NOTITARDE, Valencia, 23 de Enero de 2011
Jesús predica en Galilea (Mt. 4,12-23)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El evangelio de este domingo nos presenta dos partes. En la primera se narra la presencia de Jesús en Galilea, predicando la conversión del corazón a Dios y anunciando la llegada de su reino. Jesús va a la región donde estaba la frontera de los países gentiles (al norte de la Palestina que hace frontera con los pueblos paganos), a aquellos que también eran considerados por Él como dignos de aceptar la buena noticia del reino de Dios y como beneficiarios de la llegada del Mesías que viene especialmente para los que están enfermos, los pobres, los excluidos, los pecadores y marginados de aquella sociedad judía. Jesús se mezcla entre aquellos gentiles y les pide la conversión; es decir, un cambio radical de vida, ya que Dios no aplaude el pecado, pero rescata al pecador y por eso le da la posibilidad de arrepentirse y volver sus pasos hacia Dios que ofrece felicidad, paz, amor y vida eterna. Aspectos que comenzarán a percibir cercanos, palpables y creíbles en la persona de Jesús, el Hijo de Dios que revela la presencia del Padre.
Que con su manera de pensar, sentir y actuar se manifiesta diferente, con credibilidad en comparación con los dirigentes religiosos de su tiempo. La segunda parte del evangelio, nos presenta a Jesús, caminando a la orilla del lago de Galilea y llamando a algunos hombres que va a vincular a su misión, los va a adoctrinar y con ellos comenzará a formar y colocará los fundamentos de la Iglesia; de hecho a Pedro lo colocará al frente de este grupo que recibirán el nombre de Apóstoles; es decir, aquellos que son enviados a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, que compartirán la misión del Mesías, del Hijo de Dios encarnado que vino al mundo para salvar y liberar al ser humano y manifestarle cuanto lo ama Dios. En esta ocasión el evangelio nos dice que Jesús llamó a dos parejas de hermanos, los llamó por su nombre y les manifestó que los iba a ser pescadores de hombres; es decir, a contribuir a la salvación de la humanidad. Ellos, impactados por la presencia de aquel Jesús, lo dejaron todo (incluyendo familia, trabajo, tierra…) y lo siguieron. Así quedarían asombrados por aquel llamado, por esa forma de hablar y de actuar que fueron capaces de posponer otras cosas con tal de seguirlo y así lo harán hasta el final.
Como vemos, Jesús incorpora a su misión a hombres de carne y hueso, hombres sencillos, pescadores, de pueblo, débiles, con un estilo de vida; así nace la Iglesia o la comunidad de creyentes en Cristo; lo cual nos demuestra desde el inicio que la Iglesia de Cristo es santa y pecadora a la vez: Santa por su fundador, por el Hijo de Dios que la convoca, que la llama a constituirse, pecadora por los seres humanos que la componen, que tienen virtudes y defectos. Así fue desde el inicio y sigue siendo hasta ahora; pero la Iglesia mantiene la misión encomendada desde su origen, aquella que el Divino Maestro le delegó.
El cristiano es también un llamado por Dios a ser parte de su Iglesia, por medio del bautismo ha sido incorporado no sólo a la vida en Dios, la vida en la Trinidad, sino que entra a formar parte de un pueblo de creyentes, de una comunidad que tiene la misión de anunciar el evangelio y donde tiene la oportunidad de crecer en la fe, la esperanza y el amor por medio de los sacramentos que lo sostienen y fortalecen para la tarea que debe cumplir en medio de la sociedad. En nuestro mundo de hoy necesitamos cristianos valientes, sacerdotes y religiosas (llamados por Dios) que hagan operativa la petición de Jesús y su estilo de vida: "Conviértanse porque esta cerca el Reino de Dios". Hoy muchos hombres y mujeres viven de espaldas a Dios, encerrados en el hombre viejo caracterizado por la soberbia, el egoísmo, el orgullo, la avaricia, la lujuria y el poder con el cual explotan al prójimo. Esto se opone al hombre nuevo que viene a predicar Jesús, el hombre que se deja alcanzar por la gracia de Dios, por el amor y se convierte en hombre para los demás. Por esto, la conversión es una tarea inacabada, que dura toda la vida, ya que cristianos, sacerdotes o religiosas estamos tentados a volver al hombre viejo, a confundirnos en una sociedad que predica al hombre viejo. Tenemos ejemplos cercanos que nos atestiguan que si se puede contribuir a la renovación del mundo, de la sociedad y de la propia vida, que quien le abre el corazón a Dios se transforma desde adentro. Es la experiencia de los santos, de hombres como Juan Pablo II, vivamos así nuestro cristianismo.
Ida y retorno
En esta semana la Arquidiócesis de Valencia sufrió y sufre el sensible fallecimiento del Padre José Gregorio Yoris. Elevamos nuestra oración por él para que Dios lo tenga participando en su reino de amor, que consuele a su familia y feligreses y que haga germinar la semilla de la vocación en el corazón de muchos jóvenes de nuestra Iglesia valenciana, que los llame como a Pedro y demás apóstoles, que haga perseverar a los seminaristas en su deseo de ser santos, doctos y diligentes sacerdotes para el bien de su Pueblo. Señor, danos sacerdotes santos.
Ilustración: Shigeo Fukuda
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