a políticas reales de formar cuerpos militares de seguridad y defensa, en vista de lo costoso que significaba mantener tropas provenientes de España. La construcción estuvo supervisada por la corona, pues debía ceñirse a lo indicado en las cédulas reales para las Indias, a diferencia de las edificaciones religiosas y civiles.
Con el pasar de los años y con el uso como cárcel, la mayoría de las estructuras fueron reforzadas para evitar escapes, como aquel famoso que hiciesen Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce en 1967. En el piso de la diminuta habitación número 7 está la capa de cemento con letras ininteligibles que cubre el agujero de unos 60 centímetros por 60 centímetros, boca del túnel que los llevó a la libertad durante esa convulsionada época. Seguramente, los kilos demás con que ahora cuentan esos protagonistas no les permitirían su entrada por el orificio.
El 19 de enero de 1975, 23 presos políticos, entre ellos dos mujeres, también lograron evadirse a través de un túnel de 42 metros de largo y un diámetro de 80 centímetros, que desembocó en la casa del saxofonista Víctor Cuica.
En 1992, estuvieron detenidos los insurrectos del 4 de Febrero y del 27 de Noviembre en distintos cuartos. En sus paredes se aprecian murales con motivos bolivarianos y las firmas de algunos de los tenientes y subtenientes de la Fuerza Aérea, quienes participaron en las insurrecciones. Tras su liberación, esta edificación permaneció abandonada y muchos objetos de gran valor histórico fueron saqueados.
Allí también funcionó la Compañía Anónima Venezolana de Industria Militar, e incluso cuenta con un túnel donde se hacían las pruebas de calidad de las municiones y otros productos elaborados. De esta manera, el Cuartel San Carlos ha estado siempre presente en la vida de las fuerzas armadas de nuestro país.
Hacia el museo
La directora de Bienes Inmuebles del IPC, Nelly del Castillo, afirmó que la tarea de esta institución es entregar a la Academia Nacional de la Historia un edificio habitable, sano para que luego se desarrolle el proyecto del museo: ``Estamos acometiendo una serie de obras como fumigación, limpieza, demoliciones de anexos sin valor agregado y estudios preliminares sobre investigaciones arqueológicas, históricas, urbanas y de patología estructural, que luego se les entregarán al proyectista''. A finales de este año estarán concluidas, tanto las obras como los resultados de las investigaciones.
En 1995, el Cuartel San Carlos fue entregado a la tutoría del Consejo Nacional de la Cultura, que en un principio pensó en instalar allí algunas de sus oficinas administrativas. Luego, se decidió que sólo se ubicaría la sede del Museo Nacional de la Historia.
Ilustración: Economía Hoy, Caracas, 28/07/00.
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Claudia Delgado B.,
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Jesús Sanoja Hernández
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